Lección
nº 1:
EL
VERBO DIVINO (I)
Juan
1: 1-18
La
Palabra divina
Juan
1: 1-2
Debemos
entender Verbo como la Palabra…La gran idea de Juan es que Jesús
es la Palabra creadora, vivificadora e iluminadora de Dios, y la
Razón de Dios que sostiene el mundo, que ha venido a la Tierra en
forma humana y corporal.
Aquí,
al principio, Juan dice tres cosas acerca de la Palabra, es decir,
acerca de Jesús.
-La
Palabra ya estaba allí en el mismo principio de todas las cosas; es
parte de la eternidad y estaba con Dios antes que empezaran el tiempo
y el universo.
Si
la Palabra estaba con Dios antes que empezara el tiempo, esto quiere
decir que Dios
ha sido siempre como Jesús.
Dios
siempre ha sido, y es, y será como Jesús. Pero la humanidad no lo
podía saber ni se podía dar cuenta hasta que vino Jesús.
-Juan
sigue diciendo que la
Palabra estaba con Dios. Siempre
ha habido la más íntima conexión entre Jesús y Dios. Eso quiere
decir que nadie nos puede decir cómo es Dios, cuál es la voluntad
de Dios para nosotros, cómo son el amor y el corazón y la Mente de
Dios nada más que Jesús.
-Por
último, Juan nos dice que la
Palabra era Dios. El
griego, la lengua en que escribió Juan, tiene una manera de decir
las cosas que es diferente del español. Cuando Juan dijo que la
Palabra era
Dios,
no
estaba diciendo que Jesús es el
mismo que
Dios, sino que Jesús es lo
mismo que
Dios.
Así
pues, al principio mismo de su evangelio Juan asegura que en Jesús,
y sólo en Él, se ha revelado perfectamente a la humanidad todo lo
que Dios ha sido siempre y siempre será, y todo lo que siente sobre
los hombres y desea para ellos.
El
Creador de todas las cosas, la Vida y la Luz
Juan
1: 3-5
En
los tiempos de Juan se habían extendido mucho creencias erradas que
amenazaban la sana doctrina… Por eso Juan destaca la obra de Jesús
en la creación. De hecho, la relación de Jesús con la creación
es algo que se repite en el Nuevo Testamento (Colosenses
1:16;
1
Corintios 8:
6; Hebreos 1: 2)
El
Cristianismo siempre ha creído en lo que se llama la creación
partiendo de la nada.
Nuestra
fe es que detrás de todo está Dios, y sólo Él y Dios está
íntimamente comprometido con el mundo; lo que no está como es
debido en el mundo se debe al pecado humano y cree que Cristo fue
colaborador de Dios cuando el mundo fue creado… En Jesús Dios está
tratando de recuperar algo que fue siempre suyo.
Vida
y luz son dos de las grandes palabras básicas sobre las que se
construye el Evangelio de Juan; empieza y termina con la
vida
(20:31).
En
el evangelio la palabra vida
(zóé) aparece
más de treinta y cinco veces, y el verbo vivir
o tener vida (zén) más
de quince. Así pues, ¿qué es lo que quiere decir Juan con vida?
Es
la voluntad del Padre que envió a Jesús que todos los que le ven y
creen en Él tengan vida (6:40). Jesús da la vida a todos los que el
Padre le ha dado (17:2).
Una
y otra vez el Evangelio usa la frase vida
eterna. La
palabra que usa Juan para eterna
es
aiónios,
es
el adjetivo que se usa a menudo para describir a Dios; por tanto,
vida
eterna es la vida de Dios. Lo
que Jesús nos ofrece de Dios es la misma vida de Dios.
Cuando
vino Jesús ofreciendo a los hombres la
vida eterna, estaba
invitando a todo el mundo a entrar en la misma vida de Dios.
Luz
aparece en el Cuarto Evangelio nada menos que veintiuna veces. Juan
afirma que Jesús es la luz de los hombres. Cuando Jesús amanece en
la vida de una persona, viene la luz. Uno de los miedos más antiguos
del mundo es el miedo a la oscuridad.
-
La luz que
trae Jesús es una
luz reveladora,
que muestra cómo son las cosas en su verdadero carácter y en su
valor real. Nunca vemos cómo son nuestras vidas hasta que las vemos
a la luz de Jesús.
-La
luz que
trae Jesús es una
luz que
guía. El que no tiene esa luz anda en tinieblas y no sabe adónde va
(12:36). Cuando uno recibe esa luz y cree en ella, ya no anda en
tinieblas (12:46). Sin Jesús somos como los que van a tientas por
una carretera desconocida en un apagón. Con Él, el camino es claro.
Para
Juan La
luz brilla en la
oscuridad, que, por mucho que lo intente, no puede extinguirla. El
hombre pecador ama la
oscuridad y odia la
luz, porque la luz descubre demasiadas cosas.
Pero
hay un poder en Jesús que es invencible. La oscuridad le puede
odiar, pero nunca se librará de Él… Jesús vino con su luz para
que los hombres no tuvieran que vivir en la
oscuridad (12:46).
El
testigo
Juan
1: 6-8
Juan
el Bautista era una voz profética; hacía cuatrocientos años que no
se había escuchado la voz de la profecía, y en Juan volvió a
resonar.
Juan
tiene cuidado de especificar que el lugar de Juan el Bautista en el
plan de Dios era alto, pero subordinado al lugar de Cristo. Aquí
especifica que Juan no era la luz, sino solamente un testigo de la
luz (1:8).
En
alguna parte de la Iglesia había un grupo de personas que querían
darle a Juan el Bautista una importancia excesiva.
Es
más importante fijarnos en que en este pasaje encontramos otra de
las grandes palabras clave del
Evangelio:
la palabra testigo. Juan nos presenta un testigo tras otro del
supremo puesto que corresponde a Jesucristo…
Juan
dio testimonio de haber visto descender sobre Jesús al Espíritu
Santo. Aquél en el que culminaba el testimonio de los profetas fue
el que dio testimonio de Jesús como aquél al que señalaban con su
testimonio todos los profetas…
Luz
para todos y rechazo
Juan
1: 9-11
Aquí
Juan usa una palabra muy significativa para describir a Jesús: dice
que Jesús era la luz
real (aléthés,
que
quiere decir verdadero
como
opuesto a falso)…
Sólo
Jesús es la luz genuina, la luz real que guía a las personas en su
camino.
Su
venida disipó las sombras de la
duda, las
sombras de la
desesperación y las
tinieblas de la
muerte. Gracias
a Jesús la amargura de la muerte puede haber pasado para todos los
seres humanos… Por eso Jesús es la luz que alumbra a todas
las personas que
vienen a este mundo… Sólo el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo tiene un corazón suficientemente grande para albergar a
todo el mundo.
La
Palabra creadora
y dinámica de Dios había hecho que el mundo llegara a existir al
principio; y desde entonces siempre había sido la
Palabra, la Razón de
Dios, que ha mantenido el universo como un conjunto ordenado y al ser
humano como una persona racional. Si la humanidad hubiera tenido
sentido para verle, siempre se le hubiera podido reconocer en el
universo (Romanos
1:19-20).
Pero,
aunque la acción de la
Palabra estaba
a la vista de todo el mundo, la humanidad no la reconoció nunca.
Juan
dice que la
Palabra vino
a su propio hogar, pero los suyos no le dieron la bienvenida.
Vino
a Palestina,
que
era la tierra de Dios en un sentido especial, y a los judíos, que
eran el pueblo escogido de Dios (Zacarías
2:12; Oseas 9: 3; Jeremías 2:7; 16:18; Éxodo
19:5; Salmo 135:4)…
Era
de esperar que aquella nación le hubiera recibido con los brazos
abiertos como a un rey que llegara a su nación... Pero
le rechazaron.
Le
recibieron con odio en vez de con adoración.
Aquí
tenemos la
tragedia de un pueblo que había sido elegido y
preparado
para una tarea, y que
se
negó a cumplirla.
Es
terriblemente patético lo que se dice aquí: “A lo suyo vino, y
los suyos no le recibieron”… Eso le sucedió a Jesús hace
mucho... y le sigue sucediendo en el corazón de muchos hombres hoy
en día.
Lección
nº 2:
EL
VERBO DIVINO (II)
Juan
1: 12-14
Hijos
de Dios
Juan
1: 12-13
No
todos rechazaron a Jesús cuando vino; hubo algunos que sí le
recibieron y a esos les dio Jesús el derecho de llegar a ser hijos
de Dios.
Hay
un sentido en el que una persona no es hija de Dios por naturaleza,
sino que tiene que llegar
a serlo.
Hay
hijos que siempre son conscientes de lo que sus padres han hecho y
hacen por ellos, y aprovechan todas las oportunidades que se les
presentan para demostrarles su agradecimiento y tratar de ser la
clase de hijos que sus padres querían que fueran. Estos llegan
a ser hijos
de una manera que otros no alcanzan. Sólo algunos llegan
a ser hijos
de Dios con la profundidad e intimidad de la verdadera relación
entre Padre e hijos.
Juan
proclama que sólo podemos entrar en esa relación real y verdadera
de hijos con Dios por medio de
Jesucristo.
Esta condición de hijos no es el resultado de ningún impulso o
deseo humano, ni de ningún acto de la voluntad humana; procede
exclusivamente de Dios.
Pero
esto tiene también su lado humano. Lo que Dios ofrece, el hombre se
lo tiene que apropiar. Puede que un padre humano le ofrezca a su hijo
su amor, su consejo y su amistad, y que el hijo no los acepte y siga
su propio camino. Así sucede con Dios: El nos ofrece el
derecho de
llegar a ser hijos, pero no nos obliga a aceptarlo.
Como
lo aceptamos es creyendo en el nombre de Jesucristo. ¿Qué quiere
decir eso? Es confiar en el nombre de Jesús, poniendo nuestra
confianza en lo que Él es: la gran doctrina central de Juan es que
en Jesús vemos la misma mente de Dios, su actitud para con los
hombres. Si de veras creemos eso, entonces también creemos que Dios
es como le vemos en Jesús: tan amable y amoroso como era Jesús.
Creer en el nombre de Jesús es creer que Dios es como Él; y es sólo
cuando; creemos eso cuando podemos someternos a Dios y llegar a ser
sus hijos.
Es
lo que es Jesús lo que nos abre la posibilidad de llegar a ser hijos
de Dios.
La
Palabra hecha carne
Juan
1:14
Aquí
llegamos a la afirmación en la que se resume todo el tema que Juan
desarrolla en su evangelio. Ha
meditado
y escrito acerca de la Palabra de Dios, esa Palabra poderosa,
creadora y dinámica, que fue el Agente de la creación; esa Palabra
guiadora, directora, controladora, que pone orden en el universo y en
la mente humana.
Y
ahora dice la cosa más sorprendente y maravillosa de todas: «Esta
Palabra se ha hecho una Persona que hemos visto con nuestros propios
ojos.»
La
palabra que usa Juan para ver
es
theasthai;
aparece
en el Nuevo Testamento más de veinte veces, y siempre refiriéndose
a la vista física. No se trata de una visión espiritual que se
percibe con los ojos
del
alma o de la mente. Juan declara que la Palabra vino de hecho a la
Tierra en forma humana.
Aquí
es donde Juan se remonta por encima de todos los pensamientos
anteriores. Esto es algo totalmente nuevo que Juan introdujo en el
mundo griego al que dirige su libro.
Para
los griegos esto era algo completamente imposible. El que Dios
pudiera asumir un cuerpo era algo que no se les podía ocurrir ni
soñar. Para los griegos, el cuerpo era un mal, una prisión en la
que el alma estaba enajenada, o una tumba en la que estaba confinado
el espíritu.
Y
de pronto aparece una novedad totalmente sorprendente: que Dios
pudiera y estuviera dispuesto a llegar a ser una persona humana y
entrar en esta vida que nosotros vivimos, que la eternidad pudiera
aparecer en el tiempo, que el Creador pudiera aparecer en la creación
de tal manera que los ojos
humanos
de hecho le pudieran ver.
Bien
puede pasar que a veces estemos tan preocupados por conservar la
verdad de que Jesús era plenamente divino que tendamos a olvidar el
hecho de que era absolutamente humano. La
Palabra se hizo carne; aquí,
mejor que en ningún otro pasaje del Nuevo Testamento, se proclama
gloriosamente la plena humanidad de Jesús.
Podemos
decir que Jesús nos mostró cómo viviría Dios esta vida que
vivimos nosotros y, por tanto, que Jesús nos ha mostrado cómo
quiere Dios que la vivamos.
Tres
grandes conceptos
Juan
1: 14 (continuación)
Ya
hemos visto que hay algunas grandes palabras que le bullen a Juan en
la mente y dominan su pensamiento y son los temas con los que se
elabora todo su mensaje. Aquí tenemos otras tres de esas palabras:
-La
primera es gracia.
Esta
palabra contiene siempre dos ideas básicas.
a)
Siempre
incluye la idea de algo que es totalmente inmerecido, que no
podríamos nunca ganarnos o conseguir por nosotros mismos.
b)
Siempre incluye la idea de belleza. En griego moderno quiere decir
encanto.
En
Jesús vemos el atractivo irresistible de Dios; en Jesús nos
encontramos con la sencilla amabilidad de Dios.
-La
segunda es verdad.
Esta
palabra es una de las notas dominantes del Cuarto Evangelio.
a)
Jesús
es la encarnación de la verdad. Él dijo: “Yo soy la verdad”
(14:6). Para ver la verdad tenemos que mirar a Jesús y decir: “¡Así
es como es Dios!”. Jesús no vino para hablar
de
Dios, sino para mostrar
cómo
es Dios, para que la persona más sencilla pudiera conocerle tan
íntimamente como el más grande de los filósofos.
b)
Jesús
es el comunicador de la verdad. Les dijo a sus discípulos que, si
seguían con Él, conocerían la verdad (8:31). Le dijo a Pilato que
el objeto de su venida a este mundo había sido dar testimonio de la
verdad (18:37)
c)
Aunque Jesús ya no está corporalmente en la Tierra, nos ha dejado
su Espíritu para que nos guíe a toda la verdad. Su Espíritu es el
Espíritu de la verdad (14:17; 15:26; 16:13)… Todavía hoy podemos
preguntarle a Jesús lo que tenemos que hacer, porque su Espíritu
está con nosotros en cada paso del camino.
d)
La verdad es lo que nos hace libres (8:32). Siempre hay un cierto
poder libertador en la verdad.
La
verdad que Jesús nos libera de la frustración, de nuestros temores
y debilidades y derrotas. Jesucristo es el mayor libertador del
mundo.
e)
La
verdad puede causar resentimiento. Hubo quienes trataron de matar a
Jesús porque les había dicho la verdad (8:40).
f)
La verdad se puede rechazar (8:45); a veces porque es demasiado buena
para ser verdad, o porque se está demasiado ligado a medias verdades
de las que no se puede soltar.
g)
La verdad no es nada abstracto, sino algo que hay que hacer (3:21).
Es algo que hay que conocer con la mente, aceptar con el corazón y
poner por obra en la vida.
-La
tercera es gloria.
Una y otra vez Juan la usa en relación con Jesucristo.
La
vida de Jesucristo fue una manifestación de gloria. Cuando realizó
el milagro del agua hecha vino en Caná de Galilea, Juan dice que
Jesús manifestó su gloria (2:11).
La
gloria que Jesús manifiesta es la gloria de Dios. Él no buscaba su
propia gloria, sino la del que le había enviado (7:18). La gloria
que estaba en Jesús es la gloria de Dios. Y sin embargo, esa gloria
le era exclusiva… Y esa gloria que es suya es la que ha transmitido
a sus discípulos (17:22).
Es
como si Jesús participara de la gloria de Dios, y sus discípulos
participaran de la gloria de Cristo.
En
el Antiguo Testamento la gloria del Señor aparecía a veces en
situaciones cuando el Señor estaba muy cerca.
La
gloria del Señor quiere decir sencillamente la presencia de Dios.
Cuando
Jesús vino al mundo se vio en Él la presencia maravillosa de Dios,
y esa maravilla era su amor.
Juan
vio que la gloria de Dios y el amor de Dios eran una y la misma cosa.
Lección
nº 3:
JESÚS:
PRIMERO Y ÚNICO
Juan
1:15-18
Plenitud
y Gracia
Juan
1: 15-17
Juan
empieza este pasaje con el testimonio de Juan el Bautista, en el que
le reconoce a Jesús el primer lugar.
Juan
el Bautista dice de Jesús: “El que viene detrás de mí era antes
que yo”. Puede que Juan esté pensando en términos profundos, no
en términos del tiempo, sino de la eternidad; que Jesús existía
antes que empezara el mundo, en comparación con el cual cualquier
figura humana no tiene la menor importancia. Para Juan, el puesto
supremo le correspondía a Jesús, aunque muchos le habían dado a él
mismo una importancia excesiva…
Este
pasaje continúa diciéndonos tres grandes cosas acerca de Jesús.
a)
“De su plenitud es de donde hemos extraído todos”. La palabra
que usa Juan para plenitud
es
una gran palabra: pléróma,
que
quiere decir la suma total de todo lo que hay en Dios (Colosenses
1:19;
2:9).
Quería
decir que en Jesús moraba la totalidad de la sabiduría, el poder y
el amor de Dios. Por eso Jesús es inagotable. Una persona puede
acudir a Jesús con cualquier necesidad, y encontrarla suplida; o con
cualquier ideal, y encontrarlo realizado.
En
Jesús, el
pléróma, la
plenitud de Dios, todo lo que hay en Dios, está a disposición de la
humanidad.
b)
“De Él hemos recibido una gracia tras otra”. En el original
griego dice literalmente gracia
en lugar de gracia.
¿Qué
quiere decir esa extraña frase?
Tal
vez debamos entender esta expresión literalmente. En Cristo
encontramos gracia
en vez de gracia. Las
diferentes edades y situaciones de la vida requieren una clase
diferente de gracia. Necesitamos una gracia en los días de
prosperidad, y otra en los días de adversidad. Necesitamos una
gracia en los días primaverales de la juventud, y otra cuando se
empiezan a dilatar las sombras de la edad. Así también a Iglesia en
distintas circunstancias y momentos…
Cuando
una necesidad invade la vida, una gracia la acompaña. Pasa esa
necesidad y otra nos asalta, y con ella viene otra gracia. A lo largo
de toda la vida estamos constantemente recibiendo gracia en lugar de
gracia, porque la gracia de Cristo es adecuada para resolver
triunfalmente cualquier situación.
c)
Moisés nos dio la Ley, pero la gracia y la verdad nos vinieron por
medio de Jesucristo. En la antigüedad, la vida estaba gobernada por
la ley. Pero, con la venida de Jesús, ya no tratamos de obedecer la
ley de Dios como esclavos, sino de responder al amor de Dios como
hijos. Mediante Jesucristo, Dios el Legislador aparece como Dios
nuestro Padre, el Dios Juez es el Dios que ama a todas las almas.
El
Único que ha visto a Dios
Juan
1: 18
Cuando
Juan escribió que nadie ha visto nunca a Dios, todos sus
contemporáneos estarían totalmente de acuerdo con él. Estaban
fascinados y deprimidos y frustrados por lo que consideraban la
distancia infinita y el absoluto desconocimiento de Dios.
En
el Antiguo Testamento leemos que Dios le dijo a Moisés: “No podrás
ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodo
33:20). Cuando Moisés le recuerda al pueblo la promulgación de la
Ley, les dice: “Oísteis el sonido de palabras, pero no visteis
ninguna forma; no había más que una voz” (Deuteronomio
4:12).
En el Antiguo Testamento nadie creía que se pudiera ver a Dios. Los
grandes pensadores griegos pensaban lo mismo:
Jenófanes
dijo: “Todo son suposiciones”; Platón dijo: “Nunca se podrán
encontrar Dios y el hombre”. Celso se reía de la manera como los
cristianos llamaban a Dios "Padre", porque “Dios está
más allá de todo”. “Como mucho”, dijo Apuleyo, “la
humanidad puede percibir un vislumbre de Dios como cuando resplandece
un relámpago en una noche oscura: una fracción de segundo, y otra
vez la oscuridad”. Como dijo Glover: “Fuera Dios lo que fuera,
estaba muy fuera del alcance de la gente normal y corriente”...
Tal
vez hubiera rarísimos momentos de éxtasis en los que alguien
captaba un atisbo del que llamaban «el Ser Absoluto»; pero las
personas ordinarias eran prisioneras de la ignorancia y de la
fantasía.
No
habría nadie que estuviera en desacuerdo con Juan cuando dijo que a
Dios no le ha visto nunca nadie, Pero Juan no se detiene ahí; pasa a
hacer la sorprenden y tremenda afirmación de que Jesús nos ha
revelado totalmente cómo es Dios.
Aquí
vuelve a resonar la nota clave del evangelio de Juan: “Si queréis
ver cómo es Dios, mirad a Jesús”.
¿Cómo
es posible que Jesús pueda hacer lo que ningún otro ha podido? ¿De
qué depende su poder para revelar a Dios a la humanidad?
Juan
dice tres cosas acerca de Él.
a)Jesús
es único.
La
palabra griega es monoguenés,
que
la versión Reina-Valera traduce como unigénito.
Es
obvio que un hijo único tiene un lugar exclusivo y un amor exclusivo
en el corazón de su padre; así es que esta palabra llegó a
expresar la
unicidad más
que ninguna otra cosa. Es la convicción del Nuevo Testamento que, no
hay nadie como Jesús. Sólo Él puede traer a Dios a la humanidad, y
a la humanidad a Dios.
b)Jesús
es Dios. Aquí tenemos la misma forma de expresión que encontramos
en el versículo primero de este capítulo. No quiere decir que Jesús
es idéntico a Dios, sino que es uno con Dios en mente, carácter y
ser… Verle a Él es ver cómo es Dios.
c)Jesús
está en
el seno del Padre. Esta
es una expresión hebrea que quiere decir en la más íntima relación
que puede darse. Hace referencia al niño con su madre; también se
usa entre marido y mujer; un hombre habla de su esposa como la mujer
de su seno (Números
11:12; Deuteronomio 13:6);
se usa de dos amigos que están en plena comunión mutua. Cuando Juan
usa esta frase aquí quiere decir que entre Jesús y el Padre existe
la más completa e ininterrumpida intimidad.
Precisamente
porque Jesús tiene y mantiene esa intimidad con Dios, que le hace
ser Uno con Dios, es por lo que puede revelar a Dios a la humanidad.
El
Dios distante, incognoscible, invisible e inasequible ha venido al
mundo en Jesucristo, y ya no puede ser un extraño para nosotros.
Lección
nº 4:
EL
TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA
Juan
1:19-28
Introducción
Juan
empieza la parte narrativa de su evangelio con este pasaje. Ya nos ha
presentado en el prólogo lo- que se propone hacer: está escribiendo
su evangelio para demostrar que Jesús es la Mente, la Razón, la
Palabra de Dios Que ha venido a este mundo como una Persona humana.
Una vez que ha expuesto su idea central, ahora empieza la historia de
la vida de Jesús.
Juan
es el evangelista que más cuidado pone en los detalles del tiempo.
Empezando en este pasaje y prosiguiendo hasta 2:11 nos cuenta paso a
paso la historia de la primera semana clave de la vida pública de
Jesús. Los sucesos del primer día se encuentran en 1:19-28; la
historia del segundo día, en 1:29-34; el tercer día se desarrolla
en 1:35-39; los tres versículos 1:40-42 nos cuentan la historia del
cuarto día; los acontecimientos del quinto día se relatan en
1:43-51; el sexto día queda en blanco, y los acontecimientos del
último día de la semana se encuentran en 2:1-11.
En
esta misma sección de 1:19 a 2:11, el Cuarto Evangelio nos da tres
clases diferentes de testimonio de la grandeza y unicidad de Jesús:
a)
Está el testimonio de Juan el Bautista (1:19-34)
b)
Está el testimonio de los que aceptaron a Jesús como Maestro y se
enrolaron como sus discípulos (1:41-51)
c)
Está el testimonio de los poderes maravillosos de Jesús (2:1-11).
Juan
el Bautista es interrogado ¿quién eres?
Juan
1: 19-23
Son
emisarios de los judíos los que vienen a interrogar a Juan. La
palabra judíos (iudaioi)
aparece en este evangelio no menos de setenta veces, y los judíos
están siempre en la oposición. Son los que se habían organizado
contra Jesús.
Juan
representa dos cosas: la primera, como hemos visto, es la exhibición
de Dios en Jesucristo; pero la segunda es la historia del
rechazamiento de Jesucristo por los judíos, la historia del
ofrecimiento de Dios y del rechazamiento del hombre, del amor de
Dios y del pecado humano, de la invitación de Jesucristo y el
rechazo del hombre.
La
diputación que vino a entrevistar a Juan estaba formada por dos
clases de personas:
a)
Primeramente, había sacerdotes y levitas; su interés era muy
natural, porque Juan era hijo de Zacarías, que era sacerdote (Lucas
1:5). En el judaísmo, la única cualificación necesaria para ser
sacerdote era la ascendencia. Si uno no era descendiente de Aarón,
no tenía posibilidad de ser sacerdote; pero, si lo era, nada se lo
podía impedir, salvo ciertos defectos físicos que la Ley
especificaba. Por tanto, para las autoridades Juan el Bautista era de
hecho sacerdote, y era muy natural que los sacerdotes quisieran
descubrir por qué se estaba comportando de una manera tan extraña.
b)
En segundo lugar, había emisarios de los fariseos. Es muy posible
que detrás de todo esto estuviera el Sanedrín. Juan era un
predicador que atraía a las multitudes. Una de las funciones del
Sanedrín era encargarse de cualquiera que fuera sospechoso de ser un
falso profeta. El Sanedrín puede que se considerara obligado a
comprobar si ese era el caso de Juan.
Juan
no se ajustaba a la idea generalmente aceptada de un sacerdote. Ni
tampoco de la de un predicador. Por tanto, las autoridades
eclesiásticas miraban con sospecha.
Los
emisarios de la ortodoxia, podían pensar en tres cosas que Juan tal
vez pretendiera ser:
a)
Le preguntaron si era el Mesías. Los judíos estaban esperando, y
todavía siguen esperando los que no son cristianos, al Mesías. No
había una sola idea del Mesías. Algunos esperaban al que había de
traer la, paz a toda la Tierra. Otros esperaban al que había de
traer el reinado de la justicia. La mayor parte esperaba un gran
héroe nacional que guiara a los ejércitos judíos a la conquista de
todo el mundo.
Era
frecuente que surgieran supuestos Mesías que provocaban rebeliones.
El tiempo de Jesús era especialmente inflamable. Era natural que le
preguntaran a Juan si pretendía ser el Mesías… Juan rechazó de
plano la sugerencia.
b)
Le preguntaron si era Elías. Los judíos creían que, antes que
viniera el Mesías, volvería a la Tierra Elías para ser su heraldo
y preparar al mundo para recibirle. Especialmente, vendría para
resolver todas las disputas. Decidiría quiénes eran judíos y
quiénes no lo eran; reuniría las familias que estaban enemistadas.
Los judíos creían estas cosas hasta tal punto que la ley
tradicional decía que el dinero y las propiedades que estaban en
litigio, o las cosas que se hubieran encontrado y no se supiera de
quién eran, debían esperar “hasta que viniera Elías”. La
creencia en la venida de Elías antes que el Mesías se remonta a
Malaquías 4:5. Hasta se creía que Elías ungiría al Mesías como
rey a la manera tradicional, y que resucitaría a los muertos para
que participaran del Reinado Mesiánico; pero Juan dijo que esos
honores no le correspondían a él.
c)
Le preguntaron si era el Profeta prometido y esperado. Se creía que
Isaías, o más bien Jeremías, volvería cuando viniera el Mesías.
Esta creencia se remontaba a la seguridad que Moisés le dio al
pueblo en Deuteronomio 18:15: «Profeta de en medio de ti, de tus
hermanos, como yo; te levantará el Señor tu Dios; a él oiréis.»
Era una promesa qué no olvidaba ningún judío. Esperaban y
anhelaban que surgiera el Profeta que sería el más grande de todos…
Pero Juan rechazó también la idea de que le correspondiera ese
honor.
Así
que le preguntaron quién era, y su respuesta fue que no era nada más
que una voz que llamaba al pueblo a preparar el camino para la venida
del Rey… (Isaías 40:3; los cuatro evangelios la citan Marcos 1:3;
Mateo 3: 3; y Lucas 3:4).
¿Por
qué bautizas?
Juan
1: 24-26
Juan
era lo que debiera ser todo verdadero predicador y maestro: sólo una
voz, un indicador que señala al Rey. Lo que menos le interesaba era
que le miraran a él; quería que le olvidaran y que no vieran nada
más que al Rey.
Pero
los fariseos estaban alucinados con una idea: ¿Qué derecho tenía
Juan para bautizar? Si hubiera sido el Mesías, o Elías o el
Profeta, habría sido normal… Pero, ¿por qué había de bautizar
Juan?
Lo
que hacía el gesto aún más extraño era que el bautismo que se
practicaba entonces no era para los israelitas, sino para los
prosélitos, los que procedían de otros pueblos y religiones y se
convertían a la fe de Israel. A un israelita no se le bautizaba
nunca; ya pertenecía al pueblo de Dios por ser descendiente de
Abraham y haber sido circuncidado… Juan estaba haciendo con los
israelitas lo que sólo había necesidad de hacer con los gentiles:
Estaba sugiriendo que el pueblo escogido tenía que ser limpiado. Eso
era de hecho lo que Juan creía; pero no contestó directamente.
Dijo:
“Yo no bautizo más que con agua; pero hay Uno entre vosotros,
aunque no le reconocéis, del que no merezco ni desatar la correa de
los zapatos...” Juan no podía haber mencionado nada más servil:
el desatar la correa de las sandalias era obligación de los
esclavos. Había un dicho rabínico en el que se decía que un
discípulo debería estar dispuesto a hacer todo lo que fuera por su
maestro excepto únicamente desatarle las sandalias. Eso era un
servicio demasiado humillante aun para que se lo hiciera un discípulo
a su maestro. Hemos de suponer que para entonces ya había, tenido
lugar el bautismo de Jesús, cuando Juan le reconoció. Así es que
Juan está diciendo otra vez: “Viene el Rey. Para recibirle como es
debido tenéis que limpiaros lo mismo que los gentiles. Preparaos
para la entrada del Rey en la Historia”.
La
misión de Juan era solamente preparar el camino. La grandeza que le
correspondiera procedía de la suprema grandeza de Aquel cuya venida
anunciaba.
Es
el gran ejemplo de todos los que están dispuestos a empequeñecerse
para que se vea a Jesucristo.
Lección
nº 5:
EL
CORDERO DE DIOS
Y
LA MANIFESTACIÓN DEL ESPIRITU DIVINO
Juan
1: 29-34
El
Cordero de Dios
Juan
1: 29-31
Con
esto llegamos al segundo día de aquella semana clave de la vida de
Jesús. Ya entonces habrían tenido lugar el bautismo y las
tentaciones de Jesús, que estaría a punto de iniciar la labor para
la que había venido al mundo. De nuevo nos introduce el Cuarto
Evangelio a Juan presentando espontáneamente a Jesús al pueblo con
el máximo respeto. Lo presenta como El Cordero de Dios.
¿Qué
tenía Juan en mente cuando pronunció ese título?
a)
Es probable que Juan estuviera pensando en el cordero pascual. La
fiesta de la Pascua estaba bastante próxima (Juan 2:13). La antigua
historia de la Pascua decía que fue la sangre de un cordero inmolado
la que protegió las casas de los israelitas la noche que salieron
huyendo de Egipto (Éxodo 12: I 1-13). Aquella noche, cuando el ángel
de la muerte iba a pasar matando a los hijos mayores de los egipcios,
los israelitas tuvieron que untar los lados de sus puertas con la
sangre de un cordero inmolado para que, cuando la viera el ángel,
pasara de largo. La sangre del cordero pascual los libró de la
destrucción… Puede que Juan estuviera pensando: “Ahí tenéis al
único sacrificio que os puede librar de la muerte eterna”.
Pablo
igualmente se refirió a Jesús como el Cordero Pascual (1 Corintios
5: 7). Hay una liberación que sólo Jesucristo puede ganar para
nosotros.
b)
Juan era hijo de sacerdote, y conocería todo el ritual del templo y
de los sacrificios. Todas las mañanas y todas las tardes se
sacrificaba en el templo un cordero por los pecados del pueblo (Éxodo
29:38-42). Mientras el templo estuvo en pie se hicieron estos
sacrificios. Aun cuando la gente se moría de hambre en la guerra y
el asedio, nunca se omitieron esos sacrificios hasta que el templo
fue destruido totalmente el año 70 d.C. Puede que Juan quisiera
decir: “En Jesús está el único sacrificio que puede librar al
mundo del pecado”.
c)
Hay dos grandes figuras del cordero en los profetas (Jeremías 11:19;
Isaías 53:7). Ambos grandes profetas contemplaron proféticamente al
que, con sus sufrimientos y sacrificio soportados humilde y
amorosamente, redimiría a Su pueblo. Tal vez Juan estaba pensando:
“Ése es el que ha venido”.
Es
indiscutiblemente cierto que, en tiempos posteriores, la profecía de
Isaías 53 llegó a ser para la Iglesia uno de los más preciosos
anuncios de Jesús en todo el Antiguo Testamento. Es probable que
Juan fuera el primero que hiciera la identificación.
Hay
tesoros maravillosos en esta frase El Cordero de Dios. Vuelve a
aparecer casi obsesivamente en el Apocalipsis, veintinueve veces. Se
ha convertido en uno de los títulos más preciosos de Cristo. En una
palabra resume el amor, el sacrificio, el sufrimiento y el triunfo de
Cristo.
Juan
dice que no conocía a Jesús. Eran parientes (Lucas 1:36), y es
probable que se trataran en un tiempo. Lo que quiere decir Juan no es
que no supiera quién era Jesús, sino que no sabía qué era Jesús.
Se le había revelado de pronto que Jesús era en realidad el Hijo de
Dios.
De
nuevo Juan deja bien claro cuál era su única misión: señalar a
Cristo. Juan no era nada, y Cristo lo era todo.
La
venida del Espíritu
Juan
1: 32
Algo
había sucedido en el bautismo de Jesús que le había convencido a
Juan sin dejarle la menor duda de que Jesús era el Hijo de Dios.
Como lo comprendieron los padres de la Iglesia hace muchos siglos,
fue algo que sólo podía verse con los ojos del alma y de la mente.
Pero Juan lo vio, y estaba convencido.
En
Palestina, la paloma era un ave sagrada. No se cazaba ni comía. En
Génesis 1:2 leemos que el Espíritu creador de Dios se movía sobre
la faz de las aguas. Los rabinos solían explicarlo diciendo que el
Espíritu se movía y revoloteaba como una paloma sobre el antiguo
caos, alentando en él orden y belleza. La figura de la paloma era
una de las que los judíos usaban y amaban más.
Fue
en su bautismo cuando el Espíritu descendió sobre Jesús con poder…
Debemos recordar que todavía no se había revelado la doctrina
cristiana del Espíritu Santo. Tendremos que esperar hasta los
últimos capítulos del evangelio de Juan y hasta Pentecostés para
verla surgir.
Cuando
Juan el Bautista habla del Espíritu Santo lo hace desde la
perspectiva del Antiguo Testamento .
¿Qué
idea tenían entonces los judíos del Espíritu?
La
palabra hebrea para Espíritu es riiaj,
que quiere decir también viento. Los judíos asociaban siempre la
idea del Espíritu con tres ideas básicas:
a)El
Espíritu era poder, como el poder de la tempestad.
b)El
Espíritu era vida, la misma dinámica de la existencia humana.
c)El
Espíritu era Dios; el poder y la vida del Espíritu estaban más
allá de los logros y las capacidades humanas; la venida del Espíritu
a la vida de una persona era la venida de Dios. Sobre todo, era el
Espíritu el que controlaba e inspiraba a los profetas (Miqueas 3:8;
Isaías 59:21; 61:1; Ezequiel 36:26-27).
Podríamos
decir que el Espíritu de Dios hacía tres cosas por la persona a la
que viniera: Primera, traía a las personas la verdad de Dios;
segunda, les daba la capacidad de reconocer esa verdad cuando la
veían y, tercera, les daba la habilidad y el valor de proclamar
aquella verdad.
En
su bautismo, el Espíritu de Dios vino sobre Jesús de una manera
diferente de la que había venido sobre otras personas.
Muchos
profetas tenían lo que podríamos llamar experiencias aisladas del
Espíritu. Algunos tenían momentos deslumbrantes, de poder
extraordinario, de valor sobrehumano; pero esos momentos aparecían y
desaparecían. Dos veces (versículos 32 y 33) Juan anota
específicamente que el Espíritu permaneció sobre Jesús. No se
trataba de una inspiración momentánea, sino que el Espíritu
residió en Jesús con carácter permanente. Esa es también otra
forma de decir que la Mente y el poder de Dios estaban en Jesús de
manera exclusiva y única.
“El
que bautiza con el Espíritu Santo”
Juan
1: 33-34
Aquí
podemos aprender mucho de lo que quiere decir la palabra bautismo. El
verbo griego baptizein
quiere decir hundir o sumergir. Se puede decir de la ropa que se mete
en tinte, o de un barco que se hunde bajo las olas… Cuando Juan
dice que Jesús bautizará con el Espíritu Santo quiere decir que
Jesús puede traer el Espíritu de Dios a nuestra vida de tal manera
que todo nuestro ser quede inundado por el Espíritu.
Ahora
bien, ¿qué quería decir este bautismo para Juan el Bautista?
Su
propio bautismo quería decir dos cosas:
a)
Quería decir limpieza. Quería decir que una persona era lavada de
las impurezas que se le hubieran adherido. b) Quería decir
dedicación. Quería decir que entraba en una vida nueva, diferente y
mejor…
Pero
el bautismo de Jesús era el bautismo del Espíritu. Si recordamos la
concepción judía del Espíritu podemos decir que cuando el Espíritu
toma posesión de una persona suceden ciertas cosas.
a)
Su vida se ilumina. Viene a ella el conocimiento de Dios y de su
voluntad. Sabe cuál es el propósito de Dios, lo que quiere decir la
vida y cuál es su deber. Algo de la sabiduría y de la luz de Dios
ha venido a su vida.
b)
Su vida se fortalece. El conocimiento sin poder es algo desazonador y
frustrante. Pero el Espíritu nos da, no sólo el conocimiento de lo
que es la voluntad de Dios, sino también la fuerza y el poder para
obedecerla.
c)
Su vida se purifica. El bautismo de Jesús con el Espíritu había de
ser un bautismo de fuego (Mateo 3:11; Lucas 3:16). La escoria de
cosas malas, la mezcla de impurezas se purifican en el crisol del
bautismo del Espíritu Santo dejando a la persona limpia y pura.
Finalmente
Juan el Bautista certifica con absoluta claridad su testimonio
presencial de Jesús y anuncia que Jesús es el Hijo de Dios, dando a
conocer a Jesús como el Mesías.
Lección
nº 6:
LOS
PRIMEROS DISCÍPULOS
Juan
1: 35-51
Andrés
y Pedro… ¿Juan?
Juan
1: 35-42
Una
vez más vemos a Juan el Bautista señalando más allá de sí mismo.
Tiene que haberse dado perfecta cuenta de que al hablar así a sus
discípulos acerca de Jesús los estaba invitando a dejarle a él y
transferir su lealtad a este nuevo y más excelente Maestro; y sin
embargo lo hizo. No cabían los celos en su noble corazón. Había
venido a poner al pueblo en contacto, no consigo mismo, sino con
Cristo.
Así
es que los dos discípulos de Juan siguieron a Jesús a una distancia
respetuosa. Entonces Jesús hizo algo muy característico: se volvió
y les dirigió la palabra. Es decir: se encontró con ellos a mitad
de camino...
Aquí
tenemos un símbolo de la iniciativa divina. Siempre es Dios el que
da el primer paso. Cuando la mente humana empieza a buscar, y el
corazón humano empieza a anhelar, Dios, nos sale al encuentro mucho
más que hasta la mitad del camino.
Jesús
empezó por hacerles a aquellos dos la pregunta más fundamental de
la vida: “¿Qué buscáis?”.¿Serían simplemente pecadores
desorientados y confusos, buscando una luz en el camino de la vida y
el perdón de Dios?
Hay
algunos que lo que buscan es alguna clase de paz, algo que les
permita vivir en paz consigo mismos, con sus semejantes y con Dios.
En realidad lo que buscan ese Dios, y este objetivo sólo Jesucristo
lo puede satisfacer.
Los
discípulos de Juan le respondieron a Jesús que querían saber dónde
paraba. Le llamaron Rabí, palabra hebrea que quiere decir
literalmente “Mi grande”... Era el título de respeto que daban
los estudiantes y los buscadores del conocimiento a sus maestros y a
los sabios. Juan, el evangelista, estaba escribiendo para los
griegos. Suponía que no conocerían la palabra, y se la tradujo por
el término griego didáskalos,
maestro.
No
era sólo por curiosidad por lo que aquellos dos hicieron aquella
pregunta. Lo que querían decir era que querían hablar con Él, no
sólo en el camino y de pasada, como meros conocidos ocasionales que
pudieran cruzarse algunas palabras; querían detenerse con El lo
suficiente para hablar de sus problemas y preocupaciones: La persona
que quiera ser discípula de Jesús no se dará, por satisfecha con
una palabra de pasada, sino querrá tener un encuentro personal con
El, no como conocida sino como amiga, en su propia casa.
Jesús
les contestó: “¡Venid y ved!”. Jesús los estaba invitando, no
sólo a ir con Él para hablar, sino a ir a encontrar lo que sólo Él
les podía descubrir.
El
autor de este evangelio termina el párrafo diciendo que “eran como
las cuatro de la tarde”. Es muy probable que lo diga porque él era
uno de aquellos dos, y podía hasta decir exactamente la hora del día
y hasta la piedra que había al borde del camino donde encontró a
Jesús…
Andrés
“halló primero a su hermano Simón”... En los manuscritos
griegos hay dos variantes; algunos tienen la palabra próton,
que quiere decir primero, y es lo que ha traducido la Reina-Valera;
pero otros manuscritos ponen prói,
que quiere decir por la mañana temprano, de madrugada, lo que
inferiría al siguiente día…
De
nuevo Juan explica una palabra hebrea a sus lectores griegos. Mesías,
en hebreo, y Jristós,
en griego, quieren decir lo mismo: Ungido. En el mundo antiguo se
ungía a los reyes en su coronación. Mesías y Jristós quieren
decir El Rey Ungido por Dios.
No
disponemos de mucha información sobre Andrés, pero lo poco que
sabemos nos pinta claramente su carácter. Es uno de los personajes
más simpáticos de la compañía de los apóstoles. Tiene dos
cualidades sobresalientes.
-Andrés
se caracteriza por estar dispuesto a ocupar un segundo lugar… Está
claro que vivió a la sombra de su hermano. Muchos es posible que no
supieran quién era Andrés, pero todo el mundo sabía quién era
Pedro; así es que, cuando hablaban de Andrés, le identificaban como
el hermano de Pedro. Andrés no formaba parte del círculo íntimo de
los discípulos, como Pedro, Santiago y Juan.
-Andrés
se caracteriza por estar pronto a presentarle a otros a Jesús. Son
sólo tres veces las que aparece Andrés en escena en la historia
evangélica: la primera es aquí, cuando Le trae a Pedro a Jesús; la
segunda, en Juan 6: 8-9, cuando le trae a Jesús al muchacho de los
cinco panecillos y los dos pescaditos; y la tercera, el incidente de
Juan 12:22, cuando trae a los buscadores griegos a la presencia de
Jesús… Andrés disfrutaba enormemente trayendo a otros a Jesús:
Tenía corazón de misionero.
Cuando
Andrés trajo a Pedro a Jesús, Jesús se quedó mirando fijamente a
Pedro. La
palabra que se usa de esa mirada es emblepein.
Describe una mirada concentrada, intensa, a fondo; que lee lo que hay
en el corazón. Cuándo Jesús vio a Simón, como se le llamaba,
entonces, le dijo: “Te llamas Simón, pero te llamarás Cefas, es
decir, una roca”. Petros era el equivalente griego de Cefas, el
nombre arameo para roca…Así es que Petros y Cefas no son nombres
distintos, sino el mismo en lenguas diferentes.
En
el Antiguo Testamento, el cambio de nombre indicaba a veces una nueva
relación con Dios. Por ejemplo: Jacob pasó a llamarse Israel
(Génesis 32:28), y Abram se cambió por Abraham (Génesis 17:5)
cuando entraron en una nueva relación con Dios. Era como si la vida
empezara de nuevo y se fuera una persona diferente, y necesitara un
nuevo nombre.
Pero
lo realmente importante de esta historia es que nos dice cómo mira
Jesús a las personas. No ve solamente lo que es en el momento, sino
también lo que puede llegar a ser…
Jesús
miró a Pedro y vio en él no sólo al pescador galileo sino también
al que tenía la posibilidad de convertirse en una roca para su
Iglesia… (Esto de ninguna manera debe ser entendido como que Jesús
le estaba dando a Pedro alguna dignidad eclesiástica especial)
Felipe
y Natanael
Juan
1: 43-51
Jesús
dejó el Sur y se marchó a Galilea, al Norte de Palestina. Allí,
tal vez en Caná, se encontró a Felipe, y le llamó. Felipe, como
Andrés, no podía guardarse la Buena Noticia para él solo; fue a
buscar a su amigo Natanael, y le dijo que creía que había
descubierto al largo tiempo esperado Mesías en Jesús, el Hombre de
Nazaret.
Natanael
reaccionó despectivamente. Nazaret era un lugar corriente…Y
Natanael reaccionó diciendo que Nazaret no era la clase de pueblo
del que se podía esperar nada bueno. Felipe fue prudente. No
discutió, sino dijo sencillamente: “¡Ven y ve!”… La mejor
presentación del Evangelio es decir: “Ven y ve”. No cabe duda
que tenemos que conocer a Cristo personalmente antes de invitar a
otros a venir a Él.
Así
que Natanael vino, y Jesús pudo ver lo que había en su corazón:
“Aquí -dijo Jesús- llega un verdadero israelita en el que no cabe
la falsedad”. Ese era un tributo que apreciaría cualquier
israelita (Salmo 32:2). Natanael se sorprendió de que se pudiera dar
tal veredicto a primera vista, y le preguntó a Jesús que de qué le
conocía. Jesús le dijo que ya le había visto cuando estaba debajo
de la higuera. Como la higuera es un árbol frondoso, era costumbre
sentarse a meditar a la sombra de sus ramas. Parece ser que eso era
lo que Natanael había estado haciendo, y probablemente había estado
pensando en las promesas de Dios; y ahora se daba cuenta de que
Jesús, no sólo le había visto cuando estaba debajo de la higuera,
sino también había visto lo que había en lo más íntimo de su
corazón.
Seguramente
Natanael pensó: “¡Este Hombre no puede ser más que el Ungido de
Dios que se nos había prometido y estábamos esperando!”… Y
Natanael se rindió incondicionalmente ante el Hombre que le había
leído y comprendido y apaciguado y llenado el corazón.
Puede
que Jesús sonriera... Entonces hizo referencia a la antigua historia
de Jacob en Betel, que vio una escala dorada que conducía al Cielo
(Génesis 28:12-13). Era tanto como decir: “Natanael, Yo puedo
hacer mucho más que leer tu corazón. Puedo ser para ti y para todos
el verdadero Camino, la escala que conduce al Cielo”. Es por Jesús,
y sólo por Él, como las almas pueden escalar el camino que conduce
al Cielo.
Nos
preguntamos: ¿Quién era Natanael?
Según
el Cuarto Evangelio fue uno de los componentes del primer grupo de
discípulos, pero en los otros tres evangelios ni siquiera se le
nombra.
Juan
dice que a Natanael le trajo a Jesús Felipe. El nombre de Natanael
no aparece nunca en los otros tres evangelios; y en el Cuarto
Evangelio no se menciona nunca a Bartolomé. Ahora bien: en la lista
de discípulos de Mateo 10:3 y de Marcos 3:18, Felipe y Bartolomé
aparecen juntos, como si fuera natural e inevitable relacionarlos.
Además, Bartolomé es realmente un apellido, porque quiere decir
hijo de Tolmai o Tolomeo. Bartolomé debe de haber tenido otro nombre
de pila; y por lo menos es posible que Bartolomé y Natanael sean la
misma persona…
Lección
nº 7:
EL
PRIMER MILAGRO Y SU ENSEÑANZA
Juan
2:1-11
La
fiesta de Bodas
Juan
2: 1-2
Jesús
hizo la primera de sus señales en Caná de Galilea, y manifestó su
gloria; y sus discípulos creyeron en Él.
Caná
de Galilea se llamaba así para distinguirla de otra Caná que había
en Celesiria. Era una aldea que estaba cerca de Nazaret.
En
Caná había una fiesta de boda en la que se encontraba María, que
parece que tenía alguna responsabilidad. Tal vez tenía algo que ver
con los preparativos, porque se preocupó cuando se dio cuenta de que
faltaba el vino; y tenía suficiente autoridad para decirles a los
criados que hicieran lo que les dijera Jesús. Hay un antiguo
compendio de introducciones a los libros del Nuevo Testamento que se
llama Los prefacios monárquicos, que nos cuenta que el novio era
nada menos que el mismo Juan, y su madre Salomé, la hermana de
María. No sabemos si estos detalles extra serán ciertos o no, pero
la historia se nos cuenta tan gráficamente que no podemos dudar que
procede de un testigo presencial.
No
se menciona a José, como tampoco en los otros evangelios después de
las historias de la Navidad. La explicación más probable es que
para entonces ya habría muerto.
La
escena nos presenta una fiesta de boda en una aldea. En Palestina,
una boda era una ocasión especialísima. La ley judía especificaba
que la boda de una virgen se debía celebrar en miércoles. La fiesta
de bodas duraba mucho más de un día.
La
ceremonia en sí tenía lugar por la tarde, después de una fiesta.
Después de la ceremonia se acompañaba a la pareja a su nuevo hogar.
Para entonces ya había oscurecido, y la comitiva iba por las calles
de la aldea a la luz de antorchas llameantes y con un dosel bajo el
que iba la pareja. Los llevaban por un camino intencionadamente más
largo para que hubiera más personas que tuvieran oportunidad de
felicitarlos. Pero la nueva pareja no se iba para la luna de miel; se
quedaban en casa, y recibían visitas toda la semana. Llevaban
coronas y se vestían con su ropa de bodas. Los trataban como a un
rey y a una reina, hasta dándoles ese tratamiento, y su palabra era
ley. En un tiempo en que en la vida había mucha pobreza y un trabajo
muy duro, esa semana de fiestas y alegría era algo especialísimo.
Faltó
el vino
Juan
2: 3-5
Jesús
participaba encantado de una ocasión alegre como esa. Pero algo
estuvo a punto de estropearla, se les acabó el vino.
En
una fiesta judía el vino era esencial. «Sin vino -decían los
rabinos- no puede haber alegría.» No es que la gente se
emborrachara; la borrachera se miraba muy mal, y no era frecuente,
porque se mezclaban dos partes de vino con tres de agua.
Era
una desgracia mayor, y hasta una humillación terrible para los
novios, el que faltara el vino en su boda.
Eso
explica el que María acudiera a Jesús para decirle lo que pasaba.
La traducción de la respuesta de Jesús en la versión Reina-Valera
hace que suene muy descortés: “¿Qué tienes conmigo, mujer?”.
Esa
es una traducción literal de las palabras; pero no nos permite
adivinar el tono.
Seguramente
Jesús le estaba diciendo a María sencillamente que lo dejara en sus
manos, que Él ya sabía lo que tenía que hacer.
La
palabra Mujer (guynai)
también puede despistarnos. Nos parece muy ruda y abrupta. Pero es
la misma palabra que usó Jesús en la Cruz dirigiéndose a María al
confiársela a su Discípulo amado (Juan 19:26). Lejos de ser una
manera ruda y descortés de dirigirse a una mujer, era un título de
respeto. No tenemos en castellano una expresión que corresponda
exactamente; la palabra señora expresa por lo menos la cortesía que
se supone en el tono.
Lo
dijera como fuera, María no lo tomó como “¡Déjame en paz!”,
sino todo lo contrario; así es que fue a los criados y les dijo que
hicieran lo que Jesús les dijera.
A
la entrada había seis grandes tinajas para el agua. La palabra que
la versión Reina- Valera traduce por cántaros (metrétés)
equivale a unos cuarenta litros, y se nos dice que en cada tinaja
cabrían dos o tres cántaros, es decir, alrededor de cien litros.
El
agua en vino
Juan
2: 6-10
Juan
está escribiendo su evangelio para los griegos, así es que les
explica que estas tinajas se tenían para guardar el agua que se
usaba en los ritos de purificación de los judíos.
Jesús
dijo que llenaran las tinajas hasta el borde. Juan da ese detalle
para que se sepa que allí no se metió más que agua. Y luego les
dijo que sacaran algo y se lo llevaran al arjitriklinos;
nuestro equivalente del arjitriklinos
sería el padrino. Cuando este probó el agua que se había vuelto
vino se quedó alucinado. Llamó al novio “¡Tú te tenías
guardado el mejor vino hasta ahora!”.
Así
es que fue en la boda de unos pueblerinos de Galilea donde Jesús
manifestó u gloria; y fue en aquella ocasión cuando sus discípulos
captaron otro detalle que les hizo darse cuenta de quién era su
Maestro.
Tomamos
nota de tres cosas en esta señal maravillosa que realizó Jesús.
a)
Tomamos nota de cuándo sucedió: en una fiesta de bodas. Jesús
estaba en su ambiente. No era ningún austero
aguafiestas.
¡Todo lo contrario, como vemos aquí! Le encantaba participar de la
alegría y el regocijo de una boda, y ayudar en los problemas que se
presentaran.
b)
Tomamos nota de dónde sucedió: en un humilde hogar de una aldea de
Galilea. Este milagro no se realizó en el escenario de una gran
ocasión ni en presencia de grandes multitudes, sino en un hogar.
c)
Tomamos nota de por qué sucedió. Fue para salvar a una humilde
familia galilea para lo que Jesús desplegó su poder. Lo hizo movido
por la simpatía, la amabilidad y la comprensión hacia la gente
sencilla.
Además,
esta historia nos revela dos cosas hermosas sobre la fe que María
tenía en Jesús.
a)
Instintivamente María acudía a Jesús cuando surgían problemas.
Conocía a su Hijo. Él estuvo en el hogar familiar hasta los treinta
años, y todo ese tiempo Jesús y María compartieron la vida.
b)
Aun cuando María no sabía lo que Jesús iba a hacer, aun cuando
parecía que no le había hecho caso, todavía María creía tanto en
Él que se dirigió a los servidores y les dijo que hicieran lo que
Jesús les dijera. María tenía la fe que puede confiar aun cuando
no entiende. No sabía lo que iba a hacer Jesús, pero estaba segura
de que lo que hiciera sería lo mejor.
Además,
esta historia nos dice algo de Jesús. Respondiendo a María dijo:
“Todavía no ha llegado mi momento”. A lo largo de toda su vida
Jesús sabía que había venido al mundo para una tarea y con un
propósito determinado. Veía su vida, no en función de sus deseos,
sino en relación con la voluntad de Dios. No veía su vida en el
marco del incesante fluir del tiempo, sino en el de la permanente y
definitiva eternidad. La vida de Jesús iba transcurriendo segura
hacia el momento para el que Él sabía que había venido al mundo.
La
enseñanza
Juan
2: 11
Ahora
hemos de pensar en la verdad profunda y permanente que Juan está
tratando de enseñarnos con esta historia… En todo su evangelio
Juan no escribió nunca ningún detalle superfluo o innecesario. Todo
tiene un significado y todo señala más allá.
Había
seis tinajas de piedra y a la orden de Jesús, el agua que contenían
se volvió vino. Para los judíos, el siete es el número completo y
perfecto, y el seis es incompleto e imperfecto. Las seis tinajas de
piedra representan a la Ley judía, incompleta e imperfecta. Jesús
vino a acabar con las imperfecciones de la Ley y a poner en su lugar
el vino nuevo del Evangelio de Su gracia.
Juan
nos está diciendo que las imperfecciones se han convertido en
perfección en Jesús, y que la gracia se ha vuelto ilimitada,
suficiente y más que suficiente para todas las necesidades.
A
los judíos, Juan les decía: “Jesús ha venido a cambiar la
imperfección de la Ley por la perfección de la gracia”. Y a los
griegos: “Jesús ha venido real y verdaderamente para hacer lo que
vosotros sólo podíais soñar que vuestros dioses hicieran”.
Lección
nº 8:
LA
PURIFICACIÓN DEL TEMPLO
Juan
2:12-16
Jesús
en Jerusalén
Juan
2: 12-14
Después
de la fiesta de boda de Caná de Galilea, Jesús y sus familiares y
amigos hicieron una corta visita a Capernaúm, que estaba como a unos
treinta kilómetros, en la orilla septentrional del Mar de Galilea.
Poco
después, Jesús se puso en camino para celebrar la fiesta de la
Pascua en Jerusalén. La Pascua era el 15 de Nisán. Según la ley,
todos los varones que vivieran a menos de veinticinco kilómetros de
Jerusalén estaban obligados a asistir.
Aquí
nos encontramos con un detalle muy interesante… Juan nos cuenta no
menos de tres pascuas: la de este pasaje, la de Juan 6:4 y la de Juan
11:55; los otros evangelios sólo mencionan uno. De hecho, en los
otros tres evangelios el ministerio principal de Jesús tiene lugar
en Galilea; en el Cuarto, Jesús pasa sólo períodos breves en
Galilea (2:1-12; 4:43 - 5:1; 6:1 - 7:14); y su actividad principal es
en Jerusalén.
Pero
sí hay una dificultad que no debemos soslayar. Este pasaje nos
refiere el incidente conocido como La purificación del Templo: Juan
lo coloca al principio del ministerio de Jesús, mientras que los
otros tres evangelistas lo ponen al final (Mateo 21:12s; Marcos
11:15-17; Lucas 19:-45s). Esta diferencia requiere una explicación,
y se han propuesto varias.
Se
ha sugerido que Juan es el que tiene razón. Pero el suceso encaja
mucho mejor al final del ministerio de Jesús. Es una secuela natural
del ardiente coraje de Jesús en la Entrada Triunfal, y un preludio
previsible de la Crucifixión. Si tenemos que escoger entre la
cronología de Juan y la de los otros tres evangelistas, debemos
escoger la de estos.
Debemos
tener presente siempre que Juan, como ha dicho alguien, tiene más
interés en la verdad que en los detalles. No era su propósito
escribir una biografía cronológica de Jesús; sino sobre todo,
mostrar que Jesús es el Hijo de Dios y el Mesías.
Lo
más verosímil es que Juan colocara este incidente emblemático
aquí, en el inicio de su historia, para presentar a Jesús como el
Mesías de Dios, que había venido para purificar el culto y abrir la
puerta de acceso a Dios. No es la fecha el interés principal de
Juan, eso era lo de menos. Su interés supremo era demostrar que las
acciones de Jesús nos le presentan como el Prometido de Dios.
Justamente al principio nos muestra a Jesús actuando como el Mesías
de Dios.
La
indignación de Jesús
Juan
2: 15-16
Fijémonos
ahora en por qué actuó Jesús de esa manera. Su indignación es una
cosa aterradora, la figura de Jesús con el azote de cuerdas inspira
el máximo temor. Debemos ver qué fue lo que le movió a aquella
manifestación de indignación al rojo vivo en los atrios del templo.
La
Pascua era la más importante de todas las fiestas judías. Pero no
eran sólo los judíos de Palestina los que venían para la Pascua;
en aquel tiempo los judíos estaban diseminados por todo el mundo, y
no olvidaban su fe ancestral y su madre patria, y era el sueño y el
propósito de todos ellos, estuvieran donde estuvieran, el celebrar
la Pascua en Jerusalén por lo menos una vez en la vida.
Aunque
nos suene a exageración, es probable que tantos como dos millones y
cuarto de judíos se reunieran a veces en la Ciudad Santa para
celebrar la Pascua.
Había
un impuesto que tenían que pagar todos los judíos de diecinueve
años para arriba. Era el tributo del templo. De que todos cumplieran
dependía el que el ritual y los sacrificios del templo se pudieran
llevar a cabo día tras día. El impuesto era de medio siclo, el
sueldo de día y medio. Había muchas monedas en circulación, pero
el tributo del templo se tenía que pagar en siclos galileos o en los
del santuario, que eran las únicas monedas judías; las demás eran
paganas y, por tanto, inmundas. Valían para pagar las otras deudas,
pero no la que se tenía con Dios.
Los
peregrinos llegaban de todas las partes del mundo con toda clase de
monedas; así es que, en los atrios del templo se colocaban los
cambistas. Si hubieran sido honrados, habrían estado cumpliendo una
finalidad justa y necesaria; pero lo que hacían era cobrar una
moneda más por cada medio siclo, es decir, una sexta parte más, y
otra moneda más por cada medio siclo que tuvieran que devolver al
cambiar monedas mayores.
El
que los cambistas cobraran comisión cuando cambiaban las monedas de
los peregrinos no se veía mal, pero lo que exasperaba a Jesús era
que los cambistas abusaran de los modestos peregrinos de la Pascua
con comisiones exorbitantes. Era una injusticia social flagrante y
desvergonzada y, lo que es peor, se perpetraba en nombre de la
verdadera religión.
Además
de los cambistas estaban los que vendían becerros, corderos y
palomas. Era corriente que una visita al templo fuera acompañada de
un sacrificio. Muchos peregrinos querrían hacer una ofrenda de
acción de gracias por haber hecho un buen viaje a la Santa Ciudad;
además, la mayor parte de los acontecimientos de la vida y de la
familia de los judíos tenían su sacrificio apropiado.
Parecería
por tanto que se ofrecía una ayuda natural para que se pudieran
comprar las víctimas para los sacrificios en los atrios del templo.
Podría haber sido así; pero la ley imponía el que los animales que
se ofrecieran fueran perfectos y sin defecto. Las autoridades del
templo, tenían inspectores que examinaban las víctimas antes del
sacrificio. La inspección tenía su precio, pero si i el fiel
compraba el animal fuera del templo se lo podían rechazar en la
inspección; ya se podía estar seguro de que le encontrarían algún
defecto que les permitiera declararlo no apto; y en el templo valían
hasta quince veces más…
Aquí
había otro abuso descarado a costa de los pobres y humildes
peregrinos, a los que se obligaba a pasar por el aro de comprar sus
víctimas en el templo si querían hacer un sacrificio... Y de nuevo
lo peor del caso era que aquella injusticia se agravaba por el hecho
de que se perpetraba en nombre de la más pura religión.
Estas
eran las cosas que despertaban la indignación de Jesús. Se nos dice
que hizo un azote de cuerdas… Precisamente porque amaba a Dios,
Jesús amaba a los hijos de Dios, y le era imposible permanecer
impasible contemplando cómo se abusaba de aquella manera de los
adoradores de Jerusalén.
Las
razones del enojo
Juan
15-16 (continuación)
Pero
la historia de la purificación del templo responde a razones todavía
más profundas por las que Jesús dio aquel paso tan drástico.
Jesús
tenía por lo menos tres razones para hacer lo que hizo.
a)
Actuó así porque se estaba profanando la casa de Dios.
En
el templo se daba a Dios un culto sin reverencia. La reverencia es
una cosa instintiva. El culto sin reverencia puede ser una cosa
terrible porque se use la casa de Dios para fines y con medios en los
que se olvida la reverencia y la verdadera función de la casa de
Dios.
b)
Jesús hizo lo que hizo para mostrar que toda esa parafernalia de
sacrificios animales era totalmente impertinente. Hacía siglos que
venían diciéndolo los profetas (Isaías 1:11-17; Jeremías 7:22;
Oseas 5: 6; 8:13 y Salmo 51:16). Jesús actuó así para demostrar
que ningún sacrificio animal podrá nunca realizar la reconciliación
de la humanidad con Dios.
c)
Había todavía otra razón para que Jesús actuara de aquella
manera. Marcos añade un curioso detalle que no se encuentra en los
otros evangelios: « Mi casa será llamada casa de oración para
todas las naciones» (Marcos 11:17), siguiendo con la cita de Isaías
56:7. El templo constaba de una serie de atrios que conducían al
templo propiamente dicho y al Lugar Santísimo. La primera parte era
el Atrio de los Gentiles; luego venía el Atrio de las Mujeres;
después, el de los Israelitas; por último, el de los Sacerdotes.
Toda esa compraventa se hacía en el Atrio de los Gentiles que era el
único al que podían acceder los que no fueran israelitas. A partir
de aquel lugar les estaba prohibida la entrada. Así que si había
algún gentil cuyo corazón Dios hubiera tocado, podía llegar al
Atrio de los Gentiles para meditar y orar y buscar a Dios. El Atrio
de los Gentiles era el único lugar, de oración que conocía.
Las
autoridades del templo y los comerciantes judíos estaban
convirtiendo el Atrio de los Gentiles en un lugar de confusión en el
que era prácticamente imposible orar. Tal vez era eso lo que más
angustiaba a Jesús, y puede que por eso Marcos nos conservara la
frase que nos lo indica. A Jesús se le conmovían las entrañas
porque en la Casa de Oración se le cerraba el acceso a la presencia
de Su Padre a los que le buscaban sinceramente.
Lección
nº 9:
JESÚS,
EL NUEVO TEMPLO
Juan
2: 17-25
El
nuevo Templo
Juan
2: 17-22
Era
inevitable que una intervención como la de la purificación del
templo provocara una reacción inmediata en los que la presenciaron.
Era demasiado sorprendente y revolucionario.
Aquí
tenemos dos reacciones. La primera es la de los discípulos, que se
acordaron de las palabras del Salmo 69:9. El que este versículo les
viniera a la memoria era señal de que se estaban dando cuenta cada
vez más de que Jesús era el Mesías.
La
segunda reacción fue la de los judíos, una reacción muy natural.
Le preguntaron a Jesús qué derecho tenía para actuar de esa
manera, y le exigieron que presentara inmediatamente Sus credenciales
por medio de algún milagro. La cosa era que reconocían que la
acción de Jesús indicaba que Él se presentaba como el Mesías.
La
contestación de Jesús presenta el mayor problema de este pasaje.
¿Qué fue lo que dijo exactamente? ¿Y qué quería decir?
Juan
vio algo especial en las palabras de Jesús. Vio nada menos que una
profecía de la Resurrección… Fue solamente su propia experiencia
del Cristo viviente lo que les mostró al cabo del tiempo toda la
hondura de lo que había dicho Jesús.
Por
último Juan dice que “creyeron la Escritura”. Juan se refiere a
aquella Escritura que se cernía sobre la Iglesia Primitiva: “No
permitirás que Tu Santo experimente la corrupción” (Salmo 16:10).
Pedro la citó el día de Pentecostés (Hechos 2:31); Pablo la citó
en Antioquía (Hechos 13:35). Expresaba la confianza de la iglesia en
el poder de Dios y en la Resurrección de Jesucristo.
Tenemos
aquí la verdad imponente de que nuestro contacto con Dios, nuestro
acceso a su presencia, no depende de nada que podamos hacer con
nuestras manos o diseñar con nuestras mentes. En las calles, en el
hogar, en el trabajo, en las montañas, en las carreteras, en la
iglesia, tenemos nuestro templo íntimo: la presencia del Cristo
Resucitado que está siempre con nosotros por todo el mundo.
El
que conoce a todos
Juan
2: 23-25
Juan
no nos relata ninguna de las maravillas que realizó Jesús en
Jerusalén aquella Pascua; pero Jesús hizo muchos milagros allí, y
hubo muchos que, al contemplar sus obras, creyeron en Él.
La
pregunta que Juan está contestando aquí es: Si hubo muchos que
creyeron en Jerusalén desde el mismo principio, ¿por qué no
desplegó Jesús su bandera allí y entonces y declaró abiertamente
quién era?
La
respuesta es: Jesús conocía demasiado bien la naturaleza humana;
sabía que había muchos para los que Él no era más que una
maravilla de nueve días; sabía que había muchos que se sentían
atraídos por las cosas sensacionales que hacía; sabía que no había
nadie que entendiera el camino que había escogido; sabía que había
muchos que le habrían seguido mientras siguiera haciendo milagros y
maravillas y señales, pero que, si empezara a hablarles de servicio
y de autonegación, de rendirse a la voluntad de Dios, o de una cruz
y la necesidad de asumirla, se le habrían quedado mirando con una
mirada ausente y le habrían dejado solo.
Una
de las grandes características de Jesús era que no quería
seguidores que no supieran y aceptaran clara y definitivamente lo que
implicaba el seguirle a Él. Se negó a aprovecharse de la
popularidad del momento. Si Se hubiera confiado a la gente de
Jerusalén, le habrían proclamado Mesías allí y entonces, y
habrían esperado la clase de acción material que esperaban que
tomara el Mesías.
Pero
Jesús era un Líder que se negaba a invitar a la gente a que le
aceptara hasta que hubieran comprendido lo que aquello implicaba.
Insistía en que las personas supieran lo que estaban haciendo.
Jesús
conocía la naturaleza humana. Conocía la fragilidad e inestabilidad
del corazón. Sabía que una persona se podía sentir arrebatada en
un momento de emoción, y volverse atrás cuando descubriera lo que
realmente suponía la decisión. Sabía el hambre de sensaciones que
hay, en la naturaleza: humana. No quería una multitud vitoreando sin
saber por qué, sino una compañía reducida de supiera lo que hacía
y estuviera dispuesta a seguirle hasta el final.
Hay
algo que debemos notar en este pasaje, porque tendremos ocasión de
encontrarlo una y otra vez.
Cuando
Juan habla de los milagros de Jesús los llama señales. El Nuevo
Testamento usa tres palabras diferentes para las obras maravillosas
de Dios y de Jesús, cada una de las cuales nos dice algo de lo que
es realmente un milagro.
a)
Usa la palabra teras,
que quiere decir sencillamente algo maravilloso. Es una palabra que
no tiene absolutamente ninguna significación moral. Un truco de
prestidigitador podría ser un teras;
era simplemente algo inexplicable que le dejaba a uno boquiabierto.
El Nuevo Testamento no usa nunca esta palabra sola refiriéndose a
las obras de Dios o de Jesús.
b)
Usa la palabra dynamis
que quiere decir literalmente poder; de ella deriva la palabra
dinamita. Se puede referir a cualquier clase de poder extraordinario:
del poder de crecimiento, de los poderes de la naturaleza, del poder
de una medicina y del genio de un hombre. Siempre tiene el sentido de
un poder efectivo que produce resultados y que puede reconocer
cualquier persona.
c)
Usa la palabra sémeion,
de la que se derivan semáforo, semántica y otras muchas, quiere
decir señal. Es la palabra favorita de Juan. Para él un milagro no
era simplemente un hecho sorprendente, ni el resultado de un poder
extraordinario, sino una señal.
Es
decir: le decía algo a la gente de la Persona que lo había hecho;
revelaba algo de su carácter; descubría algo de su naturaleza; era
una acción que permitía comprender mejor y más plenamente cómo
era el que lo hacía.
Lo
más importante para Juan en los milagros era que decían algo acerca
de la naturaleza y el carácter de Dios. Jesús usaba Su poder para
sanar a los enfermos, alimentar a los hambrientos, consolar a los
afligidos; y el hecho de que Jesús usara su poder de esa manera era
una señal de que Dios se preocupa de los dolores y las necesidades
de la humanidad. Para Juan, los milagros eran señales del amor de
Dios.
Lección
nº 10:
EL
NUEVO NACIMIENTO
Juan
3: 1-6
El
que vino a Jesús de noche
Juan
3: 1-2
La
mayor parte de las veces vemos a Jesús rodeado de personas
corrientes; pero aquí le vemos en contacto con uno de la
aristocracia de Jerusalén. Hay algunas cosas que sabemos de
Nicodemo.
-Nicodemo
tiene que haber sido rico. Cuando Jesús murió, Nicodemo trajo para
preparar su cuerpo para la sepultura «una mezcla de mirra y áloes
que pesaba unas cien libras» (Juan 19:39), que sólo podría comprar
uno que fuera rico.
-Nicodemo
era fariseo. En muchos sentidos los fariseos eran las mejores
personas de todo el país. Nunca fueron más de seis mil; formaban
una hermandad y se ingresaba en esa hermandad comprometiéndose
delante de tres testigos a consagrar su vida al cumplimiento de todos
los detalles de la ley tradicional. Para los judíos, la Ley era la
cosa más sagrada del mundo; los cinco primeros libros del Antiguo
Testamento, como grandes principios…. Pero los dogmáticos judíos
se dedicaron a extraer de cada principio de la Ley un número
incalculable de reglas y normas para gobernar cualquier situación
imaginable de la vida. En otras palabras: cambiaron la Ley de los
grandes principios en un legalismo de reglas adicionales
interminables.
Los
escribas eran los que deducían todas estas reglas, y los fariseos,
los que dedicaban la vida a cumplirlas. Está claro que, por muy
equivoco que estuviera un hombre, tenía que tomarlo muy en serio
para proponerse obedecer cada una de todos esos millares de reglas:
Yeso era precisamente lo que hacían los fariseos.
Nicodemo
era fariseo, y es sorprendente que quisiera hablar con Jesús un
hombre que tenía esa idea de la bondad y que estaba entregado a esa
clase de vida porque estaba convencido de que era la manera de
agradar a Dios.
-Nicodemo
era uno de los gobernadores de los judíos. La palabra es arjón.
Esto quiere decir que eran un miembro el sanedrín, que era el
tribunal supremo de los judíos que estaba formado por setenta
miembros. En particular, el sanedrín tenía jurisdicción religiosa
sobre todos los judíos del mundo, y uno de sus deberes era examinar
y dictaminar en el caso de que surgiera un falso profeta. Así que
resulta todavía más sorprendente el que Nicodemo quisiera hablar
con Jesús.
-Es
posible que Nicodemo perteneciera a una familia judía distinguida…
Fue
por la noche cuando vino Nicodemo a Jesús, lo que puede haber sido
por una de dos razones. Puede que fuera por precaución y puede que
fuera por otra razón. Los rabinos decían que la mejor hora para
estudiar la Ley era por la noche, cuando no se presentaban
distracciones. Durante el día Jesús estaba siempre rodeado de
gente. Puede ser que Nicodemo viniera a Jesús por la noche porque
quería hablar a solas y sin interrupciones con Él.
Nicodemo
era un hombre con inquietudes, con muchos honores pero con un gran
vacío en su vida. Vino a hablar con Jesús a ver si encontraba la
luz en las tinieblas de la noche.
Nacer
de nuevo
Juan
3: 4-6
Cuando
Nicodemo se encontró a solas con Jesús le dijo que nadie podía por
menos de sentirse impresionado con las señales y milagros que
realizaba Jesús. Jesús le contestó que lo realmente importante no
eran las señales y los milagros, sino el cambio radical en la vida
de una persona, que sólo se podría describir como un nuevo
nacimiento.
Cuando
Jesús dijo que es necesario nacer de nuevo Nicodemo no le entendió,
y su confusión procedía del hecho de que la palabra que la versión
Reina-Valera traduce por de nuevo, en griego anóthen,
que puede querer decir desde el principio, totalmente, u otra vez,
en el sentido de por segunda vez… Pero también puede querer decir
de arriba, y, por tanto, de Dios. No nos es posible indicar todos
esos sentidos en una sola palabra española; pero los tres están
incluidos en la frase nacer de nuevo.
Cuando
leemos este pasaje nos parece que Nicodemo entendió la palabra de
nuevo solamente en el segundo sentido, es decir, en el más literal.
¿Cómo puede uno que ya es mayor, dijo, meterse otra vez en el seno
materno y nacer por segunda vez? No ponía en duda el que tal cambio
fuera deseable, eso lo sabía y reconocía Nicodemo demasiado bien,
sino que fuera posible. Nicodemo se enfrentaba con el eterno problema
del que quiere cambiar, pero no puede cambiarse a sí mismo.
Esta
frase nacer de nuevo o renacer recorre todo el Nuevo Testamento…
El mundo antiguo conocía muy bien la idea del renacimiento y la
regeneración. Lo anhelaba y buscaba por todas partes.
La
idea del nuevo nacimiento no es exclusiva del pensamiento del Cuarto
Evangelio. En Mateo encontramos la misma gran verdad expresada aún
más sencilla y gráficamente: «Si no os volvéis y os hacéis como
niños no entraréis en el Reino del Cielo» (18:3). Estas ideas
encierran la misma verdad.
Nacer
de nuevo es someterse a la voluntad del Padre, transformándonos en
ciudadanos del Reino de los Cielos y en Hijos de Dios (Juan 1:12)
dispuestos a la obediencia (Juan 14:15 y 21ss). La esencia de la
condición de hijos es el amor, y la esencia del amor es la
obediencia. Así pues, ser hijos de Dios y estar en el Reino de Dios
son la misma cosa… Y como ciudadanos del Reino e Hijos tenemos
acceso a la Vida Eterna. El entrar en la vida eterna es llegar a
participar de la clase de vida que es la vida de Dios. Es estar por
encima de todo lo meramente humano y pasajero, y entrar en el gozo y
la paz que pertenecen solamente a Dios.
Aquí
tenemos, pues, tres grandes concepciones gemelas: entrar en el Reino
del Cielo, llegar a ser hijos de Dios y participar de la vida eterna;
y las tres dependen y son productos de la obediencia perfecta a la
voluntad de Dios. Aquí es donde se introduce la idea del nuevo
nacimiento: es lo que enlaza y armoniza estas tres concepciones.
Nacemos
de nuevo por medio de Jesucristo; es cuando Le entregamos nuestros
corazones y vidas cuando se produce el cambio: Cuando eso sucede,
nacemos de agua y del Espíritu… El agua es el símbolo de la
limpieza. Cuando Jesús toma posesión de nuestras vidas, cuando le
amamos con todo nuestro corazón, nuestros pecados pasados son
perdonados y olvidados. Pero si eso fuera todo, podríamos volver
otra vez a arruinar la vida, pero entra en ella un nuevo poder que
nos permite ser lo que por nosotros mismos no podríamos ser, y hacer
lo que por nosotros mismos no podríamos hacer: el poder del
Espíritu. El agua y el Espíritu representan la limpieza y la
fortaleza del poder de Cristo que borra el pasado y da la victoria en
el futuro.
Por
último, en este pasaje Juan establece una gran ley. Lo que nace de
la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. La
persona humana no es nada más que carne, y sus posibilidades se
limitan a las de la carne. Por sí misma no puede salir de la
frustración y del fracaso… Pero la esencia misma del Espíritu es
un poder y una vida que están por encima de la vida y el poder
humanos, y cuando el Espíritu toma posesión de nosotros, la vida
derrotada de nuestra naturaleza humana se transforma en la vida
victoriosa de Dios.
Nacer
de nuevo es experimentar un cambio tan total que sólo se puede
describir como re-nacimiento o re-creación. Este cambio se produce
cuando amamos a Jesús y le dejamos entrar en nuestro corazón.
Lección
nº 11:
EL
HIJO DEL HOMBRE LEVANTADO
Juan
3: 7-15
La
autoridad de Jesús para hablar de las cosas Divinas
Juan
3: 7-13
Nicodemo
no entendía a Jesús…
El
no comprender puede ser por varias razones. Puede ser porque no se ha
llegado al nivel de experiencia y de conocimientos necesarios para
poder captar la verdad. Si alguien se encuentra en esa situación,
nuestro deber es hacer todo lo posible para explicarle las cosas,
para que pueda captar el conocimiento que se le ofrece… Pero hay
veces que no se entiende porque no se quiere entender: “No hay peor
ciego que el que se niega a ver”. Una persona puede cerrar la mente
a una verdad que no quiere reconocer o aceptar.
¿Era
así Nicodemo? La enseñanza acerca del nuevo nacimiento que procede
de Dios no debería haberle parecido extraña. Ezequiel, por ejemplo,
había hablado repetidas veces del corazón nuevo que ha de ser
creado en los seres humanos (Ezequiel 18:31; 36:26).
Nicodemo
era un experto en la Sagrada Escritura, y los profetas habían
escrito mucho acerca de la experiencia de la que estaba hablándole
Jesús. Si una persona no quiere renacer, le resultará
incomprensible lo que quiere decir el nuevo nacimiento. Si uno no
quiere cambiar, le cerrará voluntariamente los ojos y la mente y el
corazón al poder que le puede cambiar. Tal vez esto pasaba con
Nicodemo…
La
punta de la contestación de Jesús está en que la palabra griega
para espíritu, pneuma,
también quiere decir viento: Lo mismo sucede con la palabra hebrea
rúaj,
que también quiere decir espíritu y viento. Así es que Jesús le
dijo a Nicodemo: “Tú puedes oír y sentir el viento (pneuma);
pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Puede que no entiendas
cómo y por qué sopla el viento, pero puedes sentirlo. Puede que no
entiendas de dónde viene la tempestad ni adónde va, pero puedes
observar sus efectos en las nubes y los árboles. Hay muchas cosas
del viento que no puedes entender, pero sus efectos están a la
vista”. Y prosiguió: “El Espíritu (Pneuma)
es exactamente lo mismo. Puede que no sepas cómo obra; pero puedes
ver sus efectos en las vidas humanas”.
Hay
un montón de cosas en este mundo que usamos todos los días sin
saber cómo funcionan. Son los menos entre nosotros los que saben
cómo funcionan la electricidad, la radio, la televisión y hasta el
coche, entre otras muchas cosas; pero no por eso decimos que no
existen, pero eso no nos impide usarlos y disfrutar de todas sus
ventajas.
Puede
que no entendamos cómo obra el Espíritu, pero su efecto en las
vidas de las personas está a la vista de todo el .mundo.
El
argumento incontestable a favor del Evangelio son las vidas cambiadas
de los que lo han aceptado. Nadie debiera descartar una fe que es
capaz de hacer que los malos se hagan buenos.
Jesús
dijo a Nicodemo: “He tratado de ponértelo fácil. He usado
ejemplos humanos sencillos tomados de la vida diaria, y no has
entendido. ¿Cómo esperas entender las cosas profundas si hasta las
más sencillas te resultan incomprensibles?”
Hay
aquí una seria advertencia para todos nosotros. Es fácil tomar
parte en grupos de discusión, ponerse a estudiar y a leer libros, a
discutir intelectualmente el Cristianismo; pero lo esencial es
experimentar el poder del Evangelio.
Es
verdad que es importante tener una comprensión intelectual del orbe
de la verdad cristiana; pero es mucho más importante tener una
experiencia vital del poder de Jesucristo.
Al
leer el Cuarto Evangelio resulta difícil saber cuándo terminan las
palabras de Jesús y empiezan las del evangelista. Juan ha pasado
tanto tiempo pensando en las palabras de Jesús que pasa
imperceptiblemente de ellas a sus propios pensamientos acerca de
ellas. Es casi seguro que las últimas palabras de este pasaje son de
Juan.
Es
como si alguien preguntara: “¿Qué derecho tiene Jesús a decir
esto?”
La
respuesta de Juan es sencilla y terminante: “Jesús -dice-
descendió del Cielo para comunicamos la verdad de Dios. Y, después.
De compartir la vida de la humanidad y morir por ella; volvió a su
gloria”.
Juan
aseguraba que Jesús tenía derecho a hablar así porque conocía
personalmente a Dios, porque había venido directamente del Cielo a
la Tierra y porque lo que Él decía no era sino la verdad de Dios,
porque .Jesús era y es la encarnación de la Mente de Dios.
El
Cristo levantado
Juan
3: 14
Juan
recuerda una historia extraña del Antiguo Testamento que se
encuentra, en Números 21:4-9. En tiempos posteriores aquella imagen
de la serpiente se convirtió en un ídolo, y tuvieron que destruirla
en tiempo del rey Ezequías, porque la gente había empezado a darle
culto (2 Reyes 18:4).
A
los mismos judíos les alucinaba este incidente, porque tenían
absolutamente prohibido el hacer imágenes. Los rabinos lo explicaban
diciendo: “No era la serpiente de bronce lo que daba la vida.
Cuando Moisés la puso en alto, los moribundos pusieron su confianza
en el que le había mandado a Moisés que lo hiciera. Era Dios mismo
el que los sanaba”. El poder sanador no estaba en la serpiente sino
en Dios para los que obedecían su premisa…
Juan
tomó aquella vieja historia y la usó como una parábola profética
de lo que había de suceder con Jesús: “Así es como era necesario
que Jesús fuera levantado: para que, cuando los que estamos heridos
por el pecado volvamos a El nuestro pensamiento y creamos en El,
encontremos la vida eterna”.
Hay
aquí un detalle maravillosamente sugestivo. El verbo levantar es
hypsún.
Lo curioso es que se usa de Jesús en un doble sentido: en el de ser
levantado en la Cruz, y en el de ser elevado a la gloria cuando
ascendió al Cielo. Se usa de la Cruz en Juan 8:28; 12:32; y se usa
de la Ascensión de Jesús al Cielo en Hechos 2:33; 5:31 y
Filipenses 2:9; y las dos están inseparablemente relacionadas:
ninguna podría haber sucedido sin la otra. Para Jesús la Cruz era
el camino a la gloria.
El
creer y la Vida Eterna
Juan
3: 15
En
este pasaje hay dos expresiones con cuyo sentido nos tenemos que
enfrentar. No nos será posible extraerlo en su totalidad, porque es
más del que nunca podremos descubrir; pero debemos tratar de captar
lo más posible.
1-
Está la frase que se refiere a creer en Jesús. Quiere decir por lo
menos tres cosas.
a)
Quiere decir creer con todo nuestro corazón que Dios es como Jesús
nos ha revelado que es. Quiere decir que Dios nos ama, se preocupa de
nosotros y que lo que quiere hacer con nuestros pecados es
perdonárnoslos. No era fácil para los judíos el creer eso. Veían
a Dios como Alguien que les imponía sus leyes y que los castigaba si
las quebrantaban. Costó la vida y la muerte de Jesús el decírnoslo.
No podemos empezar a ser cristianos hasta que nuestro corazón crea
esta Buena Noticia. .
b)
Tenemos que creer que Jesús es el Hijo de Dios, que, en Él está la
Mente de Dios, que Él conocía a Dios tan bien y estaba tan cerca de
Él y era una sola cosa con Él, que nos puede revelar plenamente la
verdad acercó de Dios.
c)
Pero el creer tiene un tercer elemento. Tenemos que jugarnos el todo
por el todo a que lo que Jesús nos dice es la verdad. Tenemos que
hacer todo lo que Él nos dice; tenemos que obedecer todo lo que Él
nos manda…
2-
La segunda gran expresión es la vida eterna. Ya hemos visto que la
vida eterna es la misma vida de Dios mismo. Si tenemos la vida
eterna, ¿qué es lo que tenemos?
a)
Nos da la paz con Dios; estamos en casa con nuestro Padre.
b)
Nos da la paz con nuestros semejantes. Si hemos sido perdonados
tenemos que ser perdonadores y
miembros
de una gran familia unida en amor.
c)
Nos da la paz con la vida. Si Dios es Padre, Dios dirige todas las
cosas para bien.
d)
Nos da la paz con nosotros mismos; ya no vivimos solos, sino Cristo
vive en nosotros. Hay una paz
que
tiene su cimiento en una fuerza suficiente para vivir: la de Cristo.
e)
Nos da la seguridad de que la paz más profunda de esta vida no es
más que una sombra de la paz
por
venir.
Lección
nº 12:
EL
AMOR DE DIOS
Juan
3:16-21
“De
tal manera”
Juan
3: 16
Todos
los grandes hombres han tenido un versículo preferido; pero éste se
ha llamado “el versículo de todo el mundo”. Para todo corazón
humilde, aquí está la quintaesencia del Evangelio. Este versículo
contiene varias grandes verdades.
a)
Nos dice que la iniciativa de la Salvación pertenece a Dios. Algunas
veces se presenta el Evangelio como si se hubiera tenido que
pacificar a Dios y persuadirle para que perdonara. A veces se
presenta a Dios como inflexible y justiciero, y a Jesús manso,
amoroso y perdonador. A veces se predica el Evangelio como si Jesús
hubiera hecho algo para que se alterara la actitud de Dios hacia la
humanidad, para que se viera obligado a cambiar la sentencia
condenatoria por la del perdón. Pero este versículo nos dice que
todo empezó en Dios. Fue Dios el que envió a su Hijo porque amaba
hasta tal punto a la humanidad entera. No habría Evangelio ni
Salvación si no fuera por el Amor de Dios.
b)
Nos dice que el manantial de la vida de Dios es el Amor. Se podría
predicar una religión en la que Dios contemplara a la humanidad
sumida en la ignorancia, la indigencia y la maldad, y dijera: “¡Voy
a domarlos: los disciplinaré y castigaré a ver si aprenden!”; o
se podría pensar que Dios está buscando la sumisión de la
humanidad para satisfacer su deseo de poder y para tener un universo
completamente sometido. Pero lo tremendo de este versículo es que
nos presenta a Dios actuando, no en provecho propio, sino nuestro; no
para satisfacer su deseo de poder ni para avasallar al universo, sino
movido por su amor.
Dios
no es un monarca absolutista que trata a las personas solamente como
súbditos obligados a la más absoluta obediencia, sino un Padre que
no puede ser feliz hasta que sus hijos desagradecidos y rebeldes
vuelvan al hogar. Dios no azota a la humanidad para que se le someta,
sino la anhela y soporta para ganar su amor.
c)
Nos habla de la amplitud del amor de Dios. Dios amó y ama al mundo.
No sólo a una nación, ni a los buenos, ni a los que le aman a Él,
sino al mundo entero: los que no tienen nadie que los ame, los que
aman a Dios y los que ni se acuerdan de El, los que descansan en el
amor de Dios y los que lo desprecian... Todos están incluidos en el
amor universal de Dios. Como dijo Agustín de Hipona, “Dios nos ama
a cada uno de nosotros como si no hubiera más que uno a quien amar.
Y así, a todos”.
El
Amor y el Juicio
Juan
3: 17-18
Aquí
nos enfrentamos con una de las aparentes paradojas del Cuarto
Evangelio, la del amor y el juicio: Acabamos de meditar sobre el Amor
de Dios, y ahora, de pronto, nos encontramos frente a la idea del
juicio y la condenación.
Juan
acaba de decir que fue porque Dios amaba al mundo de tal manera por
lo que mandó a Su Hijo al mundo. Más adelante nos presentará a
Jesús diciendo: «Para juicio he venido Yo a este mundo» (Juan
9:39). ¿Cómo es posible que sean verdad las dos cosas?
Es
totalmente posible ofrecerle a una persona una experiencia nada más
que por amor, y que esa experiencia provoque su juicio. Es totalmente
posible ofrecerle a una persona una experiencia que no se pretende
que produzca nada más que alegría y bendición, y sin embargo se
convierta en un juicio. Supongamos que amamos la buena música y nos
sentimos más cerca de Dios en medio de la marea estruendosa de una
gran sinfonía que en ninguna otra situación. Y supongamos que
tenemos un amigo que no sabe nada de tal música y queremos
introducirle en esta gran experiencia, compartirla con él, y ponerle
en contacto con la belleza invisible de la que nosotros disfrutamos
tanto. No tenemos otra intención que la de darle a nuestro amigo la
felicidad de una gran experiencia. Le llevamos a un concierto; y a
poco de empezar le vemos inquieto, paseando la mirada por toda la
sala, obviamente aburrido. Ese amigo se ha dictado su propia
sentencia de no tener cabida en el alma para la buena música. La
experiencia diseñada para producirle una nueva felicidad se ha
convertido en algo que no es sino un juicio.
Esto
nos sucede siempre cuando nos vemos confrontados por la grandeza.
Puede que se trate de contemplar una gran obra de arte pictórico, o
de escuchar a un gran orador, o de leer un gran libro. Nuestra
reacción es nuestro juicio. Si no apreciamos la auténtica belleza
ni sentimos emoción estética es que somos insensibles a esa forma
de arte.
Cierto
turista estaba visitando un gran museo en el que abundaban las obras
maestras de un valor incalculable, de belleza intemporal y de
indiscutible genio. Al final del recorrido, dijo al guía: “¿Sabe
lo que le digo? Que no me parecen gran cosa sus viejas pinturas”. A
lo que contestó reposadamente el guía: “Caballero, le recuerdo
que estas obras no están en tela de juicio; pero los que las
contemplan, sí”.
Todo
lo que había mostrado la reacción de aquella persona era su propia
lamentable ceguera. Su juicio despectivo se había vuelto contra sí
misma.
Y
eso es lo que nos pasa en relación con Jesús. Si ante su presencia
el alma responde a su maravilla y belleza, se está en el camino de
la salvación. Si ante su figura no vemos nada amable, estamos
condenados. Nuestra reacción nos ha salvado o nos ha condenado. Dios
envió a Jesús por amor. Le envió para nuestra salvación, pero lo
que se hizo por amor ha resultado para condenación. No es Dios el
que condena; Dios solamente ama; es cada uno el que se condena a sí
mismo.
La
preferencia por las Tinieblas
Juan
3: 19-21
El
que reacciona hostilmente ante Jesús es que prefiere la oscuridad a
la Luz.
Lo
terrible de las personas que son buenas de veras es que siempre
producen un cierto elemento inconsciente de condenación. Esto sucede
porque, cuando nos comparamos con ellas, nos vemos tal como somos en
realidad. Alcibíades era un genio malogrado, un compañero de
Sócrates, al que decía a veces:
”¡Sócrates,
te odio porque siempre que te encuentro me haces verme como soy en
realidad!”… El que está metido en negocios turbios no quiere que
se le dirija el reflector; pero el que lleva las cosas claras no le
tiene ningún miedo a la Luz.
Es
sólo el malhechor el que no se quiere ver a sí mismo ni que nadie
le vea. Una persona así es inevitable que aborrezca a Jesucristo,
Que le hará verse tal como es, que es lo último que quiere ver.
Prefiere sentirse arropado por la oscuridad antes que descubierto por
la Luz.
Por
su reacción ante Jesucristo, una persona se revela y su alma queda
al descubierto. Si le recibe con amor y con anhelo de mejorar, hay
esperanza; pero si no ve nada atractivo en Jesús, se condena a sí
misma. El que le fue enviado por amor se le ha convertido en un
juicio.
Lección
nº 13:
HUMILDAD
FRENTE AL QUE VIENE DEL CIELO
Juan
3: 22-36
Una
sublime humildad
Juan
3: 22-30
Ya
hemos visto que uno de los propósitos del autor del Cuarto Evangelio
era asegurar que Juan el Bautista ocupaba el lugar que le
correspondía como precursor de Jesús, pero no más. Todavía había
algunos que estaban dispuestos a llamar a Juan maestro y señor; el
autor del Cuarto Evangelio quiere mostrar que Juan ocupaba un lugar
importante, pero que el más importante le correspondía
exclusivamente a Jesús; y quiere mostrar que el mismo Juan nunca
tuvo la menor duda de que Jesús era supremo.
Con
ese fin hace referencia al tiempo en que coincidieron los ministerios
de Juan y de Jesús; al presentar la coincidencia de los dos
ministerios, muestra la superioridad de Jesús más claramente en el
contraste.
Una
cosa es segura: que este pasaje nos presenta el encanto de la
humildad de Juan el Bautista. Estaba claro que la gente estaba
dejando a Juan para irse con Jesús. Los discípulos de Juan estaban
preocupados. No les gustaba que su maestro quedara en un segundo
lugar, ni verle abandonado por las multitudes que se agolpaban para
escuchar al nuevo Maestro.
En
respuesta a sus quejas habría sido comprensible que Juan se hubiera
dado por ofendido, abandonado e injustamente olvidado.
Algunas
veces la compasión de un amigo es lo que peor nos cae. Puede hacer
que nos sintamos víctimas y que nos han tratado injustamente.
Pero
Juan estaba por encima de esas actitudes. Les dijo tres cosas a sus
discípulos.
a)
Les dijo que nunca había esperado otra cosa. Les recordó que ya les
había advertido que no era a él al que le correspondía el puesto
más importante, sino que él no era más que un heraldo, el
precursor que viene a anunciar y preparar las cosas para la llegada
de Otro más importante. Haría más fácil la vida el que hubiera
más personas dispuestas a representar papeles secundarios. Muchos
quieren ser los protagonistas; pero Juan no era uno de ellos. Sabía
muy bien que Dios le había asignado una misión subordinada.
Nos
ahorraríamos un montón de resentimiento y de frustración si nos
diéramos cuenta que hay ciertas cosas que no nos corresponden, y
aceptáramos de corazón e hiciéramos lo mejor posible la labor que
Dios nos ha asignado.
El
hacer algo secundario para el Señor lo convierte en una gran tarea,
porque todo servicio cuenta igual para Dios; cualquier cosa que se
hace para Dios es grande por naturaleza.
b)
Les dijo que nadie puede recibir más de lo que Dios le dé. Si el
nuevo Maestro estaba ganando más seguidores no era porque se los
estaba robando a él, a Juan, sino porque Dios se los estaba dando.
¡Cuántos
celos, frustraciones y resentimientos nos ahorraríamos si tuviéramos
presente que el éxito de los demás se lo da Dios, y estuviéramos
dispuestos a aceptar el veredicto de Dios y su elección!
c)
Por último, Juan puso un ejemplo que cualquiera podría entender, y
más los judíos, porque era parte de su herencia cultural. Llamó a
Jesús “el Novio”, y dijo que él, Juan, era “el amigo del
Novio”.
Una
de las grandes figuras del Antiguo Testamento es la de Israel, que es
la novia, con Dios, que es el Novio. La unión que hubo entre Dios e
Israel era tan íntima que podría compararse con un matrimonio.
Cuando Israel se apartaba tras dioses extraños era como si fuera
infiel al vínculo matrimonial (Éxodo 34:15, cp. Deuteronomio 31:16;
Salmo 73:27; Isaías 54:5)… El Nuevo Testamento hereda esta
alegoría y habla de la Iglesia como la Esposa de Cristo (2 Corintios
11:2; Efesios 5:22-32)…
Esta
era la figura que Juan tenía en mente: Jesús había venido de Dios;
era el Hijo de Dios; Israel era Su prometida, y Él era el Novio.
Juan sólo se reservaba el papel del amigo del Novio.
El
amigo del novio, en hebreo shoshben,
tenía un papel exclusivo en una boda judía. Era el que arreglaba la
boda; repartía las invitaciones, y presidía la fiesta. Era el que
traía la novia al novio. También tenía que cuidarse de la cámara
nupcial y de que no se introdujeran intrusos. Sólo cuando oía y
reconocía la voz del esposo en la oscuridad, le abría la cámara
nupcial para que entrara, y se retiraba gozoso cuando había cumplido
su cometido y los esposos estaban juntos.
No
lo hacía de mala gana, sino considerando un honor el introducir la
novia al novio; y, cuando había cumplido su misión, se retiraba
contento del centro de la escena:
La
misión de Juan había sido traerle Israel a Jesús, el Mesías
enviado de Dios, y arreglar sus bodas. Una vez cumplido su cometido
estaba contento de desaparecer en la oscuridad. No dijo con envidia
que Jesús tenía que crecer y él menguar, sino con júbilo. Nos
vendría bien a veces recordar que no es a nosotros a los que tenemos
que atraer a la gente, sino a Jesucristo. No es para nosotros para
quienes reclamamos la lealtad de la Iglesia, sino para el Novio, el
Hijo de Dios.
El
que ha venido del Cielo
Juan
3: 31-35
Como
ya hemos visto, una de las dificultades del Cuarto Evangelio es saber
cuándo hablan los personajes y cuándo es Juan el que añade el
comentario. Estos versículos puede que contengan las palabras de
Juan el Bautista; pero parece más bien que son el testimonio y
comentario del evangelista.
Juan
empieza por afirmar la supremacía de Jesús. Si queremos
información, tenemos que acudir a la persona que la tiene. Si
queremos información acerca de una familia, la obtendremos de
primera mano solamente de uno de los miembros de esa familia. Si
queremos información sobre una ciudad, la recibiremos de primera
mano sólo de alguien que viva o haya estado allí.
De
la misma manera, si queremos información acerca de Dios, sólo la
podremos obtener del Hijo de Dios; y si la queremos acerca del Cielo
y de la vida que se vive allí, sólo la podremos recibir del que
vino de allí. Cuando Jesús habla de Dios y de las cosas
celestiales, dice Juan, no habla de segunda mano, sino nos cuenta lo
que ha oído y visto por sí mismo.
Para
decirlo simplemente, como Jesús es el único que conoce a Dios, es
el único que puede comunicarnos los hechos acerca de Dios, y eso es
lo que es el Evangelio.
Lo
que le da pena a Juan es que sean tan pocos los que acepten el
Mensaje que nos ha traído Jesús; pero, cuando uno lo recibe,
atestigua el hecho de que en su fe la Palabra de Dios es verdad.
En
el mundo antiguo, si una persona quería autenticar un documento
como, por ejemplo, un testamento o un tratado, le ponía su sello al
pie. Ese sello era la señal de que él estaba de acuerdo con el
contenido del documento y lo consideraba fidedigno y efectivo. De la
misma manera, cuando alguien acepta el Evangelio, afirma y pone su
sello atestiguando que cree que lo que Dios dice es cierto.
Y
Juan prosigue: podemos creer lo que nos dice Jesús porque Dios
derramó en Él su Espíritu en plenitud, sin reservarse nada. Hasta
los mismos judíos decían que los profetas recibían de Dios una
cierta medida del Espíritu. La totalidad del Espíritu estaba
reservada para el Escogido de Dios...
Ahora
bien: según la manera de pensar de los judíos, el Espíritu de Dios
tenía dos misiones: la primera era revelar a la humanidad la verdad
de Dios; y la segunda, capacitar a los seres humanos para reconocer y
entender esa verdad cuando venía a ellos. El decir que el Espíritu
estaba en Jesús de la manera más completa es decir que Jesús
conocía y entendía perfectamente la verdad de Dios.
Para
decirlo de otra manera: escuchar a Jesús es escuchar la misma voz de
Dios.
La
Vida o la muerte
Juan
3: 36
Por
último, Juan nos presenta otra vez la alternativa eterna, la vida o
la muerte. A lo largo de toda su historia, Dios le había presentado
al pueblo de Israel esta gran elección (Deuteronomio 30:15-20; Josué
24:15 y ss.). Se ha dicho que toda la vida se concentra en las
encrucijadas. Una vez más, Juan vuelve a su tema favorito: lo que
importa es nuestra reacción a Cristo.
Si
esa reacción es amor y anhelo, esa persona conocerá la vida. Si es
indiferencia u hostilidad, esa persona no cosechará más que la
muerte. No es que Dios descargue su ira sobre ella; es que ella se la
atrae sobre sí misma.
Lección
nº 14:
LA
MUJER SAMARITANA
Juan
4: 1-26
Derribando
Barreras
Juan
4: 1-9
Palestina
no tiene más que 200 kilómetros de Norte a Sur, pero en los tiempos
de Jesús el país estaba dividido claramente en tres partes. Al
Norte estaba Galilea; al Sur, Judea, y en medio, Samaria.
El
camino más corto de Judea a Galilea era a través de Samaria, que se
podía hacer en tres días; pero había una enemistad secular entre
los judíos y los samaritanos, y esto hacía que fuera más corriente
seguir la ruta alternativa, aunque era doble de larga, cruzando el
Jordán. Jesús eligió la ruta más corta, posiblemente no sólo
para ganar tiempo sino también para cumplir una parte de su misión.
El
camino pasaba por el pueblo de Sicar… Era una zona llena de
recuerdos históricos. Allí estaba la parcela que había comprado
Jacob (Génesis 33:1 ss.). Jacob, ya en el lecho de muerte, le había
legado ese terreno a José (Génesis 48:22). Y, cuando José murió
en Egipto, llevaron su cuerpo a enterrar allí (Josué 24:32).
El
pozo mismo tenía más de 30 metros de profundidad y no se podía
sacar agua a menos que se tuviera con qué. Cuando Jesús y su
pequeña compañía llegaron allí, Jesús se sentó a descansar. Era
el mediodía, cuando más calor hacía, y Jesús estaba cansado y
sediento del viaje. Los discípulos se habían adelantado al pueblo a
comprar provisiones; lo más probable es que antes de conocer a Jesús
ni siquiera habrían pensado en comprar nada de los samaritanos, poco
a poco las barreras se iban cayendo.
Mientras
Jesús estaba sentado esperándolos, una samaritana vino al pozo. Por
qué había de ir allí es un poco sorprendente; porque aquel lugar
estaba a más de un kilómetro de Sicar, donde viviría y donde había
agua. ¿Sería porque las mujeres del pueblo la tenían marginada por
razones sexuales y no le dejaban sacar agua del pozo del pueblo? El
caso es que llegó allí dispuesta a sacar agua, y Jesús le pidió
que le diera un poco. Y aquí Juan les explica a sus lectores griegos
que no había absolutamente ningún trato entre los judíos y los
samaritanos.
Pocas
historias evangélicas nos revelan tan claramente el carácter y la
actitud de Jesús.
a)
Nos presenta la realidad de su humanidad: Jesús estaba cansado del
viaje, y se sentó agotado y sediento al lado del pozo.
b)
Nos presenta el calor de su simpatía. De cualquiera de los líderes
religiosos ordinarios, la samaritana habría salido corriendo a toda
prisa; pero contestar a Jesús y entablar una conversación con Él
parecía la cosa más natural del mundo. ¡Por fin había encontrado
a uno que no la condenaba!
c)
Nos presenta a Jesús como el que elimina las barreras
discriminatorias. La enemiga entre los judíos y los samaritanos era
una historia que se perdía en la noche de los tiempos, desde más de
siete siglos…
d)
Pero había todavía otra barrera más que Jesús elimina en esta
ocasión. La Samaritana era una mujer. Los rabinos estrictos tenían
prohibido hablar con una mujer fuera de casa. Un rabino no podía
hablar en público ni siquiera con su mujer, o con su hermana o hija.
Pero Jesús no respetó esa barrera, ni por tratarse de una mujer, ni
porque fuera samaritana, ni porque hubiera nada vergonzoso en su
vida.
Aquí
estaba el Hijo de Dios, cansado, débil y sediento, pasando las
barreras de la raza y de las costumbres ortodoxas judías. Aquí
tenemos el principio de la universalidad del Evangelio; aquí está
Dios, no en teoría, sino en acción.
El
agua Viva
Juan
4: 10-15
Notaremos
que esta conversación de Jesús con la Samaritana sigue el mismo
esquema que la que tuvo con Nicodemo, en donde su interlocutor
descubre la verdad por si mismo… Esa era la manera de enseñar de
Jesús; y era bien eficaz, porque, como ha dicho alguien, “Hay
ciertas verdades que una persona no puede aceptar; tiene que
descubrirlas por sí misma”.
La
Samaritana toma las palabras de Jesús literalmente, aunque Jesús
esperaba que las entendiera espiritualmente. Jesús estaba hablando
de agua viva. En la lengua corriente de los judíos, agua viva quería
decir agua corriente. Era el agua de manantial en oposición al agua
estancada de una cisterna o estanque.
Y
ella pasa a hablar de «nuestro padre Jacob». Por supuesto que los
judíos habrían negado que los samaritanos fueran hijos de Jacob;
pero era una de las pretensiones de los samaritanos que eran
descendientes de José; el hijo de Jacob, a través de Efraín y
Manasés. La Samaritana le estaba diciendo realmente a Jesús: “¿Es
que vas a pretender tú ser más sabio y más poderoso que Jacob? No
puedes ni sacar agua del pozo para dármela”.
Pero
los judíos le daban otro sentido a la palabra agua. Hablaban a
menudo de la sed de Dios que tiene el alma humana, y del agua viva
que puede mitigar esa sed (Isaías 12:3; 44: 3; 55:1; Salmo 42:1 y
ots.)
Pero
la mujer entendió lo que le decía Jesús con un literalismo casi
crudo. ¿Estaba ciega porque no quería ver? Entonces Jesús pasó a
hacer una afirmación todavía más alucinante, que Él podía darle
el agua viva que le quitaría la sed de una vez para siempre (Isaías
49:10). Jesús no hacía sino afirmar que Él era el Ungido de Dios
que había venido a inaugurar la nueva era.
Tampoco
entonces comprendió la mujer: “Dame esa agua –dijo como
siguiendo la corriente a alguien no muy cuerdo- para que ya no tenga
nunca sed y no tenga que darme la caminata al pozo todos los días”…
Estaba bromeando sobre cosas eternas.
Enfrentando
a la Verdad
Juan
4: 15-21
Para
Jesús se había terminado el tiempo para los juegos de palabras y
las bromas. “Vete a por tu marido, y vuelve con él”, le dijo…
La mujer se puso rígida; eso era precisamente lo que le había
pasado; no tenía marido… De pronto, no tuvo más remedio que
enfrentarse consigo misma, y con su vida andrajosa e inmoral e
inadecuada... Nadie se ha visto como es en realidad a menos que se
haya visto en la presencia de Cristo; y lo que se ve entonces no es
nada halagüeño; uno se da cuenta de pronto de que la vida que vive
no vale. Despertamos a nosotros mismos y a nuestra necesidad de Dios.
Así
Jesús, empezó por revelarle a esta mujer la condición en que se
encontraba; pero luego pasó a revelarle en qué consiste el
verdadero culto en el que nuestras almas pueden tener un encuentro
con Dios.
A
la mujer le habían enseñado a reverenciar el monte Guerizim como el
lugar más santo de la Tierra, y a despreciar a Jerusalén. Para
ella, lo único que podía saldar el pecado era el sacrificio. Su
problema fundamental era ¿Dónde había que presentar ese
sacrificio? Lo que quiere saber es: “¿Dónde puedo yo encontrar a
Dios?”
Jesús
le contestó que el día de las viejas rivalidades humanas estaba
llegando a su final; y que estaba próximo el tiempo cuando la
humanidad encontraría a Dios en todas partes (Sofonías 2:11;
Malaquías 1:11).
El
Culto Verdadero
Juan
4: 22-26
Los
samaritanos adoraban en ignorancia, dijo Jesús. En más de un
sentido, aquello era indudablemente cierto. Los samaritanos no tenían
más sagrada escritura que el Pentateuco, es decir, los primeros
cinco libros del Antiguo Testamento, porque habían rechazado todo el
resto. Se habían privado, por tanto, de todos los grandes mensajes
de los Profetas y de toda la sincera piedad de los Salmos.
Hay
muchas personas cuya religión se funda en una especie de temor
impreciso de lo que les podría suceder si no tuvieran en cuenta a
Dios. Pero la verdadera religión se basa, no en el miedo, sino en el
amor de Dios y en la gratitud por lo que Dios ha hecho.
Jesús
define el verdadero culto. Dios, dijo, es Espíritu: En cuanto uno se
da cuenta de eso, un nuevo haz de luz le envuelve.
Si
Dios es espíritu, no está limitado a lugares; y, por tanto, limitar
el culto de Dios a Jerusalén o a ningún otro sitio, es poner un
límite a Alguien Que, por naturaleza, sobrepasa todos los límites.
Si Dios es espíritu, lo que Le ofrezcamos tienen que ser dones del
espíritu.
El
verdadero culto es cuando una persona, mediante su espíritu, alcanza
la amistad y la intimidad con Dios. Este pasaje termina con una gran
declaración. Se había desplegado ante la Samaritana un panorama tal
que la sorprendía y alucinaba. Contenía elementos por encima de su
comprensión, maravillosos. Todo lo que pudo decir fue: “Cuando
venga el Mesías, el Cristo, el Ungido de Dios, entonces lo
entenderemos todo”. Y Jesús le dijo: “Yo, el que estoy hablando
contigo, soy el Mesías”.
Es
como si Jesús dijera que todo eso no es un sueño de la verdad, sino
la verdad misma.
Lección
nº 15:
COMPARTIENDO
AL SALVADOR DEL MUNDO
Juan
4: 27-42
Compartiendo
el descubrimiento
Juan
4: 27-30
No
es extraño que los discípulos se quedaran alucinados cuando
volvieron de sus recados en el pueblo de Sicar y se encontraron a
Jesús hablando con una samaritana… Según las normas rabínicas
Jesús apenas podría haber hecho nada más inconveniente que el
hablar con aquella mujer; en verdad estaba derribando barreras. Pero
por muy sorprendidos que estuvieran los discípulos, no se les
ocurrió preguntarle a la mujer qué buscaba, o a Jesús por qué
estaba hablando con ella. Empezaban a conocerle; y ya habían llegado
a la conclusión de que, por muy sorprendentes que fueran sus
acciones, no se podían poner en tela de juicio. Para entonces la
mujer ya estaba de camino de vuelta al pueblo sin su cacharro de
agua. El hecho de que lo dejara revelaba dos cosas: que tenía prisa
en compartir su experiencia extraordinaria, y que ella daba por
sentado que volvería a aquel lugar.
Toda
su reacción nos dice mucho de la experiencia cristiana verdadera.
a)
Su experiencia empezó cuando se vio obligada a enfrentarse consigo
misma y a verse tal como era.
b)
La Samaritana estaba alucinada con la habilidad que Cristo tenía
para ver su interior. Le admiraba Su profundo conocimiento del
corazón humano, y del suyo en particular (Salmo 139:1-4).
c)
El primer impulso de la Samaritana fue compartir su descubrimiento.
Cuando encontró a aquella Persona tan maravillosa, se sintió
impulsada a decírselo a otros.
d)
El deseo de contarles a otros su descubrimiento acabó con su
sentimiento de vergüenza. No cabe duda de que era una marginada;
pero entonces fue corriendo a contarles a los demás su
descubrimiento.
La
comida del Señor: hacer la Voluntad del Padre
Juan
4: 31-34
Para
entonces, los discípulos habían vuelto con provisiones, y le
dijeron a Jesús que comiera algo; le habían dejado tan cansado y
exhausto que se preocuparon al verle con tan poco interés en probar
lo que habían traído.
Jesús
dijo a sus discípulos que Él tenía una comida que ellos no sabían:
“Mi comida es hacer la voluntad del Que Me envió”… La gran
clave de la vida de Jesús era la sumisión a la voluntad de Dios.
Bien se puede decir que Jesús es la única Persona en todo el mundo
que no hizo nunca lo que quería, sino siempre lo que Dios quería…
Dios le había enviado y Jesús estaba bajo órdenes… Era el Hombre
de Dios.
Cuando
vino Jesús al mundo, una y otra vez habló de la misión que se le
había confiado (Juan 5:36; 17:4; 10:18; 6:38; 8:29).
Es
su gran deseo que seamos como Él fue y es: Hacer la voluntad de Dios
es lo único que conduce a la paz y a la felicidad y es lo único que
conduce al poder de Dios para nosotros, y por tanto la victoria es
segura.
Los
campos blancos para la siega…
Juan
4: 35-38
Todo
lo que estaba sucediendo en Samaria le había dado a Jesús la visión
de un mundo listo para ser cosechado para Dios. Los judíos dividían
el año agrícola en seis partes, cada una de las cuales duraba dos
meses: siembra, invierno, primavera, cosecha, verano y calor extremo.
Jesús está diciendo: “Un proverbio dice: después de sembrar
tenéis que esperar por lo menos cuatro meses hasta que llega la
siega...” Y entonces Jesús eleva la mirada; Sicar está en medio
de una región que sigue siendo famosa por sus cereales, y dice:
“¡Fijaos! Los campos ya están blancos y listos para la siega…”
En
este caso Jesús está pensando en el contraste que hay entre la
naturaleza y la gracia. En la cosecha natural, había que sembrar y
esperar; pero en Samaria todo había sucedido con tal divina
celeridad que se había sembrado la Palabra y al momento ya estaba
lista la cosecha.
Jesús
siguió diciéndoles que lo increíble había tenido lugar: el
sembrador y el segador se podían alegrar al mismo tiempo. Era algo
que nadie podía esperar. Para los judíos la siembra era triste y
laboriosa; era la siega la que era alegre (Salmo 136:5s)… El
esperado tiempo de Dios está presente: el tiempo en que se anuncia
la Palabra y se siembra la semilla; y la cosecha está lista para la
recolección.
Había
otra enseñanza en aquella situación:
a)
Les dijo a sus discípulos que recogerían una cosecha que se habría
producido sin su colaboración. Quería decir que El estaba sembrando
la semilla; que en su Cruz, por encima de todo, se sembraría la
semilla del amor y del poder de Dios, y que llegaría el día cuando
sus discípulos salieran por el mundo a recoger la cosecha que su
vida y muerte habrían sembrado.
(b)
Les dijo a sus discípulos que llegaría el día cuando ellos
sembrarían y otros recogerían. Llegaría el día en que la Iglesia
Cristiana enviaría evangelistas; ellos no verían la cosecha;
algunos morirían mártires; pero la sangre de los mártires sería
la semilla de la Iglesia.
Así
que en este pasaje hay dos cosas: Se hace notar una oportunidad. La
cosecha está esperando que la recojan para Dios; y se hace notar un
desafío: a muchos se les concede sembrar, pero no segar… Ningún
trabajo ni ninguna empresa que se emprenden para Cristo será un
fracaso. Si nosotros no vemos el resultado de nuestros esfuerzos,
otros lo verán. No cabe el desánimo en la vida cristiana.
El
Salvador del mundo
Juan
4: 39-42
En
los acontecimientos que tuvieron lugar en Samaria tenemos el esquema
de cómo se extiende muchas veces el Evangelio:
a)
Hubo una presentación. Fue la Samaritana la que les presentó a
Cristo a los samaritanos. Aquí vemos plenamente desarrollada la
necesidad que Dios tiene de nosotros. Pablo dijo: « ¿Cómo van a
creer si no hay quién les predique?» (Romanos 10:14)… Jesús no
tiene más voz que la nuestra para decirle al mundo cómo murió; no
tiene más ayuda que la nuestra para guiarlos hasta Él. No puede
haber presentación a menos que haya alguien que presente a Cristo.
Además, la presentación hay que hacerla sobre la base del
testimonio personal como lo hizo la mujer…
b)
Había un contacto personal cada vez más íntimo y un conocimiento
que iba en aumento. Una vez que se les presentó a Cristo a los
samaritanos, ellos mismos buscaron su presencia y su compañía. Le
pidieron que se quedara con ellos hasta que aprendieran de Él y
llegaran a conocerle mejor.
c)
Hubo descubrimiento y entrega. Los samaritanos descubrieron en Jesús
al Salvador del mundo... Juan es el único que usa este glorioso
título de Jesús. Lo encontramos aquí y en 1 Juan 4:14. Para Juan
era el título de Jesús por antonomasia.
Per
este título no lo inventó Juan. En el Antiguo Testamento a Dios se
le llama Salvador, Dios de Salvación... Es como si Juan dijera:
“Todo lo que veníais soñando se ha hecho realidad en Jesús”.
Haremos
bien en no olvidar este título. Jesús no era simplemente un profeta
que transmitiera con palabras un mensaje de Dios. Tampoco era
simplemente un psicólogo experto que tuviera una habilidad
extraordinaria para descubrir lo que hay en la mente humana. Es
cierto que dio muestras de poseer esa cualidad en el caso de la
Samaritana; pero hizo mucho más. Él no era simplemente un ejemplo.
No vino sólo a presentarle a la humanidad cómo había que vivir la
vida. Un gran ejemplo puede ser descorazonador y frustrante cuando
nos deja impotentes para seguirlo.
Jesús
era y es El Salvador. Él es el único que puede rescatar a las
personas de la situación terrible y desesperada en que se
encuentran; el único que puede romper las cadenas que tienen
aherrojadas a las personas a su pasado, y darles poder para
enfrentarse con el futuro.
La
Samaritana es en realidad un buen ejemplo de cómo actúa el poder
salvador de Jesús. La población donde vivía ya la tendría
probablemente por una persona irreformable y seguramente ella misma
estaría de acuerdo en que jamás sería capaz de llevar una vida
respetable. Pero llegó Jesús, y la rescató por partida doble: la
capacitó para que se desligara de su pasado, y la introdujo a una
nueva vida desde allí en adelante. No hay título que le corresponda
a Jesús mejor que El Salvador del Mundo.
Lección
nº 16:
UN
NOBLE Y SU FE
Juan
4: 43-54
El
Testimonio que no se puede refutar
Juan
4: 43-45
Los
tres evangelios sinópticos contienen el dicho de Jesús de que a un
profeta no se le reconoce en su propia tierra (Marcos 6:4; Mateo
13:57; Lucas 4:24). Era un antiguo y conocido refrán, pero Juan lo
introduce en un contexto diferente. En los otros evangelios está en
pasajes en los que se cuenta que Jesús fue rechazado por sus propios
paisanos galileos, mientras que Juan lo pone aquí en una ocasión en
que le aceptaron.
Ya
hemos visto que Jesús había salido de Judea y se había dirigido a
Galilea para evitar la controversia que estaba provocando su
creciente popularidad. Puede ser que Jesús se marchara a Galilea
esperando poder retirarse a descansar. Y puede ser que en Galilea
pasara exactamente lo mismo que había sucedido en Samaria y que
hubiera una respuesta positiva a su enseñanza.
Puede
ser que nos encontremos aquí con una de las diferencias del Cuarto
Evangelio con respecto a los otros tres. Ya hemos visto que Juan nos
relata el ministerio de Jesús en Judea, mientras que los sinópticos
se limitan exclusivamente a su ministerio en Galilea. Jesús era
judío, de la tribu de Judá y nacido en la ciudad de David, Belén,
aunque este hecho no lo sabían los judíos (7.42), que daban por
supuesto que Jesús era galileo porque venía de Nazaret, donde había
vivido casi toda su vida; y de ahí que le llamaran Jesús Nazareno.
Así que es posible que Jesús citara el refrán del profeta que no
es reconocido en su tierra refiriéndose a su experiencia en Judea.
En
los otros evangelios también se presenta su éxito inicial en
Galilea, lo que se suele llamar La primavera galilea.
Sea
como fuere, este pasaje y el precedente nos presentan el argumento
irrefutable a favor de Cristo. Los samaritanos creyeron en Jesús, no
por lo que les dijo otra persona, sino porque ellos mismos le oyeron
hablar de cosas nunca jamás oídas. Los galileos creyeron en Jesús,
no por lo que les dijera otra persona acerca de El, sino porque le
vieron hacer en Jerusalén cosas que no se habían visto en la vida.
Lo que Jesús decía y hacía eran credenciales a las que no se podía
oponer nadie.
Aquí
tenemos una de las grandes verdades de la vida cristiana:
La
única prueba convincente del Evangelio es la experiencia cristiana.
Puede que a veces tengamos que discutir con la gente hasta que las
barreras intelectuales que han levantado se les vengan abajo; pero,
en la inmensa mayoría de los casos, lo único realmente convincente
es decir: “Yo sé cómo es Jesús, y lo que puede hacer, porque lo
ha hecho en mí…” El evangelismo realmente eficaz empieza cuando
podemos decir: “Yo sé lo que Cristo ha hecho por mí”.
Aquí
nos encontramos otra vez con la tremenda responsabilidad que nos
corresponde. Nadie es probable que quiera hacer la prueba a menos que
vean su eficacia en nuestra vida. No servirá de mucho el decirle a
los demás que Cristo puede traer a su vida gozo y paz y poder,
cuando nuestra vida es lúgubre, angustiada y derrotada. Los demás
se convencerán de que vale la pena entregarse a Cristo solamente
cuando vean que para nosotros ha conducido a una experiencia que da
envidia.
Una
fe notable
Juan
4: 46-54
Casi
todos los comentaristas creen que ésta es otra versión de la
historia de la curación del siervo del centurión que se encuentra
en Mateo 8:5-13 y en Lucas 7.-1-10; pero hay diferencias notables
entre las dos que nos justifican el tratarla como una historia
independiente.
Algunos
detalles de la conducta del funcionario son un ejemplo para todos.
a)
Aquí tenemos a un diplomático que acudió a un carpintero. La
palabra griega es basilikós,
que se usa para funcionarios del rey, y lo más probable es que se
tratara de un hombre de posición elevada en la corte de Herodes.
Jesús, por el contrario, no era más que un carpintero del pueblo de
Nazaret. Además, Jesús estaba en Caná, y este hombre vivía en
Capernaún, que estaba a 35 kilómetros. Por eso le llevó tanto
tiempo el volver a su casa.
No
se puede imaginar una historia más peregrina que la de un alto
funcionario que recorre treinta y cinco kilómetros a toda prisa para
pedirle un favor a un carpintero de pueblo…
Lo
primero y principal es que este aristócrata se tragó su orgullo.
Tenía una necesidad angustiosa, y ni los convencionalismos ni el
protocolo le impidieron acudir a Jesús con su necesidad. Su gesto
causaría sensación, pero a él no le importaba el qué dirán con
tal de obtener la ayuda que tanto necesitaba… Si queremos de veras
la ayuda que Jesús nos puede dar, tenemos que ser lo suficientemente
humildes para tragarnos nuestro orgullo y no tener en cuenta lo que
diga la gente.
b)
Aquí tenemos a un diplomático que se negaba a darse por vencido.
Jesús le recibió con lo que a primera vista parecería un jarro de
agua fría, diciéndole que hay gente que no cree a menos que se la
provea de señales y milagros. Puede que Jesús dirigiera esas
palabras más a la multitud que se habría reunido a ver que al
diplomático mismo. Es probable que hubiera muchos curiosos.
Pero
Jesús tenía una manera de asegurarse de que una persona iba en
serio. Así actuó con la sirofenicia (Mateo 15: 21-28). Si aquel
hombre se hubiera dado la vuelta presumido y airado, si hubiera sido
demasiado orgulloso para escuchar la advertencia, si hubiera cedido
al desaliento a la primera, Jesús se habría dado cuenta de que su
fe no era auténtica. Uno tiene que tomar su situación sinceramente
en serio para poder recibir la ayuda de Cristo.
c)
Aquí tenemos a un diplomático que tenía fe. No era fácil
emprender el camino de vuelta a casa sin llevarse más que la palabra
de Jesús de que su muchacho se iba a sanar… Pero tenía la fe
suficiente para recorrer otra vez los treinta y cinco kilómetros no
llevando nada más que la palabra de Jesús para confortarle el
corazón.
Es
esencial a la fe el creer que lo que Jesús dice es verdad. A menudo
se tiene una especie de anhelo vago de que fueran verdad las promesas
de Jesús; pero la única manera de entrar de veras en ellas es
creerlas como el náufrago que se aferra a lo que sea que le pueda
salvar. Si Jesús dice algo, no es que a lo mejor es verdad: ¡es que
tiene que ser verdad!
d)
Aquí tenemos a un diplomático que se entregó. No fue un hombre que
le sacó a Cristo lo que quería, y luego se fue y se olvidó. El y
todos los suyos creyeron. No le sería fácil a él, porque el que
Jesús fuera el Mesías iría a contrapelo con todas sus ideas
preconcebidas. Ni le sería fácil confesar su fe en Jesús en la
corte de Herodes…
Pero
este diplomático se enfrentaba con los hechos y los aceptaba. Había
experimentado lo que Jesús podía hacer, y no le quedaba más que
rendirse a los hechos. Había empezado por un sentimiento de
necesidad desesperada, que Jesús le había solucionado; y su
sentimiento de necesidad había dejado paso a otro de agradecimiento
y amor desbordante. Esa debe ser la historia de cualquier vida
cristiana.
Una
aclaración necesaria:
Casi
todos los investigadores del Nuevo Testamento creen que en este punto
se han colocado equivocadamente los capítulos del Cuarto Evangelio.
Mantienen que el capítulo 6 debería venir antes que el 5… La
razón es que el capítulo 4 termina con Jesús en Galilea (Juan
4:54); el capítulo 5 empieza con Jesús en Jerusalén; el capítulo
6 nos presenta a Jesús otra vez en Galilea, y el 7 empieza dándonos
a entender que Jesús acababa de venir a Galilea a causa de la
oposición que había tenido que arrastrar en Jerusalén. Los cambios
de Jerusalén a Galilea resultan difíciles de seguir. Por otra
parte, el capítulo 4 termina: “Esta fue la segunda señal, y Jesús
la hizo después de volver de Judea a Galilea” (4:54). El capítulo
6 empieza: “Después de esto, Jesús se fue al otro lado del mar de
Galilea”, que sería una secuencia natural. El capítulo 5 nos
presenta entonces a Jesús dirigiéndose a Jerusalén para una
fiesta, y encontrándose con problemas muy serios con las autoridades
judías. Se nos dice de hecho que desde aquel momento empezaron a
perseguirle (5:10). Luego, el capítulo 7 empieza diciendo que Jesús
se movía por Galilea, y “no quería ir a Judea porque los judíos
querían matarle” (7:1).
Aquí
no hemos alterado el orden; pero debemos notar que el tomar el
capítulo 6 antes del 5 presenta un orden de acontecimientos más
natural y fácil de seguir.
Lección
nº 17:
UN
MILAGRO Y LA CRÍTICA
Juan
5: 1-18
El
milagro…
Juan
5: 1-9
Había
tres fiestas de guardar: La Pascua, Pentecostés y Tabernáculos.
Todos los varones judíos adultos que vivieran a menos de veinticinco
kilómetros de Jerusalén tenían obligación de asistir. Si
consideramos que el capítulo 6 debe estar antes que el 5,
deduciremos que la fiesta era Pentecostés, porque lo que se relata
en el capítulo 6 sucedió cerca de la Pascua (Juan 6:4). La Pascua
era en el primer plenilunio después del equinoccio de primavera,
cuando es ahora la Semana Santa, y Pentecostés siete semanas
después.
Juan
nos presenta a Jesús asistiendo a las fiestas judías, porque tenía
el debido respeto a las obligaciones de la religión de Israel; y sus
fiestas no le parecían una molesta obligación sino una deliciosa
oportunidad para participar en el culto de su pueblo.
Cuando
Jesús llegó a Jerusalén estaba, al parecer, solo. Por lo menos no
se menciona a sus discípulos. Se dirigió a la famosa piscina, que
se llamaba Bethesdá, que quiere decir Casa de Misericordia…Era lo
bastante honda para que se pudiera nadar.
Por
debajo de la piscina había una corriente subterránea que a veces
borbollaba y se agitaba. Se creía que aquello lo producía un ángel,
y que el primero que se metiera en el agua después del borbolleo se
curaba de cualquier enfermedad que le aquejara.
Esto
parece mera superstición; pero era la clase de creencia que se había
extendido por todo el mundo antiguo y que todavía existe en algunos
lugares...
Puede
que, mientras Jesús iba pasando por allí, le indicaran al enfermo
de la historia como caso especialmente lastimoso porque su condición
hacía muy difícil, y aun imposible, el que llegara al agua el
primero después del borbolleo. No tenía a nadie que le ayudara, y
Jesús fue siempre el amigo y el ayudador de los desamparados. No se
molestó en echarle un sermón sobre la inutilidad de aquella
superstición y de esperar la movida del agua. Su único deseo era
ayudar, así es que sanó al que llevaba tanto tiempo enfermo.
En
esta historia vemos claramente las condiciones en que operaba el
poder de Jesús: daba la orden a la gente y, en la medida en que le
obedecían, el poder actuaba en ellos.
La
respuesta de este hombre fue inmediata: quería estar bueno, aunque
no sabía cómo, porque no tenía a nadie que le pudiera ayudar.
La
primera condición para recibir el poder de Jesús es desearlo
intensa y sinceramente. Jesús dice: «¿Estás seguro de que quieres
cambiar?» Si en lo más íntimo estamos contentos de seguir como
somos, no se producirá el cambio.
Luego
Jesús se dirigió al hombre para decirle que se levantara…El poder
de Dios nunca exime al hombre del esfuerzo…El hombre podría
haberle dicho a Jesús, con resentimiento ofendido,
que
hacía treinta y ocho años que era el camastro el que cargaba con
él, y que no tenía mucho sentido decirle ahora que fuera él el que
cargara con el camastro. Pero hizo el esfuerzo con Jesús, ¡y lo
imposible sucedió!
La
crítica despiadada
Juan
5: 10-18
Un
pobre hombre había sido sanado de una enfermedad que, humanamente
hablando, era incurable. Podríamos suponer que aquello habría
causado una alegría y gratitud general; pero algunos lo miraron como
algo malo e impío. El que había sido sanado iba por las calles
cargando con su camastro; los guardianes de la ortodoxia judía le
pararon y le recordaron que el llevar una carga el día de reposo era
quebrantar la Ley.
Ya
hemos visto lo que hacían los judíos con la Ley de Dios. Era la Ley
una serie de grandes principios generales que se dejaba a cada
persona el aplicar y cumplir; pero a través de los años los judíos
la habían convertido en miles de reglas y prohibiciones. La Ley
decía simplemente que había que considerar el sábado como un día
especial, y que en él no tenían que hacer ningún trabajo las
personas libres, ni sus esclavos, ni sus animales. Los judíos
entonces establecieron que había treinta y nueve clases de trabajos,
a los que llamaban «trabajos padres», uno de los cuales era llevar
cargas. (Jeremías 17:19-27; Nehemías 13:15-19)… Nehemías 13:15
deja perfectamente claro que lo que estaba en cuestión era trabajar
el sábado como si fuera un día ordinario . Pero los rabinos de
tiempos de Jesús discutían solemnemente que un sastre quebrantaba
el sábado si llevaba ese día una aguja, su herramienta de trabajo,
prendida en la solapa. Hasta discutían si era lícito llevar
dentadura o piernas postizas u otras prótesis en sábado, o estaba
prohibido por ser «cargas». Estaban seguros de que no se debía
llevar ninguna clase de adornos superfluos los sábados, por la misma
razón.
Para
ellos todas estas minucias eran cuestiones de vida o muerte, así que
no les cabía la menor duda de que el hombre de este pasaje estaba
quebrantando la ley rabínica al llevar la cama a cuestas en sábado:
El
hombre se defendió diciendo que el que le había sanado le había
dicho que lo hiciera, y él ni siquiera sabía que había sido Jesús.
Algo
más adelante Jesús se le encontró en el templo; y el hombre se dio
toda la prisa que pudo para decirles a las autoridades que la Persona
en cuestión había sido Jesús. No quería buscarle líos a Jesús;
pero la ley rabínica decía literalmente: “Si uno transporta
cualquier cosa de un lugar público a una casa privada
intencionadamente en sábado, será muerto a pedradas”. Aquel
hombre estaba tratando de explicar que no era culpa suya lo que
estaba haciendo.
Así
es que las autoridades dirigieron sus acusaciones contra Jesús. Los
verbos del versículo 18 están en el tiempo imperfecto, que describe
acciones repetidas en el pasado, como en castellano. Está claro que
esta historia nos presenta un ejemplo de algo que Jesús hacía
habitualmente.
La
defensa de Jesús era alucinante. Dios no dejaba de obrar porque
fuera sábado, y Él, Jesús, tampoco. Cualquier judío instruido
tendría que reconocer la fuerza del argumento.
Jesús
dijo: “Aunque sea sábado, el amor y la misericordia y la compasión
de Dios actúan; y Yo también”.
Fue
esta última afirmación la que escandalizó a los judíos, porque no
podía querer decir nada más que la obra de Dios y la de Jesús eran
la misma cosa. Parecía que Jesús se estaba colocando en igualdad
con Dios… Jesús enseñaba que siempre hay que ayudar a los
necesitados; que no hay tarea más importante que aliviar el dolor o
la angustia de alguien, y que la compasión cristiana debe ser como
la de Dios: incesante... Otras obras se pueden aplazar, pero no la de
la compasión.
Hay
otra creencia judía que aparece en este pasaje. Cuando Jesús se
encontró con el hombre en el templo le dijo que no pecara más, no
fuera que le viniera algo todavía peor. Para un judío, el pecado y
el sufrimiento estaban tan unidos como la causa y el efecto. Si uno
sufría, sería porque había pecado; y no podría curarse a menos
que se le perdonara el pecado. Los rabinos decían: “El enfermo no
sale de la enfermedad hasta que se le perdonen sus pecados”.
Había
algunos que seguían pecando con la seguridad de que la gracia no se
acababa nunca (Romanos 6:1-18). Siempre ha habido personas que han
abusado del amor y del perdón y de la gracia de Dios como excusa
para pecar. Pero no tenemos más que pensar en lo que costó el
perdón de Dios mirando a la Cruz del Calvario para saber que debemos
odiar siempre el pecado; pues cualquier pecado quebranta el corazón
de Dios.
Lección
nº 18:
LA
VIDA Y LA MUERTE
Juan
5: 19-29
Introducción:
Credenciales del Mesías
Juan
5: 19-29
Este
es un pasaje maravilloso, porque está entretejido con pensamientos y
expresiones que son las credenciales de Jesús como el Mesías
prometido. Muchas de estas credenciales no las vemos ahora tan
claramente, pero estarían tan claras como el agua para los judíos,
y los dejarían estupefactos.
a)
La credencial más clara se encuentra en el título de Jesús como
Hijo del Hombre. Sabemos que ese extraño título es muy corriente en
los evangelios. Tiene una larga historia. Nació en Daniel 7:1-14…
El
detalle importante del pasaje estriba en el hecho de que Daniel se
escribió en días de terror y de persecución, y contiene una visión
de la gloria que sucedería algún día al sufrimiento que estaba
pasando el pueblo de Dios. En Daniel 7:1-7, el vidente describe bajo
el simbolismo de bestias a los grandes imperios paganos que han
ejercido dominio en el mundo. Todos estos poderes terribles pasarán,
y la autoridad y el dominio se le darán a uno semejante a hijo de
hombre.
Alguien
tendrá que introducir y ejercer ese poder; y los judíos tomaron ese
título y se lo aplicaron al Escogido de Dios que algún día traería
la nueva era de compasión y amor y paz; y así llegaron a llamar al
Mesías esperado El Hijo del Hombre.
b)
Pero no es que Jesús presente sus credenciales come el Mesías de
Dios sólo en estas palabras, sino que está implícito en frase tras
frase. El mismo milagro que había realizado en el paralítico era
una señal de que Jesús era el Mesías… (Isaías 35:6).
c)
Tenemos la declaración que hace Jesús en repetidas ocasiones de que
Él resucitará a los muertos y será su juez. En el Antiguo
Testamento, Dios era el único que podía resucitar a los muertos y
que tenía el derecho de juzgarlos (Deuteronomio 1: 17; 32:39).
Para
Jesús, el hablar así era un acto de un valor sin igual y
extraordinario. Tiene que haber sabido que el presentar esas
credenciales les sonaría sin duda a blasfemia a los líderes judíos
más ortodoxos, y sería atraerse la muerte. Los que oyeran tales
afirmaciones no podrían hacer más que una de dos cosas: aceptar a
Jesús como el Hijo de Dios, o rechazarle y odiarle como blasfemo.
Ahora
vamos a estudiar este pasaje por secciones.
La
relación de Jesús con el Padre
Juan
5: 19-20
Así
empieza la respuesta de Jesús a la acusación que le habían hecho
los judíos de que se hacía igual a Dios. Establece tres cosas
acerca de su relación con Dios.
1)
Establece su identidad con Dios. La verdad sobresaliente acerca de
Jesús es que en Él vemos a Dios: La mente de Jesús es la Mente de
Dios; las palabras de Jesús son las palabras de Dios; las acciones
de Jesús son las acciones de Dios.
2)
Esta identidad no se basa tanto en la igualdad como la obediencia
total. Jesús no hacía nunca lo que a Él le parecí mejor, sino
siempre lo que Dios quería que hiciera; por eso podemos ver a Dios
en Él.
3)
Esta obediencia no consiste en sumisión a un poder, sino en amor. La
unidad entre Jesús y Dios es la unidad del amor: Hay una identidad
tan completa de mente y voluntad y corazón que el Padre y el Hijo
son Uno.
Pero
este pasaje tiene todavía más que decirnos sobre Jesús.
Nos
habla de su completa confianza. A Jesús no le cabía la menor duda
de que el futuro estaba en las manos de Dios, y que nadie podía
impedirle que hiciera lo que Dios le había enviado a hacer.
Y
nos habla de su completa intrepidez: Era seguro que no le entenderían
y que sus palabras inflamarían las mentes de sus oyentes y lo
pondrían en peligro; pero para Él lo único importante era ser fiel
para con Dios, y no el evitar los peligros a que se pudiera exponer.
Vida,
Juicio y Honor
Juan
5: 21-23
Aquí
vemos tres grandes funciones que pertenecen a Jesucristo como Hijo de
Dios.
a)
Es el dador de la vida. Juan lo dice en un doble sentido; nadie está
plenamente vivo hasta que Jesucristo entra en su vida y él entra en
Jesucristo. Después que haya acabado esta vida, se abre una vida
incalculablemente más plena y maravillosa para la persona que ha
aceptado a Jesucristo. Jesucristo es el dador de la vida tanto en
este mundo como en el por venir.
b)
Es el que trae el juicio. Juan dice que Dios ha confiado todo el
proceso del juicio a Jesucristo. Lo que quiere decir es que el
juicio de una persona depende de su reacción a Jesús; nuestra
reacción ante Él es la prueba que divide a la humanidad.
c)
Es el que recibe el honor. En medio de persecuciones y desprecios, a
pesar de lo reducido de su número y de la escasez de su influencia,
ante el fracaso y la deslealtad, el Nuevo Testamento y la Iglesia
Primitiva nunca pusieron en duda el triunfo final de Cristo.
La
Vida y la muerte
Juan
5: 24-29
Jesús
dice sencillamente que el aceptarle es la vida, y el rechazarle es la
muerte… Dios es como Jesús nos dice que Él es: que es amor; y es
entrar en una nueva relación con Dios, y aceptar la clase de vida
que Jesús nos ofrece, aunque sea difícil y conlleve sacrificios, en
la seguridad de que aceptarla es entrar en el camino definitivo que
conduce a la paz y a la felicidad… Rechazarla es tomar el camino
que conduce infaliblemente a la muerte y al juicio.
Cuando
lo hacemos, entramos en tres nuevas relaciones: Entramos en una nueva
relación con Dios: el temor se vuelve amor; entramos en una nueva
relación con nuestros semejantes: el egoísmo deja paso al servicio,
y el rencor al perdón; y entramos en una nueva relación con
nosotros mismos: La debilidad pasa a ser fuerza; el fracaso, éxito,
y la tensión, paz.
La
persona que acepta a Cristo ha pasado de muerte a vida. Ya en este
mundo la vida se convierte en algo nuevo y emocionante; en el mundo
por venir la vida eterna con Dios se convierte en una seguridad.
Aquí
resaltan las credenciales mesiánicas de Jesús con toda claridad. Él
es el Hijo del Hombre; el que trae la vida y el que da la vida; el
que resucitará a los muertos a la vida y, cuando hayan resucitado,
será su Juez.
En
este pasaje Juan parece usar la palabra muertos en dos sentidos.
1)
La usa refiriéndose a los que están muertos espiritualmente; a
ellos les trae Jesús una vida nueva.
Estar
muerto espiritualmente es haber dejado de sentir; es volverse
insensible contemplando el mal sin sentir indignación; la miseria y
el sufrimiento, sin sentir la espada del dolor y de la piedad que les
atraviesa el corazón. Si ha desaparecido la compasión es que el
corazón está muerto.
Estar
muerto espiritualmente es haber dejado de arrepentirse. El día
cuando uno puede pecar en paz es el día de su muerte espiritual; y
es fácil deslizarse hacia esa actitud… Para evitar la muerte
espiritual debemos mantenernos sensibles al pecado manteniéndonos
sensibles a la presencia de Jesucristo.
2)
Juan usa también la palabra muertos en sentido literal. Jesús
enseña que habrá una resurrección, y que lo que le suceda a cada
uno en el más allá estará inseparablemente unido a lo que haya
hecho en esta vida. La tremenda importancia de esta vida es que
determina nuestro destino eterno. A lo largo de toda nuestra vida
escogemos, o el camino que conduce a la vida, o el camino que conduce
a la muerte.
Lección
nº 19:
EL
JUICIO VERDADERO Y EL TESTIMONIO SUPREMO
Juan
5: 30-47
El
Juicio verdadero
Juan
5: 30
En
el pasaje anterior, Jesús ha reclamado el derecho de juzgar; porque
Él no tenía ningún deseo de hacer nada aparte de la voluntad de
Dios, su derecho se basaba en que su juicio era el juicio de Dios.
Le
es muy difícil a cualquier persona el juzgar a otra con justicia. Si
nos examinamos honradamente a nosotros mismos descubriremos muchos
motivos que afectarían nuestro juicio…Sólo una persona cuyo
corazón y cuyos motivos fueran absolutamente limpios podría .juzgar
a otra persona con justicia… Y no existe tal persona aparte de
Jesús.
Pero,
por otra parte, el juicio de Dios es perfecto. Sólo Dios tiene
conocimiento perfecto y, por tanto, su juicio es perfecto porque
tiene en cuenta todas las circunstancias.
El
derecho de Jesús a juzgar está basado en el hecho de que en Él
está la perfecta Mente de Dios. Él no juzga con la inevitable
mezcla de motivos humanos, sino con la perfecta santidad, el perfecto
amor y la perfecta misericordia de Dios.
El
Supremo Testimonio
Juan
5: 31-36
Vemos
a Jesús contestando las acusaciones de sus oponentes…
Empieza
por admitir el principio universal de que la evidencia exclusiva de
una persona acerca de sí misma no se puede aceptar como prueba.
Tiene que haber por lo menos dos testigos (Deuteronomio 17: 6; 19: 15
1
Timoteo 5:19). Jesús empezó por admitir plenamente la norma legal
de los judíos acerca de la evidencia.
Pero
tiene otros testigos. Dice que su testigo es “Otro”, queriendo
decir Dios. Volverá a ese punto; pero antes cita a Juan el Bautista,
que había dado testimonio de Jesús en repetidas ocasiones (Juan
1:19, 20, 26, 29, 35 y 36). Entonces Jesús hace el elogio de Juan, y
desautoriza a las autoridades judías.
Dice
que Juan era una lámpara que ardía e iluminaba. La función de la
luz es guiar, y Juan guiaba a la gente al arrepentimiento y hacia
Dios. Per según la naturaleza de las cosas, una lámpara se agota;
al dar luz se consume a sí misma. Juan iba disminuyendo mientras
Jesús iba aumentando. El verdadero testigo se consume por Dios.
Al
hacer el elogio de Juan, Jesús acusa a los judíos. Estuvieron
dispuestos a complacerse con Juan por cierto tiempo, pero nunca le
tomaron realmente en serio… Estaban dispuestos a escucharle
mientras dijera lo que ellos esperaban, para abandonarle después tan
pronto como dijera algo que no les convenía.
Pero
Jesús no apeló a la evidencia de Juan. Dijo que no era la evidencia
de hombres falibles la que iba a aportar en defensa de sus
credenciales.
Entonces
aporta el testimonio de sus obras. Eso había hecho también cuando
el mismo Juan le mandó a algunos de sus discípulos a preguntarle si
era Él el Mesías (Mateo 11:4, y Lucas 7:22). Jesús cita ahora sus
obras, no para atraer la atención de nadie hacia sí mismo, sino
para señalar al poder de Dios que obraba en Él y por medio de Él.
Dios era su supremo Testigo.
El
Testimonio histórico
Juan
5: 37-43
Jesús
aquí puede querer decir: “Es verdad que Dios es invisible; y
también lo es su testimonio, porque es la respuesta que surge en el
corazón humano cuando la persona se ve confrontada conmigo...”
Cuando nos vemos confrontados por Cristo, vemos en El al que es
supremamente amable y supremamente sabio; esa convicción es el
testimonio de Dios en nuestro corazón… Puede que aquí Jesús
quisiera decir que la convicción de su soberanía en nuestro corazón
es el testimonio interior de Dios (testimonio que no se ve).
Puede
ser que lo que Juan quería decir es que el testimonio que Dios da de
Jesucristo se encuentra en las Escrituras. Los judíos escudriñaban
la Ley y, sin embargo, no reconocieron a Cristo cuando vino. ¿Qué
les pasó? ¿Cómo fue posible que los mejores estudiantes de la
Biblia del mundo, que leían las Escrituras continua y
meticulosamente, rechazaran a Jesús? ¿Cómo pudo suceder eso?
Está
claro que no leían las Escrituras como es debido. Las leían con la
mente cerrada. No para buscar a Dios, sino para encontrar argumentos
que apoyaran sus puntos de vista. No amaban a Dios de veras; amaban
sus propias ideas acerca de Dios.
Cometían
además una equivocación todavía más grave: creían que Dios les
había dado una revelación sólo escrita... La revelación de Dios
está en la Historia. No se trata de que Dios haya hablado, y nada
más; Dios actúa. La Biblia misma no es su revelación, sino el
relato de su revelación. Pero ellos adoraban las palabras de la
Biblia.
No
hay más que una manera adecuada de leer la Biblia: como testimonio
de Jesucristo. Entonces, muchas de las cosas que nos dejan perplejos,
o que nos inquietan a veces, se ven claramente como etapas del
camino, señalando anticipadamente a Jesucristo, que es la suprema
revelación, y a cuya luz hay que poner a prueba toda otra
revelación.
Los
judíos adoraban a un Dios que escribía, más que a un Dios que
actuaba; y, por tanto, cuando vino Cristo, no le reconocieron. La
misión de la Escritura no es dar la vida, sino señalar al que la
da.
Aquí
hay dos cosas supremamente reveladoras:
1)
En el versículo 34, Jesús había dicho que el propósito de sus
palabras era que ellos se salvaran. Aquí dice: “No busco la gloria
que me puedan dar los hombres, sino porque os amo y quiero salvaros”.
Aquí
hay algo tremendo. Cuando se arma una controversia; ¿cuál es
nuestra actitud fundamental? ¿Nos damos por ofendidos? ¿Nos
sentimos heridos en el orgullo?... Jesús hablaba como hablaba
solamente porque amaba a las personas. Su tono podía ser serio; pero
en esa seriedad dominaba el acento del amor anhelante; le
centelleaban los ojos, pero la llama era la del amor.
2)
Jesús dice: “Al que viene en su propio nombre, a ése sí le
recibís”. Había habido una sucesión de impostores que pretendían
ser el Mesías, y todos habían tenido seguidores (Marcos 13:6, 22;
Mateo 24:5, 24). ¿Por qué sigue la gente a los impostores? Porque
son “personas cuyos programas están de acuerdo con los deseos de
los demás”… Los mesías impostores venían prometiendo imperios
y victoria y prosperidad material; Jesús vino prometiendo una Cruz.
La característica del impostor es que ofrece el camino fácil; Jesús
ofrece a la humanidad un camino duro para ir a Dios. Los impostores
perecieron; pero
Cristo
vive.
La
mayor Condenación
Juan
5: 44-47
Los
escribas y fariseos anhelaban las alabanzas de la gente. Se vestían
de forma que todos los pudieran reconocer. Oraban sus rezos de manera
que los pudieran oír. Les encantaban los primeros asientos de la
sinagoga. Procuraban que los saludaran respetuosamente en las calles.
Y precisamente por todo eso no podían escuchar la voz de Dios. ¿Por
qué? Mientras uno no se compare nada más que con los demás,
encontrará motivos para darse por satisfecho. Pero lo importante no
es: “¿Soy mejor que mis vecinos?”, sino: “¿Qué opinión
tiene de mí el Señor?”
Mientras
nos comparemos con nuestros semejantes, siempre podremos encontrar
algunos a los que consideremos inferiores; y eso hace imposible la
fe, que nace de un sentimiento de necesidad, como explicó tan
claramente Jesús en la parábola del Fariseo y el Publicano (Lucas
18:9-14). Pero cuando nos comparamos con Jesucristo nos vemos
reducidos a nuestra estatura real, y entonces nace la fe, porque no
podemos hacer otra cosa que confiar en la misericordia de Dios.
Jesús
acaba con una acusación que no podría por menos de impactar. Los
judíos creían que los libros que les había dejado Moisés eran la
mismísima Palabra de Dios. Jesús les dijo: “Si hubierais leído
esos libros como es debido, os habríais dado cuenta de que todos Me
señalan a Mí”. Y prosiguió: “Vosotros creéis que, porque
tenéis a Moisés como mediador, estáis a salvo; pero Moisés es el
que os condenará porque él escribió acerca de Mí”…
Aquí
tenemos una verdad grande y aterradora. Lo que había sido el mayor
privilegio de los judíos se convirtió en su mayor condenación. No
se puede condenar a una persona que no haya tenido oportunidad; pero
a los judíos se les había concedido un conocimiento superior, que
ellos habían descuidado, y que se había convertido en su
condenación. La responsabilidad es siempre la otra cara del
privilegio.
Lección
nº 20:
JESÚS
MUESTRA SU PODER Y SU PRESENCIA
Juan
6: 1-21
Los
panes y los peces
Juan
6: 1-13
De
Capernaún al otro lado del mar de Galilea había una distancia de
unos siete kilómetros, que recorrieron en la barca. La gente había
estado observando con admiración las obras de Jesús. Era fácil
adivinar la dirección que llevaba la barca, así es que se dieron
prisa para dar la vuelta a la parte superior del mar por tierra. Dos
millas río arriba estaba los vados del Jordán. Cerca de los vados
había un pueblo que se llamaba Betsaida Julias, para distinguirla de
la otra Betsaida de Galilea; y era hacia ese lugar hacia el que se
dirigía Jesús (Lucas 9:10). Cerca de Betsaida Julias, casi a la
orilla del lago, había una llanurita en la que solía haber buena
hierba. Iba a ser el escenario de un acontecimiento extraordinario.
En
un principio Jesús había subido a la colina que hay detrás de la
llanura y se había sentado allí con sus discípulos. Luego, el
gentío empezó a presentarse en tropel. Habían recorrido a toda
prisa 15 km rodeando el lago y vadeando el río. Es probable que los
grupos de peregrinos que iban a Jerusalén para la fiesta de la
Pascua engrosaran el gentío.
A
Jesús se le avivó la compasión a la vista de la multitud. Llegaban
hambrientos y agotados. Era natural acudir en primer lugar a Felipe,
que era de Betsaida (Juan l: 44) y conocería bien los recursos de la
región. Jesús le preguntó dónde se podían obtener alimentos. La
respuesta de Felipe era descorazonadora; dijo que, aun en el caso de
que se pudiera conseguir, costaría más de 200 denarios dar a cada
uno de los presentes aunque nos, fuera más que un bocado. Recordemos
que un denario era el salario diario de un obrero…
Pero
entonces aparece Andrés en la escena. Había descubierto a un
muchaco que llevaba cinco panecillos de cebada y dos pescaditos.
Probablemente aquello era su merienda. A lo mejor había salido a
pasar el día en el campo, y se había unido al gentío. Andrés,
como tenía por costumbre, le trajo a Cristo.
El
chico no llevaba gran cosa... El pan de cebada era el de los más
pobres y los pescaditos no serían más grandes que sardinas.
Jesús
les dijo a sus discípulos que hicieran que la gente se sentara. Tomó
en sus manos los panecillos y los pescaditos y dio gracias a Dios por
ellos. Al hacerlo estaba actuando como el padre de aquella familia y
la gente comió hasta quedar satisfecha. Hasta la palabra que se usa
para satisfecha, jortázesthai,
quería decir “darse un hartazgo”…
Después
Jesús mandó a sus discípulos que recogieran los restos. ¿Por qué?
En las fiestas judías se tenía la costumbre de dejar algo para los
servidores y no hay duda que eso es lo que harían muchos en esta
ocasión… Se recogieron doce cestas llenas de pedazos sobrantes.
Sin duda cada uno de los apóstoles tendría su cesta. Así se
alimentó la hambrienta multitud, y aun más.
Puede
que esta historia represente el milagro más grande de todos, no el
de un cambio que se realizó en unos panes y unos peces, sino en unos
hombres y unas mujeres. ¿No es éste el milagro que tiene que
asumirse en la humanidad, y que estamos seguros de que se repetiría
si, siguiendo el ejemplo de Cristo, aprendiéramos todos a compartir?
Fuera
como fuera, allí había ciertas personas sin las cuales el milagro
no habría sido posible.
Estaba
Andrés... Andrés fue el que dijo: “¡A ver lo que puedo hacer yo!
Seguro que Jesús hará todo lo demás”. Fue Andrés el que trajo a
aquel muchacho a Jesús, lo que fue el primer paso para que se
realizara el milagro. No podemos saber nunca lo que puede suceder
cuando le traemos a alguien a Jesús.
Estaba
el muchacho. No podía ofrecer mucho; pero con aquello tuvo Jesús el
material necesario para obrar un milagro. Habría habido un
acontecimiento maravilloso menos en la humanidad si aquel chico se
hubiera guardado sus panes y sus peces para sí, y nadie se lo habría
podido reprochar.
Puede
que sintamos no tener más que un poco y nos dé vergüenza traerlo a
Jesús; pero eso no es razón para dejar de aportar lo que tenemos y
somos: Poco es a menudo mucho en las manos de Cristo.
La
reacción de la gente
Juan
6: 14-15
Aquí
tenemos la reacción de la multitud. Los judíos esperaban al Profeta
que creían que les había prometido Moisés.
Una
de las razones fue que estaban ansiosos por respaldar a Jesús porque
les había dado lo que ellos querían. Los había curado y los había
alimentado; en consecuencia, estaban dispuestos a reconocerle como su
jefe. Hay tal cosa como una lealtad interesada…
La
actitud del gentío nos desagrada. Pero, ¿somos nosotros tan
diferentes? Cuando queremos consuelo en la aflicción, fuerza en la
dificultad, paz en el revuelo, ayuda en la depresión, esperanza ante
la muerte, no hay nadie tan maravilloso como Jesús, y le hablamos y
vamos a Él y le abrimos nuestro corazón; pero, cuando nos viene con
alguna seria demanda de sacrificio, con algún desafío al esfuerzo,
con el ofrecimiento de alguna cruz, no queremos saber nada de Él. Si
nos examinamos el corazón, puede que descubramos que nosotros
también queremos a Jesús por lo que le podamos sacar.
Aquella
multitud de judíos habría seguido a Jesús al momento porque les
daba lo que ellos querían, y deseaban usarle para sus propios fines.
Esa actitud todavía prevalece en muchos que quieren los dones de
Cristo sin su Cruz; que quieren usarle en vez de dejarle que nos
usara Él.
Jesús
anima a sus discípulos andando sobre el mar
Juan
6: 16-21
Después
de dar de comer a los cinco mil que luego quisieron hacerle rey,
Jesús se retiró a solas al monte. El día se extinguió. Llegó la
hora que los judíos describían como “la segunda tarde”, el
tiempo entre el crepúsculo y la noche. Jesús todavía no había
vuelto. No debemos pensar que los discípulos eran tan olvidadizos o
descorteses como para dejarse atrás a Jesús; porque, según nos
cuenta la historia Marcos, Jesús les había dicho que se le
adelantaran (Marcos 6:45), mientras Él trataba de convencer a la
gente para que se fuera a casa. Sin duda tenía intención de rodear
a pie la cabecera del lago mientras ellos la cruzaban a remo, y
reunirse con ellos en Capernaún.
Los
discípulos se embarcaron. Como sucede a veces en aquel lago rodeado
de montañas, se levantó un fuerte viento que batía las aguas y las
convertía en espuma amenazadora. En la colina, Jesús había estado
orando en comunión con Dios; cuando se puso en camino, la luna
iluminaba la escena como si fuera de día y allá abajo podía ver
la barca y a los remeros, bogando a más no poder. Entonces Jesús
bajó de la colina.
Debemos
recordar dos hechos. Por la parte Norte el lago no tenía más que
cuatro millas de ancho, y Juan nos dice que los discípulos habían
remado entre tres y cuatro millas; es decir, que estaban ya cerca de
su destino. Es natural suponer que en la tormenta procurarían llegar
a la orilla lo más pronto posible para buscar cualquier refugio que
pudieran encontrar.
Jesús
iba andando por la orilla (se nos dice “caminando sobre el mar”)
y los agotados discípulos levantaron la vista y, de pronto, le
vieron. Era tan inesperado, y llevaban tanto tiempo remando
desesperadamente, que se alarmaron como si estuvieran viendo un
fantasma. Pero sobre las aguas turbulentas les llegó aquella voz
bien amada: “¡No tengáis miedo, que soy Yo!”…
Aquí
tenemos precisamente la clase de historia que un pescador como Juan
atesoraría con cariño en su memoria. Siempre que la recordara la
reviviría: el gris plateado de la luz de la Luna llena (6:4 dice que
estaba cerca la Pascua que se llevaba a cabo con el plenilunio), la
aspereza de los remos en las manos cansadas, el rugido de la
tempestad, las sacudidas de la vela, el sordo murmullo del agua, la
sorprendentemente inesperada aparición de Jesús en la orilla, el
sonido de sus palabras a través de las olas enfurecidas y el golpe
de la barca al tocar tierra.
Al
recordarlo, Juan descubrió maravillas que quiso compartir con
nosotros:
a)
Recordó que Jesús siempre esta vigilante... Juan se dio cuenta de
que todo el tiempo que habían estado bregando con los remos y la
vela, la mirada amorosa de Jesús había estado sobre ellos.
b)
Recordó que Jesús vino al encuentro de ellos... Bajó de la colina
para animar a sus discípulos a hacer el esfuerzo final que los
pondría a salvo. No nos observa con distante indiferencia; cuando
faltan las fuerzas viene a darnos nuevas fuerzas para el esfuerzo
final que ha de lograr la victoria.
d)
Recordó que Jesús ayuda... Siempre estuvo con ellos y les animó a
llegar a la orilla.
d)
Jesús siempre habrá de llevarnos al buen puerto. A Juan le pareció
recordar que, tan pronto como llegó Jesús, la quilla de la barca
tocó tierra, y habían llegado a salvo.
Lección
nº 21:
EL
PAN DE VIDA
Juan
6: 22-40
Una
búsqueda interesada
Juan
6: 22-27
La
multitud se había quedado al otro lado el lago y esperaron porque se
habían dado cuenta de que no había más que una barca, y que los
discípulos se habían ido en ella sin Jesús; así es que dedujeron
que Él tendría que estar por allí cerca. Después de esperar algún
tiempo; empezaron a darse cuenta de que Jesús no volvía. Habían
llegado a la bahía algunos barcos de Tiberíades, tal vez para
refugiarse de la tormenta de la noche anterior. Los que estaban
esperando se embarcaron y volvieron así a Capernaún.
Al
descubrir; para su sorpresa, que Jesús ya estaba allí, le
preguntaron que cuándo había llegado. Jesús, sencillamente, no
contestó a la pregunta; la cosa no tenía el menor interés y entró
en materia de inmediato. “En lo único que estáis pensando es en
la comida”, les dijo. Es como si les dijera: “Estáis tan
ocupados pensando en vuestro estómago que no os acordáis de vuestra
alma”.
Hay
dos clases de hambre: el hambre física, que puede satisfacer la
comida física; y el hambre espiritual, que aquel alimento no puede
saciar.
Lo
que Jesús quería decir era que aquellos judíos no estaban
interesados nada más que en cosas materiales. Habían recibido una
comida inesperadamente gratuita y abundante, y querían más. Pero
hay otras hambres que sólo Jesús puede saciar. Está el hambre de
verdad: sólo en Jesús se encuentra la verdad de Dios. Está el
hambre de vida: sólo en Jesús encontramos vida en abundancia. Está
el hambre de amor: sólo en Jesús se encuentra el amor que sobrepuja
al pecado y a la muerte. Sólo Jesús puede satisfacer el hambre del
corazón y del alma.
Por
eso Jesús puede satisfacer el hambre de eternidad: Él es la verdad
encarnada de Dios; y Dios es el único que puede satisfacer
plenamente el hambre del alma que Él mismo ha creado.
La
obra que Dios espera
Juan
6: 28-29
Cuando
Jesús hablaba de las obras de Dios, los judíos pensaban en términos
de «buenas obras». Estaban convencidos de que se podía ganar el
favor de Dios haciendo buenas obras. Para ellos, la humanidad se
dividía en tres clases: los buenos, los malos y los de en medio;
éstos últimos, si hacían una buena obra, pasaban a la categoría
de buenos, y si mala, a la de malos. Así que, cuando los judíos le
preguntaron a Jesús sobre las obras de Dios, esperaban que
estableciera una lista de cosas. Pero no es eso lo que dice Jesús.
La
respuesta de Jesús es sumamente breve: Dijo que lo que Dios espera
de nosotros es que creamos en el que Él ha enviado. Él es quien
vino a decirnos que Dios es nuestro Padre y nos ama y quiere
perdonarnos por encima de todo.
Pero
esa nueva relación con Dios desemboca en una cierta clase de vida.
Ahora que sabemos cómo es Dios, nuestra vida tiene que reflejar ese
conocimiento: La esencia de la vida cristiana es una nueva relación
con Dios, una relación que Él nos ofrece, y que hace posible la
revelación que Jesús nos ha traído de Dios; una relación que
conduce al servicio, pureza y confianza que son un reflejo de Dios en
nuestras vidas. Esta es la obra que Dios quiere que hagamos, y para
la cual nos capacita.
Los
judíos demandan señales
Juan
6: 30-34
La
conversación es aquí típicamente judía en terminología,
trasfondo y alusiones. Jesús acababa de presentar una gran
credencial: creer en Él era la verdadera obra de Dios. “Muy bien,
-le dijeron los judíos- ¿luego Tú pretendes ser el Mesías?
¡Demuéstralo!”
Todavía
seguían pensando en la alimentación de la multitud, e
inevitablemente se retrotrajeron con el pensamiento al maná en el
desierto y los rabinos creían firmemente que, cuando viniera el
Mesías, repetiría el milagro del maná. La provisión del maná se
consideraba la obra cumbre de la vida de Moisés, y el Mesías no
podría por menos de superarla. En otras palabras: los judíos
estaban desafiando a Jesús a que produjera el pan de Dios para
justificar sus pretensiones. No consideraban que el pan que habían
comido los cinco mil era el pan de Dios en el sentido que ellos
esperaban; procedía de panes terrenales y se había multiplicado
como pan terrenal. El maná, creían, había sido otra cosa
diferente, y sería la prueba definitiva.
La
respuesta de Jesús era doble. En primer lugar, les recordó que no
había sido Moisés el que les había dado el maná, sino Dios. Y en
segundo lugar, les dijo que el maná no había sido el verdadero pan
de Dios, sino sólo un símbolo. El pan de Dios era el que había
descendido del Cielo para dar a la Humanidad, no la simple
satisfacción del hambre física, sino la vida. Jesús presentaba sus
credenciales de que la única verdadera satisfacción se encuentra en
Él.
Jesús:
El Pan de Vida
Juan
6: 35-40
Este
es uno de los grandes pasajes del Cuarto Evangelio, y de todo el
Nuevo Testamento. En él encontramos dos grandes líneas de
pensamiento que debemos tratar de analizar.
1)
En primer lugar, ¿qué quería decir Jesús con: “Yo soy el pan de
la vida”?
No
basta con tomarlo sencillamente como una frase bonita y poética.
El
pan sostiene la vida. Es algo sin lo cual la vida no puede proseguir;
pero, ¿qué es la vida? No cabe duda de que es mucho más que la
mera existencia física. La vida verdadera es la nueva relación con
Dios, esa relación de confianza y obediencia y amor que ya hemos
considerado. Esa relación sólo es posible por medio de Jesucristo;
sin Él no podemos entrar en ella. Es decir: sin Jesús puede que
haya existencia, pero no vida.
Por
tanto, si Jesús es esencial a la vida, se le puede describir como el
pan de la vida. El hambre de la situación humana termina cuando
conocemos a Cristo y, por medio de Él, a Dios. En Él el alma
inquieta encuentra reposo; el corazón hambriento encuentra
satisfacción.
2)
En segundo lugar, este pasaje nos despliega las etapas de la vida
cristiana. Vemos a Jesús en las páginas del Nuevo Testamento, en la
enseñanza de la Iglesia, a veces hasta cara a cara. Habiéndole
visto, acudimos a Él como alguien accesible y entonces creemos en
Él. Es decir, le aceptamos como la suprema autoridad acerca de Dios,
de nosotros mismos y de la vida. Eso quiere decir que no acudimos a
Él por mero interés, ni en igualdad de términos; sino,
esencialmente, para someternos. Este proceso nos da la vida. Es
decir, nos pone en una nueva relación de amor con Dios, en la que le
conocemos como nuestro Amigo íntimo; ahora podemos sentirnos a gusto
con el que antes temíamos y no conocíamos.
Esta
posibilidad es gratuita y universal. La invitación es para todos los
seres humanos. No tenemos más que aceptarlo, y ya es nuestro el pan
de la vida. El único acceso a esta nueva relación con Dios es por
medio de Jesús; sin Él nunca habría sido posible, y aparte de Él
sigue siendo imposible. No hay investigación de la mente ni anhelo
del corazón que pueda encontrar a Dios aparte de Jesús.
Detrás
de todo este proceso está Dios. Dios no se limita a proveer la meta;
también mueve el corazón para que le desee; obra en el corazón
para desarraigar la rebeldía y el orgullo que podrían obstaculizar
la entrega total. No podríamos ni siquiera empezar a buscarle si no
fuera porque Él ya nos ha encontrado.
Lo
único que puede frustrar el propósito de Dios es la oposición del
corazón humano. La vida está ahí para que la tomemos... o para que
la rechacemos.
Cuando
la tomamos entra en la vida una nueva satisfacción. El corazón
humano encuentra lo que estaba buscando, y la vida deja de ser un
mero vegetar para ser algo lleno a la vez de emoción y de paz; y
entonces tenemos seguridad hasta más allá de la muerte.
A
esta nueva y definitiva experiencia humana, sólo a través de Él,
Jesús hace referencia al definirse como el Pan de la Vida, que nos
garantiza la Vida Eterna…
Lección
nº 22:
EL
PAN DE VIDA: SU CUERPO Y SU SANGRE
Juan
6: 41-58
El
rechazo de los judíos
Juan
6: 41-51
Este
pasaje da las razones por las que los judíos rechazaron a Jesús y,
al rechazarle a Él, rechazaron la vida eterna.
Juzgaban
las cosas con una escala de valores humana y por motivos externos. Su
reacción ante las credenciales de Jesús era recordar el hecho de
que Él era el hijo del carpintero y que le habían visto crecer en
Nazaret. Eran incapaces de aceptar que Uno que era un artesano y que
procedía de una familia humilde pudiera ser un Mensajero especial de
Dios.
Dios
tiene muchos mensajeros. Su Mensaje supremo nos lo trajo un
carpintero galileo, y por eso fue por lo que los judíos lo
rechazaron.
Los
judíos se pusieron a discutir entre ellos… Lo que más les
interesaba era hacerles saber a los demás cuál era su opinión; y
lo que menos, lo que Dios pudiera pensar.
Oyeron,
pero no aprendieron. Hay diferentes maneras de escuchar. Está la
manera de la crítica; la del resentimiento; la de la superioridad;
la de la indiferencia, y la del que escucha sólo porque en ese
momento no tiene oportunidad de hablar… La única manera de
escuchar que vale la pena es la de oír y aprender; y es la única
manera de escuchar a Dios.
Los
judíos resistieron la atracción de Dios (v. 44)… Solamente
aceptan a Jesús los que Dios atrae a Él. La palabra que usa Juan
para atraer es helkyein.
Lo interesante de la palabra es que casi implica una cierta
resistencia. Se usa para tirar de una red cargadísima hacia la
orilla (Juan 21:6, 11). Se usa de cuando arrastraron a Pablo y Silas
a los magistrados en Filipos (Hechos 16:19). Es la palabra que se usa
para desenvainar o tirar de espada (Juan 18:10). Siempre implica algo
de resistencia. Dios puede atraer a las personas; pero la resistencia
de éstas a veces puede más que el tirón de Dios.
Jesús
insiste que Él es el pan de vida, lo que quiere decir que es
esencial para la vida; por tanto, el rechazar la invitación y orden
de Jesús es perder la vida, y morir…
En
la antigua historia de Números, los que rehusaron insistentemente
arrostrar los peligros de la tierra prometida después del informe de
los exploradores fueron condenados a vagar por el desierto hasta
morir. Porque se negaron a aceptar la dirección de Dios, fueron
excluidos para siempre de la tierra prometida. Los rabinos creían
que los antepasados que murieron en el desierto, no sólo se
perdieron la tierra prometida, sino también la vida por venir. El
rehusar el ofrecimiento de Cristo es perderse la vida en este mundo y
en el venidero, mientras que el aceptarla es hallar la verdadera vida
en este mundo y la gloria en el venidero.
Su
Cuerpo y su Sangre
Juan
6: 51-58
Estas
ideas serían perfectamente normales para los que conocían los
sacrificios en el mundo antiguo. La víctima rara vez se quemaba del
todo. Por lo general sólo una pequeña porción, aunque todo el
animal se ofrecía en sacrificio. Parte de la carne correspondía a
los sacerdotes por derecho de su oficio; y otra parte se devolvía a
los adoradores, que la usaban para hacer una fiesta con sus amigos en
el recinto del templo pagano. En esa fiesta se consideraba que el
dios del lugar era el huésped de honor.
Además,
una vez que la carne se había ofrecido al dios, se creía que éste
había entrado en ella y, por tanto, cuando el adorador la comía,
estaba recibiendo igualmente al dios en su cuerpo. Cuando las
personas que habían participado de la fiesta se volvían a sus
casas, creían que iban literalmente llenas de ese dios…Para los
que vivían en aquel mundo de ideas este pasaje no presentaba ninguna
dificultad.
Veamos
que quiere decir este mensaje de Jesús, refrescado por Juan:
Sin
duda que Juan nos quiere decir que, en Jesús, Dios ha asumido la
vida humana, enfrentándose con nuestras situaciones, luchando con
nuestros problemas, resistiendo nuestras tentaciones, sufriendo
nuestros dolores y desarrollando nuestras relaciones humanas.
Por
tanto, es como si Jesús dijera: “Alimentad vuestro corazón,
vuestra mente y vuestra alma con Mi humanidad… ¡acordaos de que Yo
tomé esa vida vuestra y esas luchas vuestras sobre Mí!”
El
comer el cuerpo de Cristo es alimentarnos con el pensamiento de su
humanidad hasta que nuestra propia humanidad se fortalezca y limpie e
impregne de la suya.
Jesús
dijo también que hemos de beber su sangre. En el pensamiento judío,
la sangre representa la vida. Además, para los judíos la sangre
pertenece a Dios. Cuando Jesús dice “tenéis que beber Mi sangre”
quiere decir “debéis poner Mi vida en el mismo centro de vuestro
ser; y esa vida Mía es una vida que pertenece a Dios”. Cuando
Jesús dijo que tenemos que beber Su sangre, quería decir que
tenemos que recibir Su vida en lo más íntimo de la nuestra.
¿Qué
quiere decir eso? Pensadlo así: figuraos que hay en un estante un
libro que una persona no ha leído nunca. Puede que sea el Quijote,
la más grande novela de la literatura universal; pero, mientras siga
sin leerla, estará fuera de esa persona. Un buen día la toma en sus
manos y la lee. La emociona, encanta y conmueve. Argumento y
personajes quedan en su memoria; y, a partir de entonces, siempre que
quiera, puede recuperar esa maravilla que tiene en su interior, y
recordarla y meditarla y saborearla, y alimentar su mente y su
corazón con ella. Hubo un tiempo en que aquel libro estaba fuera de
la persona. Ahora está dentro de ella, y se puede alimentar de él.
Así
sucede con todas las grandes experiencias de la vida: están fuera de
nosotros hasta que las asumimos.
Eso
es lo que sucede con Jesús. Mientras no sea para nosotros más que
el personaje de un libro, está fuera de nosotros; pero cuando entra
en nuestro corazón, podemos alimentarnos de la vida y la fuerza y la
vitalidad que Él nos da.
Pero
Juan quería decir mucho más que eso, y estaba pensando también en
la Mesa del Señor…Pero -aquí está la maravilla de este punto de
vista-Juan no nos relata la última Cena. Nos aporta su enseñanza
acerca de ella, no en el relato del Aposento Alto, sino en el de una
comida campestre, en una ladera cerca de Betsaida Julias, junto a las
aguas azules del mar de Galilea…
En
el pensamiento de Juan, la mesa de la comunión y la del comedor de
casa, la comida campestre en la playa o en la montaña se parecen en
que en todas gustamos y tocamos el pan y el vino que nos traen a
Cristo.
El
Cristianismo sería muy pobre si Cristo estuviera limitado a las
iglesias. Juan está convencido de que le podemos encontrar en
cualquier sitio, porque el mundo está lleno de Él.
Lección
nº 23:
PALABRAS
DE VIDA ETERNA
Juan
6: 59-71
“Dura
es esta palabra…”
Juan
6: 59-62
No
nos sorprende que los discípulos de Jesús encontraran difícil de
entender su predicación en la sinagoga de Capernaún.
Pero
la palabra griega que se usa aquí es skléros,
duro, que quiere decir, no difícil de entender, sino difícil de
aceptar. Los discípulos sabían muy bien que Jesús había estado
presentándose como la misma vida de Dios que había descendido del
Cielo, y que nadie podía vivir esta vida ni enfrentarse con la
eternidad sin someterse a Él.
Aquí
nos encontramos con una verdad que vuelve a aparecer en cada época.
Una y otra vez no es la dificultad intelectual lo que impide que
muchos se hagan cristianos, sino la altura de la demanda moral de
Cristo. En el corazón de toda religión tiene que haber misterio,
por la sencilla razón de que allí está Dios. Es natural que las
personas no podamos comprender plenamente a Dios. Cualquier sincero
pensador aceptará que tiene que haber misterios.
La
dificultad real del Cristianismo es doble. Demanda un acto de
rendición a Cristo, aceptarle a Él como la autoridad final; y
demanda un estándar moral de la más alta calidad…
Los
discípulos se daban cuenta de que Jesús se había presentado como
la misma vida y Mente de Dios venida a la Tierra; la dificultad de la
gente era aceptar aquello como verdad, con todas sus consecuencias.
Hasta el día de hoy hay muchos que rechazan a Cristo, no porque se
lo pone difícil al intelecto, sino porque desafía a la vida.
Jesús
continúa afirmando que algún día los hechos demostrarían que
tenía razón. Lo que decía era en realidad: “Os resulta difícil
creer que Yo soy el pan, eso esencial para la vida, descendido del
Cielo. Pues bien, no tendréis dificultad en aceptarlo cuando un día
me veáis ascendiendo de vuelta al Cielo”. Es un anuncio de la
Ascensión, definiendo a su Resurrección como la garantía de esas
credenciales que presentaba a sus oyentes… Él no fue simplemente
alguien que vivió noblemente y murió heroicamente por una causa
perdida; es el único cuyas credenciales han sido confirmadas por el
hecho de su resurrección.
El
espíritu que da vida…
Juan
6: 63
Jesús
sigue diciendo que lo único absolutamente imprescindible es el poder
vivificador del Espíritu; la carne no puede hacer nada. Podemos
expresarlo muy sencillamente de una manera que nos dará por lo menos
algo de su significado: La cosa más importante es el espíritu en el
que se realiza una acción.
El
verdadero valor de una cosa depende de su finalidad. Si comemos nada
más que por comer, somos unos glotones, y nos hará más daño que
bien; pero si comemos para mantener la vida, para cumplir mejor con
nuestro trabajo, para estar sanos, tiene sentido comer… Si uno pasa
un montón de tiempo haciendo deporte sin más, está, en el mejor de
los casos, perdiendo el tiempo. Pero si dedica un tiempo al deporte
para mantener su cuerpo en forma y así poder hacer mejor su trabajo
para Dios y sus semejantes, el deporte deja de ser algo trivial y
pasa a ser importante.
Las
cosas de la carne adquieren su verdadero valor del espíritu con que
se hacen.
Jesús
añade: “Mis palabras son espíritu y vida”. Él es el único que
nos puede decir lo que es la vida, poner en nosotros el espíritu en
que debe vivirse y darnos la fuerza para vivirla… Cristo es el
único que puede darnos un verdadero propósito en la vida, y el
poder para desarrollar ese propósito frente a la constante oposición
que nos viene de dentro y de fuera.
Los
que no creen
Juan
6: 64-65
Jesús
se daba perfecta cuenta de que algunos, no sólo rechazarían Su
ofrecimiento, sino que lo rechazarían hostilmente.
Nadie
puede aceptar a Jesús a menos que le mueva el Espíritu de Dios;
pero uno puede seguir resistiendo a ese Espíritu hasta llegar al
punto en que ya no podrá cambiar de actitud. El que le resiste es
excluido, no por Dios, sino por su misma actitud.
Reacciones
ante Cristo
Juan
6: 66-71
Aquí
tenemos un pasaje henchido de tragedia, porque es el principio del
fin. Había habido un tiempo cuando la gente venía a Jesús en
grandes multitudes. Cuando estuvo en Jerusalén para la Pascua,
muchos vieron sus milagros y creyeron en su Nombre (2:23). Tantos
vinieron a que los bautizaran los discípulos de Jesús que su número
creaba problemas (4:1, 39, 45). En Galilea, la muchedumbre había
salido en su seguimiento el día antes (6:2)…
Pero
ahora el cariz había cambiado; desde ahora en adelante habría un
odio creciente que culminaría en la Cruz… Juan nos introduce en el
último acto de la tragedia. Son circunstancias así las que revelan
los corazones de las personas y las muestran tal como son en
realidad. En estas circunstancias había tres actitudes ante Jesús.
a)
Hubo defección. Algunos se volvieron atrás y dejaron de andar con
Jesús… Se fueron separando por varias razones.
Algunos
vieron claramente hacia dónde se dirigía Jesús. Uno no se podía
desafiar a las autoridades como Él lo estaba haciendo y salirse con
la suya. Eran seguidores de conveniencia. Se ha dicho que el temple
de un ejército se ve en cómo pelea cuando está cansado. Los que se
marcharon habrían permanecido con Jesús siempre que su carrera
hubiera estado en ascenso; pero a la primera sombra de la Cruz le
dejaron.
Otros
esquivaron el desafío de Jesús. Su punto de vista era que habían
venido a Jesús para sacar algo; cuando fueron desafiados a dar se
volvieron… Nadie puede dar tanto como Jesús; pero, si acudimos a
Él solamente para recibir y nunca para dar, seguro que acabaremos
por volverle la espalda. La persona que quiera seguir a Jesús debe
tener presente que en su seguimiento hay siempre una cruz.
b)
Hubo deterioro. Esto lo vemos especialmente en Judas… Jesús debe
de haber visto en él un hombre que Él podía usar en su obra. Pero
Judas, que podría haber llegado a ser un héroe, resultó un
villano; podría haber sido un santo y se volvió un traidor…
Hay
una terrible historia de un artista que estaba pintando la última
Cena. Era un gran cuadro, y le llevó muchos años. Como modelo para
el rostro de Cristo usó a un joven de rostro transparente en su
nobleza y pureza. Poco a poco fue completando el cuadro con los
rostros de cada uno de los discípulos, hasta que le llegó el día
en que necesitaba un modelo para Judas, al que había dejado para el
final. Salió a buscar su tipo en los barrios más bajos de la ciudad
y en las guaridas del vicio. Por fin encontró a uno cuya cara era
tan depravada y viciosa que cumplía los requisitos. Cuando estaba
para terminar el tiempo que tenía que posar, aquel hombre le dijo al
artista: “Tú ya me habías pintado antes… Yo fui el modelo para
tu Cristo”… Los años habían obrado un terrible deterioro.
c)
Hubo resolución… Esta es la versión que Juan nos da de la gran
confesión de Pedro en Cesarea de Filipo (Marcos 8:27; Mateo 16:13;
Lucas 9:18). Fue precisamente una situación así la que produjo la
lealtad del corazón de Pedro. Para él, el hecho era que no había
absolutamente nadie al que ir después de haber estado con Jesús.
Por decirlo de alguna manera, Jesús era el único que tenía
palabras de vida eterna.
La
lealtad de Pedro tenía sus raíces en su relación personal con
Jesucristo. Habría muchas cosas que Pedro no entendía; estaría a
veces tan confuso y despistado como cualquier otro. Pero había algo
en Jesús por lo que habría estado dispuesto a morir.
En
último análisis, el Cristianismo no es una filosofía que podemos
aceptar, ni una teoría a la que nos adherimos. Es una respuesta
personal a Jesucristo. Es la lealtad y el amor que da una persona
porque el corazón no le deja hacer otra cosa.
Lección
nº 24:
REACCIONES
Y OPINIONES FRENTE A JESÚS
Juan
7: 1-13 (y siguientes)
Los
tiempos de Jesús
Juan
7: 1-9
La
fiesta de los Tabernáculos caía a finales de septiembre o
principios de, octubre. Era una de las fiestas de guardar, y todos
los varones israelitas que vivieran a menos de veinticinco kilómetros
de Jerusalén estaban obligados a asistir. Pero los judíos
practicantes de más lejos también procuraban ir. Duraba ocho días
en total.
Cuando
Jesús llegó a su casa, sus hermanos le empujaron para que fuera a
Jerusalén; pero Jesús no hizo caso de sus razonamientos, y fue en
su momento.
Hay
una cosa exclusiva de este pasaje que debemos advertir. Según la
versión Reina-Valera (versículo 6), Jesús dice: «Mi tiempo aún
no ha llegado.» Jesús hablaba a menudo acerca de su tiempo o su
hora. Pero aquí hay una palabra diferente, que no usa nada más que
aquí. En los otros pasajes (Juan 2:4; 7:30; 8:20; 12:27), la palabra
que usa Jesús, o Juan, es hora, que quiere decir la hora señalada
por Dios. Pero en este pasaje la palabra es kairos,
que propiamente quiere decir estación propicia, oportunidad; es
decir, el mejor momento para hacer algo… Está diciendo que ése no
era el momento que podía ofrecerle la oportunidad que estaba
esperando.
Esto
explica por qué Jesús más tarde sí fue a Jerusalén. Mucha gente
se sorprende de que Jesús dijera primero a Sus hermanos que no iría,
y luego fue. Pero lo que Jesús dijo fue sencillamente: “El momento
no es oportuno”. Así es que retrasó su marcha hasta en medio de
la fiesta; porque el llegar cuando toda la gente ya estuviera reunida
y expectante le daría una oportunidad mucho mejor que si hubiera ido
al principio.
En
este pasaje aprendemos dos cosas.
a)
Es imposible manipular a Jesús…Era natural que le dijeran a Jesús
que fuera a Jerusalén para que sus partidarios vieran lo que podía
hacer. Pero Él hace las cosas, no en el tiempo de los hombres, sino
en el de Dios. La impaciencia humana tiene que aprender a esperar en
la sabiduría de Dios.
b)
Es imposible tratar a Jesús con indiferencia. No importaba cuándo
fueran a Jerusalén los hermanos de Jesús, porque no iba a pasar
nada porque fueran, ni se iba a notar su presencia. Pero el que fuera
Jesús era algo muy diferente. Jesús tenía que escoger su momento
porque, cuando Él llega, suceden cosas.
Reacciones
y opiniones frente a Jesús
Juan
7: 10-13
Jesús
eligió su momento, y fue a Jerusalén… Y uno de los puntos
supremamente interesantes de este capítulo son las diferentes
reacciones que nos cuenta que se produjeron entre la gente.
a)
Tenemos la reacción de sus hermanos (versículos 1-5).
Reaccionaron
realmente burlándose y tomándole el pelo despectivamente. No creían
en Él; estaban provocándole como si se tratara de un chiquillo
travieso.
b)
Tenemos el odio declarado de los fariseos y de los principales
sacerdotes (versículos 7 y 19). No le odiaban por la misma razón;
porque, de hecho, se odiaban entre sí. Los fariseos odiaban a Jesús
porque pasaba por sobre sus mezquinas reglas y normas. Si Él tenía
razón, ellos no la podían tener; y amaban su propio sistema más de
lo que amaban a Dios. Los saduceos eran un partido político. No
observaban las reglas y normas de los fariseos. Colaboraban con los
dominadores romanos, y gozaban de una situación muy cómoda y hasta
lujosa. No querían un Mesías; porque cuando viniera se
desintegraría su posición política y se les acabarían los
privilegios… Odiaban a Jesús porque interfería en sus intereses
creados, que eran para ellos algo mucho más importante que las cosas
de Dios.
Ambas
reacciones confluían en un deseo ardiente de eliminar a Jesús
(versículos 30 y 32).
c)
Tenemos el desprecio arrogante (versículos 15, 47-49). ¿Qué
derecho tenía este Hombre para venir a establecer su ley?
Jesús
no tenía títulos académicos; no había estudiado en las escuelas
rabínicas. ¿Qué persona inteligente iría a escucharle? Aquí
tenemos la reacción de los intelectuales presumidos.
d)
Tenemos la reacción de la multitud. Tenía dos caras; la primera era
una reacción de interés (versículo 11). Jesús es la figura más
interesante de la Historia… Y la segunda fue la reacción de la
discusión (versículos 12 y 43). Se hablaba de Jesús; se
presentaban puntos de vista acerca de Él; se debatía su persona.
Aquí hay tanto de valor como de peligro. El valor es que nada ayuda
a aclarar nuestra opinión tanto como contraponerla a las de los
demás. El peligro es que la religión se puede convertir muy
fácilmente en una cuestión de discusión y de debate que se
prolonga toda la vida sin llegar a nada.
En
este capítulo hay una serie de veredictos sobre Jesús.
a)
Hay un veredicto de que era una buena persona (versículo 12). Ese
veredicto es verdad, pero no es toda la verdad. Cuando Él habla, es
Dios hablando a la humanidad; el Cristianismo no consiste en discutir
sus mandamientos, sino en cumplirlos.
b)
Hay un veredicto de que era un profeta (Versículo 40).
También
eso es verdad. El profeta es uno que anuncia la voluntad de Dios, uno
que ha vivido tan cerca de Dios que conoce su pensamiento y
propósito; pero hay una gran diferencia entre un profeta y Jesús.
Jesús tiene derecho a hablar, y su autoridad no es delegada, sino
que le es propia.
c)
Hay un veredicto de que era un loco que vivía fuera de la realidad
(versículo 20). La disyuntiva es: o Jesús es la única Persona
totalmente sana que ha habido en el mundo, o es un loco. Escogió la
Cruz cuando hubiera podido tener el poder. Fue el Siervo doliente
cuando hubiera podido ser un rey conquistador. Lavó los pies de sus
discípulos cuando hubiera podido tener a toda la humanidad a sus
pies. Vino para servir cuando hubiera podido someter al mundo entero
a su servicio…Era al revés: Él puso la escala de valores del
mundo patas arriba porque trajo a un mundo loco la suprema sensatez
de Dios.
d)
Hay un veredicto de que era un hereje. Las autoridades judías vieron
en Él a uno que estaba desviando a la gente de la verdadera
religión…Está bien claro que, si preferimos nuestra idea de la
religión a la suya, nos parecerá un hereje; y una de las cosas más
difíciles del mundo es el reconocer que se está en un error.
e)
Hay un veredicto de que era un valiente (versículo 26). Nadie podrá
jamás dudar de su coraje. Tenía valor moral para desafiar los
convencionalismos y ser diferente. Le vemos aquí entrando
valientemente en Jerusalén sabiendo que era para Él como la cueva
de los leones
f)
Hay un veredicto de que tenía la personalidad más dinámica
(versículo 46): El veredicto de los alguaciles que mandaron a
prenderle en el templo y volvieron con las manos vacías fue que
nunca había hablado nadie como Él.
g)
Hay un veredicto de que era el Cristo, el Ungido de Dios. Es un hecho
innegable que Jesús no encaja en ninguna de las categorías humanas
que hay disponibles; sólo la categoría de lo divino le pertenece
por derecho propio.
Vemos
también la reacción de temor de la multitud (versículo 13).
Hablaban de Él, pero tenían miedo de hacerlo en voz demasiado alta.
El miedo puede impedir que se proclamen las convicciones; pero el
cristiano no debe tener miedo de decirle al mundo que cree en
Jesucristo.
Y
la reacción de algunos de la multitud fue la fe (versículo 31).
Eran hombres y mujeres que no podían negar lo que les resultaba
evidente. Oían lo que decía Jesús; veían lo que hacía; recibían
el impulso de su dinamismo, y creían en Él. Cuando una persona se
desembaraza de sus prejuicios y temores no tiene más remedio que
acabar creyendo.
La
reacción de Nicodemo fue defender a Jesús (versículo 50). En aquel
concilio de las autoridades judías, la suya fue la única voz que se
levantó en su defensa. Ahí está el deber de todos nosotros. Ian
Maclaren solía decirles a sus alumnos cuando predicaban: «¡Decid
algo bueno de Jesús!» Hoy vivimos en un mundo hostil al Evangelio
de muchas maneras y en muchos sitios; pero lo sorprendente es que la
gente no ha estado nunca tan dispuesta a hablar de Cristo y a
discutir de religión. Vivimos en una generación en la que es fácil
ganarse el título de los reyes de «Defensor de la fe.» Dios nos ha
dado el privilegio de poder
ser
abogados y defensores de Cristo frente a las críticas, y hasta las
burlas, de los que no le conocen, pero le necesitan desesperadamente.
Lección
nº 25:
LA
AUTORIDAD DE JESÚS Y EL TIEMPO DE BUSCARLE
Juan
7: 13-36
La
Autoridad suprema
Juan
7: 13-18
Esta
sección y la siguiente deberían aparecer después de 5:47. El
capítulo 5 nos relata la curación del inválido de la piscina.
Jesús realizó ese milagro en sábado, y las autoridades judías lo
consideraron un quebrantamiento de aquel día santo. En su defensa
Jesús cita los escritos de Moisés, y dice que, si los judíos de
veras supieran lo que esos escritos querían decir y los creyeran,
también creerían en Él. El capítulo termina: “Si hubierais
creído a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribía acerca
de mí.
Pero,
si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer mis palabras?”
(Juan 5:47).
Si
pasamos directamente de ahí a 7:15-24 obtenemos muy buen sentido.
Jesús acaba de referirse a los escritos de Moisés, y los líderes
judíos expresan su sorpresa diciendo: “¿Cómo es que sabe leer
este sin haber estudiado?”.
La
objeción que le hacían a Jesús era que era un iletrado. Jesús no
había estudiado en las escuelas rabínicas. La costumbre era que no
se permitía explicar las Sagradas Escrituras y hablar de la Ley nada
más que a los discípulos de maestros reconocidos…Y aquí estaba
ese Carpintero galileo, que no tenía estudios de ninguna clase, y
que se atrevía a citar y a explicar nada menos que lo que había
dicho Moisés.
Pero
Jesús se presentaba como discípulo de Dios… De hecho, esta es una
afirmación que hizo repetidas veces (Juan 12: 49; Juan 14:10).
Además,
Jesús establece a continuación una verdad. Sólo los que hacen la
voluntad de Dios pueden comprender de veras su enseñanza. Ésa no es
una verdad teológica, sino universal. Aprendemos haciendo… Un
médico puede aprender la técnica de la cirugía de los libros; pero
eso no le hará cirujano; tiene que aprender haciendo…
Así
sucede con la vida cristiana. Si esperamos hasta comprenderlo todo
para ponerlo por obra, nunca empezaremos. Pero, si empezamos a hacer
la voluntad de Dios hasta donde la conocemos, la verdad de Dios se
nos hará más y más clara.
Recordemos
que es muy probable que este pasaje debería venir realmente detrás
de la historia de la curación del inválido de Betesda. Han acusado
a Jesús de impiedad porque devolvió la salud a uno en sábado, y Él
pasa a demostrar que estaba buscando solamente la gloria de Dios, y
que no había ninguna mala intención en su obra.
Un
argumento sabio
Juan
7: 19-24
Antes
de empezar a considerar este pasaje en detalle; debemos aclarar una
cuestión. Tenemos que darnos cuenta de que, en esta escena, tiene
lugar un debate entre Jesús y los líderes de los judíos en medio
de una multitud de espectadores. Jesús está justificando su acción
de sanar a un enfermo en sábado, que era técnicamente un
quebrantamiento de la ley tradicional concerniente a ese día.
Jesús
empieza diciendo que Moisés les dio la Ley, pero que no hay ni uno
entre ellos que la cumpla perfectamente… Entonces, si Él
quebrantó la ley para sanar a un enfermo, ¿por qué ellos, que
quebrantan la ley, están tratando de matarle?
En
este punto, la gente interrumpe el debate con la exclamación:
“¡Estás loco! ¿Quién es el que está pensando matarte?” La
gente todavía no se ha dado cuenta del odio que sus líderes le
tienen a Jesús, ni de su malvado designio de eliminarle.
Pero
Jesús continúa con su razonamiento. La ley establecía que había
que circuncidar a los niños al octavo día de su nacimiento
(Levítico 12:3). Estaba claro que ese día caería frecuentemente en
sábado; y la ley concretaba que “todo lo necesario para la
circuncisión se podía hacer en sábado”.
Jesús
les dice: “Vosotros decís que cumplís a rajatabla toda la ley que
os ha venido por medio de Moisés que prohíbe que se haga ningún
trabajo en sábado, y catalogáis como trabajo toda clase de atención
médica que no sea absolutamente necesaria para salvar una vida. No
obstante, permitís que se lleve a cabo la circuncisión en sábado…
¿Cómo podéis, razonablemente, culparme por darle a un hombre la
salud completa de todo su cuerpo cuando vosotros os permitís mutilar
cuerpos el sábado?”. Ese era una razonamiento sumamente
inteligente y que se basaba en los mismos principios de la ley de
Dios.
Un
pasaje como este puede que nos resulte lejano; pero, cuando lo
leemos, podemos admirar la clara, profunda y lógica mente de Jesús
en acción, y podemos observarle saliendo al paso a los más sabios y
agudos hombres de su tiempo con sus propias armas y en sus propios
términos; y ver cómo los derrotaba.
“Él
me envió…”
Juan
7: 14, 25-30
Ya
hemos visto que es probable que los versículos 15-24 deban colocarse
detrás de 5:47; así que, para restablecer la conexión, pasamos del
versículo 14 al 25.
La
gente se sorprendió de encontrar a Jesús predicando en el recinto
el templo; se sorprendieron de ver el valor con que desafiaba a las
autoridades, y más aún de que le permitieran enseñar públicamente.
De pronto se les ocurrió una posibilidad sorprendente: “¿Podría
ser que este fuera el Mesías?”
Pero
tan pronto como se les ocurrió aquella idea, la rechazaron. Y la
razón era que ellos sabían que Jesús era de Nazaret, y quiénes
eran sus padres, hermanos y hermanas. Su identidad no tenía ningún
misterio como ellos esperaban del Mesías…
(Esta
creencia era característica de una cierta actitud mental que
prevalecía entre los judíos y que no ha desaparecido ni mucho
menos: la que busca a Dios en lo extraordinario. La enseñanza del
Evangelio es precisamente la inversa. Si Dios sólo está en lo
sobrenatural, está muy poco en el mundo; mientras que, si está en
las cosas normales, está siempre presente y en todo. El Cristianismo
no considera este mundo como un lugar que Dios visita raras veces,
sino como un mundo del que Dios no está nunca ausente)
En
respuesta a estas objeciones, Jesús hizo dos afirmaciones, ambas
escandalizadoras para la gente y para las autoridades:
Dijo
que era verdad que sabían quién y de dónde era Él; pero era
igualmente verdad que, en último término, Él había venido
directamente de Dios. Y en segundo lugar, dijo que ellos no conocían
a Dios, pero Él sí… Era todo un insulto el decirle al pueblo de
Dios que no conocían a Dios, y una pretensión increíble la de
decir que Él, Jesús, era el único que le conocía, que estaba en
una relación única y exclusiva con Dios de la que no participaba
nadie más.
Hasta
aquí, las autoridades le habían tenido por un revolucionario que
quebrantaba el sábado, lo cual era ya para ellos un crimen
considerable; pero desde ahora ya no sería culpable sólo de
quebrantar el sábado, sino del pecado supremo de blasfemia. Tal como
ellos lo veían, Jesús hablaba de Israel y de Dios de una manera que
ningún ser humano tenía derecho a emplear.
El
tiempo de buscarle…
Juan
7: 31-36
Algunos
de la multitud creyeron que Jesús era el Ungido de Dios, porque
nadie podría hacer obras más importantes que las que estaba
haciendo Jesús. Esa había sido la prueba que había usado el mismo
Jesús cuando Juan el Bautista estaba en duda sobre si era Él el que
había de venir o si tenían que esperar a otro (Mateo 11:1-6). El
mismo hecho de que hubiera algunos que estaban vacilando en la misma
línea de la aceptación movió a las autoridades a la acción.
Enviaron alguaciles, probablemente la policía del templo, a arrestar
a Jesús. Jesús dijo que estaría con ellos poco tiempo más, pero
que llegaría un día cuando le buscaran, no para detenerle, sino
para obtener lo que sólo Él podría darles, pero sería demasiado
tarde.
Jesús
quería decir que volvería al Padre; pero sus oyentes no le
entendieron…
Hacía
siglos que los judíos estaban desperdigados por todo el mundo… Se
le llamó y llama “la diáspora”… Es la palabra que usa aquí
la gente: “¿Será que Jesús se va a ir a la diáspora, entre los
griegos?”…
Jesús
dice: “Me buscaréis, pero no me encontraréis” (v. 34)… Mucho
tiempo atrás, el antiguo profeta había unido las dos frases en un
dicho maravilloso: “Buscad al Señor mientras puede ser hallado”
(Isaías 55: 6). Lo que Jesús les estaba diciendo:”Podéis
despertar a un sentimiento de vuestra necesidad demasiado tarde”...
Lección
nº 26:
RIOS
DE AGUA VIVA
Juan
7: 37-52
La
Fuente de Agua Viva
Juan
7: 37-44
Todos
los acontecimientos de este capítulo tuvieron lugar durante la
fiesta de los Tabernáculos; y, para entenderlos adecuadamente
debemos conocer el significado y un poco del ritual de aquella
fiesta.
La
fiesta de los Tabernáculos era la tercera de las tres grandes
fiestas judías de guardar a las que estaban obligados a asistir
todos los varones que vivieran a menos de veinticinco kilómetros de
Jerusalén: la Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Caía
corrientemente a finales de septiembre, el 15 del séptimo mes
hebreo. Como todas las grandes fiestas judías, tenía un doble
significado.
En
primer lugar, tenía un significado histórico. Recibió su nombre
del hecho de que, mientras duraba, las familias salían de sus casas
y vivían en chozas. El significado histórico de todo esto era
recordarle al pueblo de una manera inolvidable que en su pasado
habían sido peregrinos por el desierto sin techo sobre sus cabezas
(Levítico 23:40-43).
En
segundo lugar, tenía una significación agrícola. Era sobre todo
una fiesta de acción de gracias por la cosecha. Algunas veces se la
llamaba la fiesta de la cosecha (Éxodo 23:16; 34:22); y era la más
popular de todas. Por esa razón, a veces se la llamaba simplemente
la fiesta (1 Reyes 8:2), y a veces la fiesta del Señor (Levítico
23:39). No se daban las gracias sólo por una cosecha, sino por todas
las cosas buenas de la naturaleza que hacían la vida posible y
feliz. No era una fiesta sólo para los ricos, sino que se establecía
que el siervo, el extranjero, la viuda y el pobre habían de
participar de la alegría general.
Una
ceremonia especial está íntimamente relacionada con este pasaje y
con las palabras de Jesús. Seguramente la tendría en mente cuando
habló, y es posible que hasta sirvió de escenario natural a Sus
palabras. Todos los días de la fiesta venía al templo la gente con
sus ramas de palmera y de sauce, y formaba con ellas una especie de
pasillo que daba la vuelta al altar mayor. Al mismo tiempo, un
sacerdote llevaba una vasija de oro de litro y medio al estanque de
Siloé y la llenaba de agua. Luego volvía y entraba por la puerta
del Agua mientras la gente recitaba Isaías 12:3: « ¡Sacad con gozo
aguas de las fuentes de la salvación!» El agua se subía al altar
del templo y se derramaba como una libación al Señor. Toda aquella
ceremonia dramática era una acción de gracias por el don de Dios
del agua, y una oración por la lluvia, y un recuerdo de cuando salió
agua de la roca cuando el pueblo estaba en el desierto. El último
día de la fiesta, esta ceremonia era especialmente impresionante,
porque daban siete vueltas al altar en memoria de la marcha de siete
vueltas alrededor de las murallas de Jericó, que cayeron e Israel
conquistó la ciudad.
En
ese contexto, y tal vez en ese mismo momento, resonó la voz de
Jesús: “¡El que tenga sed; que venga a Mí a beber!” Estaba
usando aquel momento dramático para trasladar el pensamiento de la
gente a la sed de Dios y de las cosas eternas.
Puede
que Jesús se refiera a la persona que viene a Él y le acepta:
tentará en su interior un río de agua refrescante. Sería otra
manera de decir lo que le dijo Jesús a la Samaritana (Juan 4:14). El
sentido sería que Jesús podía dar a las personas el caudal
vivificador del Espíritu Santo.
Otra
interpretación es que “los ríos de agua viva correrán por sus
entrañas” se refiere al mismo Jesús y a su Cuerpo, que es la
Iglesia. El agua representa la purificación que recibimos en el
Bautismo…Bien puede ser que Juan esté pensando en Jesús como la
fuente de la que fluye la corriente purificadora.
En
este pasaje hay algo sorprendente en el versículo 39: “Pues aun no
había venido el Espíritu Santo”
El
Espíritu Santo ha existido siempre; pero no llegó a ser una
realidad en la Iglesia hasta el día de Pentecostés. Como se ha
dicho acertadamente: «No podía haber Pentecostés sin Calvario.»
Es necesario conocer a Jesús antes de experimentar el Espíritu.
Debe
entenderse que antes, el Espíritu había sido un Poder; pero ahora
es una Persona, porque ha llegado a ser para nosotros nada menos que
la presencia del Señor Resucitado, siempre con nosotros.
Debemos
fijarnos en cómo termina este pasaje. Algunos tomaron a Jesús por
el Profeta que había prometido Moisés (Deuteronomio 18:15). Otros
creyeron que era el Ungido de Dios. Y se produjo una discusión sobre
si el Mesías tenía que venir de Belén o no. Esa es la tragedia: la
gran experiencia espiritual acabó en la aridez de una discusión
teológica.
Admiración:
“Ningún hombre ha hablado así…”
Juan
7: 45-49
Aquí
tenemos algunas reacciones espontáneas a Jesús.
La
reacción de los alguaciles fue de sorprendida admiración. Habían
acudido con la intención de arrestar a Jesús, y habían vuelto sin
Él porque en la vida habían oído a nadie hablar como Él.
Realmente, el escuchar a Jesús es una experiencia sin igual para
cualquier persona.
La
reacción de los principales sacerdotes y los fariseos fue de
desprecio. Los fariseos usaban una frase para describir a la gente
normal y corriente que no observaba los millares de reglitas de la
ley ceremonial. Los llamaban am
ha-áretz,
la gente de la tierra, y los despreciaban olímpicamente. El casar a
una hija con uno de ellos era como exponerla atada a una fiera
salvaje.
“Las
masas que no conocen la Ley son malditas”... La ley rabínica
decía: “Se establecen seis cosas con respecto a la gente de la
tierra: no des testimonio a su favor; no aceptes su testimonio; no
les confíes ningún secreto; no los nombres tutores de ningún
menor; no los pongas a cargo de fondos de caridad, y no los aceptes
como compañeros en ningún viaje”.
A
los fariseos les estaba prohibido invitar o aceptar una invitación
de ninguno de la gente de la tierra. Estaba establecido que, hasta
donde fuera posible, ni se les comprara ni se les vendiera nada. En
su orgullo aristocrático y soberbia espiritual, los fariseos miraban
por encima del hombro a las personas sencillas. Su razonamiento era:
“Ninguno de los intelectuales y piadosos ha creído en Jesús. Sólo
Le aceptan los ignorantes”. Es terrible el que una persona se crea
demasiado culta o demasiado buena para necesitar a Jesucristo. Y es
algo que sigue pasando.
Una
reacción tímida
Juan
7: 50-52
La
reacción de Nicodemo fue una reacción tímida, porque no defendió
abiertamente a Jesús. Sólo se atrevió a citar algunas máximas
legales que eran pertinentes. La Ley establecía que todos tenían
derecho a que se les hiciera justicia (Éxodo 23:1; Deuteronomio
1:16); y parte de la justicia era y es que se le permita a uno
exponer su caso, y no condenarle por información de segunda mano.
Los fariseos pretendían saltarse la Ley; pero está claro que
Nicodemo no llevó su protesta más adelante. El corazón le decía
que debía defender a Jesús, pero la cabeza le decía que no se
buscara líos. Los fariseos le lanzaron unos tópicos de los suyos, y
le dijeron que no podía salir ningún profeta de Galilea, y hasta se
burlaron de él preguntándole si es que tenía algo que ver con esa
gentuza. Y, al parecer, él no dijo nada más.
Es
frecuente el que uno se encuentre en una situación en la que le
gustaría defender a Jesús y confesar su fe. A menudo se hace una
defensa tibia, y después hay que callarse... Pero, aunque la lealtad
a Cristo pueda suponer una cruz en la Tierra, seguro que nos
reportará una corona en la eternidad.
Lección
nº 27:
COMPASIÓN
POR UNA PECADORA Y LA LUZ DEL MUNDO
Juan
7: 53-20
Miseria
y Misericordia
Juan
7: 53 - 8:11
Los
escribas y fariseos se habían lanzado a buscar alguna acusación
para desacreditar a Jesús; y aquí creían que le podrían colocar
entre la espada y la pared de manera que no tuviera salida; así es
que los escribas y fariseos le trajeron a Jesús a una mujer que
había sido sorprendida en adulterio.
Desde
el punto de vista de la ley judía, el adulterio era un grave delito.
El adulterio era uno de los tres pecados más graves, y se castigaba
con la pena de muerte (Levítico
20:10; Deuteronomio 22: 23-24)…
El
dilema en que pensaban meter a Jesús era el siguiente. Si decía que
la mujer tenía que ser apedreada, había dos consecuencias: La
primera, que Jesús perdería su reputación de piadoso y la segunda,
que entraría en conflicto con la ley romana, que prohibía a los
judíos dictar y ejecutar sentencia de muerte. Si decía que había
que perdonar a la mujer, dirían inmediatamente que Jesús enseñaba
a quebrantar la ley de Moisés, y que estaba condonando y hasta
fomentando el adulterio… Pero Él le dio la vuelta al juicio de tal
manera que hizo recaer la acusación contra los acusadores.
Al
principio, Jesús estaba inclinado y escribiendo en el suelo con el
dedo. Algunos manuscritos añaden: “Como si no los hubiera oído”.
Puede que Jesús obligara deliberadamente a los escribas y fariseos a
repetir la acusación, para que se dieran cuenta del sadismo que
encerraba.
Otros
sugieren que Jesús estaba escribiendo en la tierra los pecados de
los mismísimos hombres que habían acusado a la mujer. Puede que
fuera eso. La palabra griega normal para escribir es grafein;
pero
aquí se usa katagrafein,
que
puede querer decir redactar
un informe contra alguien… Fuera
como fuera, los escribas y fariseos seguían reclamando una
respuesta, y la recibieron. Jesús les dijo: “¡Está bien!
¡Apedreadla! ¡Pero que el que de vosotros esté sin pecado sea el
que tire la primera piedra!”… Bien puede ser que la palabra para
sin
pecado (anamartétos)
quiera
decir, no sin
pecado, sino
sin
deseo pecaminoso. Se
hizo el silencio y, lentamente, los acusadores fueron desapareciendo.
Y quedaron solos Jesús y la mujer. Como expresó Agustín: “Quedaron
solos una gran miseria
y una gran
misericordia”.
Jesús
dijo a la mujer: “¿No te ha condenado nadie?”; “Nadie, Señor”
-contestó ella. Y Jesús le dijo-: “Entonces, Yo tampoco te voy a
sentenciar ahora. Ve, y empieza tu vida de nuevo, y no peques más”
Este
incidente nos presenta gráfica y cruelmente la
actitud de los escribas y
fariseos hacia
la gente. No
miraban a esta mujer como la persona que era, sino como un objeto,
como un instrumento del que se podían valer para formular una
acusación contra Jesús… Pero Dios usa su autoridad para hacer que
las personas se hagan buenas a base de amarlas; para Dios, una
persona no se convierte nunca en una cosa. Además, este incidente
nos dice mucho de Jesús y de su actitud hacia los pecadores.
Él
dijo “No juzguéis, y no os expondréis al juicio” (Mateo
7:1) y también
dijo que el que se aventurara a juzgar a su hermano sería como el
que tuviera una viga metida en el ojo
y
tratara de limpiar una motita que tuviera en el ojo
otra
persona (Mateo
7:3-5). Una
de las faltas más corrientes de la vida es la de tantos de nosotros
que exigimos niveles a otros que nosotros ni siquiera tratamos de
alcanzar; y tantos de nosotros condenamos faltas en otros que están
bien a la vista en nuestra propia vida.
Para
Jesús nuestra primera reacción hacia alguien que ha cometido un
error debe ser la compasión. Sencillamente, debemos aplicar a los
demás la misma misericordia compasiva que querríamos que se nos
mostrara si nos viéramos en una situación semejante.
Es
muy importante que comprendamos exactamente cómo trató Jesús a
aquella mujer. Es fácil sacar una impresión totalmente errónea, y
llegar a la conclusión de que Jesús perdonó con ligereza y
facilidad, como si el pecado no tuviera importancia. Lo que Él dijo
fue: “Yo no te voy a condenar ahora mismo; vete,
y no peques más”. Lo
que hizo fue algo así como aplazar
la sentencia probando a la mujer…
La actitud de Jesús implicaba una
segunda oportunidad. En
Jesús tenemos el Evangelio de la segunda oportunidad. Él está
siempre intensamente interesado, no sólo en lo que una persona ha
sido, sino en lo que puede llegar a ser. También implicaba
compasión.
La
diferencia fundamental que había entre Jesús y los escribas y
fariseos era que ellos querían condenar; y Él, perdonar. Jesús
miraba a los pecadores con una compasión nacida del amor…
Y
también implicaba un desafío.
Jesús
enfrentó a esta mujer con el desafío de una vida sin pecado. Le
dijo: “Vete, y no peques más”. No era un perdón fácil, sino un
desafío que le indicaba a la mujer cambiar su vida… Jesús opone a
una vida mala el desafío de una vida buena.
Jesús,
la Luz del Mundo
Juan
8: 12-20
El
escenario de esta discusión con las autoridades judías fue el lugar
en que se hacían las ofrendas del templo, que estaba en el atrio de
las mujeres. El atrio más exterior era el de los Gentiles; el
segundo, éste, el de las mujeres, que se llamaba así porque las
mujeres no podían entrar más adentro. En el lugar de las ofrendas
siempre habría un constante fluir de gente entrando y saliendo.
Sería el lugar ideal para conseguir una audiencia de gente piadosa
para impartir enseñanza.
En
este pasaje, Jesús se presenta diciendo: “Yo soy la luz del
mundo”… La fiesta en la que Juan coloca estas palabras de Jesús
era la de los Tabernáculos, como ya hemos visto. Pero había otra
ceremonia conectada con esta fiesta: la Iluminación del Templo.
Tenía lugar en el atrio de las mujeres, que estaba rodeado de unas
galerías anchas, aptas para albergar gran número de espectadores.
En el centro se colocaban cuatro candelabros inmensos. Cuando caía
la tarde, los encendían, y se decía que lanzaban tal resplandor que
iluminaba los patios de toda Jerusalén y duraba hasta el amanecer…
Entonces Jesús dijo: “Yo soy la
luz del mundo y,
para todos los que me sigan, habrá luz, no sólo una noche
maravillosa, sino a lo largo de todo el camino de la vida… Yo soy
la Luz que dura para siempre”.
Dijo
también: “El que me siga, no andará en las tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida”... La
luz de la vida quiere
decir o la luz que irradia la fuente de la vida, o la luz que da la
vida. En este pasaje quiere decir las dos cosas. Jesús es la misma
Luz de Dios que ha venido al mundo; y es también la Luz que da la
vida al mundo.
En
este pasaje, Jesús habla de seguirle
a Él. Es
una expresión que usamos a menudo, y animamos a otros a seguir a
Jesús. La palabra griega para seguir
es
akoluthein;
y sus significados
se combinan para lanzar un raudal de luz sobre lo que quiere decir
seguir
a Jesús. Akoluthein
tiene
cinco sentidos diferentes pero íntimamente relacionados: Se usa para
el soldado que sigue a su capitán. En las largas marchas, a las
batallas o en las campañas en tierras extrañas, el soldado sigue a
su capitán adonde le dirija. Se usa para un esclavo que acompaña a
su amo. Dondequiera que vaya el amo, el eslavo está a su servicio.
Se usa para aceptar el parecer de un sabio consejero. Cuando estamos
indecisos, acudimos a un experto en la materia y, si somos sensatos,
seguiremos el consejo que nos da. Se usa a menudo para el prestar
obediencia a las leyes del municipio o del estado. Si hemos de ser
miembros útiles de una sociedad o ciudadanos de un estado, tendremos
que estar de acuerdo con cumplir sus leyes. Y se usa para el seguir
el razonamiento de un maestro, o de una enseñanza… Preguntamos a
veces a los que nos están escuchando: “¿Me sigues?”…»
Ser
seguidores de Cristo es entregarnos en cuerpo, alma y espíritu a la
obediencia del Maestro; y entrar en su seguimiento es empezar a
caminar en la luz. Seguirle es andar en la luz, a salvo a lo largo de
la vida y seguros de entrar después en la gloria.
Cuando
Jesús se presentó como la luz del mundo, los escribas y fariseos
reaccionaron con hostilidad. A ellos les parecería, y lo era en
realidad, que Jesús se presentaba como el Mesías; más aún: como
el que iba a hacer lo que sólo Dios podía hacer… Los judíos
insistieron en que una afirmación como la que había hecho Jesús no
se podía aceptar como válida porque carecía de los testigos
necesarios (Deuteronomio
19:15).
Jesús
contestó que su propio testimonio era suficiente. Era tan consciente
de su autoridad que no le hacía falta otro testigo… Jesús estaba
tan seguro de su identificación con Dios que no necesitaba de
ninguna autoridad que la respaldara… Dijo además que de hecho sí
tenía un segundo testigo, y
ese segundo Testigo era Dios. El
testimonio de Dios está en las
palabras de Jesús y en sus obras…Nadie
podría hacer tales cosas a menos que Dios estuviera obrando en Él.
Jesús
afirmaba que los juicios que El hacía no eran meramente humanos,
sino divinos, porque El era Uno con Dios.
Lección
nº 28:
INCOMPRENSION,
DISCIPULADO, LIBERTAD Y ESCLAVITUD
Juan
8: 21-36
Una
incomprensión fatal
Juan
8: 21-30
Jesús
empieza diciéndoles a sus oponentes que Él se marcha; y que, cuando
se haya ido, se darán cuenta de lo que se han perdido, y le
buscarán, pero será en vano.
Nos
recuerda tres cosas:
a)
Hay ciertas oportunidades que se presentan una sola vez, y que no se
repiten. A todas las personas se les presenta la oportunidad de
aceptar a Jesucristo como Salvador y Señor; pero es posible que la
rechacen y la pierdan, y no vuelva a presentárseles.
b)
Tenemos un espacio de tiempo en el que tenemos que hacer nuestra
decisión por Cristo. El tiempo de que disponemos es limitado, y
ninguno sabemos cuál es nuestro límite. Por tanto, todas las
razones están a favor de que hagamos la decisión ahora.
c)
Cuanto mayor sea la oportunidad, y más claramente se nos presente,
mayor será el juicio por rechazarla o perderla.
Cuando
Jesús habló de marcharse, estaba hablando de su vuelta al Padre y a
su gloria. Allí era precisamente adonde sus oponentes no le podrían
seguir; porque, por su continua desobediencia y por rehusar
aceptarle, se habían excluido a sí mismos de Dios. Ellos sugirieron
que a lo mejor era porque iba a cometer suicidio; según el
pensamiento judío, lo más profundo del infierno estaba reservado
para los que se quitaban la vida.
Jesús
dijo que, si seguían rechazándole, morirían
en sus pecados. Esa
es una frase profética (Cp. Ezequiel
3:18; 18:18). Esto
implica dos cosas:
a)
La palabra para pecado es hamartía,
que
etimológicamente quería decir literalmente errar
el tiro, no dar en el blanco. La
persona que se niega a aceptar a Jesús como Salvador y Señor ha
errado el blanco en la vida, muere con una vida frustrada y, por
tanto, muere incapacitada para entrar en una vida superior con Dios.
b)
La esencia del pecado es que nos separa de Dios. Cuando Adán, en la
vieja historia, cometió el primer pecado, su primer impulso fue
esconderse de Dios (Génesis
3:8-10). La
persona que muere en pecado muere en enemistad con Dios… Rechazar a
Cristo es ser un extraño para Dios.
Jesús
traza una serie de contrastes:
Sus
oponentes pertenecen a la Tierra, y Él, al Cielo; ellos son del
mundo, y Él no es del mundo. Juan menciona a menudo el mundo. La
palabra en griego es kosmos…
El
kosmos
es
lo contrario del Cielo. Jesús vino del Cielo al mundo (Juan
1:9). Fue
enviado por Dios al mundo (Juan
3:17). Él
no es del mundo; Sus oponentes sí lo son (Juan
8:23). El
kosmos
es
la vida cambiante y pasajera que vivimos ahora; es todo lo que es
humano, en oposición a lo divino.
Sin
embargo, el kosmos
no
está separado de Dios. Lo primero y principal es que es creación de
Dios (Juan
1:10). Fue
por la Palabra de Dios por quien fue hecho el mundo. Aunque son
distintos, no hay una sima infranqueable entre el Cielo y el mundo.
Más
que eso: el kosmos
es
el objeto del amor de Dios (Juan
3:16).
Por muy diferente que sea de todo lo que es divino, Dios no lo ha
abandonado nunca; es el objeto de su amor y el destinatario de su más
precioso regalo.
Pero,
al mismo tiempo, hay algo que no es como es debido en el kosmos.
Padece
ceguera:
cuando
vino el Creador al mundo, el mundo no le reconoció (Juan
1:10). El
mundo no puede recibir al Espíritu de la verdad (Juan
14:17). El
mundo no conoce a Dios (Juan
17:25). Hay,
además, una hostilidad hacia Dios y su pueblo en el kosmos.
El
mundo odia a Cristo y a sus seguidores (Juan
15:18-19). De
su hostilidad, los seguidores de Cristo no pueden esperar más que
problemas y tribulaciones (Juan
16:33).
Algo
ha estropeado al mundo, y es el pecado. Eso es lo que separa de Dios
a la humanidad, y lo que la ciega a Dios; es el pecado lo que es
fundamentalmente hostil a Dios.
A
este mundo que se ha descarriado ha venido Cristo… Pero una persona
puede rechazar una cura. El médico puede que le diga al paciente que
hay un tratamiento que le puede devolver la salud; puede que le diga
que, de hecho, si no acepta el tratamiento, la muerte es inevitable.
Eso es precisamente lo que está diciendo Jesús: “Si no queréis
creer que Yo soy el que soy, moriréis en vuestros pecados”.
Sabemos
perfectamente cuál es la enfermedad que aqueja y destruye al mundo,
y la cura eficaz que se nos ofrece. Nosotros seremos los únicos
responsables si nos negamos a aceptarla.
El
Discipulado: seguir a Jesús
Juan
8: 31-32
Pocos
pasajes del Nuevo Testamento contienen una descripción tan completa
del discipulado.
a)
El discipulado empieza por creer. Su comienzo
es el momento en que una persona acepta como verdadero lo que Jesús
dice; todo lo que nos dice acerca del amor de Dios, todo lo que nos
dice acerca del horror del pecado, todo lo que nos dice acerca del
verdadero sentido de la vida.
b)
El discipulado quiere decir mantenerse constantemente en la palabra
de Jesús…
-Implica
escuchar
constantemente
la palabra de Jesús. El cristiano es una persona que está
escuchando la voz de Jesús toda la vida, y que no hará ninguna
decisión hasta haber oído lo que tiene que decir.
-Implica
aprender
constantemente
de Jesús. El discípulo (mathétés)
es
literalmente un
aprendiz, que
es lo que quiere decir la palabra en el original. El cristiano tiene
que estar aprendiendo de Jesús más y más toda la vida.
-Para
permanecer fieles a la palabra de Jesús tenemos que estudiarla
constantemente y pensar en lo que Él dijo hasta apropiarnos del todo
su significado.
-Implica
obedecer
constantemente
la palabra de Jesús. No la estudiamos simplemente por interés
académico o para degustarla intelectualmente, sino para descubrir lo
que Dios espera de nosotros.
c)
El discipulado conduce al conocimiento de la verdad. El
aprender de Jesús es aprender la verdad. «Conoceréis la verdad,»
dijo Jesús. En la verdad de Jesús vemos las cosas que son
importantes y las que no lo son.
d)
El discipulado conduce a la libertad. “La
verdad os hará libres”. En su servicio está la verdadera
libertad.
Seguir
y servir a Jesús nos trae la libertad del miedo.
El
que es discípulo de Cristo ya no va solo por la vida, sino siempre
en compañía de Jesús, y eso destierra el temor…Nos trae la
también libertad del ego.
El
poder y la presencia de Jesús pueden re-crear a una persona hasta el
punto de hacerla completamente nueva. Y nos
trae
la libertad del pecado:
muchas
personas han llegado al punto de pecar, no porque quieren, sino
porque no lo pueden evitar. Sus pecados los dominan de tal forma que,
por mucho que lo intenten, no se pueden desligar de ellos. El
discipulado rompe las cadenas que nos atan al pecado y nos permite
ser las personas que sabemos que debemos ser.
Libres
o esclavos
Juan
8: 33-36
Lo
que dijo Jesús de la libertad molestó a los judíos. Pretendían
que no habían sino nunca esclavos de nadie. En un sentido, está
claro que aquello no era verdad. Habían vivido como esclavos en
Egipto, habían estado sometidos a varios imperios, habían estado
exiliados en Babilonia, y entonces estaban bajo el dominio de Roma.
Cuando
los judíos decían que no habían sido esclavos de nadie estaban
confesando un artículo fundamental de su credo nacional: mantenían
una independencia de espíritu que hacía que se sintieran libres
aunque materialmente fueran esclavos.
Pero
Jesús estaba hablando de otra esclavitud. “El que comete pecado
-les dijo-, es esclavo del pecado”. La verdad es que el pecador
nunca
Hace
su voluntad, sino la del pecado.
Entonces
Jesús hace una advertencia velada: la palabra esclavo
le
recuerda que, en cualquier casa, hay una enorme diferencia entre un
esclavo y un hijo. El hijo es un residente permanente de la casa,
mientras que al esclavo se le puede echar en cualquier momento…
Jesús les está diciendo a los judíos: “Tened cuidado; por
vuestra conducta os estáis poniendo en el nivel del esclavo, y a
éste se le puede arrojar de la presencia del amo en cualquier
momento.»
Aquí
hay una para los judíos y para nosotros también.
Lección
nº 29:
HIJOS
DEL DIABLO
Juan
8: 37-45
La
auténtica filiación
Juan
8: 37-41
En
este pasaje, Jesús asesta un golpe de muerte a una pretensión que
era de suprema importancia para los judíos. Abraham era para ellos
la más grande figura de la historia de la religión; se consideraban
seguros y a salvo en el favor de Dios simplemente por ser
descendientes de Abraham.
Los
judíos se creían literalmente a salvo simplemente por ser
descendientes de Abraham.
Algunos
tratan de vivir a costa de una
historia y una tradición. Muchas
iglesias tienen un sentido injustificado de su propia importancia
porque hubo un tiempo en que tuvieron un ministerio famoso. Hay
muchas congregaciones que viven del capital espiritual del pasado;
pero si no se hace más que sacar y nunca meter, es inevitable que
acaba por agotarse.
No
hay persona, iglesia o nación, que pueda vivir de las rentas del
pasado. Y eso era lo que pretendían los judíos. Jesús es
contundente con una actitud así. Declara en efecto que el verdadero
hijo de Abraham es el que actúa de la manera que actuaba Abraham.
Esto es exactamente lo que había dicho antes Juan el Bautista (Mateo
3:9;
Lucas
3:8).
Era también el razonamiento que habría de usar Pablo una y otra
vez. No son la carne y la sangre las que hacen que uno sea verdadero
descendiente de Abraham, sino la calidad moral y la fidelidad
espiritual.
Este
tema particular Jesús lo relaciona especialmente con una cosa. Están
buscando la manera de matarle. Eso es justo lo contrario de lo que
hizo Abraham. Cuando recibió la visita de un mensajero de Dios, con
su acogida y hospitalidad hizo que se sintiera bienvenido (Génesis
18:1-8).
Abraham había recibido al mensajero de Dios; los judíos de entonces
estaban tratando de matar del Mensajero de Dios. ¿Cómo se atrevían
a llamarse hijos de Abraham cuando su conducta era diametralmente
opuesta?
Al
traer a la memoria la historia del Génesis,
Jesús
se presenta implícitamente como el Mensajero de Dios. Presenta sus
credenciales aún más explícitamente: “Yo hablo lo que he visto
en la presencia del Padre”. Lo fundamental acerca de Jesús es que
Él trajo a la humanidad, no sus propias opiniones, sino el Mensaje
de Dios. Él no era simplemente un hombre que les decía a los demás
lo que pensaba de las cosas, sino el Hijo de Dios que comunicaba a la
humanidad el pensamiento de Dios. Jesús nos presenta la realidad tal
como Dios la ve.
Al
final de este pasaje llega una afirmación sobrecogedora. “Lo que
hacéis vosotros -dice Jesús- son las obras de vuestro padre”.
Acaba de decir que Abraham no
es
su padre. Entonces, ¿quién es su padre? Hay un momento de suspenso.
Se aclara en el versículo 44: su padre es el diablo. Los que habían
presumido de ser hijos de Abraham tienen que enfrentarse con la
devastadora acusación de que son hijos del diablo. Sus obras han
revelado su verdadera filiación; porque la única manera de probar
que se es hijo de Dios es en la conducta.
Hijos
del diablo
Juan
8: 41-45
Jesús
acababa de decirles a los judíos que, por su vida y su conducta y su
reacción a Él, habían dejado bien claro que no eran hijos de
Abraham. Entonces ellos presentaron una pretensión todavía mayor:
que eran hijos de Dios. Encontramos en todo el Antiguo Testamento la
afirmación de que Dios era de una manera especial el Padre de su
pueblo Israel (Éxodo
4:22; Deuteronomio 32:6; Isaías 63:16; 64:8; Malaquías 2:10). Así
que los judíos pretendían que Dios era su Padre.
“Nosotros
- decían con orgullo - no somos hijos adulterinos”... En el
Antiguo Testamento, una de las más preciosas descripciones de la
nación de Israel era como la Esposa de Dios. Por eso, cuando Israel
se apartaba de Dios para ir tras dioses extraños, los profetas
llamaban a su infidelidad adulterio espiritual. Cuando la nación era
infiel, se decía que eran “hijos de prostitución” (Oseas
2:4). Así
que, cuando los judíos le dijeron a Jesús que ellos no eran hijos
adulterinos, lo que querían decir era que no formaban parte de una
nación de idólatras, sino que siempre habían adorado al Dios
verdadero.
Presumían
de no haberse apartado nunca de Dios, una presunción en la que sólo
un pueblo inmerso en un sentimiento de propia justicia podría caer.
Pero
también es posible que, cuando los judíos se expresaron así, se
referían a algo mucho más personal. No cabe duda de que, desde
tiempos muy antiguos, los judíos difundieron una horrible calumnia
contra Jesús. Los cristianos afirmaban que Jesús había nacido
milagrosamente de la bienaventurada Virgen María; y los judíos
inventaron que María había sido infiel a José, que su amante había
sido un legionario romano y que Jesús había sido el hijo de aquella
unión adulterina. Es posible que esta calumnia subyaga en esta
controversia; como si los judíos estuvieran echándole en cara a
Jesús que con qué derecho les hablaba, precisamente Él, en esos
términos.
La
respuesta de Jesús a la pretensión de los judíos fue que era
falsa; y la prueba era que, si Dios hubiera sido realmente su Padre,
le habrían amado y recibido a Él.
Aquí
tenemos otra vez el pensamiento clave del Evangelio de Juan: la
prueba de una persona es su reacción a Jesús. Encontrarse cara a
cara con Jesús es enfrentarse a un juicio, porque Él es la prueba
de Dios para saber cómo es cada cual.
La
bien trabada acusación de Jesús prosigue. Él pregunta: “¿Por
qué no entendéis lo que os estoy diciendo?”… Y la respuesta es
terrible: no porque fueran intelectualmente torpes, sino porque eran
espiritualmente ciegos. Se negaban a oír y se negaban a entender.
Entonces
llega la acusación certera: el verdadero padre de los judíos es el
diablo. Jesús escoge dos de sus características:
a)
El diablo es típicamente un asesino. El diablo consiguió que
entrara el pecado en el mundo, y con él la muerte (Romanos
5:13). Si
no hubiera habido tentación, no habría habido pecado; y si no
hubiera habido pecado, no habría habido muerte. Por tanto, en cierto
sentido, el diablo es el asesino de toda la raza humana.
El
hecho es que Cristo conduce a la vida, y el diablo a la muerte. El
diablo asesina la bondad, la castidad, el honor, la honradez, la
belleza y todo lo que hace maravillosa la vida; asesina la paz mental
y la felicidad y hasta el amor. Le es propio al mal el destruir; y le
es propio a Cristo el traer la vida, y vida en abundancia. En aquel
preciso momento, los judíos estaban conspirando para matar a Jesús;
estaban siguiendo el camino del diablo.
b)
Al diablo le es propio el amar la falsedad. Todas las mentiras son
inspiradas por el diablo y le hacen el juego al diablo. La falsedad
odia siempre la verdad y trata de destruirla.
Cuando
se encontraron Jesús y los judíos, lo falso se encontró con lo
verdadero, y era inevitable que lo falso tratara de destruir lo
verdadero.
Jesús
acusó a los judíos de ser hijos del diablo porque sus pensamientos
se proyectaban a la destrucción de lo bueno y al mantenimiento de lo
falso. La persona que trata de destruir la verdad está haciendo la
obra del diablo.
Lección
nº 30:
LA
VIDA Y LA GLORIA PREEXISTENTE
Juan
8: 46-59
Una
acusación terrible y una respuesta llena de fe
Juan
8: 46-50
Jesús
empieza con un gran desafío: “¿Hay alguien aquí – demanda -
que puede apuntar con el dedo a algo malo que haya en Mi vida?” (v.
46) Pero por mucho, que indagaran, ninguno podía formular una
acusación contra El. Después de darles tiempo, Jesús habló otra
vez: “¿Admitís –les dijo- que no me podéis acusar de nada?
Entonces, ¿por qué no aceptáis lo que os digo?”. Y de nuevo se
produjo un silencio incómodo. Luego Jesús contesta a su propia
pregunta: “No aceptáis Mis palabras -les dijo - porque no sois de
Dios”.
Los
judíos se creían un pueblo muy religioso; pero, como se habían
aferrado a su propia idea de la religión en vez de a la de Dios, se
habían descarriado hasta tal punto que habían perdido a Dios. Se
encontraban en la terrible situación de pretender servir a un Dios
al que no conocían.
El
que se les dijera que eran unos extraños para Dios los hería en lo
más vivo. Entonces lanzaron sus acusaciones contra Jesús y acusaron
a Jesús de samaritano y de poseso. Al llamarle samaritano le
acusaban de ser enemigo de Israel, porque había una enemistad a
muerte entre los judíos y los samaritanos y, sobre todo, de ser un
hereje, porque eso había llegado a significar para ellos la palabra
samaritano.
La
respuesta de Jesús fue que, lejos de ser un servidor del diablo, su
único propósito era honrar a Dios, mientras que la conducta de los
judíos era un constante deshonrar a Dios. Dice en efecto: “No soy
Yo el que tiene un demonio, sino vosotros”.
Y
entonces aparece el resplandor de la auténtica fe de Jesús.
Él
dice: “Yo no estoy buscando los honores que me pueda dar este
mundo… Pero hay Uno que pondrá en su día las cosas en su sitio y
asignará a cada persona el honor que le corresponda…”
De
una cosa estaba seguro Jesús: a fin de cuentas, es Dios el que
protege el honor de los suyos. En el tiempo, Jesús no experimentó
más que dolor y deshonor y rechazamiento; en la eternidad, recibió
la gloria que recibirán en su día todos los que obedecen a Dios.
Jesús
tenía el optimismo inconquistable que nace de la fe suprema, el
optimismo que tiene sus raíces en la fidelidad y la justicia de
Dios.
La
Vida y la Gloria
Juan
8: 51-55
Jesús
presenta aquí su concepto de que el que guarde su Palabra nunca
conocerá la muerte. Esto escandaliza a los judíos…Abraham murió,
y los profetas lo mismo; ¿y no habían guardado en su tiempo y
generación la Palabra de Dios? ¿Quién es este Jesús para
colocarse por encima de los grandes de la fe? Fue el literalismo de
los judíos lo que les bloqueó el entendimiento. Jesús no estaba
pensando en la vida y en la muerte físicas. Quería decir que, para
la persona que le acepte plenamente, la muerte habrá perdido su
finalidad; porque habrá entrado en una relación con Dios que ni el
tiempo ni la eternidad podrán interrumpir; la muerte es sólo la
entrada a una comunión más plena con Dios.
De
ahí pasa Jesús a hacer una gran afirmación: Todo
verdadero honor debe venir de Dios. No es
difícil honrarse a uno mismo; tampoco es tan difícil recibir
honores de los demás, porque el mundo honra a los que tienen alguna
clase de éxito… Pero el verdadero honor es el que sólo la
eternidad puede revelar, y los veredictos de la eternidad no son como
los del tiempo.
A
continuación, Jesús hace dos afirmaciones que son el mismo
fundamento de su vida.
a)
Se atribuye un
conocimiento exclusivo de Dios. Afirma
conocerle como nadie más le ha conocido ni le conocerá jamás… No
decirlo porque el hacerlo sería faltar a la verdad. La única manera
de llegar a un conocimiento pleno de la mente y el corazón de Dios
es por medio de Jesucristo; sólo en Él se encuentra el todo
completo de la verdad, porque sólo en Él vemos a Dios como es en
realidad.
b)
Se atribuye una
obediencia única a Dios. Mirar
a Jesús es poder decir: “Así es como Dios quiere que yo viva”.
Contemplar su vida es decir: “Esto es servir a Dios”.
Sólo
en Jesús vemos lo que Dios quiere que sepamos, y lo que Dios quiere
que seamos.
La
preexistencia divina de Jesús
Juan
8: 56-59
Este
es un pasaje brillante… Cuando Jesús les dijo a los judíos que
Abraham se había deleitado al ver su día, estaba hablando de una
manera que ellos podían entender. Los judíos tenían muchas
creencias acerca de Abraham: Abraham estaba viviendo en el Paraíso,
y podía ver lo que estaba sucediendo en la Tierra. Jesús usó esta
manera de hablar en la parábola del Rico y Lázaro (Lucas
16:22-31). Esta
sería la manera más sencilla de interpretar este dicho.
Pero
esa no es la interpretación correcta. Jesús dijo que “Abraham se
deleitó al
ver mi día”, en el pasado. Los judíos interpretaban muchos
pasajes de la Escritura de una manera que explica esto. Tomaban la
gran promesa que Dios le hizo a Abraham en Génesis
12:3, y
decían que, cuando se le hizo aquella promesa, Abraham sabía que
quería decir que el Mesías de Dios iba a venir de su descendencia,
y se regocijó de la magnificencia de la promesa… Así podemos ver
claramente que los judíos creían que Abraham había visto, de
alguna manera y durante su vida, la historia de Israel y la venida
del Mesías. Así que, cuando Jesús dijo que Abraham había visto su
día, estaba presentándose claramente como el Mesías.
Los
judíos, aunque debieran haber mantenido el debate a un nivel más
alto, tomaron las palabras de Jesús literalmente. Ya hemos visto que
esta es la manera en que Juan nos presenta las conversaciones de
Jesús hasta llegar a la verdad final. “¿Cómo es que Tú - le
preguntaron a Jesús - puedes haber visto a Abraham si no tienes ni
cincuenta años?”… Esa era la edad a la que se retiraban los
levitas de su servicio (Números
4:3). Se
comprende que le estaban haciendo burla; porque habría sido
igualmente absurdo el suponer que hubiera conocido a Abraham aunque
hubiera tenido una edad mucho mayor…
Y
fue entonces cuando Jesús hizo la afirmación más alucinante: “Yo
soy de antes que Abraham”. Lo que Jesús quería decir es que Él
es antes del tiempo.
Está
claro que no era que Él, la persona humana de Jesús, había
existido siempre. Sabemos que Jesús nació en Belén. Aquí se
refiere a otra cosa… No hay más que Uno en todo el universo que
sea eterno, y
ese Uno es Dios. Lo
que Jesús está diciendo aquí es nada menos que su vida es la vida
de Dios…
En
Jesús vemos, no simplemente a un hombre que nació, vivió y murió;
vemos al eterno Dios, el Dios de Abraham y de Isaac y de Jacob, Que
era ya antes que empezara el tiempo y que será cuando el tiempo ya
no sea más: que siempre es.
En
Jesucristo se ha presentado a la humanidad el Dios eterno.
Lección
nº 31:
UN
MILAGRO Y UN DESAFÍO (Primera Parte)
Juan
9: 1- 41
Jesús
y un ciego de nacimiento
Juan
9: 1-5
Este
es el único de los milagros que se nos narran en los evangelios en
el que se dice que se trataba de una dolencia de nacimiento.
Cuando
le vieron, aprovecharon la oportunidad para presentarle a Jesús un
problema que los judíos llevaban mucho tiempo discutiendo, y que
sigue siendo enigmático. Los judíos consideraban que el sufrimiento
seguía al pecado como el efecto a la causa hasta tal punto que
suponían que tenía que haber habido algún pecado donde había
sufrimiento. Así es que Le dirigieron a Jesús la pregunta que
consideraban clave: “Este hombre -Le dijeron- está ciego ¿Es su
ceguera debida a su propio pecado, o al de sus padres?”
¿Cómo
podría ser debida a su propio pecado, si era ciego de nacimiento?
Los teólogos judíos proponían una de dos posibles respuestas a esa
pregunta.
En
tiempos de Jesús, los judíos creían en la preexistencia del alma.
Realmente, esta idea la había tomado de los griegos; entre otros, de
Platón. Creían que todas las almas existían antes de la creación
de la raza humana en el huerto del Edén, o que estaban en el séptimo
cielo o en una cierta cámara, esperando la oportunidad para entrar
en un cuerpo. Los griegos habían creído que esas almas eran buenas,
y que era la entrada en el cuerpo lo que las contaminaba; pero había
algunos judíos que creían que las almas eran ya buenas o malas
antes del nacimiento. Por eso algunos judíos creían que la
aflicción de una persona, aunque fuera de nacimiento, podía venirle
de un pecado que hubiera cometido antes de nacer.
La
alternativa era que los males que se padecían desde el nacimiento
los causaba el pecado de los padres. La idea de que los niños
heredan las consecuencias del pecado de sus padres está entretejida
en todo el Antiguo Testamento (Éxodo 20:5; 34:7; Números 14:18;
Salmo 109:14; Isaías 65:6-7). Una de las ideas características del
Antiguo Testamento es que Dios siempre castiga los pecados de los
padres en los hijos. Cuando pecamos, ponemos en movimiento una cadena
de consecuencias sin fin.
En
este pasaje encontramos dos grandes principios eternos.
a)
Jesús no contesta directamente a la pregunta, ni trata de
desarrollar o explicar la relación que existe entre el pecado y el
sufrimiento. Dice que la aflicción de aquel hombre le vino para que
hubiera una oportunidad de demostrar lo que Dios puede hacer. Para
Juan, los milagros son siempre una señal de la gloria y el poder de
Dios. Los autores de los otros evangelios parece que tenían otro
punto de vista, y los veían como una demostración de la
misericordia de Jesús; pero no tenemos por qué verlo como una
contradicción. En el fondo está la suprema verdad de que la gloria
de Dios se muestra en su compasión, y que Él no revela nunca su
gloria más plenamente que cuando revela su piedad.
Cualquier
clase de sufrimiento es una oportunidad para que se muestre la gloria
de Dios en nuestras vidas. Jesús pasa a decir que Él y sus
seguidores deben hacer la obra de Dios mientras haya tiempo para
hacerla. Dios ha dado a la humanidad el día para trabajar y la noche
para descansar; cuando se acaba el día, también se acaba el tiempo
de trabajar. Para Jesús era verdad que tenía que darse prisa con el
trabajo que Dios le había confiado porque faltaba poco para la noche
de la Cruz.
Jesús
dijo: “Mientras esté en el mundo, Yo soy la luz del mundo”.
Cuando
Jesús dijo eso no quería decir que el tiempo de su vida y obra eran
limitados, sino que nuestra oportunidad de recibirle sí es limitada.
Se refiere a aprovechar por sus contemporáneos su presencia entre
ellos…
A
toda persona le llega la oportunidad de aceptar a Cristo como su
Salvador, su Maestro y su Señor; y, si no se aprovecha, puede que no
vuelva a presentarse.
El
método para un Milagro
Juan
9: 6-12
Este
es uno de los dos milagros en los que se nos dice que Jesús usó su
saliva para efectuar una cura. El otro es el del sordo y tartamudo
(Marcos 7: 33). Esto nos parece extraño, desagradable y
antihigiénico; pero en el mundo antiguo era muy corriente.
La
saliva, especialmente la de alguna persona distinguida, se creía que
tenía propiedades curativas. El uso de la saliva era muy corriente
en el mundo antiguo. Hasta ahora, cuando nos quemamos un dedo, nos lo
chupamos instintivamente…
El
hecho es que Jesús usó los métodos y las costumbres de su tiempo.
Era un médico inteligente que tenía que ganarse la confianza de sus
pacientes. No es que Él creyera esas cosas, sino que despertaba la
expectación haciendo lo que el paciente esperaría que hiciera un
médico.
Después
de untar los ojos del ciego con su saliva, Jesús le mandó a lavarse
al estanque de Siloé. Era éste uno de los lugares más conocidos de
Jerusalén, que data de cuando Ezequías se dio cuenta de que
Senaquerib estaba a punto de invadir Palestina y decidió abrir un
túnel o conducto en la roca sólida desde una fuente de agua en las
afueras hasta la ciudad (2 Crónicas 32:2-8, 30; Isaías 22:9-11; 2
Reyes 20:20).
El
estanque o piscina de Siloé era el lugar de la ciudad al que
confluía el túnel que traía el agua desde esa fuente… Era un
depósito de siete por diez metros. Así fue como obtuvo su nombre:
lo llamaron Siloé (que, como se ha dicho, quería decir enviado)
porque el agua se enviaba por aquel conducto a la ciudad. Jesús
envió al hombre a lavarse en el estanque; y éste se lavó y recibió
la vista.
Después
de curarse tuvo algunas dificultades para convencer a la gente de la
realidad de su curación; pero mantuvo con toda firmeza su testimonio
de que Jesús había sido el que había realizado el milagro.
Jesús
sigue haciendo cosas que les parecen a los incrédulos demasiado
maravillosas para ser verdad.
Los
prejuicios y la valentía del sanado
Juan
9: 13-16
Aquí
surge el inevitable problema. Era un sábado el día en que Jesús
hizo el barro y curó al ciego. No cabía duda de que Jesús había
quebrantado la ley del sábado que los escribas tenían tan
sistematizada, y de tres maneras diferentes.
Al
hacer el barro había sido culpable de trabajar en sábado, porque la
cosa más sencilla constituía un trabajo ese día… Uno no podía
cortarse las uñas, ni el pelo de la cabeza o de la barba. Estaba
claro que a los ojos de una ley así, hacer barro era quebrantar el
sábado.
También
estaba prohibido curar en sábado. Se podía prestar atención médica
solamente si la vida estaba en peligro; pero, aun entonces, tenía
que limitarse a mantener vivo al paciente o evitar que se empeorara,
sin hacer nada para mejorarle.
Y
estaba establecido específicamente: “En cuanto a la saliva de la
mañana, no se permite ni ponerla en los párpados”…
Los
fariseos eran el ejemplo típico de esas personas que, en cualquier
generación, condenan a todos los que tienen una idea de la religión
distinta de la suya. Pensaban que la suya era la única manera de
servir a Dios. Pero había algunos entre ellos que pensaban de otro
modo, y declaraban que nadie que hiciera las cosas que hacía Jesús
podía ser un pecador.
Entonces
llevaron al que había estado ciego toda la vida, y le interrogaron.
Cuando le preguntaron qué opinión tenía de Jesús, contestó sin
la menor vacilación: para él, Jesús era un profeta. En el Antiguo
Testamento, a un profeta se le sometía a prueba exigiéndole que
realizara algún milagro.
Entre
otras cosas, este hombre era un valiente. Sabía muy bien lo que los
fariseos pensaban de Jesús. Sabía muy bien que, si se ponía de su
parte, le excomulgarían. Pero dio su testimonio y adoptó su
postura.
Lección
nº 32:
UN
MILAGRO Y UN DESAFÍO (Segunda Parte)
Juan
9: 1-41
El
desafío a los fariseos
Juan
9: 17-34
Con
diestras y reveladoras pinceladas, Juan da vida ante nosotros a los
distintos personajes.
a)
Está el ciego mismo. Empezó molestándose por la insistencia de los
fariseos y les dijo: “Yo sólo sé que ahora veo”… Es el
sencillo hecho de la experiencia cristiana que muchos creyentes puede
que no sepan expresar en lenguaje teológico correcto lo que creen de
Jesús, pero pueden testificar de lo que Jesús ha hecho por sus
almas.
b)
Están los padres del ciego. Está claro que no querían colaborar,
pero era porque tenían miedo. Las autoridades de la sinagoga
disponían de un arma terrible, que era la excomunión, por la que se
excluía de la sociedad del pueblo de Dios a una persona (Esdras
10:8).
Había
dos clases de excomunión. Una era la proscripción, que suponía la
expulsión de la sinagoga de por vida. Otra sentencia de excomunión
era la que podía durar un mes u otro período establecido. Lo
terrible de tal situación era que se apartaba a la persona, no sólo
de la sinagoga, sino hasta de Dios. Por eso los padres de este hombre
respondieron que su hijo ya era suficientemente mayor para dar
testimonio ante la ley y cuenta de sí mismo.
c)
Están los fariseos. En un principio no se habían creído que el
hombre había estado ciego… De ahí pasaron a intimidar al hombre:
“¡Da gloria a Dios! -le dijeron-. ¡Sabemos que ese Hombre es un
pecador!
” ¡Da
gloria a Dios!” era la frase que se usaba en los interrogatorios
con el sentido de: “¡Di la verdad, en la presencia y en el nombre
de Dios!”.
Se
pusieron furiosos porque no podían oponer nada al razonamiento del
hombre, que estaba de acuerdo con la Escritura: “Jesús ha hecho
una obra maravillosa; esto demuestra que Dios le oye…” El hecho
de que Dios no oye la oración de una mala persona es una de las
ideas fundamentales del Antiguo Testamento (Job 27:9; Salmo 66:18;
Isaías 1:15). Por el contrario, creían que Dios oye siempre la
oración de los que son buenos (Salmo 34:15; Proverbios 15:29). El
que había estado ciego hizo un razonamiento que los fariseos no
podían contradecir.
Ante
aquellas razones, primero, le lanzaron toda clase de improperios;
luego pasaron a insultarle, acusándole de haber nacido en pecado, lo
que equivalía a acusarle de pecado prenatal. Y en tercer lugar,
recurrieron a las amenazas. le dieron orden de que se marchara de su
presencia; es decir que, como no le podían rebatir, le echaron.
Jesús
se revela y condena a los fariseos
Juan
9: 35-41
Esta
sección empieza con dos grandes verdades espirituales: Jesús buscó
al hombre. Como dijo Crisóstomo: “Los judíos le echaron del
templo; pero, el Señor del Templo, le encontró”. Jesús es
siempre leal con el que le es leal; y Jesús mismo le reveló a este
hombre su verdadera identidad como Mesías. La lealtad nos conduce a
la revelación; es a la persona que le es leal a la que Jesús se
revela más plenamente.
Juan
termina con dos de sus pensamientos característicos.
a)
Jesús vino a este mundo para juicio. Siempre que una persona se
encuentra cara a cara con Jesús, obtiene un veredicto sobre sí
misma. Si no ve en Jesús nada que desear, nada que admirar, nada que
amar, entonces se ha condenado a sí misma. Si ve en Jesús a Alguien
admirable, Alguien a Quien responder, Alguien a Quien aspirar,
entonces está en el camino hacia Dios.
La
persona que es consciente de su propia ceguera, que anhela ver mejor
y conocer mejor, es la que puede recibir la vista y penetrar en
mayores profundidades de la verdad. El que piensa que ya lo sabe
todo, que no se da cuenta de que no puede ver, es el que es ciego de
verdad, sin esperanza y sin posibilidad de ayuda. Sólo el que se da
cuenta de su propia ceguera puede aprender a ver. Sólo el que se da
cuenta de su propio pecado puede recibir el perdón.
b)
Cuanto más conocimiento tenga una persona, más digna de condenación
es cuando ve la bondad y no la reconoce. Si los fariseos se hubieran
criado en la ignorancia, no se los habría podido condenar. Su
condenación fue la consecuencia del hecho de que sabían tanto y
presumían de ver tan bien, y sin embargo dejaron de reconocer al
Hijo de Dios cuando vino a este mundo. La ley de que la
responsabilidad es la otra cara del privilegio está escrita en la
vida.
Una
lección que aprender
Juan
9: 1-41 (repaso)
Antes
de dar por terminado nuestro estudio de este capítulo maravilloso,
veremos el más precioso progreso en el conocimiento de aquel hombre
que había estado ciego hasta que se encontró con Jesús. Pasó por
tres etapas, cada una más elevada que la anterior.
a)
Empezó llamando a Jesús un hombre (versículo 11). Empezó por
creer que Jesús era un hombre maravilloso. Jamás había conocido a
nadie que pudiera hacer la clase de cosas que Jesús hacía e hizo
con él; empezó por creer en Jesús como el más grande de los
hombres.
b)
De ahí pasó a llamar a Jesús profeta (versículo 17). Un profeta
es alguien que trae a las gentes el mensaje de Dios. Profeta es la
persona que vive en comunión con Dios y ha penetrado en sus
consejos. Cuando leemos la sabiduría que hay en las palabras de
Jesús, no podemos por menos de decir: “¡Este es un Profeta!”…
Si ha habido alguna vez un hombre que merezca ser llamado profeta,
ese Hombre es Jesús.
c)
Por último, el que había estado ciego llegó a confesar que Jesús
era el Hijo del Hombre, es decir, el Mesías esperado.
Llegó
a la convicción de que las categorías humanas no eran suficientes
para identificar a Jesús, y por eso le rindió honores divinos.
Una
de las cosas maravillosas que pasan con Jesús es que, a medida que
le vamos conociendo más, nos parece más grande. El problema con
muchas relaciones humanas es que a menudo, cuanto más conocemos a
una persona, más fallos y debilidades le descubrimos. Pero con Jesús
nos ocurre exactamente lo contrario: cuanto más le conocemos, más
maravilloso nos parece; y eso será cierto, no sólo en el tiempo,
sino en la eternidad.
Lección
nº 33:
EL
BUEN PASTOR
Juan
10: 1-15
El
Pastor y sus ovejas
Juan
10: 1-6
No
cabe duda de que la descripción de Jesús como el Buen Pastor es la
más apreciada y conmovedora de la piedad cristiana… Judea era un
país mucho más pastoril que agricultor; y era inevitable, por
tanto, que la figura más frecuente y representativa de las tierras
altas de Judea fuera la del pastor. Su vida era muy dura. Nunca se
vería un rebaño pastando sin pastor, y este no se podía distraer
ni un momento. Como había poca hierba, las ovejas siempre iban
deambulando; y, como no había vallas de protección, había que
estar vigilando constantemente las ovejas. La misión del pastor era,
no sólo constante, sino peligrosa; porque, además, tenía que
proteger el rebaño de los ataques de las fieras, especialmente los
lobos, y de las incursiones de ladrones y bandidos.
En
el Antiguo Testamento, Dios se representa a menudo como pastor, y el
pueblo como su rebaño (Salmo 23:1; 77:20; 79:13; 80:1; Isaías
40:11)… Esta representación pasa al Nuevo Testamento. Jesús es el
Buen Pastor (Mateo 18:12; Lucas 15:4; Mateo 9:36; Marcos 6:34; Lucas
12:32; 1 Pedro 2:25; Hebreos 13:20).
Lo
mismo que en el Antiguo Testamento, los líderes de la Iglesia son
los pastores, y los creyentes son el rebaño. El deber del líder es
alimentar al rebaño del Señor… Pablo exhorta a los ancianos de
Éfeso a que se cuiden de todo el rebaño sobre el que el Espíritu
Santo los ha puesto de supervisores (Hechos 20:28). La última orden
de Jesús a Pedro fue que alimentara a sus ovejas y corderos (Juan
21:15-19).
La
palabra pastor debe traernos a la mente la imagen de la vigilancia,
paciencia y amor de Dios; y debe recordarnos nuestro deber para con
nuestros semejantes, especialmente si tenemos alguna responsabilidad
en la Iglesia de Cristo.
En
otros países, las ovejas se crían para carne; pero en Palestina era
sobre todo para lana, lo que hacía que las mismas ovejas pasaran
años con el mismo pastor, que las conocía a todas por sus nombres.
A menudo los nombres eran descriptivos… El pastor iba delante, y
las ovejas le seguían. El pastor tenía que pasar el primero para
comprobar que el camino era seguro; y, a veces, había que animar a
las ovejas para que le siguieran. Es totalmente cierto que las ovejas
conocen y entienden la voz de un pastor oriental, y que no obedecen
la voz de un extraño.
H.
V. Morton, un viajero incansable, cuenta una escena que presenció en
una cueva cerca de Belén. Dos pastores habían refugiado sus rebaños
allí durante la noche. ¿Cómo iban a separar ahora los rebaños?
Uno
de los pastores se puso a cierta distancia, e hizo su llamada
peculiar, que sólo sus ovejas conocían, y al poco tiempo tenía
todo su rebaño reunido alrededor de sí, porque conocían su voz.
La
Puerta de las ovejas
Juan
10: 7-10
Los
judíos no comprendieron el sentido de la historia del Buen Pastor,
así es que Jesús, sencilla y claramente, se la aplicó a sí mismo…
Empezó diciendo: “Yo soy la puerta”. En esta alegoría, Jesús
habla de dos clases de refugios de ovejas. En los pueblos había
corrales comunales donde se metían todos los rebaños de los vecinos
cuando volvían a casa por la noche. Estaban protegidos por una
puerta recia de la que solamente el portero tenía la llave. Era a
esa clase de refugio a la que se refería Jesús en los versículos 2
y 3. Pero, cuando el tiempo lo permitía y las ovejas no volvían por
la noche al pueblo, se recogían en rediles al aire libre, que eran y
son refugios cercados con un vallado de estacas y redes, con una
abertura por la que entran y salen las ovejas; es decir, sin puerta
propiamente dicha. Lo que sucedía era que, por la noche, el mismo
pastor se tumbaba o acurrucaba en la abertura de forma que ninguna
oveja podía salir sin pasar por encima de su cuerpo. Literalmente:
el pastor era la puerta. Eso era lo que Jesús tenía en mente… A
través de Él, y sólo a través de Él, podemos tener acceso a la
presencia de Dios (Efesios 2:18).
Jesús
abre el camino hacia Dios. Hasta que vino Jesús, se podía pensar en
Dios sólo -en el mejor de los casos- como un extraño, o -en el peor
de los casos- como un enemigo. Pero Jesús vino para enseñarnos cómo
es Dios, y para abrirnos el camino hacia El. No hay otra puerta por
la que podamos tener entrada a la presencia de Dios.
Para
describir algo de lo que quiere decir esa entrada a Dios, Jesús usa
una frase hebrea bien conocida. Dice que, por Él, podemos entrar y
salir. El poder ir y venir sin impedimento era la manera judía de
describir una vida totalmente segura y a salvo. Cuando uno puede
entrar y salir sin miedo en su casa o en su país, eso quiere decir
que hay paz, que las fuerzas de la ley y del orden funcionan y que se
goza de completa seguridad (Deuteronomio 28:6; Salmo 121:8).
Una
vez que descubrimos, por medio de Jesucristo, cómo es Dios,
adquirimos un nuevo sentido de libertad y de seguridad. Si sabemos
que nuestra vida está en las manos de un Dios así, las
preocupaciones y los temores desaparecen.
Jesús
dijo que los que habían venido antes eran ladrones y bandidos. Por
supuesto que no se estaba refiriendo a la gran sucesión de los
profetas y héroes, sino a los aventureros que surgían cada dos por
tres en Palestina prometiéndoles a los que los siguieran una edad de
oro.
Jesús
se presenta como el que ha venido para que tengamos vida, y para que
la tengamos en más abundancia. La frase griega quiere decir una
superabundancia de algo. Ser seguidor de Jesús, saber quién es y lo
que representa, es tener superabundancia de vida.
El
Buen Pastor y el asalariado
Juan
10: 11-15
Este
pasaje traza el contraste entre un buen pastor y un mal pastor, entre
un pastor fiel y uno infiel. El pastor era en Palestina totalmente
responsable de las ovejas. Si algo le sucedía a una, él tenía que
demostrar que no había sido por su culpa. David le dijo a Saúl que,
cuando estaba cuidando de las ovejas de su padre, tenía que pelear
con leones y con osos (1 Samuel 17:34-36)… Para el pastor era la
cosa más natural del mundo el tener que exponer su vida para
defender su rebaño. El pastor auténtico no vacilaba nunca en
arriesgar y aun dar su vida para salvar a sus ovejas de cualquier
peligro que las amenazara.
Pero,
por otra parte, había pastores no fiables. La diferencia era esta:
el que era pastor de veras lo era de nacimiento. Salía con el rebaño
tan pronto como podía cumplir con su deber. Las ovejas eran sus
compañeras y amigas, y era para él era natural el pensar en ellas
antes que en sí mismo. Pero el pastor improvisado hacía el trabajo,
no por vocación, sino como una manera de ganar dinero, y para sacar
lo más posible. Puede que se echara al campo porque en el pueblo no
tenía otro trabajo. No sentía ningún aprecio por la
responsabilidad de su tarea. No era más que un asalariado…
Zacarías señala como característica del falso pastor que no
intenta reunir las ovejas dispersas (Zacarías 11:16).
Lo
que Jesús quería decir era que el que trabaja sólo por lo que
pueda sacar, no piensa más que en el dinero; pero el que trabaja por
amor, piensa en aquellos a los que está tratando de servir. Jesús,
el Buen Pastor que amaba tanto a sus ovejas, daría un día su vida
para salvarlas.
Fijémonos
en un par de puntos antes de dar por concluido el estudio de este
pasaje. Jesús se describe a sí mismo como el Buen Pastor. Ahora
bien: en griego hay dos palabras que se traducen por bueno. Está la
palabra agathós,
que simplemente describe la cualidad moral de una persona o cosa que
es buena; y está la palabra kalós,
que añade a la bondad una cualidad encantadora que hace a la persona
que la posee atractiva y simpática. En este pasaje, cuando Jesús se
describe como el Buen Pastor, la palabra que usa es kalós.
En Él hay más que eficacia y fiabilidad: hay un encanto que cautiva
el alma. En la figura de Jesús como el Buen Pastor se reflejan su
gracia y simpatía al mismo tiempo que su fuerza y eficacia.
El
segundo punto es el siguiente. En la parábola, el rebaño es la
Iglesia de Cristo; y la amenaza un doble peligro. Siempre es probable
que el enemigo aceche desde fuera: los lobos, los ladrones y los
merodeadores; pero es igualmente probable que los problemas se
produzcan en el interior, por los falsos pastores. La Iglesia corre
un doble peligro. Siempre está bajo fuego enemigo desde fuera; pero
a menudo sufre la tragedia de una mala dirección, del desastre de
pastores que ven su vocación como una carrera y no como un camino de
servicio. El segundo peligro es, con mucho, el peor de los dos;
porque, si el pastor es fiel y bueno, se tiene una defensa fuerte
frente a los ataques del exterior; pero, si el pastor es infiel y un
asalariado, los enemigos del exterior se pueden introducir y hacerle
mucho daño al rebaño.
La
primera necesidad esencial que tiene la Iglesia en todos los tiempos
es una dirección pastoral que siga el ejemplo de Jesucristo.
Dios les continue bendiciendo
ResponderEliminarGracias por compartir este estudio Biblico.
¿ Donde encuentro la segunda parte de este estudio?
http://estudiosbiblicostematicos.blogspot.com/p/estudios-sobre-san-juan-lecciones-34-66.html?m=1
EliminarBendiciones y gracias por las clases me están sirviendo mucho. Dios me los siga bendiciendo.
ResponderEliminarUna excelente ayuda,Dios los bendiga,muy clara y precisa el estudio
ResponderEliminarGrasias mis hnos por este trabajo tan edificativo Dios les bendiga
ResponderEliminarExcelente... Fuerza
ResponderEliminarComo puedo Encontrar la Segunda parte???
ResponderEliminarCómo puedo encontrar la II parte de este estudio bíblico de San Juan? Les agradecería su ayuda
EliminarVe al inicio de este tema, y encontrarás una barra blanca; pulsa ahí y te aparecerá lo que buscas
EliminarEn estos momentos estoy utilizando la leccion 31 y 32 para hacer un comentario del cap. 9 completo de
ResponderEliminarSan Juan. tarea asignada por la Profesora de Exegesis en un curso bíblico de mi parroquia. San Pedro y San Pablo de Asuncion Paraguay. 2019
Es una bendición contar con este material, Dios siga dándoles sabiduría para que continúen con los demás capítulos. Gracias por su inmensa ayuda
ResponderEliminar👏👏🙏🙏
ResponderEliminarhola y la continuacion del libro de juan como lo encuentro
ResponderEliminarQuizas no leeas este mensaje pero gracias a el que creo estos estudios mucha gente esta aprendiendo la biblia todos mis estudiantes, gracias atentamente
ResponderEliminarGracias por su aportación es de mucha bendición
ResponderEliminarBendiciones, agradezco que me informe donde sigues los estudios de Juan.
ResponderEliminarGracias
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