Lección
nº 34:
LAS
OVEJAS DEL AMOR... ¿LOCURA O RAZÓN?
Juan
10: 16-21
Otras
ovejas...
Juan
10: 16
Los
judíos creían que eran el pueblo escogido de Dios, y que a Dios no
le importaban los demás pueblos. Creían que, en el mejor de los
casos, los otros pueblos estaban destinados a ser sus esclavos; y, en
el peor de los casos, a ser eliminados... Pero Jesús dice que
llegará el día en que toda la humanidad le conocerá como su
Pastor.
Aun
en el Antiguo Testamento no faltan indicios de ese día: Isaías tuvo
precisamente ese sueño (Isaías 42:6; 49:6; 51:4), y siempre hubo
voces solitarias que insistieron en que Dios no era la propiedad
exclusiva de Israel, sino que el destino de su pueblo era darle a
conocer a toda la humanidad.
A
primera vista parecería que el Nuevo Testamento contiene dos
actitudes diferentes a este respecto: Mateo 10:5-6 y Mateo 15:24...
Pero hay mucho que decir en el otro sentido. Jesús mismo se quedó
algún tiempo y enseñó en Samaria (Juan 4:40); y declaró que ser
descendiente de Abraham no era garantía de entrar en el Reino (Juan
8:39). Fue de un centurión romano de quien dijo que no había visto
una fe semejante en Israel (Mateo 8:10); fue un leproso samaritano el
único que volvió a darle las gracias (Lucas 17:15-19); fue el
viajero samaritano el que dio muestras de una piedad que todos
debemos tomar como ejemplo (Lucas 10:37) y la gran comisión fue al
final salir a predicar el Evangelio a todas las naciones (Marcos
16:15; Mateo 28:19)... Jesús no era sólo la luz de los judíos,
sino la luz del mundo (Juan 8:12).
¿Cómo
se explican los dichos que parecen limitar la obra de Jesús a los
judíos? Es muy sencillo. El propósito final de Jesús era que todo
el mundo fuera para Dios, pero tenía claro (como lo dice en su
mandato final) que había que empezar por los su propio pueblo...
De
momento se concentró deliberadamente a la nación judía; pero su
propósito definitivo era abarcar a todo el mundo con su amor.
Hay
tres grandes verdades en este versículo.
a)
Sólo en Jesucristo puede el mundo llegar a la unidad. Para Jesús
Dios es “Nuestro Padre”... Lo único que puede derribar las
barreras y borrar las diferencias es el Evangelio de Jesucristo, que
nos incluye a todos bajo el manto de la paternidad universal de Dios.
b)
La unidad viene del hecho, no de que se obligue a todas las ovejas a
entrar en un solo redil, sino de que todas oyen, responden y obedecen
a un solo Pastor. No es una unidad eclesiástica; sino la unidad que
viene de la común lealtad a Jesucristo. El hecho de que haya un solo
rebaño no quiere decir que no pueda haber más que una sola iglesia,
una sola manera de dar culto a Dios, un solo sistema de
administración eclesiástica; pero sí quiere decir que las
distintas iglesias están unidas en su común lealtad a Jesucristo.
c)
Las personas no podrán oír si no hay un mensajero; las otras ovejas
no podrán incorporarse a menos que vaya alguien a traerlas. Aquí se
nos presenta la tremenda tarea misionera de la Iglesia, que comienza
con aquellos que tenemos a nuestro lado...
El
sueño de Cristo depende de nosotros; somos nosotros los que podemos
ayudarle a hacer del mundo un solo rebaño, con É l como único
Pastor.
Elegidos
por amor
Juan
10: 17-18
Hay
pocos pasajes en el Nuevo Testamento que nos digan tanto como este
acerca de Jesús en tan poco espacio.
a)
Nos dice que veía toda su vida como un acto de obediencia a Dios.
Dios Le había dado una tarea que cumplir, y Él estaba dispuesto a
llevarla a cabo, aunque sabía que le costaría la vida.
b)
Nos dice que Jesús veía siempre la Cruz y la gloria como
inseparables. Él no dudó nunca de que tenía que morir, e
igualmente tampoco dudó nunca de que había de resucitar. La razón
no era otra que su confianza en Dios... Nadie puede entrar en la
gloria y la grandeza escogiendo siempre el camino más fácil; nadie
puede dejar de encontrarlas si está dispuesto a seguir el camino
difícil; y así lo hizo Jesús.
Está
claro que hasta el final habría podido volverse atrás y salvar la
vida... Él no perdió su vida, la entregó... No se le impuso la
Cruz: la aceptó voluntariamente por nosotros.
Y
así nos eligió para que seamos, desde todos los confines del mundo,
su rebaño.
¿Fuera
de si o el Hijo de Dios?
Juan
10: 19-21
Los
que escucharon a Jesús en aquella ocasión se enfrentaron con el
dilema que sigue presentándosenos a todos desde entonces: o Jesús
era un loco que mentía absolutamente, o era el Hijo de Dios.
No
hay escapatoria: si uno habla de Dios y de sí mismo de la manera que
habló Jesús, o está totalmente engañado o está totalmente en lo
cierto.
Las
afirmaciones que hizo Jesús sólo podrían querer decir locura o
divinidad.
¿Cómo
podemos llegar a la seguridad de que estaban justificadas y no eran
la fantasía más grande del mundo y de la Historia?
En
primer lugar debemos decir que las palabras de Jesús no son las de
un loco. Podríamos citar a innumerables testigos que nos
confirmarían que las enseñanzas de Jesús son de suprema salud
mental y total... Pensadores de todas las generaciones han
considerado la enseñanza de Jesús como la única esperanza de
cordura para un mundo desquiciado. La suya es la única voz que habla
con verdadero sentido en medio de todos los engaños humanos.
En
segundo lugar notamos que las obras de Jesús no son las de un loco:
Sanó a los enfermos, alimentó a los hambrientos, consoló a los
tristes. La locura de la vanidad mentirosa es esencialmente egoísta.
No busca nada más que su propia gloria y prestigio. Pero Jesús se
pasó la vida haciendo cosas, y viviendo -y muriendo- por los demás.
Como dijeron algunos de los mismos judíos, un loco no puede abrir
los ojos de los ciegos.
Finalmente
el efecto que ha causado y causa Jesús no es el que produce un loco.
El hecho indiscutible es que el poder de Jesús ha transformado
millones y millones de vidas. Los débiles se han vuelto fuertes, los
egoístas se han vuelto generosos, los derrotados se han vuelto
triunfadores, los angustiados se han vuelto serenos, los malos se han
vuelto buenos. No es la locura lo que produce tales cambios, sino la
prudencia y la sabiduría.
La
elección sigue abierta: Jesús, o loco o divino... Ninguna persona
sincera puede estudiar la evidencia y llegar a ninguna otra
conclusión sino la de que Jesús trajo al mundo, no una loca
fantasía, sino la perfecta cordura de Dios.
Lección
nº 35:
EL
CRISTO Y LA PROMESA A SUS OVEJAS
Juan
10: 22-30
El
momento y el lugar
Juan
10: 22-23
Juan
empieza por darnos la fecha y el lugar de esta discusión. La fecha
fue la fiesta de la Dedicación, la última que se fundó de las
grandes fiestas judías. Algunas veces se la llamaba la fiesta de las
Luces. Su nombre hebreo es Januká.
Se celebra el 25 del mes judío de kislev,
que corresponde a nuestro diciembre. Caía, pues, esta fiesta hacia
la Navidad cristiana, y los judíos la siguen celebrando
universalmente.
El
origen de la fiesta de la Dedicación se remonta a uno de los
períodos de mayor tribulación y heroísmo de la historia judía.
En
170 a.C. se produjo la terrible crisis. Ese año, Antíoco Epífanes,
griego y rey de Siria, atacó a Jerusalén. Se dijo que perecieron
80.000 judíos, y otros tantos fueron vendidos como esclavos. Se
robaron los tesoros del templo. El tener un ejemplar de la Torá (el
Pentateuco) o el circuncidar a un niño se castigaba con la muerte; a
las madres que circuncidaban a sus hijos las crucificaban con sus
niños colgándoles del cuello. Los atrios del templo fueron
profanados; se convirtieron sus cámaras en prostíbulos; y, para
colmo, Antíoco llegó hasta a dedicar el gran altar de los
holocaustos a Zeus Olímpico, y a ofrecer sobre él sacrificios de
puercos a los dioses griegos.
Fue
entonces cuando Judas Macabeo y sus hermanos emprendieron su épica
lucha por la libertad. En 164 a.C. se ganó la guerra
definitivamente; y ese mismo año se limpió y purificó el templo.
Se reconstruyó el altar y se repusieron las túnicas y los objetos
del culto después de tres años de contaminación.
Para
conmemorar la purificación del templo se instituyó la fiesta de la
Dedicación...
Pero,
como ya hemos visto, aún tenía otro nombre: el de la fiesta de las
Lucesporque se instalaban grandes iluminaciones en el templo, y
también en todos los hogares. En la ventana de todas las casas
judías se ponían luces.
Estas
luces tenían dos significados. El primero era como recordatorio de
que la luz de la libertad había vuelto a brillar en Israel. El
segundo se remontaba a una leyenda muy antigua. Se decía que, cuando
se purificó el templo y se volvió a encender el candelabro de los
siete brazos, sólo se pudo encontrar una vasijita de aceite sin
contaminar. Esta vasija se había mantenido intacta y con el sello
del anillo del sumo sacerdote. Por su capacidad material, no contenía
aceite nada más que para mantener las lámparas encendidas un día;
pero, milagrosamente, hubo suficiente para los ocho, hasta que se
acabó de preparar otro aceite según la fórmula correcta y se
consagró para su uso santo... Por eso brillaban las luces en el
templo y en los hogares ocho días en memoria de la vasija que Dios
hizo que durara ocho días en vez de uno solo.
No
carece de significado el hecho de que debe de haber sido cerca de
esas fechas cuando Jesús dijo: “Yo soy la Luz del mundo”.
Así
pues, cuando se encendían todas aquellas luces para conmemorar la
libertad recuperada para dar culto a Dios conforme a la conciencia y
tradición de Israel, Jesús dijo: “Yo soy la Luz del mundo; sólo
Yo puedo iluminar el camino que conduce al conocimiento y a la
presencia de Dios”.
Juan
también nos menciona el lugar en que se produjo esta discusión: el
pórtico de Salomón.
El
primer atrio del templo era el de los Gentiles. A sus dos lados había
una serie de columnas magnífica que se llamaban el pórtico de
Salomón y el pórtico Real. Eran hileras de columnas impresionantes,
de 12 metros de altura, con un techo encima. La gente acudía allí
para orar o meditar; y los rabinos solían pasear por allí, hablando
con sus alumnos y explicando las doctrinas de la fe. Jesús también
iba andando por allí porque, como nos detalla Juan con un toque
pictórico: “era invierno”...
El
Cristo y la promesa a sus ovejas
Juan
10: 24-28
Cuando
Jesús estaba paseando por el pórtico de Salomón, se le acercaron
los judíos diciendo: “¿eres o no eres el Ungido de Dios?”
Detrás
de esa pregunta había dos actitudes mentales. Había algunos que
genuinamente querían saberlo, y esperaban anhelantes la respuesta.
Pero había otros que, sin duda, usaban aquella pregunta como una
trampa. Querían inducir engañosamente a Jesús a que hiciera una
declaración que se pudiera tergiversar, ya fuera para convertirla en
un delito de blasfemia aceptable para sus tribunales, o en una
acusación de insurrección de la que se encargaría el gobernador
romano.
La
respuesta de Jesús fue que ya les había dicho quién era: a la
Samaritana se le había revelado como el Mesías (Juan 4:26), y al
que había nacido ciego, como el Hijo del Hombre (Juan 9:37). Pero
hay algunas declaraciones que no hay por qué hacer de palabra,
especialmente a una audiencia cualificada para percibirlas. Había
dos cosas acerca de Jesús que le colocaban más allá de toda duda,
las expresara con palabras o no: sus obras (Isaías 35:5-6); cada uno
de los milagros de Jesús era una prueba de que había venido el
esperado Mesías; y también sus palabras (Deuteronomio 18:15); sus
enseñanzas, eran una prueba fehaciente de que Dios hablaba por medio
de Él.
Las
palabras y las obras de Jesús eran una demostración de que El era
el Ungido de Dios.
Pero
la inmensa mayoría de los judíos no habían aceptado esas pruebas;
no eran del rebaño de Jesús.
Pero,
aunque la mayoría no aceptaron a Jesús, algunos sí; y a ellos
Jesús les prometió la vida eterna... Les prometió que, si le
aceptaban como Maestro y Señor, si llegaban a ser de su rebaño,
toda la pequeñez de la vida terrenal se pasaría, y conocerían la
gloria y la magnificencia de la vida de Dios; una vida que no tendría
fin porque nada les podría arrebatar de su mano...
Eso
no quería decir que no experimentarían la aflicción, el
sufrimiento y la muerte; sino que, en los más dolorosos momentos y
en las horas más oscuras se darían cuenta de que los brazos eternos
estarían sosteniéndolos y rodeándolos.
Aun
en un mundo que se precipita al desastre experimentaremos la
serenidad de Dios.
“Yo
y el Padre uno somos”
Juan
10: 29-30
Este
pasaje presenta a la misma vez la confianza inalterable y la
seguridad inconmovible de Jesús en el Padre.
Su
confianza veía el origen de todas las cosas en Dios. Acababa de
hablar de sus ovejas; si no hubiera dicho nada más que esto, habría
parecido que ponía su confianza en si mismo... Pero ahora vemos que
su confianza está en el Padre: es el Padre el que le ha dado esas
ovejas, y tanto Él como sus ovejas están en la mano del Padre.
Jesús
tenía aquella seguridad inconmovible porque tenía una confianza
inalterable en su Padre. Su actitud ante la vida no dependía de su
confianza en sí mismo, sino de su confianza en Dios. Estaba seguro,
no de su propio poder, sino del de su Padre.
Y
ahora llegamos a una afirmación sublime: “Yo y el Padre somos
uno”.
¿Qué
quería decir?
Si
vamos a la misma Biblia en busca de interpretación, encontramos que
en el capítulo 17 Jesús hace referencia a la necesidad de que los
cristianos sean uno como Él con el Padre (vs. 11, 20-22)
¿Cuál
es la unidad que debe existir entre cristiano y cristiano? Su secreto
es el amor: Juan 13:34... Los cristianos son una sola cosa porque se
aman; de la misma manera que Jesús es una sola cosa con Dios porque
le ama.
Aquí
está la esencia de la declaración de Jesús: el vínculo de la
unidad es el amor. Jesús era una sola cosa con el Padre porque le
amaba... Su unidad con Dios fue la unidad del perfecto amor
manifestado en la obediencia perfecta.
Lección
nº 36:
PROBADO
POR SUS OBRAS...
Juan
10: 31-42
La
prueba de fuego: sus obras
Juan
10: 31-39
Para
los judíos, la afirmación de Jesús de que Él y el Padre eran una
misma cosa era blasfemia. Era invadir una persona humana el lugar que
sólo correspondía a Dios.
La
ley judía establecía la pena de apedreamiento por el pecado de
blasfemia (Levítico 24:16). Así es que empezaron a prepararse para
apedrear a Jesús. El texto original quiere decir que se pusieron a
recoger piedras para lanzárselas...
Jesús
les enfrentó con tres razones:
a)
Les dijo que había estado haciendo obras maravillosas todo el
tiempo: sanando a los enfermos, alimentando a los hambrientos y
consolando a los afligidos; obras tan llenas de benevolencia, poder y
belleza que no podían venir sino de Dios.
Preguntó
por cuál de todas ellas le querían apedrear... Y ellos respondieron
que no era por nada de lo que había hecho, sino por lo que pretendía
ser.
b)
Le acusaron de pretender ser el Hijo de Dios... Para resistir su
ataque, Jesús usó dos razonamientos.
1-El
primero era típicamente judío, por lo que nos cuesta entenderlo.
Jesús citó el Salmo 82:6, que es una advertencia a los jueces
injustos para que abandonen los malos procedimientos y defiendan a
los pobres y a los inocentes. La exhortación acaba: “Yo digo: Sois
dioses, hijos del Altísimo todos vosotros”.
El
juez es un delegado de Dios ante el el pueblo; por eso su consejo es
como el de un dios... En algunos pasajes del Antiguo Testamento
(Éxodo 21:1-6; 22: 9, 28) la palabra que se traduce por jueces es
realmente elóhim,
que quiere decir Dios o dioses. Hasta la Escritura llamaba dioses a
las personas especialmente comisionadas por Dios para ciertas
tareas.
Entonces
Jesús dice: “Si la Sagrada Escritura puede hablar así acerca de
ciertos hombres, ¿por qué no puedo hablar Yo así acerca de Mí?”
2-Jesús
además afirmaba dos cosas acerca de sí mismo.
a)
Que Dios le había consagrado para una tarea especial.
La
palabra para consagrar es haguiazein,
el verbo correspondiente al adjetivo haguios,
que quiere decir santo. Esta palabra contiene la idea de que la
persona, lugar o cosa a los que se aplica, son diferentes de los
demás, precisamente porque Dios los ha apartado para un uso o
propósito distinto y, por tanto, Le pertenecen de una manera
especial. Así, por ejemplo, el sábado es santo (Éxodo 20:11),
el altar es santo (Levítico 16:19), los sacerdotes son santos (2
Crónicas 26:18), el profeta es santo (Jeremías 1:5). Cuando Jesús
dijo que Dios le había consagrado, le había hecho santo, quería
decir que le había apartado de los demás seres humanos, porque le
había asignado una tarea especial, y Él lo sabía.
b)
Que Dios le había comisionado y enviado al mundo. La palabra que se
usa es la que se usaría para enviar un mensajero o un embajador o
un ejército. Jesús no pensaba simplemente que había venido al
mundo, sino que había
sido enviado
al mundo.
Su
venida había sido una acción de Dios; y Él había venido para
hacer la tarea que Dios le había encargado.
Así
es que Jesús quena decir: “En el pasado, la Escritura podía
llamar dioses a los jueces, porque eran comisionados por Dios para
traer su verdad y justicia al mundo. Ahora, Yo he sido separado para
una tarea especial, y he sido comisionado por Dios para venir al
mundo. ¿Cómo podéis objetar a que me llame Hijo de Dios? No digo
nada más que lo que dice la Escritura”.
Este
es uno de esos razonamientos bíblicos cuya fuerza nos resulta
difícil de captar, pero que sería absolutamente irrefutable para
los rabinos judíos.
c)
Jesús prosiguió proponiendo la prueba del fuego. “No os pido -les
dijo realmente- que aceptéis mi palabra. Os pido que aceptéis mis
obras”... Se pueden discutir las palabras, pero no las obras.
Jesús
es el Maestro perfecto porque no basa su autoridad en lo que dice,
sino en lo que hace. Lo que proponía a los judíos era que basaran
su veredicto sobre Él, no en lo que decía, sino en lo que hacía; y
esa es la prueba del fuego que sus seguidores deben estar dispuestos
a aceptar.
En
el punto de partida
Juan
10: 40-42
A
Jesús se le iba acabando el tiempo; pero Él conocía su hora.
No
desafiaba el peligro ni se jugaba la vida temerariamente; ni evitaba
cobardemente el peligro para conservar la vida; pero anhelaba la
tranquilidad antes del combate definitivo.
Siempre
se preparaba para enfrentarse con los hombres encontrándose antes a
solas con Dios. Para eso se retiró al otro lado del Jordán....No
era una evasión. Estaba sólo preparándose para la contienda final.
El
lugar al que se dirigió es sumamente significativo. Se fue al lugar
en que Juan había bautizado a los que venían a él y recibían su
mensaje, donde Jesús mismo había sido bautizado.
Allí
había sido donde había escuchado la voz de Dios, que le aseguraba
que había hecho la debida decisión y escogido el camino correcto,
tras su bautismo público...
Es
absolutamente recomendable y loable el volver de cuando en cuando al
punto en el que se han experimentado las realidades más
significativas y se han hecho las decisiones más definitivas de la
vida. Cuando Jacob parecía tenerlo todo en contra, volvió a Betel
(Génesis 35:1-5). Cuando sintió la necesidad de Dios, volvió al
lugar en el que se había encontrado con Él de veras por primera
vez...
A
menudo nos haría un bien tremendo al alma el volver en peregrinación
espiritual al lugar en que nos encontramos con el Señor por primera
vez.
Jesús,
antes de llegar al final de su misión terrenal, volvió al lugar que
había sido su punto de partida.
Pero
también allí, al otro lado del Jordán, los judíos vinieron a Él,
y también ellos se acordaron de Juan. Recordaban que les había
hablado con palabras de profeta, pero no había hecho ninguna obra
maravillosa. Se dieron cuenta de que había una gran diferencia entre
Juan y Jesús. A la proclama poderosa de Juan, Jesús había añadido
la manifestación del poder de Dios.
Juan
había diagnosticado correctamente la situación pecaminosa en la que
ellos vivían, pero Jesús había aportado el poder para remediarla.
Aquellos judíos habían reconocido que Juan era un profeta; ahora se
daban cuenta de que todo lo que Juan había anunciado acerca de Jesús
se había confirmado; y, en consecuencia, muchos de ellos creyeron.
Sucede
a menudo que una persona a la que se le pronosticaba un futuro
glorioso y que encarnaba las esperanzas de mucha gente, acaba
desmintiendo aquellos pronósticos y frustrando aquellas esperanzas.
Pero Jesús era aún mayor de lo que Juan había anunciado. Jesús es
la única Persona que jamás defrauda a los que esperan en Él.
En
Él, todos los sueños se hacen realidad, pero Él es más que todos
los mejores sueños.
Lección
nº 37:
CAMINO
A LA GLORIA Y UNA DECISIÓN VALEROSA
Juan
11: 1-16
El
camino a la gloria
Juan
11: 1-5
Una
de las cosas más preciosas del mundo es tener una casa y un hogar al
que uno puede ir en cualquier momento, y encontrar descanso y
comprensión y paz y amor. Eso era doblemente cierto en el caso de
Jesús, porque Él no tenía un hogar suyo propio; no tenía donde
reclinar la cabeza (Lucas
9:58).
En el hogar de Betania encontró algo de todo eso. Había allí tres
personas que le amaban; y allí podía encontrar descanso de las
tensiones de la vida.
El
nombre Lázaro
quiere
decir Dios es
mi ayuda, y
es el mismo que Eleazar.
Lázaro
se puso enfermo, y sus hermanas le enviaron recado a Jesús para
notificárselo. Es encantador comprobar que el mensaje de las
hermanas no incluía la petición de que Jesús fuera a Betania.
Sabían que no era necesario; sabían que, con hacerle saber que
tenían una necesidad, bastaría para hacerle ir.
Cuando
Jesús llegó a Samaria sabía que, le pasara lo que le pasara a
Lázaro, El tenía poder para resolverlo. Pero, en un principio, se
limitó a decir que aquella enfermedad se había presentado para la
gloria de Dios y suya. Ahora bien: eso era cierto en dos sentidos, y
Jesús lo sabía:
-La
curación permitiría sin duda a la gente ver la gloria de Dios en
acción.
-Pero
había algo más. Cuando acudieron a El los griegos, Jesús dijo: “Ha
llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado” (Juan
12:23). Y era
de la Cruz de lo que estaba hablando, porque inmediatamente dijo que
el grano de trigo tiene que caer en la tierra y morir para llevar
fruto. Está claro que Jesús veía la Cruz como su suprema gloria y
como su camino a la gloria. Así que, cuando dijo que la curación
de Lázaro le glorificaría, estaba dando muestras de que sabía
perfectamente bien que el ir a Betania y devolverle la salud, y la
vida a Lázaro, era dar un paso que le conduciría a la Cruz. Y así
fue.
Con
los ojos abiertos Jesús aceptó la Cruz para ayudar a su amigo.
Sabía el precio, y estaba dispuesto a pagarlo.
Cuando
nos viene alguna prueba o aflicción, especialmente si es en
consecuencia de nuestra fidelidad a Cristo, lo veríamos en una luz
totalmente diferente si nos diéramos cuenta de que la cruz que
tenemos que asumir es nuestra gloria y el camino a una gloria aún
más grande.
Para
Jesús, no había otro camino a la gloria que el que pasaba por la
Cruz; y así debe ser siempre también para sus seguidores.
Una
lección sobre el tiempo: el día y la noche
Juan
11: 6-10
Puede
que encontremos extraño que Jesús se quedara otros dos días
enteros donde estaba después de recibir la noticia de la enfermedad
de Lázaro.
La
verdadera razón es que podemos ver a Jesús tomando la iniciativa
por su cuenta, no por imposición de nadie ni de las circunstancias,
eligiendo, de acuerdo a su sabiduría y designio, el momento
oportuno; seguramente debía terminar primero lo que estaba
haciendo...
Esto
es también una advertencia para nosotros: Muchas veces quisiéramos
que Jesús interviniera de cierta manera y cuando nosotros decimos;
pero tenemos que aprender a dejarle intervenir como y cuando Él
decida, porque seguramente será lo mejor para nosotros.
Por
último, cuando Jesús anunció la vuelta a Judea, Sus discípulos se
sorprendieron y espantaron. Se acordaban de que, la última vez que
había estado allí, los judíos habían estado buscando la manera de
matarle.
Entonces
Jesús dijo algo que encierra una gran verdad de valor permanente:
“¿No tiene el día doce horas?”... Veamos a qué reflexión nos
lleva esta afirmación:
Un
día no puede terminar antes de tiempo. Tiene doce horas que
transcurren no importa lo que suceda. La duración del día es fija,
y nada lo acortará o alargará. .
Pero
si el día tiene doce horas, hay tiempo suficiente para lo que una
persona tiene que hacer, sin andarse con prisas.
Aunque
también debemos pensar que hay sólo
doce
horas... No se pueden prolongar; y, por tanto, no hay que perder el
tiempo. Hay bastante tiempo, pero no demasiado (Efesios
4:16; Colosenses 4:5).
Lo
que Jesús quiere decir es que el día tiene doce horas, y sólo
doce... No hay que precipitarse, pero tampoco demorarse. Hay
suficiente tiempo en la vida, pero no hay tiempo que perder.
Jesús
entonces pasa a desarrollar lo que acaba de decir... Dice que si una
persona anda a la luz del día, no tropieza; pero, si trata de andar
de noche, va dando traspiés.
El
día judío, como el romano, se dividía en doce horas iguales que
iban desde la salida hasta la puesta del sol. Eso quiere decir, desde
luego, que la duración de la hora variaba en proporción con el día
y la estación del año. En la superficie, Jesús estaba diciendo
sencillamente que uno no tropieza a la luz del sol; pero, cuando
llega la oscuridad, no se puede ver el camino.
Jesús
está diciendo que una persona tiene que terminar su jornada laboral
durante el día, porque llega la noche y no se puede seguir
trabajando.
Juan,
entonces, usa las palabras la
oscuridad y la noche para
describir la vida sin Cristo, dominada por el mal... Jesús está
advirtiendo sobre la necesidad de actuar buscando la voluntad de Dios
a tiempo, durante el día; porque cuando llegue la noche ya será
tarde.
Jesús
no desperdiciaba oportunidad de enseñar a sus discípulos...
Ningún
evangelio enfatiza el concepto de que Dios ama al mundo, como el de
Juan; pero tampoco hay ningún otro tan seguro de que se puede
rechazar ese amor. Tiene dos notas: la gloria de llegar a
tiempo, y la tragedia
de llegar demasiado
tarde.
Una
decisión de valor
Juan
11: 11-16
Juan
usa aquí su forma habitual de contar las conversaciones de Jesús:
Él dice algo que parece muy sencillo; se le malentiende, y Él
explica más claro lo que quería decir. Ya lo vimos en Su
conversación con Nicodemo acerca del nuevo nacimiento (Juan
3: 3-8); y con la
Samaritana, sobre el agua de la vida (Juan
4:10-15).
Aquí
Jesús empezó diciendo que Lázaro estaba durmiendo. A los
discípulos aquello les pareció una buena noticia, porque no hay
mejor medicina que el sueño. Pero la palabra dormir
tenía
a menudo un sentido más profundo y serio (Mateo
9:24; Hechos 7:60; 1
Tesalonicenses
4:13)...Así
que Jesús tuvo que decirles
claramente
que Lázaro se había muerto; y entonces siguió diciéndoles que,
por el bien de ellos, era una buena cosa, porque daría lugar a un
acontecimiento que los fortalecería más en la fe.
La
prueba definitiva del Evangelio consiste en ver lo que Jesucristo
puede hacer. Las palabras puede que no consigan convencer; pero no
hay razonamientos que se le puedan oponer a la obras palpables de
Dios. Eso supone una responsabilidad muy grande para el cristiano,
porque el propósito de Dios es que cada uno de nosotros sea una
prueba viviente de su poder. Nuestra tarea consiste en demostrar con
nuestras vidas lo que Cristo ha hecho por nosotros.
La
muerte de Lázaro supuso una crisis en la vida de Jesús, y Él se
alegraba, porque le daba una oportunidad de demostrar, de la manera
más sorprendente, lo que Dios puede hacer... Todas las crisis
deberían ser para nosotros algo así.
En
aquella situación, los discípulos habrían podido negarse a seguir
a Jesús; pero una voz solitaria se dejó oír. Todos creían que el
volver a Jerusalén era jugarse la vida, y no daban el paso al
frente. Pero entonces se oyó la voz de Tomás: “¡Vamos nosotros
también a morir con Él!”.
En
esta ocasión, Tomás desplegó la mejor clase de valor; aunque no
entendiera bien la actitud de Jesús, a una cosa estaba decidido:
viniera lo que viniera, él no se retiraba.
Esta
es la más elevada clase de valor. No es que no se tenga miedo.
Cuando no se tiene miedo es lo más fácil del mundo hacer lo que
sea. El verdadero valor es darse cuenta perfectamente del peligro,
tener miedo y, sin embargo, hacer lo que
se debe.
Así
era Tomás aquel día. No debemos nunca avergonzarnos de tener miedo;
pero sí de dejar que el miedo nos impida hacer lo que sabemos en lo
más íntimo que debemos hacer.
Lección
nº 38:
LA
RESURRECCIÓN Y LA VIDA
Juan
11: 17-27
Una
casa en duelo
Juan
11: 17-19
Para
visualizar esta escena tenemos que ver primero cómo era un duelo
judío. Por lo general en Palestina, debido al clima, se enterraban
los muertos lo antes posible. Hubo un tiempo cuando un entierro era
sumamente caro: se usaban para ungir el cuerpo los mejores perfumes y
especias y el asunto llegó a convertirse en una carga que nadie se
animaba a cambiar, hasta que el famoso rabino Gamaliel dejó
dispuesto que le enterraran envuelto en un sudario de la tela más
,sencilla, y así contribuyó a poner fin al despilfarro de los
funerales.
Todos
los que podían asistían al funeral. Los más posibles se suponía
que, por cortesía o por respeto, se sumaban a la comitiva hasta el
cementerio. Una curiosa costumbre era que las mujeres iban delante;
se decía que, como había sido una mujer la que con su primer pecado
había traído la muerte al mundo, debían ser ellas las que
dirigieran el cortejo fúnebre hasta la tumba.
Al
pie de la tumba se hacían a veces discursos en memoria de la persona
difunta. Se esperaba de todos que expresaran su profunda condolencia
y, al retirarse de la tumba, se formaban dos filas largas por entre
las que pasaban los familiares más próximos. Pero había esta norma
tan prudente: no había que fastidiar a los que estaban de duelo con
conversaciones vanas e intempestivas. Se los dejaba en paz, en su
trance, con su dolor.
No
se preparaba comida en la casa; y no se podía comer nada en
presencia del cadáver... Al volver de la tumba se servía una comida
que habían preparado los amigos de la familia. Consistía en pan,
lentejas y huevos duros, que, por su forma, simbolizaban la vida que
va rodando hacia la muerte.
El
duelo duraba siete días, de los que los tres primeros se pasaban
llorando. Durante los siete días estaba prohibido ungirse, ponerse
zapatos, dedicarse a ninguna clase de estudio o de negocios y ni
siquiera lavarse. A la semana de duelo seguían treinta días de luto
riguroso.
Así
es que, cuando Jesús se sumó a los que había en la casa de
Betania, encontró lo que se esperaría en una casa en duelo.
Era
un deber sagrado ir a expresar condolencia a los familiares y amigos
del difunto... Fue a una casa llena de gente así a la que llegó
Jesús aquel día.
La
resurrección y la Vida
Juan
11: 20-27
En
esta historia Marta es todo un personaje... Cuando Lucas nos habla de
Marta y María (Lucas
10:38-42), nos
presenta a Marta como la mujer de acción, y a María como la que más
bien se sentaba tranquila. Así aparecen aquí. Tan pronto como les
anunciaron que Jesús venía de camino, Marta salió a su encuentro,
porque no podía estarse quieta; pero María se quedó esperándole.
Cuando
Marta llegó adonde estaba Jesús, el corazón se le salía por los
labios... Marta habló, en parte con un reproche que no se podía
guardar para sí, y en parte con una fe que nada podía hacer
vacilar; un reproche por la demora del Señor en venir y una fe
notable en la resurrección del día final...
Ahora
bien: ésa era una cosa extraordinaria. Una de las cosas que más nos
extrañan de la Escritura es el hecho de que los santos del Antiguo
Testamento no tenían prácticamente ninguna fe en una vida real
después de la muerte. En los primeros tiempos, los hebreos creían
que el alma de una persona, buena o mala, iba al Seol,
que
a veces se traduce erróneamente por infierno;
pero
no era un lugar de tortura, sino la tierra de las sombras. Todos iban
a parar allí, donde llevaban una especie de vida vaga, sombría, sin
fuerza ni alegría (Salmo
6:5; 30:9; 88:5; Eclesiastés 9:10; Isaías 38:18).
Muy
de vez en cuando en el Antiguo Testamento, alguien dio un arriesgado
salto de fe: Salmo
16:9-11; 73:23-24... El
salmista estaba convencido de que ni siquiera la muerte podía
deshacer una relación real con Dios. Peroen esa etapa era un
desesperado salto de fe más que una convicción firme.
La
historia de los judíos está llena de desastres, cautiverios,
esclavitud y derrota. Sin embargo, el pueblo judío tenía la
convicción inconmovible de ser el pueblo escogido de Dios; por
tanto, invocaban un nuevo mundo para deshacer los fracasos del viejo,
y llegaron a ver que, si se había de realizar plenamente el
propósito de Dios, y de cumplir su justicia se necesitaban otro
mundo y otra vida... Fue precisamente ese sentimiento el que condujo
a los hebreos a la convicción de que había otra vida por venir.
Es
verdad que, en los días de Jesús, los saduceos todavía se negaban
a creer en ninguna vida después de la muerte. Pero los fariseos y la
gran mayoría de los judíos sí creían. Decían que, en el momento
de la muerte, los dos mundos, el del tiempo y el de la eternidad, se
encontraban y se besaban. Decían que los que morían veían a Dios,
y se negaban a llamarlos los muertos;
los
llamaban los vivos...
Cuando
Marta contestó a la pregunta de Jesús, dio testimonio del punto más
elevado de la fe que había escalado su nación...
Entonces
Jesús dijo de pronto algo que le daba a esa fe una nueva realidad y
un nuevo significado: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que
crea en mí, vivirá aunque haya muerto; y todos los que estén vivos
y crean en mí, no morirán nunca...”
¿Qué
quería decir exactamente?
Una
cosa está clara, y es que Jesús no estaba pensando en términos de
la vida física. Los cristianos experimentan la muerte física tanto
como los que no lo son. Debemos buscar un significado más que
físico.
a)
Jesús estaba pensando en la muerte del pecado. Estaba diciendo:
“Aunque una persona esté muerta en el pecado, yo puedo hacer que
vuelva a estar viva otra vez”.Hay quienes se sumen de tal manera en
el hoyo del pecado que están espiritualmente muertos. Pero
Jesucristo puede resucitarlos. El testimonio de la Historia es que ha
resucitado a millones y millones de personas hundidas en la maldad, y
su toque no ha perdido su antiguo poder.
b)
Jesús estaba pensando también en la vida venidera. Él trajo la
certeza de que la muerte no es el final. Llamamos a este mundo da
tierra
de los vivientes; pero
sería más correcto llamarlo la tierra
de los que van a morir... Por
Jesucristo sabemos que vamos de camino, no hacia el ocaso, sino hacia
el amanecer; sabemos que la muerte es una puerta en el firmamento...
En el sentido más auténtico, no vamos de camino hacia la muerte,
sino hacia la vida.
Cuando
creemos que Dios es como nos ha dicho Jesús, llegamos a estar
absolutamente seguros de Su amor, y de que es, por encima de todo, un
Dios redentor. El miedo a la muerte se desvanece, porque morir es ir
con el gran Amador de las almas humanas.
Así
también cuando aceptamos el camino de Jesús; cuando tomamos sus
mandamientos como nuestra ley, y cuando nos damos cuenta de que Él
está siempre dispuesto a ayudarnos a vivir como Él nos manda, la
vida se convierte en algo totalmente nuevo. Está revestida de un
nuevo encanto, una nueva delicia, una nueva fuerza.
Cuando
creemos en Jesús, cuando aceptamos lo que Él nos dice acerca de
Dios y acerca de la vida y nos jugamos el todo por el todo a que es
verdad, resucitamos de veras, porque somos liberados del miedo que
caracteriza a la vida sin Dios; somos liberados de la frustración
que caracteriza a la vida sometida al pecado; somos liberados de la
vanidad de la vida sin Cristo. La vida se eleva de la muerte del
pecado para llegar a ser la transición a una vida superior.
Lección
nº 39:
LA
VOZ QUE DESPIERTA A LOS MUERTOS
Juan
11: 28-44
”Jesús
lloró”
Juan
11: 28-33
Marta
volvió a la casa, a decirle a María que había llegado Jesús.
Quería darle la noticia en secreto, sin que los visitantes se
enteraran, porque quería que María tuviera unos instantes a solas
con Jesús antes de que el gentío los rodeara haciéndoles imposible
una conversación privada. Pero, cuando los visitantes vieron a María
levantarse de prisa y salir, supusieron inmediatamente que se
dirigiría a la tumba de Lázaro. Era costumbre, sobre todo entre las
mujeres, ir a llorar a la tumba siempre que les era posible.
El
saludo de María a Jesús fue exactamente el mismo que el de Marta:
si Jesús hubiera llegado a tiempo, Lázaro estaría vivo todavía.
Jesús
vio llorar a María y a todos los que estaban en el duelo con ella.
Debemos recordar que aquello no sería simplemente que se les
saltaban las lágrimas, sino más bien lamentos y chillidos
histéricos; porque la manera judía de considerar un duelo era que,
cuanto más incontrolado el llanto, tanto mayor honor se confería al
difunto.
Es
importante destacar que la expresión del v. 33, que se traduce “se
estremeció en espíritu” viene del verbo embrimasthai,
y que se traduce como “bufar un animal”... Así se podría decir
que Jesús dio
escape a tal angustia de espíritu que hacía que todo su cuerpo se
le conmocionara de temblores... Es decir que se apoderó de Jesús
una emoción tan incontrolable que le arrancó gemidos del corazón.
Aquí
tenemos una de las cosas más preciosas del Evangelio. Tan
profundamente entró Jesús en el dolor humano que la angustia le
oprimía y estrujaba el corazón (Isaías
63:9).
Jesús
lloró ante el dolor de los amados humanos, irremediablemente
condenados al sufrimiento y a la muerte... Su corazón misericordioso
no pudo controlar la angustia...
Los
griegos creían en un Dios aislado, desapasionado e impasible... ¡Qué
imagen tan distinta nos da Jesús de Dios! Nos presenta a un Dios
Cuyo corazón se estruja de angustia por la angustia de su pueblo. Lo
más grande que hizo Jesús fue traernos la noticia de un Dios que no
es insensible.
Una
voz que despierta a los muertos
Juan
11: 34-44
Aquí
llegamos a la última escena del drama.
Una
vez más se nos muestra la figura de Jesús conmocionado de angustia
al compartir la angustia del corazón humano. Para los lectores
griegos, esa breve frase, “Jesús lloró”, sería lo más
alucinante de toda la alucinante historia: que el Hijo de Dios
pudiera llorar les parecería increíble.
Debemos
conservar en la mente el cuadro de una tumba palestina corriente.
Sería, o una cueva natural, o un hueco hecho en la roca. Tendría
una entrada en la que se colocaba el féretro al principio. Más al
fondo habría una cámara, de unos dos metros de largo, dos y medio
de ancho y poco más de alto. Tendría unos ocho espacios cortados en
la roca, tres a cada lado y dos enfrente de la entrada, en los que se
ponían los cadáveres.
Los
cuerpos se envolvían en una mortaja, pero los brazos y las piernas
se cubrían aparte con una especie de vendas, y la cabeza también se
cubría por separado.
La
tumba no tenía puerta; pero delante de la entrada había una ranura
por la que se deslizaba una piedra grande para sellar la tumba...
Jesús pidió que quitaran la piedra.
A
Marta no se le ocurría nada más que una razón para abrir la tumba:
que Jesús quería ver el rostro de su amigo por última vez. Marta
no podía comprender aquel deseo, que no daría ningún consuelo.
Advirtió que Lázaro ya llevaba cuatro días en la tumba... Los
judíos creían que el espíritu de los muertos revoloteaba por la
tumba cuatro días, buscando una ocasión para entrar en el cuerpo
otra vez. Pero después de cuatro días, el espíritu ya se había
ido; porque el rostro del difunto estaba tan descompuesto que ya no
se podía ni reconocer.
Entonces
Jesús dio la orden que hasta la muerte era impotente para resistir,
y Lázaro salió. Es alucinante figurarse aquel cuerpo vendado
pugnando por salir de la tumba. Jesús les dijo que le desenvolvieran
de todos aquellos paños mortuorios, y le dejaran moverse con
libertad.
Hay
ciertas cosas que debemos notar.
a)
Jesús oró.
El
poder que fluía por Él no tenía su origen en Él, sino en Dios:
“Los milagros -decía Godet- son simplemente oraciones
contestadas”...
b)
Jesús buscaba sólo la gloria de Dios.
No
hizo aquello para glorificarse a sí mismo... Recordemos que cuando
el profeta Elías tuvo su épica contienda con los profetas de Baal,
oró: “Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo
reconozca que Tú eres el único Dios” (1 Reyes
18:37).
Todo
lo que hacía Jesús era debido al poder de Dios y diseñado para la
gloria de Dios.
¡Qué
diferente somos a menudo nosotros! Hacemos las cosas en nuestro
propio poder, y para nuestro prestigio...
Posiblemente
habría más maravillas en nuestras vidas también si dejáramos de
actuar por nosotros mismos y le diéramos a Dios el lugar central que
le corresponde.
Lección
nº 40:
EL
COMPLOT
Juan
11: 45-57
Una
dramática ironía...
Juan
11: 45-53
Las
autoridades judías se nos retratan aquí gráficamente. El
maravilloso suceso de Betania los obligó a intervenir; era imposible
seguir dejando actuar a Jesús, porque todo el pueblo acabaría por
seguirle. Así es que se reunió el sanedrín para resolver aquella
situación.
En
el sanedrín estaban tanto los fariseos como los saduceos.
Los
fariseos no eran un partido político; su único interés era vivir
de acuerdo con la ley en todos sus detalles, y no les importaba quién
los gobernaba, con tal de que les permitiera seguir su obediencia
meticulosa a la ley.
Por
otra parte estaban los saduceos, que eran intensamente políticos.
Eran el partido aristocrático y rico; y eran el partido
colaboracionista: con tal que se les permitiera retener sus riquezas,
comodidades y posición de autoridad, estaban dispuestos a colaborar
con Roma.
Todos
los principales sacerdotes eran saduceos. Y está claro que eran
ellos los que dominaban el sanedrín. Juan nos los retrata con unas
pocas pinceladas magistrales. Primero, eran declaradamente
descorteses, arrogantes, y torpes en su trato hacia los demás... Su
arrogancia despectiva está en contraste implícito con los acentos
de amor de Jesús.
Segundo,
la única cosa que interesaba realmente a los saduceos era retener su
poder y prestigio político y social, por eso lo que ellos temían
era que Jesús consiguiera muchos seguidores y provocara un conflicto
con el gobierno.
Los
romanos eran tolerantes en muchas cosas; pero, con un imperio tan
extenso que gobernar, no podían permitir desórdenes civiles, que
siempre sofocaban con mano firme y cruel.
Si
Jesús fuera el causante de un desorden civil, Roma se echaría
encima con todo su poder, y no cabía la menor duda de que los
saduceos perderían su posición de autoridad... A ellos nunca se les
ocurrió preguntarse si Jesús tendría o no razón.
Así
es que los saduceos insistían en que había que eliminar a Jesús,
porque si no los romanos se les echarían encima y les quitarían sus
privilegios.
A
pesar de ellos, en el año 70 d.C. los romanos, cansados de la
testarudez judía, sitiaron Jerusalén, y la convirtieron en un
montón de ruinas, llagando hasta a pasar simbólicamente el arado
por el área del templo.
¡Qué
diferentes podrían haber sido las cosas si los judíos hubieran
aceptado a Jesús!... Los mismos pasos que dieron para salvar a su
nación la condujeron a la ruina.
Esta
destrucción tuvo lugar en el año 70 d.C.; el evangelio de Juan se
escribió hacia el año 100 d.C.; este suceso trágico era bien
conocido y recordado por lo que todos los que lo leyeran descubrirían
la ironía dramática en las palabras de los saduceos.
Entonces
el sumo sacerdote Caifás dijo aquellas palabras de doble filo (v. 49
y 50)... Los judíos creían que, cuando el sumo sacerdote buscaba el
consejo de Dios para la nación, Dios hablaba por medio de él.
Aquí
tenemos un ejemplo tremendo de ironía dramática. Lo que Caifás
quería decir era que era mejor que muriera Jesús antes de que
hubiera problemas con los romanos.
Era
verdad que Jesús había de morir para salvar a la nación, pero no
en el sentido que decía Caifás. Era verdad de una manera mucho más
maravillosa. Dios puede hablar por los medios menos imaginables.
Algunas
veces puede mandar su mensaje por medio de alguien que ni siquiera
sabe lo que está diciendo. Puede usar hasta las palabras de un
hombre malo...
Jesús
había de morir por la nación de Israel, y también por todo el
pueblo de Dios esparcido por todo el mundo.
La
Iglesia Primitiva hizo un uso muy hermoso de estas palabras y se
recordaba así al partir el pan en la Cena del Señor... Algún día
los miembros dispersos de la Iglesia estarán unidos en un solo
Cuerpo. Eso es algo que debemos pensar cuando vemos el pan partido en
la Mesa del Señor.
Fuera
de la ley
Juan
11: 54-57
Jesús
no jugaba con el peligro innecesariamente. Estaba dispuesto a
entregar su vida, pero no a malgastarla temerariamente antes de
terminar su obra. Así es que se retiró a un pueblo que se llamaba
Efraín, que estaba cerca de Belén, en el país montañoso al Norte
de Jerusalén (2
Crónicas 13:19).
Para
entonces ya empezaba Jerusalén a llenarse de gente.
Antes
de participar en ninguna fiesta, los judíos tenían que purificarse
ritualmente; y la impureza se podía contraer al tocar un numero
considerable de cosas y personas. Muchos de los judíos, por tanto,
se adelantaban para llegar a la ciudad a tiempo para hacer las
ofrendas necesarias y realizar los rituales para estar seguros de que
estaban limpios.
Estas
purificaciones se llevaban a cabo en el templo. Requerían tiempo; y,
mientras esperaban, los judíos se reunían en grupitos expectantes.
Sabían lo que pasaba. Sabían de la contienda entre Jesús y las
autoridades; y la gente siempre está interesada en el que se
enfrenta valientemente corriendo riesgos imprevisibles...
Se
preguntaban si aparecería en la fiesta; y concluyeron que no le
sería posible... Pero habían malvalorado a Jesús. Cuando llegara
su hora para aparecer, no habría poder en la Tierra que se lo
impidiera.
De
la misma manera el cristiano no debe temer a las consecuencias de
hacer lo que debe... Mas bien deberíamos temer a las consecuencias
de no hacer lo que debemos hacer...
Por
los últimos versículos del capítulo sacamos la impresión de que,
para este tiempo, Jesús ya estaba catalogado como un fuera de la
ley.
Puede
que las autoridades judías hubieran ofrecido una recompensa por la
información que condujera a su detención, y que eso fuera lo que
buscaba, y obtuvo, Judas, el traidor...
Juan
nos habrá de contar que a pesar de todo, Jesús fue a Jerusalén. Y
no furtivamente, por las callejuelas escondidas; sino abiertamente, y
de tal manera que atrajo la atención de todo el mundo.
Se
podrá decir lo que se quiera de Jesús; pero hay que inclinarse de
admiración ante su valor, que desafiaba a la muerte.
En
aquellos últimos días de su vida se comportó como el más valeroso
fuera-de-la-ley de todos los tiempos.
Lección
nº 41:
EL
AMOR SUBLIME...
Juan
12: 1-8
Una
cena de amigos
Juan
12: 1-2
Jesús
estaba llegando al final de su vida en la Tierra. El ir a Jerusalén
para la Pascua fue una acción del más extraordinario valor, porque
las autoridades ya le habían proclamado fuera de la ley...
Tan
considerable era el gentío que llegaba a Jerusalén para la Pascua
que no podían todos conseguir alojamiento en la ciudad, y Betania
era uno de los lugares fuera de los límites de la ciudad que la ley
establecía como aptos para admitir el exceso de peregrinos.
Cuando
Jesús llegó a Betania, sus amigos le organizaron una cena. Debe de
haber sido en la casa de Marta y María y Lázaro; porque, ¿en qué
otra casa iba a estar Marta sirviendo sino en la suya?
Una
ofrenda de amor y una actitud mezquina
Juan
12: 3-6
Fue
entonces cuando a María se le desbordó el corazón de amor. Tenía
una libra de perfume de nardo muy costoso; una clase de perfume muy
apreciada... Con este perfume, María ungió los pies de Jesús, pero
Judas, mezquinamente, interpretó su acción como un derroche
innecesario.
Jesús
le atajó diciéndole que a los pobres siempre se les podía dar
dinero, pero la amabilidad que se había tenido con El tenía que ser
entonces, porque más adelante ya no habría oportunidad.
Aquí
tenemos toda una serie de bocetos de personajes.
-Tenemos
a Marta. Estaba sirviendo a la mesa. Amaba a Jesús; era una mujer
práctica: su manera natural de mostrar amor era con la labor de sus
manos. Marta daba siempre todo lo que podía. Muchísimos grandes
hombres han llegado a ser lo que fueron gracias al cuidado cariñoso
de alguna persona así que tenían en el hogar... Es tan posible
servir a Jesús en la cocina como en el púlpito o en cualquier otro
lugar.
-Tenemos
a María. Por encima de todo, amaba a Jesús; y aquí, en su gesto,
vemos tres características del amor.
a)
Vemos el exceso del amor. María trajo lo más precioso que tenía, y
se lo gastó todo en Jesús. El amor no es amor si calcula
meticulosamente el precio. Da su todo, y lo único que lamenta es no
tener todavía más que dar.
b)
Vemos la humildad del amor. Era conferir un honor el ungir la cabeza
de una persona, pero María no se atrevía a llegar a la altura de
la cabeza de Jesús, y le ungió los pies.
c)
Vemos la naturalidad del amor. María le secó los pies a Jesús con
sus propios cabellos. En Palestina, ninguna mujer respetable
aparecería en público con el cabello suelto. El día de su boda,
una chica se sujetaba el cabello y ya nunca se dejaba ver en público
con el cabello suelto. Eso habría hecho que se la identificara con
una mujer inmoral. Pero a María ni siquiera se le ocurrió
pensarlo... María amaba a Jesús tanto que no le podía importar
menos lo que pensaran o dijeran otros.
d)
Pero hay algo más aquí acerca del amor. Juan lo expresa diciendo:
“Y la casa se llenó de la fragancia del perfume”... Muchos
comentaristas han visto aquí un doble sentido; lo han tomado como
diciendo que toda la Iglesia se llenó del recuerdo agradable de la
buena acción de María. Una buena acción se convierte en un tesoro
para todo el mundo y añade belleza a la vida; algo que el tiempo
no puede destruir.
-Tenemos
a Judas. Aquí se nos revelan tres cosas acerca del misterio de su
persona.
a)
Vemos
la confianza que tenía Jesús en él. Desde tan atrás como Juan
6:70-71, Juan
nos presenta a Jesús plenamente consciente de que había un traidor
en sus filas. Bien puede ser que tratara de ganarse el corazón de
Judas poniéndole de tesorero de la compañía apostólica... A
menudo, la mejor manera de recuperar a alguien que va por mal camino
es tratarle, no con
suspicacia,
sino con confianza; como si se esperara de esa persona, no lo peor,
sino lo mejor.
b)
Vemos
una de las leyes de la tentación. Jesús no habría puesto a Judas a
cargo de la caja a menos que tuviera ciertas cualidades... Si uno
tiene una cierta habilidad para manejar el dinero, su tentación
puede venirle por considerar que el dinero es la cosa más importante
del mundo. Si una persona está dotada para ocupar un lugar
prominente, puede que le venga la tentación de poner su reputación
por encima de todo... Judas tenía la habilidad de manejar dinero, y
tanto se aficionó a ello que se volvió, primero, un ladrón, y
luego un traidor. La tentación le asaltaba en lo que constituía
su talento y su responsabilidad especial.
c)
Vemos cómo se pueden deformar las ideas de una persona. Judas
acababa de presenciar una acción de insuperable encanto, y la
consideró un despilfarro injustificado. Era un amargado, y lo veía
todo con amargura... Lo que uno ve depende de lo que lleva dentro.
Una
advertencia sobre las oportunidades
Juan
12: 7-8
Aquí
encontramos una gran verdad acerca de la vida. Algunas cosas las
podemos hacer cuando queramos; pero otras, no las haremos jamás si
desperdiciamos la ocasión que se nos presenta. Sentimos el deseo de
hacer algo bueno, hermoso, generoso y noble. Si lo aplazamos, o lo
dejamos para mañana, aquel buen impulso se retira, y no lo hacemos
nunca... Pensamos decir unas palabras de gratitud, de aprecio o de
amor, pero lo dejamos para más adelante; y a menudo ya no lo
decimos. Hay un tiempo para hacer y para decir cosas; y, cuando se
pasa, puede que ya no se digan ni hagan nunca.
La
objeción malhumorada de Judas era que el dinero de ese perfume se
podía haber dado a los pobres, pero el ayudar a los pobres es algo
que se puede hacer en cualquier tiempo.
Mostrar
la devoción del corazón a Jesús tenía que hacerse antes que le
recibiera la Cruz del Calvario en sus crueles brazos...
Por
eso acordémonos de hacer las cosas ahora, porque la oportunidad rara
vez se presenta otra vez; y el no haberlas hecho, especialmente el no
haber expresado el amor, trae amargos remordimientos.
Lección
nº 42:
UN
NUEVO COMPLOT Y UNA ENTRADA TRIUNFAL
Juan
12: 9-19
Queriendo
destruir la evidencia
Juan
12: 9-11
A
los líderes de los judíos se les estaban poniendo las cosas
imposibles. Este era principalmente el caso de los saduceos, a cuyo
partido pertenecían todos los sacerdotes, que eran los que, como ya
vimos, tenían más que perder.
En
primer lugar los amenazaba desde el punto de vista político. Los
saduceos eran la aristocracia adinerada, y trabajaban en estrecha
colaboración con el gobierno romano... Los romanos concedían a los
reinos sometidos una medida considerable de libertad; pero al más
ligero desorden civil, les caía encima con todo su peso la mano de
Roma. Ellos veían en Jesús al líder en potencia de una rebelión.
Se estaba apoderando de los corazones del pueblo...
En
segundo lugar lo consideraban teológicamente intolerable. Al
contrario que los fariseos, los saduceos no creían en la
resurrección de los muertos; y ahora se veían con un tal Lázaro,
que había resucitado. A menos que hicieran algo, los cimientos de su
poder, su influencia y su enseñanza se estaban resquebrajando bajo
sus propios pies.
Así
es que decidieron destruir la evidencia eliminando
también a Lázaro... Los saduceos estaban dispuestos a suprimir la
verdad para defender sus intereses.
Para
muchas personas, el propio interés es el motivo más poderoso de la
vida. La persona que tiene miedo de la verdad y coloca su prestigio y
provecho propio por encima de ella se encuentra sin duda en una
situación lamentable.
La
bienvenida al Rey
Juan
12: 12-19
La
Pascua, Pentecostés y Tabernáculos eran las tres fiestas de guardar
de los judíos. Para la Pascua venían a Jerusalén judíos de todo
el mundo. Dondequiera que viviera un judío, su ambición era
celebrar una Pascua en Jerusalén.
Por
entonces, Jerusalén y todos los pueblos de alrededor estaban
abarrotados de peregrinos... Se ha calculado que se habría superado
largamente el millón de personas y se habían divulgado noticias y
rumores de que Jesús, el que había resucitado a Lázaro, estaba de
camino hacia Jerusalén.
Había
dos multitudes: la que acompañaba a Jesús desde Betania, y la que
salió a su encuentro de Jerusalén; y deben de haber confluido
juntas como una doble marea de la mar...
Jesús
llegaba cabalgando en un borriquillo. Cuando la gente le encontraba,
le recibía como a un conquistador. Y la vista de la tumultuosa
bienvenida sumió a las autoridades en las profundidades de la
desesperación; porque parecía que nada de lo que ellos hicieran
podía detener la avalancha de los seguidores de Jesús.
Este
incidente es tan importante que debemos hacer todo lo posible para
comprender qué fue exactamente lo que sucedió:
-Algunos
de la multitud no eran más que espectadores; muchos habían salido,
sencillamente, a ver a una figura sensacional. Siempre es posible
atraer gente por
un tiempo con
sensacionalismo y una publicidad astuta; pero no suele durar. Muchos
de los que aquel día consideraban a Jesús sensacional, aquella
misma semana pedirían su muerte.
-Muchos
de la multitud vitoreaban a Jesús como a un conquistador. En el
fondo, esa era la atmósfera dominante de toda la escena. La
saludaban con las palabras: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en
el nombre del Señor, que es el Rey de Israel!” La palabra Hosanna
quiere
decir en hebreo ¡Salva
ahora!;
y
el grito de la gente era casi precisamente el equivalente de: “¡Dios
salve al Rey!”
Las
palabras con las que dieron la bienvenida a Jesús son iluminadoras.
Son una cita del Salmo
118:25-26. Ese
salmo tenía muchas referencias que debían estar presentes en la
mente de la mayoría. Era el último salmo del grupo conocido como
Hallel
(113-118). La
palabra hallel
quiere
decir ¡Loado
sea Dios!, y
estos son salmos de alabanza... Sin duda, cuando la multitud cantaba
ese salmo, estaba dando la bienvenida a Jesús como el Libertador
Ungido por Dios, el Mesías esperado. Y no hay duda de que le
recibían como conquistador... Para ellos sería una cuestión de
tiempo el que sonaran las trompetas llamando a las armas, y la nación
de Israel se lanzaba a la tan esperada victoria sobre Roma y el mundo
entero. Jesús se dolería profundamente, porque le veían
precisamente como lo que Él había rehusado ser.
-En
una situación semejante está claro que Jesús no se podía dirigir
a la multitud. No habría podido alcanzar con su voz a una audiencia
tan extensa y enfervorizada; así es que hizo algo que todo el mundo
podía ver: entró en Jerusalén montado en un borriquillo.
Aquello
tenía dos significados.
a)
Primero:
era presentarse claramente como el Mesías. Fue una representación
dramática de las palabras del profeta (Zacarías
9:9). Al
cumplir así la profecía, Jesús se presentaba como el Mesías sin
dejar lugar a ninguna clase de dudas.
b)
Pero,
segundo: se presentaba como un Mesías de una cierta clase. No
debemos malentender esta escena. Entre nosotros, el asno es un
animal pobre y despreciado, pero en el Este se le consideraba
noble...
El
sentido es que un rey se presentaba montado a caballo cuando iba en
son de guerra,
pero
en un asno cuando iba en son de paz.
La
acción de Jesús era una señal de que Él no era el guerrero que
muchos soñaban, sino el Príncipe de Paz.
Nadie
lo comprendió así entonces, ni siquiera sus discípulos, porque
ellos esperaban al Mesías de sus sueños de grandeza y de sus
fantasías nacionalistas; no esperaban al Mesías que Dios les
habían enviado. Jesús trazó un cuadro dramático de lo que Él
pretendía ser; pero nadie entendió su simbolismo.
-Entre
bastidores estaban las autoridades judías. Se sentían fracasados y
desesperados: nada de lo que pudieran hacer parecía bastar para
detener el impacto de Jesús. Decían “¡Todo el mundo se va tras
El!”
En
este dicho de las autoridades tenemos otro ejemplo de la ironía
dramática en la que Juan es un maestro. No hay otro autor en el
Nuevo Testamento que pueda decir más con menos palabras... Fue
porque Dios amó tanto al
mundo por
lo que Jesús vino al
mundo; y aquí, sin
darse cuenta del alcance de sus palabras, sus enemigos están
diciendo que el
mundo entero
se va tras Él.
Las
autoridades judías estaban diciendo algo que era mucho más verdad
de lo que ellos pensaban.
No
podemos dar por terminado nuestro estudio de este pasaje sin hacer
referencia al detalle más sencillo y más conmovedor de todos. Rara
vez, si alguna, se ha producido en toda la Historia de la humanidad
un despliegue tan magnífico de valentía consciente como la de Jesús
en la Entrada Triunfal. Debemos tener presente que Jesús era ya un
fuera de la ley, y que las autoridades estaban decididas a acabar con
Él. La prudencia más elemental habría bastado para aconsejarle que
se diera la vuelta y se refugiara en Galilea o en el desierto.
Si
tenía que entrar en Jerusalén de todas formas, la precaución más
elemental le habría exigido hacerlo de incógnito y buscándose
escondites bien seguros.
Pero
Jesús entró en Jerusalén de tal manera que todas las miradas se
enfocaron en su persona. Fue una acción de valor superlativo porque
desafiaba a todo lo que la humanidad le pudiera hacer; y fue la
acción de amor más superlativo, porque fue la última manifestación
de su amor antes del final.
Lección
nº 43:
LA
SORPRENDENTE PARADOJA
Juan
12: 20-26
Unos
griegos buscan a Jesús
Juan
12: 20-22
Ninguno
de los otros evangelios nos relata este incidente; pero es muy
significativo que nos lo encontremos en el de Juan. Este evangelio
fue el que se escribió especialmente para presentar la verdad del
Evangelio de manera que los griegos la pudieran entender y aceptar;
así que es natural que sea en este evangelio en el que nos
encontremos la historia de los primeros griegos que vinieron a Jesús.
Los
griegos eran peregrinos llevados de acá para allá por el deseo de
descubrir cosas nuevas... Por eso no hay que sorprenderse de
encontrar un grupo de espectadores griegos ni siquiera en Jerusalén.
Pero
los griegos eran más que eso. Eran buscadores de la verdad por
encima de todo. No era raro encontrar a un griego que hubiera pasado
de una escuela filosófica a otra, y de una religión a otra, y de un
maestro a otro en busca de la verdad. Los griegos eran buscadores
natos.
¿Cómo
habrían llegado aquellos griegos a saber de Jesús y a tener interés
en Él? Fue probablemente en la última semana de su ministerio, como
nos dicen los otros tres evangelios, cuando Jesús purificó el
templo y barrió de allí a los cambistas y a los vendedores de
animales. Ahora bien, aquellos traficantes ponían sus puestos en el
Atrio de los Gentiles, que era el mayor y el primero de todos los
atrios del templo, y del que no podían pasar los gentiles bajo pena
de muerte. Estos griegos que habían ido a Jerusalén en el tiempo de
la Pascua no podrían por menos de visitar el templo, y se
encontrarían en el atrio de los Gentiles. Tal vez habían
presenciado aquella escena terrible de la expulsión de los
comerciantes de aquel mismo atrio; y tal vez querían saber más del
hombre que era capaz de hacer tales cosas.
En
cualquier caso y fuera donde fuera, este es uno de los grandes
momentos de la historia evangélica, porque aquí se nos insinúa
tímidamente por primera vez que el Evangelio había de llegar a todo
el mundo.
Los
griegos se dirigieron con su petición a Felipe en primer lugar. ¿Por
qué a Felipe? No lo podemos decir con seguridad; pero es posible que
fuera porque el nombre Felipe
es
griego, y tal vez pensaron que uno que se llamara así los trataría
con comprensión. Sin embargo, Felipe no sabía qué hacer, y fue a
consultárselo a Andrés. Andrés no tenía la menor duda en esos
casos, y los llevó a Jesús.
Andrés
ya había descubierto por aquel entonces que no había nadie que
pudiera ser una molestia para Jesús. Sabía que Jesús no le
volvería la espalda a ningún sincero buscador.
Una
sorprendente paradoja
Juan
12: 23-26
Sería
difícil encontrar otras palabras de Jesús en el Nuevo Testamento
que les produjeran un desencanto tan grande como estas a los que las
oyeran por primera vez. Empiezan de una forma que sería lo primero
que cualquiera podría esperar; pero acaban diciendo precisamente lo
contrario.
Estaba
claro que las cosas habían ido conduciendo a una crisis, y que esa
crisis había llegado a producirse. Pero la idea que tenía Jesús de
lo que esa crisis implicaba era totalmente distinta de la que tenían
los demás.
Cuando
Jesús hablaba del Hijo
del Hombre... Para los judíos este término que procedía
del libro de Daniel
(Daniel 7:
1-8), hacía referencia a un enviado de Dios que les pondría por
encima de todas las naciones, en lo que ellos llamaban la edad de oro
que abriría el camino para el imperio universal de los judíos.
Así
que cuando Jesús dice: “Ha llegado la hora en que el Hijo del
Hombre ha de ser glorificado”, sus oyentes creerían que la
trompeta de la eternidad había sonado, que el poder del Cielo estaba
en marcha y que la campaña victoriosa ya había comenzado.
Pero
Jesús no quería decir eso cuando hablaba de ser
glorificado; por
glorificado
Jesús
entendía crucificado.
Cuando
se mencionó al Hijo del Hombre glorificado, ellos entendieron la
conquista llevada a cabo por los ejércitos de Dios; pero Jesús se
refería a la conquista de la Cruz.
La
primera frase de Jesús inflamaría los corazones de los oyentes; a
continuación siguió una serie de dichos que los dejarían confusos
y perdidos, porque les resultarían incomprensibles o increíbles;
porque hablaban, no en términos de conquista, sino de sacrificio y
muerte.
Nunca
entenderemos a Jesús, ni la actitud de los judíos hacia Él, hasta
que nos demos cuenta de que Jesús puso al revés todas las ideas que
ellos tenían, cambiando un sueño de conquista en la visión de la
Cruz.
¿Cuál
era la sorprendente paradoja que Jesús estaba enseñando? Estaba
diciendo tres cosas, que son variantes de una verdad central de la fe
y de la vida cristiana.
a)
Estaba diciendo que sólo por medio de la muerte viene la vida. El
grano de trigo es ineficaz e improductivo mientras se conserve seguro
y a salvo. Es cuando se arroja a la tierra y se entierra como en una
tumba cuando lleva fruto... Asi es que sólo cuando sepultamos los
intereses y las ambiciones personales cuando empezamos a serle útiles
a Dios para algo.
b)
Estaba diciendo que la única manera de no perder la vida es darla.
El que ama su propia vida está movido por dos motivos: el egoísmo y
el deseo de seguridad. No una ni dos, sino muchas veces insistió
Jesús en que el que atesora su vida acaba por perderla, y el que la
entrega es el que al final la conserva. (Marcos 8:35; Mateo 16:25;
Lucas 9:24; Mateo 10:39; Lucas 17:33).
El
mundo se lo debe todo a los que se consumieron entregándose a sí
mismos sin reservas a Dios y a sus semejantes. Probablemente
existiremos algo más de tiempo si nos tomamos las cosas con calma,
si nos evitamos las tensiones, si nos sentamos cómodamente y nos
cuidamos de nosotros mismos. Puede que así existiéramos más tiempo
pero no viviríamos.
c)
Estaba diciendo que la grandeza no se obtiene más que mediante el
servicio. Las personas que el mundo recuerda con amor son las que han
servido a los demás.
Jesús
vino a los judíos y al mundo con una nueva visión de la vida. Ellos
consideraban la gloria como conquista, adquisición y poder; como el
derecho a mandar. Él la veía como una Cruz. El le enseñó a la
humanidad que la vida sólo viene mediante la muerte; que sólo
cuando la entregamos conservamos la vida; que la verdadera grandeza
está en el servicio.
Y
lo más sorprendente es que, cuando nos ponemos a pensarlo un poco,
la paradoja de Cristo no es, en el fondo, más que la verdad del
sentido común.
Lección
nº 44:
JESÚS,
SU MISIÓN Y LA LUZ...
Juan
12: 27-36
Su
misión hasta el fin y la Voz de Dios
Juan
12: 27-30
Juan
nos muestra en este pasaje la tensión de Jesús y su triunfo; y
también nos descubre qué fue lo que cambió aquella tensión en el
triunfo final.
Juan
nos muestra a Jesús peleando la batalla con su anhelo humano de
evitar la Cruz. Nadie quiere morir a los treinta y tres años, y
nadie quiere morir en una cruz.
Pero
no habría tenido ningún mérito la obediencia de Jesús a su Padre
si le hubiera resultado fácil y no le hubiera costado nada. El
verdadero valor no quiere decir que no se tenga miedo: el verdadero
valor es que, aunque se tenga un miedo terrible, se hace lo que se
debe hacer... Ese era el valor de Jesús.
La
voluntad de Dios quería la Cruz, y Jesús tenía que vencerse a sí
mismo para aceptarla.
Pero
al final de la lucha ya no queda tensión, sino victoria y seguridad.
Jesús
estaba seguro de que, si seguía adelante, algo sucedería que
acabaría con el poder del mal de una vez para siempre; si era
obediente hasta la Cruz, estaba seguro de que el golpe mortal le
sería asestado al príncipe de este mundo, Satanás. Iba a ser la
última batalla que quebrantaría para siempre el poder del mal.
Además, estaba seguro de que, si iba a la Cruz, la visión de su
figura elevada y crucificada atraería hacia Él a toda la humanidad.
Jesús
también anhelaba la victoria; Él también quería vencer al
enemigo; Él también quería que todo se le sometiera; pero sabía
que la única forma de conquistar los corazones humanos para siempre
era mostrárseles en la Cruz.
Empezó
con tensión; acabó con triunfo.
¿Qué
hubo entre la tensión y el triunfo para obrar aquel cambio?
La
voz del Padre...
Detrás
de la llegada de la voz de Dios Padre subyace algo grande y profundo.
Hubo
un tiempo en que los judíos creían que Dios hablaba directamente a
las personas. Fue así como Dios habló al niño Samuel (1 Samuel
3:1-14); habló
directamente a Elías cuando iba huyendo de la vengativa Jezabel (1
Reyes
19:1-18)...
Pero
en el tiempo de Jesús se había dejado de creer que Dios hablara
directamente. Los grandes días habían pasado; Dios estaba ya
demasiado lejos; la voz que había hablado a los profetas estaba
callada. Pero no fue el eco de una voz lo que Jesús oyó, ni una
ilusión... Fue la voz de Dios mismo. Lo que viene a la humanidad con
Jesús no es el eco de algún susurro distante de los lugares
celestiales, sino el acento inconfundible de la voz del Padre.
Hay
que fijarse en que la voz de Dios le llegó a Jesús en todos los
grandes momentos de su vida: en su bautismo, cuando salió a hacer la
obra que Dios le había encargado (Marcos
1:11); en
el monte de la Transfiguración, cuando Jesús hizo la decisión de
seguir el camino que le llevaría a Jerusalén y a la Cruz (Marcos
9:7); y en este
momento, cuando su humanidad necesitaba la ayuda divina para el
suplicio de la Cruz...
Lo
que Dios hizo por Jesús lo hace por cualquiera de sus hijos...
Cuando nos pone en camino, no nos envía sin instrucciones ni
dirección clara. Cuando nos asigna una tarea, no nos abandona para
que la hagamos en la debilidad solitaria de nuestras propias fuerzas.
Dios no es mudo; y una y otra vez, cuando la tensión de la vida es
demasiado para nosotros, y el esfuerzo que requiere su camino está
por encima de nuestros recursos humanos, si escuchamos le oiremos
hablar, y su fuerza inundará nuestra persona.
Nuestro
problema no es que Dios no nos hable, sino que no le queremos
escuchar.
El
Hijo del Hombre y la Cruz
Juan
12: 31-34
Jesús
anunció que, cuando fuera levantado de la tierra, atraería a sí a
toda la humanidad.
Jesús,
obviamente, se refería a la Cruz; y sus oyentes lo entendieron así.
Y
ellos, una vez más, inevitablemente, reaccionaron con sorpresa
incrédula. ¿Cómo se podía relacionar al Hijo del Hombre con una
cruz? ¿No era el Hijo del Hombre el General invencible de los
ejércitos del Cielo? ¿No iba a durar su reino para siempre? (Daniel
7:14)... ¿No
había dicho Isaías del Emperador del nuevo mundo: “Lo dilatado de
su imperio y la paz no tendrán límites... desde ahora y para
siempre”? (Isaías
9:7). Los
judíos relacionaban al Hijo del Hombre con el Reino eterno; y aquí
estaba Jesús, que pretendía ser el Hijo del Hombre, diciendo que
sería levantado en una cruz. ¿Quién era ese Hijo del Hombre cuyo
Reino iba a terminar antes de empezar?
La
Historia nos demuestra que Jesús tenía razón. Fue en el imán de
la Cruz donde concentró todas sus esperanzas. Y tenía razón,
porque el amor vivirá para siempre después que haya muerto el poder
de los hombres...
Los
imperios basados en la fuerza de sus ejércitos se han desvanecido y
se desvanecerán, dejando una memoria que también se desvanece en un
breve tiempo. Pero el Imperio de Cristo, basado en el amor que se
manifestó en la Cruz, extiende más y más sus fronteras de día en
día.
El
Mesías conquistador judío es el sueño nacionalista de un pueblo;
pero el Príncipe del Amor en la Cruz es el Rey que llega a todos los
corazones humanos para reinar en ellos para siempre.
El
único fundamento estable del Reino es el amor que Jesús manifiesta
en su obediencia hasta la muerte, y muerte de Cruz.
Hijos
de luz
Juan
12: 35-36
Hay
en este pasaje una promesa y una advertencia implícitas que no están
nunca muy lejos del corazón de la fe cristiana.
a)
Está la promesa de la luz.
La
persona que camina con Jesús se libra de las sombras. Hay ciertas
sombras que se proyectan más tarde o más temprano sobre las vidas
de las personas...
Está
la sombra del temor. A veces nos da miedo mirar hacia adelante. A
veces, especialmente cuando vemos el daño que han hecho a otros,
tenemos miedo de los azares y avatares de la vida.
Están
las sombras de la duda y de la inseguridad. A veces el camino que
tenemos por delante está poco claro, y nos sentimos como los que
andan a tientas entre las sombras, sin nada a que asirse.
Están
las sombras de la aflicción. Más tarde o más temprano el dolor
llega y es como que se nos pone el sol al mediodía, y todo se
oscurece...
Pero
la persona que camina con Jesús está libre del temor; está libre
de la duda, y tiene un gozo que nada ni nadie le puede quitar.
b)
Está la advertencia implícita.
La
decisión de confiarle la vida y todas las cosas a Jesús, de tomarle
como Maestro y Guía y Salvador, hay que hacerla a tiempo.
En
la vida hay que hacer todas las cosas a tiempo, o no se harán. Hay
trabajos que no podemos hacer más que cuando tenemos la fuerza
física para hacerlos. Hay estudios que hay que acometer cuando se
tiene la mente despierta y la memoria retentiva suficiente. Hay cosas
que se han de decir o hacer a tiempo, o se nos pasará la
oportunidad...
Y
así sucede con Jesús. En el preciso momento en que Él estaba
diciendo esto, estaba invitando a los judíos a confiar en Él antes
que llegara la Cruz y Él les fuera arrebatado.
Esta
es una verdad eterna: en Cristo se nos ofrece la suprema oportunidad
de reconciliarnos con Dios; y no es menos cierto que se ha de aceptar
a tiempo...
Lección
nº 45:
INCREDULIDAD
Y JUICIO
Juan
12: 37-50
Ciega
incredulidad
Juan
12: 37-41
Este
pasaje ha causado mucha perplejidad a muchas personas.
Juan
cita dos pasajes de Isaías.
El
primero está tomado de Isaías
53:1-2. En
él, el profeta pregunta si hay alguien que haya creído lo que él
ha estado predicando, y si hay alguien que se haya dado cuenta del
poder de Dios que se ha revelado...
Pero
es el segundo pasaje el que más nos inquieta. El original está en
Isaías
6:9-10...
Este
pasaje recorre todo el Nuevo Testamento: se lo cita o refleja en
Mateo
13:14-15; Marcos 4:12; Lucas 8:10; Romanos 11:8; 2 Corintios 3:14;
Hechos 28:27.
Lo
terrible e inquietante es que parece decir que la incredulidad humana
se debe a la voluntad de Dios; como que Dios ha ordenado que ciertas
personas no crean ni puedan creer.
Es
claro que de cualquier manera que expliquemos este pasaje, es
imposible creer que el Dios que nos ha revelado Jesús hiciera
imposible el que sus hijos creyeran.
Aquí
hay que decir dos cosas.
a)
Debemos intentar introducirnos en la mente y el corazón de Isaías.
Él
había proclamado la palabra de Dios con todo lo que tenía y era; y
el pueblo se había negado a escuchar... Las palabras de Isaías
brotan de un corazón herido. Son las palabras de un hombre
destrozado por el hecho de que su mensaje parecía hacer más daño
que bien, hacer al pueblo peor en vez de mejor. Entender estas
palabras con un frío literalismo es no entenderlas en absoluto.
La
revelación divina a través del profeta confrontó a sus oyentes a
la verdad... Pero ellos no creyeron a pesar de la entrega del siervo
que Dios había escogido. El dicho de Isaías nos muestra
a
un Dios que habiendo hecho todo para que ellos se arrepintieran,
viendo la dureza de su corazón, les deja abandonados a su suerte.
Es que con el amor de Dios no podemos jugar; y aunque Él sea
misericordioso, también es justo y debe dar a cada quien según
cada uno haga con su Palabra... Fue esto lo que ocurrió con Faraón
cuando la Biblia dice que “Dios endureció su corazón”; y es
esto mismo lo que ocurrirá con aquellos que rechacen el amor de
Dios ofrendado plenamente en la Cruz del Calvario a través de su
Único Hijo.
Son
los hombres con los que Dios ya nada puede hacer...
b)
Pero hay otra cosa. Los judíos creían firmemente que Dios estaba
detrás de absolutamente
todo. Creían
que nada
podría
suceder fuera de la voluntad de Dios.
Llevado
al extremo, eso hacía a Dios responsable de que el pueblo no
aceptara su mensaje, y que su incredulidad estuviera en el plan de
Dios...
Para
decirlo de manera más actual y conforme con nuestra manera de
pensar, no
diríamos
que la incredulidad es el plan de Dios, pero sí que Dios, en su
sabia Providencia, puede usar hasta la incredulidad humana para su
propósito de amor. Así lo entendió Pablo: vio que Dios había
usado la incredulidad de los judíos para que el Evangelio se
predicara a los gentiles.
Debemos
comprender que este pasaje no dice que Dios predestinó a ciertas
personas a la incredulidad, sino que ni siquiera la incredulidad
humana puede hacer fracasar el propósito eterno de Dios. Aquellos
judíos no creyeron en Jesús; eso no fue culpa de Dios, sino de
ellos; pero hasta eso tiene su lugar en el esquema divino... Dios, a
pesar del tozudo rechazo de muchos, ha seguido y seguirá adelante
con su plan para salvar a todos.
Cualquiera
abandonaría sus buenas intenciones al vislumbrar tanto rechazo...
Pero Dios es tan grande que no hay nada en el mundo, ni siquiera el
pecado, que pueda hacer fallar su plan de Salvación.
Él
deja atrás a quienes le rechacen con ciega incredulidad, y sigue
adelante buscando a aquellos que habrán de creer...
Una
fe cobarde
Juan
12: 42-43
Jesús
no se encontró sólo con oídos sordos; había algunos, incluso
entre las autoridades, que creían en lo secreto de su corazón; pero
tenían miedo de confesar su fe porque no querían arriesgarse a que
los excomulgaran de la sinagoga.
Esas
personas estaban intentando lo imposible: ser discípulos secretos;
porque el Señor espera que le confesemos públicamente para que Él
nos confiese delante de su Padre...
Estos
judíos cobardes temían que, si se declaraban seguidores de Jesús,
saldrían perdiendo.
Es
curioso hasta qué punto mucha gente tiene una escala de valores
errónea. Una y otra vez han dejado de identificarse con una gran
causa porque incidía en sus mezquinos intereses... Y estos
gobernantes judíos eran un poco así también. Sabían que Jesús
tenía razón; que sus compañeros de gobierno estaban tratando de
destruir a Jesús y todo lo que El quería hacer; pero no estaban
dispuestos a correr riesgos manifestándose públicamente por Él...
Habrían tenido que sufrir ostracismo, tanto social como religioso.
Aquello les parecía un precio excesivo; así que vivieron una
mentira por no ser capaces de vivir la verdad.
Con
una frase gráfica Juan diagnostica la posición de aquella gente:
“Les importaba más estar a bien con la gente que con Dios”.
La
verdadera sabiduría y prudencia consiste en valorar más el que Dios
tenga una buena opinión de nosotros que el que la tenga la gente.
Siempre será mejor estar a bien con la eternidad que por un poco de
tiempo.
El
juicio de su Palabra
Juan
12: 44-50
Según
Juan, estas son las últimas palabras de la enseñanza pública de
Jesús. A partir de aquí enseñará a sus discípulos; y más
adelante se encontrará ante Pilato. Pero éstas son las últimas
palabras que dirigió al público en general.
Jesús
presenta el hecho que es la base de toda su vida: que en Él la
humanidad se encuentra ante Dios. Escucharle a Él es escuchar a
Dios; verle a Él es ver a Dios. En Jesús, Dios se encuentra con la
humanidad, y la humanidad se encuentra con Dios.
Esa
confrontación tiene dos resultados, y en ambos subyace el elemento
de juicio:
a)
Una vez más, Jesús vuelve al pensamiento que nunca se eclipsa en
este evangelio: Él no vino al mundo para condenarlo, sino para
salvarlo. No fue la ira de Dios lo que envió a Jesús a la Tierra,
sino su amor.
Sin
embargo, la venida de Jesús conlleva inevitablemente el juicio...
¿Por
qué? Porque, por su actitud frente a Jesús, cada persona se revela
como es en realidad; y, por tanto, recibe el veredicto...
Si
es atraído por Jesús, aunque no consiga nunca hacer de su vida una
vida perfecta de acuerdo a la Voluntad de Dios, ha sentido en el
corazón el amor perdonador del Padre y, por tanto, está a salvo.
Si
no ve en Jesús nada atractivo, y su corazón continúa totalmente
insensible frente a su presencia, eso quiere decir que rechaza el
amor perdonador de Dios, y queda juzgado por su actitud.
Esta
paradoja esencial aparece con frecuencia en el evangelio de Juan:
Jesús vino por amor, pero su venida implica un juicio.
Como
ya hemos dicho antes, podemos ofrecerle a una persona, por puro amor,
una gran experiencia que creemos que le hará mucho bien, y
descubrir que aquello no significa nada para esa persona; la
experiencia que se ofreció por amor se ha convertido en un juicio.
Jesús
es la ofrenda y el toque amoroso de Dios. Nos identificamos, y
juzgamos, por nuestra actitud hacia Jesús.
b)
También dijo Jesús que las palabras que habían oído aquellas
personas serían sus jueces...
Esta
es una de las grandes verdades de la vida. A nadie se le puede echar
la culpa por no saber. Pero, si sabe lo que es el bien y escoge el
mal, su condena debe ser mucho más severa. Por tanto, todo lo
sensato que hemos oído y todas las oportunidades que hemos tenido
para conocer la verdad serán testigos en contra nuestra en el
juicio final. .
Todo
lo que hemos sabido y no hemos cumplido será un testigo en contra
nuestra el día del Juicio final...
Lección
nº 46:
EJEMPLO
DE SERVICIO
Juan
13: 1-17
El
servicio del Rey
Juan
13: 1-5
Pocos
incidentes de los evangelios nos revelan tan claramente como este el
carácter de Jesús y la maravilla de su amor.
a)
Jesús sabía que estaba cerca la hora de su humillación, pero
también sabía que su hora de exaltación estaba cerca. Tal
conocimiento podría haberle llenado de orgullo; y, sin embargo,
sabiendo que el poder y la gloria eran suyos, lavó los pies de sus
discípulos... En el momento en que podía haber sentido un orgullo
supremo, dio ejemplo de la suprema humildad.
Así
es siempre el amor... Algunas personas se creen demasiado importantes
para hacer cosas humildes. Jesús no era así. Sabía que era el
Señor de todo, y les lavó los pies a sus discípulos.
b)
Jesús sabía que había venido de Dios y que volvía a Dios. Podría
haber sentido algo de desprecio hacia las personas y las cosas de
este mundo. Podría haber pensado que ya había cumplido de sobra
con el mundo, porque estaba de camino de vuelta a Dios. Fue
precisamente entonces, cuando estaba más cerca de Dios, cuando
Jesús llegó al límite de su servicio a los suyos. El lavar los
pies de los huéspedes en una fiesta era el trabajo de los esclavos.
Lo
maravilloso de Jesús es que, el estar más cerca de Dios, lejos de
apartarle de los seres humanos, le acercaba aún más a ellos.
c)
Jesús también sabía de que pronto sería traicionado. Tal
conocimiento le podría haber inspirado odio y amargura; pero hizo
que el corazón le fluyera con más amor que nunca. Lo más
maravilloso es que, cuanto más le hería la humanidad, más la
amaba. Jesús enfrentó con la peor injuria y la más horrible
deslealtad con la mayor humildad y con el amor más sublime.
La
oposición de Pedro y una lección
Juan
13: 6-11
Ya
hemos visto que, en Juan, tenemos siempre que esperar un doble
sentido: el que aparece en la superficie, y el que hay debajo de la
superficie. Este relato no cabe duda de que tiene un segundo sentido.
A la vista está la lección dramática e inolvidable acerca de la
humildad. Pero hay aquí más que eso.
Hay
un detalle muy difícil de entender. Al principio, Pedro se niega a
dejar a Jesús que le lave los pies. Jesús le dice que, a menos que
acepte este lavado, no podrá tener parte con El. Entonces Pedro
suplica que, no sólo le lave los pies, sino también las manos y la
cabeza; pero Jesús le dice que basta con lavarle los pies. No cabe
duda de que aquí se hace referencia al Bautismo cristiano...
Era
costumbre que, antes de ir a una fiesta, la gente se bañara. Cuando
llegaban a la casa del convite, no tenían que bañarse otra vez; lo
único que necesitaban era que les lavaran los pies. El lavado de los
pies era la ceremonia que precedía a la entrada en la casa en la que
iban a ser huéspedes. Así que Jesús dijo a Pedro: “Lo que
necesitas no es lavarte de cuerpo entero. Eso lo puedes hacer por ti
mismo. Lo que necesitas es el lavado que marca la entrada en la
familia de la fe”.
Pedro,
al principio, va a negarse a dejar que Jesús le lave los pies. Jesús
le dice que, si se niega, no tendrá parte en Él. Es como si Jesús
dijera: “Pedro, ¿vas a ser tan orgulloso como para no dejarme que
te haga esto? Si lo eres, vas a perderlo todo”.
En
la Iglesia Primitiva, como en la actual, la entrada era el
bautismo... Esto quiere decir que, si una persona puede ser
bautizada y es demasiado orgullosa para entrar por esa “puerta”,
su orgullo la excluye de la familia de la fe.
(Es
importante destacar que si se infiere una enseñanza acerca del
bautismo cristiano, de este suceso, es lógico entonces deducir que
el bautismo sólo puede ser consentido... La práctica del bautismo
en algunas iglesias se aplica a los niños, y se hace por
rociamiento. Aquí se nos habla de “lavado” y se menciona la
necesidad del consentimiento. Por eso podemos afirmar que el bautismo
resulta de una decisión personal que implica la madurez para
comprender y decidir libremente, y que como la palabra lo indica
(bautizar: sumergir) no corresponde entonces el rociamiento que
algunos acostumbran.)
La
grandeza del servicio
Juan
13: 12-17
Hay
aún más en el trasfondo de este pasaje de lo que nos cuenta el
propio Juan. Si volvemos al relato que nos hace Lucas de la última
Cena, nos encontramos el detalle trágico: «Entonces los discípulos
se pusieron a discutir a cuál de ellos había que considerar como el
más importante» (Lucas
22:24). Aun
a la vista de la Cruz, los discípulos seguían discutiendo
cuestiones de primacía y de prestigio.
Es
posible que la noche de la última Cena se habían envuelto en tal
estado de competitividad que ninguno de ellos estaba dispuesto a
hacerse responsable de que hubiera palanganas y toallas para que se
lavara los pies el grupo al llegar; y Jesús remedió la omisión de
la manera más sencilla. Hizo lo que ninguno de los de su compañía
estaba dispuesto a hacer. Y después, les dijo: “Os he dado ejemplo
de cómo debéis comportaros entre vosotros”.
Esto
debería hacernos pensar. Aquí tenemos la lección de que no hay más
que una clase de grandeza: la del servicio. El mundo está lleno de
personas que se plantan en su dignidad cuando deberían estar de
rodillas a los pies de sus hermanos. En todas las esferas de la vida
lo que estropea el esquema de las cosas es el deseo de eminencia
sobre los demás, olvidando el servicio... Cuando estemos tentados a
pensar en nuestra dignidad, o prestigio, o derechos, recordemos al
Hijo de Dios con una toalla y una palangana, arrodillándose a los
pies de sus discípulos para lavárselos.
Lección
nº 47:
LA
DESLEALTAD Y EL AMOR COMO RESPUESTA
Juan
13: 18-30
La
vergüenza de la traición...Y la gloria de la lealtad
Juan
13: 18-20
La
crueldad brutal de la deslealtad de Judas se describe gráficamente
de forma que resulta especialmente impactante para la mente oriental.
Jesús hace una cita del Salmo 41:9. En Oriente, “comer pan con
alguien” o “comer a la mesa de alguien” era una señal de
amistad y de relación leal. Para el que había comido pan a la mesa
de otro el ponerse en contra de él, cuando por aquel acto le había
comprometido su lealtad, era una repugnante traición (Salmo
55:12-14).
Infiere
el dolor más punzante del mundo el que un amigo sea culpable de
tamaña deslealtad. La misma frase que se usa está llena de
crueldad: “Levantó contra mí su calcañar” (calcañar: parte
posterior de la planta del pie)...
Es
una expresión que denota una violencia brutal; pero en este pasaje
no hay la más leve insinuación de ira; sólo de dolor. Según
Marcos
14:20,
Jesús se refirió a Judas diciendo que mojaba con Él en el mismo
plato; y Juan 13:26 nos conservará el gesto de supremo cariño y
confianza de Jesús al darle a Judas un trozo de pan mojado. Jesús,
en esta su última apelación, está descubriéndole a Judas la
herida que Le ha abierto en lo más íntimo de su corazón.
Este
pasaje también subraya el hecho de que, de alguna manera, toda esta
tragedia está en el plan de Dios, y de que Jesús la aceptó
plenamente y sin la menor resistencia. Sucedió como estaba anunciado
en las Escrituras. Nunca hubo la menor duda de que la redención del
mundo costaría el corazón partido de Dios. Jesús sabía lo que
estaba sucediendo. Conocía el precio, y estaba dispuesto a
pagarlo... No iban a matarle; era que Él escogía la muerte, y esto
fue lo que quiso mostrar a sus discípulos para que ellos luego lo
pudieran comprender.
Si
en este pasaje se presenta la amargura de la deslealtad, por uno de
los discípulos, también se subraya la gloria de la fidelidad de
todos los demás... Llegaría el día en que estos mismos discípulos
proclamarían al mundo el mensaje de Jesús.
Entonces
serían nada menos que los representantes del Señor... Un embajador
no actúa por su propia cuenta ni depende sólo de sus cualidades y
calificaciones personales. Va revestido de toda la gloria y el honor
de su rey. Escucharle a él es escuchar al que le envió, y honrarle
es honrar al que representa.
El
gran honor y la gran responsabilidad de ser un cristiano comprometido
consiste en que representamos en el mundo a Jesucristo: hablamos por
Él, actuamos por Él. El honor del Dios Eterno está en nuestras
manos.
El
último llamado del amor
Juan
13: 21-30
Cuando
visualizamos esta escena, surgen ciertas cosas sumamente dramáticas.
La
traición de Judas aparece en todo su horror. Tiene que haber sido un
actor consumado y un perfecto hipócrita. Una cosa está clara: si
los otros discípulos hubieran sabido lo que Judas se traía entre
manos, no habría salido con vida de aquella habitación. Judas tiene
que haber estado fingiendo un amor y una lealtad que engañaron a
todos excepto a Jesús... Aquí hay una advertencia. Exteriormente
podemos engañar a la gente; pero no se pueden esconder cosas a los
ojos de Cristo.
Y
hay más. Cuando comprendemos debidamente lo que estaba sucediendo,
podemos descubrir que hubo una apelación tras otra a Judas. La
primera: la organización de los puestos en aquella cena. Los judíos
no se
sentaban a
la mesa: se
reclinaban. La
mesa era un bloque sólido, bajo, con una especie de sofás
alrededor. Todo tenía una forma como de U, y el lugar del anfitrión
era el centro. Los comensales se reclinaban sobre el lado izquierdo,
descansando sobre el codo izquierdo y dejándose el brazo derecho
libre para alcanzar la comida. Colocados de esa manera, la cabeza de
cada uno estaba literalmente sobre el pecho del que estuviera
reclinado a su izquierda. Jesús ocuparía el lugar del anfitrión,
en el centro de la mesa...
El
discípulo al que Jesús amaba tiene que haber estado a su derecha;
porque,
cuando se apoyaba con el codo en la mesa, tenía la cabeza sobre el
pecho de Jesús (la opinión general y tradicional siempre ha sido
que el discípulo amado no era otro que el mismo Juan; y no tenemos
por qué dudarlo).
Pero
es el sitio de Judas el que merece un interés especial. Está claro
que Jesús podía hablarle tan privadamente que los otros no se
enteraban. En ese caso, sólo puede haber estado en un sitio: tiene
que haber sido a
la izquierda de
Jesús, de tal manera que, lo mismo que la cabeza de Juan se apoyaba
en el pecho de Jesús, así también la de Jesús se apoyaba en el
pecho de Judas. Lo revelador es que el
sitio a la izquierda del anfitrión era el de máximo honor, y se le
reservaba al amigo más íntimo. Antes
de colocarse todos para la cena, Jesús tiene que haberle dicho a
Judas: “Judas, ven a sentarte a mi lado esta noche; quiero tenerte
cerca para poder hablar contigo”. Esa invitación era ya una
llamada de amor.
Pero
hay más. El que el anfitrión ofreciera a un invitado un bocado o
una pieza especial de la fuente era señal de una amistad especial.
Cuando Jesús le pasó el bocado a Judas, aquello era otra vez una
señal de especial aprecio. Y advertimos que, hasta cuando Jesús lo
hizo, los demás no se dieron cuenta de lo que significaban sus
palabras; lo que muestra bien a las claras que Jesús tenía
costumbre de hacerlo, y nadie se dio por sorprendido.
Y
aquí está la tragedia. Una y otra vez Jesús llamó a la puerta de
aquel negro corazón, y una y otra vez Judas lo mantuvo cerrado.
Y
entonces, de pronto, llega el momento crucial: el momento en que el
amor de Jesús admite su derrota. “Judas -le dijo- date prisa con
lo que te propones hacer”. No había razón para más
aplazamientos. ¿Para qué seguir llamando inútilmente cuando la
tensión iba en aumento? Si había de hacerse, cuanto antes mejor.
Los
discípulos seguían sin comprender nada. Creían que Jesús estaba
mandando a Judas a cumplir con las obligaciones de la fiesta. Era la
ocasión más especial para hacer algo por los pobres, así que los
discípulos creyeron que Jesús mandaba a Judas a hacer la
contribución acostumbrada para que también los pobres pudieran
celebrar la Pascua.
Cuando
Judas recibió el trozo de comida, el diablo entró en él (v. 27).
Es terrible que, lo que se pretendía que fuera una llamada al amor
se convirtiera en la dinámica del odio...
Eso
es algo que el diablo puede hacer. Puede tomar las cosas más
agradables y retorcerlas hasta que se convierten en agentes del
infierno. Puede tomar el amor, y convertirlo en lujuria; o la piedad,
y convertirla en una religiosidad inútil; o la disciplina, en
crueldad enjuiciadora... Debemos estar en guardia en nuestra vida
para que el diablo no convierta las cosas buenas en otras que
contribuyan a sus propósitos.
Judas
salió... y era de noche. Juan tiene una habilidad especial para
henchir las palabras de sentido espiritual. Era de noche porque hacía
tiempo que se había puesto el sol y estaba oscuro; pero aquí se
insinúa otra noche.
Siempre
es de noche cuando una persona se aleja de Cristo para seguir sus
propios planes. Siempre es de noche cuando se escucha la llamada del
mal en lugar de la del bien. Siempre es de noche cuando el odio apaga
la luz del amor. Siempre es de noche cuando le volvemos la espalda a
Jesús.
Si
nos mantenemos en íntima relación con Cristo, andamos en la luz; si
le volvemos la espalda, entramos en la oscuridad y andamos a
oscuras... Y en la oscuridad, uno siempre se pierde.
Lección
nº 48:
LA
GLORIA DE DIOS, UN NUEVO MANDAMIENTO
Y
UN TRISTE ANUNCIO
Juan
13: 31-38
Jesús
y la Gloria de Dios
Juan
13: 31-32
Este
pasaje nos habla de las cuatro dimensiones de la gloria.
a)
La gloria de Jesús había llegado, y era la Cruz. La tensión había
desaparecido; las dudas que podía haber habido se habían resulto
definitivamente. Judas había salido y la Cruz era inminente.
La
mayor gloria que da la vida se obtiene en el sacrificio...
La
Historia nos muestra siempre que son los que han hecho los mayores
sacrificios los que han recibido la mayor gloria.
b)
En Jesucristo, Dios ha sido glorificado. Fue la obediencia de Jesús
lo que dio gloria a Dios. Sólo hay una manera de demostrar que se
ama y admira a un líder, y es obedeciéndole, si es necesario,
hasta las últimas consecuencias. Jesús nos dejó el ejemplo
supremo de lo que es dar a Dios el supremo honor y la suprema
gloria, cuando obedeció a Dios hasta la muerte, y muerte de cruz.
c)
En Jesús, Dios se glorificó a Sí mismo. Parecerá extraño que la
suprema gloria de Dios dependa de la Encarnación y de la Cruz. No
hay gloria como la de ser amado. Si Dios hubiera permanecido
aislado e inconmovible habría habido personas que le habrían
temido, y aun admirado; pero no le habrían amado. La ley del
sacrificio no es sólo una ley de la Tierra, sino del Cielo... Es en
la Encarnación y en la Cruz donde se despliega la suprema gloria
de Dios.
d)
Dios glorificará a Jesús. Aquí está la otra cara de la realidad.
En aquel momento, la Cruz era la gloria de Jesús; pero habrían de
seguirla la Resurrección, la Ascensión y el triunfo final de
Cristo, que es a lo que se refiere el Nuevo Testamento cuando habla
de la Segunda Venida. Jesús halló en la Cruz Su propia gloria.
Pero llegó el día, y el día llegará, cuando esa gloria se le
mostrará a todo el mundo y a todo el universo.
El
nuevo mandamiento
Juan
13: 33-35
Jesús
estaba dándoles a Sus discípulos Su mandamiento de despedida. Le
quedaba poco tiempo; si aún necesitaban oír Su voz, tenía que se
entonces. Él iba a hacer un viaje en el que ninguno podía seguirlo
y, antes de marcharse, les dio el mandamiento de que se amaran entre
sí como Él los había amado.
¿Qué
quiere decir eso para nosotros, en nuestras relaciones con nuestros
semejantes? ¿Cómo amó Jesús a sus discípulos?
a)
Los amó sin
el menor egoísmo. Hasta
en el amor humano más noble hay algo de egoísmo. A menudo pensamos,
puede que inconscientemente, en lo que vamos a sacar de provecho
personal.... Pensamos en la felicidad que disfrutaremos, o en la
soledad en que quedaremos si el amor falla o se nos niega. A menudo
estamos pensando: ¿Qué me dará este amor? Por detrás de todo, es
nuestra
felicidad
lo que estamos buscando. Pero Jesús no pensaba nunca en sí mismo.
Su único deseo era darse a sí mismo y
todo
lo que tenía por los que amaba.
b)
Jesús amaba a Sus discípulos sacrificialmente.
No
había límite a lo que su amor pudiera llegar o dar. Ninguna demanda
era excesiva. Si el amor quería decir la Cruz, Jesús la aceptaba.
A
veces cometemos el error de pensar que el amor está para darnos la
felicidad. A fin de cuentas es así; pero también puede traer dolor,
y demandar una cruz.
c)
Jesús amaba a sus discípulos comprensivamente.
Los conocía
íntima y totalmente... No conocemos a una persona a menos que
hayamos convivido con ella, es después de vivir con ella cuando
conocemos sus rarezas y debilidades. Jesús había convivido con sus
discípulos día tras día durante muchos meses y sabía todo lo que
había que saber de ellos y, sin embargo, los amaba.
A
veces decimos que el amor es ciego. No hay tal, porque el amor que es
ciego pronto se queda en nada, como no sea en desilusión y
desencanto. El amor verdadero tiene los ojos bien abiertos. Ama, no
lo que se imagina, sino lo que es. El corazón de Jesús es lo
bastante grande como para amarnos tal como somos.
d)
Jesús amaba a sus discípulos perdonándolos.
Pedro le
negaría; todos le abandonarían cuando más los necesitaba. Nunca,
en toda su vida, le habían comprendido realmente... A veces eran
ciegos e insensibles, lentos para aprender y faltos de comprensión.
Por cierto que, al final, todos se portaron como unos cobardes. Pero
Jesús nunca les tuvo rencor; no tenían fallo que Él no pudiera
perdonar.
El
amor que no ha aprendido a perdonar no puede hacer más que
marchitarse y morir. Ciertamente hay una especie de fatalidad en
aquellas cosas que nos hacen herir más a los que más nos aman...
Por esa misma razón todo amor duradero ha de edificarse sobre el
cimiento del perdón; porque, sin perdón, está destinado fatalmente
a morir.
Una
lealtad de palabra
Juan
13: 36-38
¿Qué
diferencia había entre Judas y Pedro? Judas traicionó a Jesús, y
Pedro, cuando Jesús le necesitaba más, le negó por tres veces,
hasta con juramentos y blasfemias; sin embargo, mientras que el
nombre de Judas ha pasado a la Historia como el símbolo de la
vergüenza más negra, Pedro ha dejado el suyo como uno de los de
mayor dignidad en la historia de la Iglesia.
La
diferencia consiste en que la traición de Judas fue deliberada; la
llevó a cabo a sangre fría; debe de haber sido el resultado de una
idea y una planificación concienzuda; y, por último, rehusó
impasiblemente la invitación más entrañable... Pero la negación
de Pedro no tuvo nada de deliberada. Jamás pensó hacerlo; se vio
arrastrado en un momento por la debilidad y por las circunstancias.
Por un momento su voluntad fue demasiado débil...
Hay
siempre una diferencia abismal entre un pecado calculado fría y
deliberadamente, y el que arrastra involuntariamente a una persona en
un momento de debilidad o de pasión. Sencillamente, no se pueden
comparar el pecado a sabiendas, y el que le sobreviene a uno cuando
está tan debilitado o tan inflamado que apenas se da cuenta de lo
que hace.
Hay
algo muy entrañable en la relación entre Jesús y Pedro:
Jesús
conocía a Pedro en toda su debilidad. Sabía lo impulsivo y lo
inestable que era; sabía que tenía el hábito de hablar con el
corazón antes de pensarlo. Conocía bien la fuerza de su lealtad y
la debilidad de su voluntad. Jesús sabía cómo era Pedro.
Y
Jesús sabía que Pedro le amaba. Hiciera Pedro lo que hiciera, Jesús
sabía que le amaba.
Jesús
también conocía, no sólo al Pedro que era, sino al que podría
llegar a ser. Sabía que, de momento, Pedro no podría seguirle; pero
estaba seguro de que llegaría el día en que él también seguiría
el mismo camino hacia el martirio.
La
grandeza de Jesús está en que Él ve al héroe cuando no es más
que un cobarde; Él tiene el amor de ver lo que podemos ser, y el
poder para ayudarnos a alcanzarlo.
Lección
nº 49:
EL
CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
Juan
14: 1-6
Una
promesa de gloria...
Juan
14: 1-3
Al
cabo de muy poco tiempo, la vida de los discípulos se haría muy
difícil...
Hay
momentos en que tenemos que creer y aceptar aunque no podamos
entender nada. Si, en la hora más oscura, creemos que, de alguna
manera, hay un propósito en la vida, y que es un propósito de amor,
hasta lo insoportable se hace soportable, y hasta en lo más denso de
las tinieblas hay un rayo de luz.
Por
eso Jesús añade algo más; no dice solamente: “Creed en Dios”;
dice también: “Creed en Mí”.
Jesús,
con su entrega, es la prueba de que Dios está dispuesto a dárnoslo
todo. Como Pablo lo diría (Romanos
8:32).
Si
creemos
que tenemos el retrato de Dios en Jesús, entonces, a la vista de un
amor tan maravilloso, llega a ser, no fácil, pero sí posible,
aceptar hasta lo que no podemos entender, y mantener una fe serena en
medio de las tormentas de la vida.
Jesús
siguió diciendo: “Hay muchas habitaciones en la casa de Mi Padre”,
haciendo referencia al Cielo...
Pero,
¿qué quería decir con ésto?
Los
judíos mantenían que en el Cielo hay diferentes grados de bendición
que se concederán a las personas conforme a la bondad y fidelidad
que hayan mostrado en la Tierra y las alegorías sobre el tema
comparaban al Cielo con un palacio inmenso con muchas habitaciones,
cada una asignada a cada persona conforme haya merecido en la vida.
Pero
también puede ser que el sentido sea muy sencillo y encantador. “Hay
muchas habitaciones en la casa de Mi Padre” puede que quiera decir
sencillamente que en el Cielo hay sitio para todos. Las casas
terrenales a menudo se abarrotan de personas; las posadas y los
hoteles terrenales tienen que poner muchas veces el cartel de “No
hay habitaciones libres”... Pero en la casa del Padre celestial no
pasa eso, porque el Cielo es tan grande como el corazón de Dios y
hay sitio para todos.
Hay
otras grandes verdades en este pasaje.
Nos
habla de la honestidad de Jesús. “Si no fuera así, yo os lo
hubiera dicho...” Nadie podrá jamás decir que Jesús no ha sido
claro y sincero en sus demandas... Jesús les dijo claramente a sus
posibles seguidores que los cristianos tenemos que despedirnos para
siempre de la comodidad (Lucas
9:57-58);
también advirtió acerca de la persecución, el odio, los oprobios
que tendrían que soportar (Mateo
10:16-22) y les
habló de la cruz que tendrían que sufrir (Mateo
16:24), aunque
también les habló de la gloria que hay al final del camino
cristiano.
Nos
habla de la misión de Jesús. Él les dijo: “Voy a prepararos un
sitio”. Uno de los grandes pensamientos del Nuevo Testamento es que
Jesús va delante de nosotros, y nos abre el camino para que sigamos
sus huellas. Jesús no ha abierto el camino que conduce al Cielo y a
Dios para que le sigamos a salvo.
Nos
habla del triunfo final de Jesús. Él dijo: “Vendré otra vez...”
La
Segunda Venida de Jesús es una esperanza sobre la que no se suele
predicar mucho... Es verdad que no podemos decir ni el día ni la
hora cuando sucederá, ni cómo sucederá; pero una cosa es segura:
la Historia se dirige a una meta. Sin ese final quedaría incompleta
y la consumación de la Historia será el triunfo de Jesucristo. Y Él
ha prometido que el día de su triunfo recibirá en su Reino a sus
amigos.
Jesús
dijo: “Donde Yo esté, allí estaréis también vosotros”. Aquí
tenemos una gran verdad dicha de la manera más sencilla. Para el
cristiano, el Cielo es donde está Jesús. No tenemos por qué
especular acerca de cómo es el Cielo. Nos basta con saber que
estaremos ya siempre con Jesús.
Cuando
amamos a alguien con todo el corazón, sólo estamos vivos cuando
estamos en su compañía. Eso nos pasa con Cristo.
La
mejor definición del Cielo es el estado en que estaremos siempre con
Jesús.
El
Camino, la Verdad y la Vida
Juan
14: 4-6
Una
y otra vez Jesús les había dicho a sus discípulos adónde se iba;
pero, por lo que se ve, no le habían entendido (Juan
7:33). Jesús
les había dicho claramente que iba al Padre que le había enviado,
con el que era una misma cosa; pero ellos todavía no sabían de qué
viaje se trataba. Y menos todavía se habían enterado de cuál sería
el camino, que Jesús les había dicho que pasaba por la Cruz.
Para
entonces, los discípulos ya estaban totalmente confusos. Había uno
entre ellos que nunca podía decir que entendía lo que no entendía,
que era Tomás. Era demasiado honrado y tomaba las cosas demasiado en
serio para darse por satisfecho con piadosas vaguedades. Tenía que
estar seguro; así es que expresó sus dudas, y lo maravilloso es que
fue su confesión lo que dio origen a una de las revelaciones más
gloriosas que Jesús hizo nunca a sus discípulos...
Jesús
le dijo a Tomás: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida”. Eso
nos parece una gran afirmación; pero aún lo sería más para un
judío que la oyera por primera vez. En ella, Jesús tomó tres de
las grandes concepciones básicas de la religión judía, e hizo la
tremenda declaración de que en Él se habían hecho realidad.
a)
Los judíos hablaban mucho del camino
por
el que había que andar, y de los
caminos de
Dios (Deuteronomio
5:32-33; 31:29; Isaías 30:21; 35:8; Salmo 27:11)... Los
judíos hablaban del camino de Dios por el que se debe ir; y Jesús
dijo: “Yo soy el Camino”. ¿Qué quería decir?
Supongamos
que nos encontramos en un pueblo desconocido y preguntamos por cierto
camino; y que la persona a la que hemos preguntado nos dice: “Tome
la primera a la derecha, y la segunda a la izquierda; cruce la
plaza, pase la iglesia, tome la tercera a la derecha y la carretera
que usted busca es la cuarta de la izquierda”... Lo más probable
es que nos perdamos a mitad de camino. Pero supongamos que esa
persona nos dice: “Yo los llevaré”... En ese caso, esa persona
es
para
nosotros el camino, y no nos podemos perder. Eso es lo que Jesús
hace por nosotros: no se limita a darnos consejos y direcciones,
sino que nos lleva de la mano, y nos fortalece y nos guía cada
día... No se limita a indicarnos el camino; Él es
el camino.
b)
Jesús dijo también: “Yo soy la Verdad” (Salmo
86:11; 26:3; 119:30). Hasta Jesús muchos
habían dicho la verdad, pero ninguno llegó a encarnarla.
Hay
una cosa de suprema importancia acerca de la verdad moral... El
carácter de un profesor no afecta a su enseñanza de geometría o
de gramática latina. Pero si se trata de un profesor de ética, su
carácter influye decisivamente. La verdad moral no se transmite sólo
con palabras; tiene que mostrarse en el ejemplo. Y es ahí donde el
mejor maestro humano se quedará corto. Ningún maestro ha sido la
personificación de la verdad que enseñaba, más que Jesús. Muchos
podrán decir: “Yo os enseño la verdad”; pero sólo Jesús pudo
decir: “Yo soy la
verdad”. Lo
más tremendo de Jesús es que la verdad moral no encuentra en Él
simplemente su mejor expositor,
sino
su mejor realizador.
c)
Jesús dijo también: “Yo soy la vida” (Proverbios
6:23; 10:17; Salmo 16:11). En
último análisis, lo que la humanidad está siempre buscando es la
vida. No
busca tanto el conocimiento en sí, sino lo que hace que la vida
valga la pena... Eso es lo que hace Jesús. La vida con Jesús es la
auténtica.
Hay
una manera de decir todo esto que incluye todas estas verdades. Jesús
dijo: “No se puede llegar al Padre nada más que pasando por Mí”.
Él es el único Camino que conduce al Padre. Solamente en Jesús
podemos ver cómo es Dios; y Él es el único que puede conducirnos a
la presencia de Dios sin vergüenza ni temor.
Lección
nº 50:
VIENDO
AL PADRE EN JESÚS Y DOS
PROMESAS
NOTABLES
Juan
14: 7-14
Viendo
al Padre
Juan
14: 7-9
Bien
puede ser que para el mundo antiguo esto fuera lo más alucinante que
dijo Jesús. Para los griegos, Dios era esencialmente El
Invisible; y los judíos
estaban seguros de que a Dios nadie le había visto jamás. Pero
Jesús les dijo: “Si me hubierais reconocido a Mí habríais
conocido también a Mi Padre”.
Entonces
Felipe pidió lo que le parecería un imposible. Tal vez estaba
pensando en aquel tremendo día del pasado cuando Dios le reveló Su
gloria a Moisés (Éxodo
33:12-32). Pero
aun aquel gran día, Dios le dijo a Moisés: “Verás Mis espaldas;
mas no se verá Mi rostro”.
Y
entonces Jesús dijo con suprema sencillez: “¡El que Me ha visto a
Mí, ha visto al Padre!”.
Ver
a Jesús es ver cómo es Dios. Cuando vemos a Jesús, podemos decir:
“Este es Dios viviendo nuestra vida”. Si es así, podemos decir
de Dios las cosas más hermosas.
a)
Dios Se introdujo en un hogar ordinario y en una familia normal y
corriente. En el mundo antiguo se habría creído que, si Dios
había de venir al mundo, vendría como rey a un palacio real con
todo el poder y la majestad que el mundo considera grandeza; pero en
Jesús, Dios santificó de una vez para siempre el nacimiento
humano y el humilde hogar de la gente sencilla.
b)
Dios no tuvo vergüenza en hacer el trabajo humano. Vino al mundo
como un obrero. Jesús fue el carpintero de Nazaret.
c)
Dios sabe lo que es sufrir la tentación. La vida de Jesús nos
presenta, no la serenidad, sino la lucha de Dios. Era fácil
imaginarse a Dios viviendo en una serenidad y paz que no podían
alterar las tensiones de este mundo; pero Jesús nos muestra a Dios
pasando por todas nuestras angustias. Dios no es como un general que
dirige a su ejército desde una posición cómoda y segura, sino que
está con nosotros en primera línea.
d)
En Jesús vemos a Dios amándonos. Cuando hay amor, se siente el
dolor. En Jesús vemos a Dios preocupándose intensamente, anhelando
relacionarse con la humanidad, sintiendo entrañablemente por y con
las personas, amándolas hasta el punto de llevar en su corazón las
heridas del amor.
e)
En Jesús vemos a Dios en la Cruz. No hay nada más increíble en el
mundo. Es fácil imaginarse a un dios que condena a la gente; y más
aún a un dios que, si las personas se le oponen, las elimina.
Nadie habría soñado con un Dios que eligió la Cruz para salvar a
la humanidad.
Todo
esto lo podemos decir y sentir así, porque en su misteriosa
naturaleza, JESÚS ES DIOS...
“¡El
que Me ha visto ha visto al Padre!”, dijo el Señor... Jesús es la
revelación de Dios, por mucho que esa revelación inunde la
inteligencia humana de sorpresa y de admiración increíble.
Uno
en Dios
Juan
14: 10-11
Jesús
pasa a decir otra cosa. La absoluta unicidad de Dios (Dios es Uno)
era algo que los judíos nunca podrían olvidar. Los judíos eran
monoteístas a ultranza. El peligro de la fe cristiana es colocar a
Jesús como una especie de dios secundario; pero el mismo Jesús
insistía en que lo que Él decía y hacía no era el producto de su
propia iniciativa y capacidad, sino que lo decía y hacía el mismo
Dios.
Sus
palabras eran la voz de Dios hablando a la humanidad; Sus obras eran
el resultado del poder de Dios fluyendo a través de Él para
alcanzar a las personas. Él era realmente el canal por el que Dios
venía a la humanidad.
Jesús
vino a transmitir a la humanidad la gloria y el amor y la presencia y
la visión de Dios. Él trajo a la humanidad el acento y el mensaje y
la mente y el corazón de Dios.
Detrás
de Jesús, y en Él, estaba Dios.
Jesús
siguió ofreciendo una prueba basada en sus palabras
y
en sus obras.
Él
proponía que se le sometiera a la prueba de lo que
decía. Cuando
oímos o leemos las palabras de Jesús no podemos por menos de
decirnos: “¡Si todo el mundo viviera de acuerdo con estos
principios, qué diferente sería el mundo! Y si yo pudiera vivir de
acuerdo con estos principios, ¡qué diferente sería yo!”
También
proponía que se le sometiera a la prueba de sus obras.
Le
dijo a Felipe: “Si no podéis creer en Mí por lo que Yo os digo,
sin duda os dejaréis convencer por lo que Yo puedo hacer”. Esa era
la misma respuesta que Jesús le envió a Juan el Bautista cuando
éste le envió mensajeros que le preguntaran si era Él, Jesús, el
Mesías, o si tendrían que seguir esperando a otro (Mateo
11:1-6).
La
manera de llegar a ser cristiano no es discutir acerca de Jesús,
sino escucharle y mirarle. Si así lo hacemos, su impacto personal
nos obligará a creer que Él es el Salvador del mundo, y nuestro
Salvador.
Tremendas
promesas
Juan
14: 12-14
No
es fácil encontrar promesas que sean mejores que las dos de este
pasaje. Pero son de tal naturaleza que debemos tratar de entenderlas.
a)
La primera es que Jesús dijo que sus discípulos harían lo que Él
hacía, y aun mayores cosas. ¿Qué quería decir?
Está
fuera de toda duda que la Iglesia Primitiva tenía poder para
realizar sanidades (Corintios
12:9, 28,
30; Santiago
5:14). Pero
aunque se pudiera decir que la Iglesia Primitiva hacía las mismas
cosas que Jesús, no se podría decir que las hacía aún mayores
Conforme
ha ido pasando el tiempo, la humanidad ha ido conquistando la
enfermedad. Los médicos y los cirujanos tienen poderes que el mundo
antiguo habría considerado milagrosos y hasta divinos. Aún queda
mucho camino por recorrer; pero, una tras otra, se han ido abatiendo
las fortalezas de la enfermedad...
Pero
lo más sorprendente de todo esto es que ha sido el poder y la
influencia de Jesucristo lo que lo ha producido.
¿Por
qué habríamos de esforzarnos en salvar a los débiles, a los
enfermos y a los moribundos, a todos los que tienen el cuerpo dañado
o la mente trastornada? ¿Por qué los intelectuales y los
científicos se han sentido movidos, y hasta impulsados, a dedicar
sus vidas y esfuerzos, muchas veces hasta arruinando su salud y
perdiendo su vida, para encontrar curas para la enfermedad y remedios
para el sufrimiento?
La
indudable respuesta es que, aunque no se dieran cuenta de ello, Jesús
era el que les estaba diciendo por medio de su Espíritu: “Hay que
ayudar y curar a estas personas...”.
Es
el Espíritu de Cristo el que ha estado impulsando la conquista de la
enfermedad; y, en consecuencia, se pueden hacer cosas ahora que en
tiempos de Jesús ni siquiera se habrían creído posibles.
Pero
todavía no hemos llegado al fondo. Recordemos lo que Jesús hizo en
los días de su carne. No
predicó nunca fuera de Palestina. Durante su vida en la Tierra, el
Evangelio no llegó ni a Europa. Él no conoció nunca la degradación
moral de Roma.
No
fue en su tiempo cuando el Evangelio salió por un mundo en el que el
matrimonio no se respetaba, el adulterio no era ni siquiera un pecado
convencional y los vicios más degradantes florecían como en una
selva tropical.
Pero
fue a ese mundo al que salieron los primeros cristianos, y lo ganaron
para Cristo... Entonces los triunfos del mensaje de la Cruz fueron
todavía mayores que los de Jesús en los días de su carne.
Y
Él dijo que aquello sería porque El iba al Padre. ¿Qué quería
decir con eso? Pues que, en los días de su carne, estaba limitado a
Palestina; pero, después de morir y resucitar, fue liberado de las
limitaciones de espacio y tiempo, y su Espíritu pudo obrar
poderosamente por todas partes.
b)
En su segunda promesa, Jesús dice que cualquier oración que se haga
en su nombre será concedida. Esto es algo que nos interesa entender
bien. Fijémonos con cuidado que Jesús no
dijo
que todo lo que pidiéramos se nos concedería, sino que todas las
oraciones que hiciéramos en
su nombre se
nos concederían.
La
prueba de una oración es: ¿Puedo hacerla en el nombre de Jesús?...
Nadie podría, por ejemplo, pedir una venganza, una ambición, algún
objetivo indigno de un cristiano en
el nombre de Jesús.
Cuando
oramos, debemos preguntarnos siempre: ¿Podemos hacer esta petición
honradamente en
el nombre de Jesús?... La
oración que supera esa prueba y que, al final dice, “Hágase Tu
voluntad”, siempre será contestada afirmativamente. Pero la que se
basa en el yo no puede esperar que Dios la conceda.
Lección
nº 51:
LA
PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO
Juan
14: 15-
El
Consolador
Juan
14: 15-17
Para
Juan no hay más que una manera de demostrar el amor, y es la
obediencia. Fue en su obediencia como Jesús le demostró al Padre
que le amaba; y en la nuestra como debemos demostrarle a Jesús
nuestro amor. Juan no deja nunca que el amor se convierta en un
sentimiento de emoción. Su expresión es siempre moral, y se
manifiesta en la obediencia.
Para
Jesús, el verdadero amor no es nada fácil. Se muestra sólo en la
obediencia (v. 1).
Pero
Jesús no nos deja luchar solos en la vida cristiana. Dijo que nos
mandaría otro Auxiliador.
La
palabra griega es paraklétos,
que
es imposible de traducir. Las versiones más comunes la traducen como
Consolador,
auqnue podría decirse que su obra excede el simple consuelo...
Los
griegos usaban esta palabra en muchos contextos. Un paraklétos
podía
ser una persona llamada
como
abogada para defender a un acusado, y al que se le va a imponer una
pena; podría también tratarse de un experto al
que se llama para
que aconseje en una situación difícil; o alguien a
quien se llama para ayudar, por
ejemplo, a una compañía de soldados que se encuentra deprimida y
desanimada, infundiéndole nuevo ánimo... Siempre el paraklétos
es
alguien
que se llama para que ayude en
tiempos de dificultad o necesidad. Algunas versiones clásicas
inglesas le traducen como Confortador;
alguien
que infunde valor a personas derrotadas o acobardadas o desanimadas.
Así
entendemos que el Espíritu Santo transforma una situación
desesperada en una vida victoriosa.
Jesús
prosiguió diciendo que el mundo no puede reconocer al Espíritu. Por
mundo
se
entiende la parte de la humanidad que vive como si no hubiera Dios.
La punta de las palabras de Jesús es que no se puede ver más que lo
que se está preparado para ver (uno que entiende algo de arte ve
mucho más en un cuadro que otro que no entienda nada; uno que sepa
algo de música sacará mucho más de un concierto que otro que no
sepa nada)... De la misma manera una persona que ha eliminado a Dios
de su vida nunca le puede ver ni oír. No podremos recibir el
Espíritu Santo a menos que esperemos su venida con anhelante
expectación y oración.
El
Espíritu Santo no entra en ningún corazón rompiendo la puerta;
espera a que se le abra. Cuando pensamos en las maravillas que puede
hacer el Espíritu Santo en nuestra vida, no nos cuesta apartar un
tiempo en el ajetreo de la vida para aguardar su venida en silencio.
“No
os dejaré solos”
Juan
14: 18-24
Ahora
ya los discípulos no podían por menos de sentirse acechados por
augurios de tragedia. Pero Jesús les dijo: “No os dejaré solos”.
La palabra en griego es órfanos,
de
la que viene la española con el mismo sentido: literalmente sin
padre; pero
también se aplicaba a situaciones de desamparo y falta de
protección. Pero Jesús les dijo a sus discípulos que ese no sería
su caso: “Volveré a vosotros”, aseguró.
Sin
dudas que se refería a su Resurrección y a su presencia espiritual.
Los discípulos le verían, porque Él estaría vivo y ellos también.
Lo
que Él quería decirles era que ellos estarían espiritualmente
vivos. De momento estaban confundidos y apabullados por el
presentimiento de la inminente tragedia; pero llegaría el día en
que se les abrirían los ojos y entonces le verían de veras. Eso fue
exactamente lo que les sucedió cuando Jesús resucitó. Su
resurrección cambió la desesperación en esperanza, y fue entonces
cuando reconocieron, sin la menor sombra de duda, que Él era el Hijo
de Dios.
En
este pasaje Juan sigue barajando algunas ideas que nunca están lejos
de su pensamiento:
a)
Primero y principalmente, está el amor. Para Juan el amor es la base
de todas las cosas. Dios ama a Jesús; Jesús ama a Dios; Dios ama a
la humanidad; Jesús ama a la humanidad; la humanidad ama a Dios por
medio de Jesús; los seres humanos se aman unos a otros; el Cielo y
la Tierra, la humanidad y Dios, las personas entre sí... todo está
enlazado con el vínculo del amor.
b)
Una vez más Juan subraya la necesidad de la obediencia, que es la
única prueba del amor. Fue a los que le amaban a los que se
apareció Jesús cuando resucitó, no a los escribas y fariseos y los
demás adversarios.
c)
Este amor obediente y confiado conduce a dos cosas. La primera, a la
seguridad absoluta. El día del triunfo de Jesús, los que hayan
estado unidos a Él por el amor obediente estarán a salvo en un
mundo que se hunde. La segunda, a una revelación cada vez más
plena... Es a la persona que cumple sus mandamientos a la que se
revela Cristo. Una persona mala jamás podrá recibir la revelación
de Dios. Y es sólo a la persona que, a pesar de sus fracasos, se
eleva hacia Dios, a la que Dios desciende.
La
comunión con Dios y la revelación de Dios dependen del amor; y el
amor depende de la obediencia. Cuanto más obedecemos a Dios, mejor
le entendemos; y la persona que anda por sus caminos sentirá que el
Señor camina con él...
El
legado de Jesús
Juan
14: 25-31
Este
es un pasaje lleno de verdades hasta rebosar. En él Jesús nos habla
de cuatro cosas para destacar:
a)
Nos habla del
Espíritu Santo, y nos dice un par de cosas básicas acerca de Él:
El
Espíritu Santo nos enseñará todas las cosas. Hasta el fin de su
camino, el cristiano es un aprendiz; porque hasta el fin de su
camino el Espíritu Santo le guía a mayores profundidades de la
verdad de Dios. El cristiano que piensa que ya no tiene más que
aprender es un cristiano que ni siquiera ha empezado todavía a
entender lo que quiere decir la doctrina del Espíritu Santo.
El
Espíritu Santo nos recordará lo que ha dicho Jesús. El Espíritu
Santo nos trae a la mente constantemente las cosas que dijo Jesús.
No es tanto la verdad lo que tenemos que descubrir, porque Él ya
nos dijo la verdad; lo que tenemos que descubrir es lo que quiere
decir esa verdad y aplicarla a nuestra vida
Casi
todos nosotros tenemos esta clase de experiencia de la vida: estamos
tentados a hacer algo que está mal y, a punto de hacerlo, nos
vuelve a la mente un dicho de Jesús, el versículo de un salmo, el
recuerdo de Jesús, las palabras de alguien a quien amamos y
admiramos o la enseñanza que recibimos cuando éramos pequeños. En
el momento de peligro, estas cosas aparecen sin que sepamos cómo en
nuestra mente: es la acción del Espíritu Santo.
b)
Jesús habla de su don,
el
don de su paz
(v. 27). En
el Antiguo Testamento la palabra para paz
es
shalóm,
que
nunca quiere decir simplemente la falta de problemas, sino todo lo
que contribuye a nuestro bienestar total y bien supremo. La paz que
el mundo nos ofrece es la de la evasión, la que viene de evitar
los problemas o de no arrostrar las responsabilidades. La paz que
Jesús nos ofrece es la de la victoria: ninguna experiencia de la
vida nos la puede quitar, ni ningún pesar ni peligro ni
sufrimiento nos la puede ensombrecer. Es independiente de todas las
circunstancias exteriores.
c)
Jesús habla de su destino:
vuelve
a su Padre; y dice que, si sus discípulos le aman de veras, se
alegrarán. Iba a ser liberado de las limitaciones de este mundo, y
a ser restituido a su gloria. Si captamos de veras la verdad del
Evangelio, nos alegraremos siempre que los que amamos se vayan para
estar con Dios. Eso no es decir, desde luego, que no debemos sentir
la punzada de la separación y de la pérdida temporal; pero, pese
al dolor y a la soledad, debemos alegrarnos de que, después de las
dificultades y pruebas de la Tierra, los que amamos han ido a algo
mejor. No debemos nunca ver con malos ojos el que hayan entrado en
su descanso; porque debemos recordar que han entrado, no en la
muerte, sino en la verdadera vida.
d)
Jesús habla de su lucha.
La
Cruz era su batalla final con los poderes del mal; pero Jesús no
tenía miedo, porque sabía que el mal no tenía ningún poder
decisivo sobre El. Iba a la muerte con la seguridad, no de la
derrota, sino de la victoria definitiva.
Lección
nº 52:
PARA
QUE LLEVÉIS FRUTO...
Juan
15: 1-17
La
vid y los sarmientos
Juan
15: 1-10
Jesús,
como en otras ocasiones, elabora en este pasaje figuras e ideas que
eran parte de la herencia religiosa de la nación judía. Una y otra
vez en el Antiguo Testamento, Israel se representa como la parra o la
viña de Dios (Isaías
5:1-7; Jeremías 2:21; Ezequiel 19:10-14; Oseas 10:1;
Salmo
80:8).
La vid había llegado a ser de hecho el símbolo de la nación de
Israel.
Jesús
se llama “la auténtica Vid”. Es curioso que el símbolo de la
vid se usa en el Antiguo Testamento unido a la idea de un pueblo
rebelde....
La
alegoría de Isaías es que la viña se ha vuelto silvestre. Jeremías
dice que Dios se queja de que la nación que Él plantó de pura cepa
se ha vuelto cepa extraña...
De
esta manera Jesús estaba estableciendo el principio de que el
verdadero camino a la salvación de Dios no es tener sangre judía,
sino tener fe en Él.
Cuando
Jesús trazó la alegoría de la vid sabía de lo que estaba
hablando. La vid se cultivaba y se cultiva todavía en toda
Palestina. Es una planta que requiere mucha atención si se quiere
obtener un fruto de calidad. El terreno tiene que estar perfectamente
limpio, y las plantas se separan convenientemente para que se puedan
desarrollar. Se suelen podar los sarmientos en el invierno reduciendo
la cepa a su mínima expresión. Siempre requieren una buena
preparación y un buen cuidado del suelo.
Ya
adulta produce dos tipos de sarmientos, unos que dan fruto y otros
que no. Los que no van a dar fruto se cortan bien atrás para que no
vuelvan a brotar ni esquilmen la fuerza de la planta. La vid no puede
dar buen fruto a menos que se la pode drásticamente... Y Jesús lo
sabía muy bien.
Además,
la madera de la vid tiene la curiosa particularidad de que no sirve
para nada. Es demasiado fibrosa y poco compacta. En ciertas épocas
del año, establecía la ley, se tenían que llevar al templo
ofrendas de madera para los fuegos de los altares; pero no se
consideraban aceptables las cepas. Lo único que se podía hacer con
los sarmientos de la poda era una fogata, para que no trajeran plagas
a los árboles. En muchos países se usa para leña en las casas de
los pueblos o para encender los hornos. Este es otro detalle que
añade verosimilitud a la alegoría de Jesús.
Jesús
dice que así son sus seguidores. Algunos de ellos son estupendos
sarmientos que llevan fruto, y otros no dan ningún fruto.
¿En
quién estaba pensando Jesús al hablar de los sarmientos estériles?
Se pueden dar dos respuestas:
La
primera es que estaba pensando en los judíos. ¿No era esa la
lección que habían dado los antiguos profetas? La mayoría de los
judíos se negaron a escuchar a Jesús y a aceptarle; por tanto, eran
sarmientos estériles y secos.
La
segunda es que estaba pensando en algo más general que incluye a los
cristianos cuyo cristianismo es pura profesión sin práctica;
creyentes, pero no practicantes. Estaba pensando en los cristianos
inútiles: todo hojas, pero nada de fruto. Y estaba pensando en los
cristianos que se vuelven apóstatas, que oyeron el mensaje y lo
aceptaron y lo abandonaron convirtiéndose en traidores al Maestro al
que se habían comprometido a servir...
Y el
sarmiento improductivo acaba en el fuego.
Jesús
dice que, como sarmientos, para llevar fruto, debemos mantenernos
unidos a Él... Mantenernos en Cristo es vivir de acuerdo con sus
enseñanzas y mantener nuestra comunión con su Espíritu...
El
secreto de la vida de Jesús era su constante contacto con Dios; con
frecuencia se retiraba a algún lugar solitario a encontrarse con Él.
Asi también nosotros debemos mantenernos en contacto con Jesús.
Por
último, fijémonos en que aquí se establecen dos cosas acerca del
buen discípulo. Primero, que enriquece su propia vida; su contacto
con Jesús le hace vivir una vida fructífera que Dios enriquece (v.
7) y segundo, que una vida así da gloria a Dios y le honra ante los
demás...
Dios
es glorificado cuando llevamos mucho fruto y nos mostramos discípulos
de Jesús. La mayor gloria de los cristianos es dar gloria a Dios con
nuestra vida y conducta.
El
amor como símbolo del discípulo
Juan
15: 11-17
La
idea clave de este pasaje es lo que dice Jesús de que no han sido
sus discípulos los que le han escogido a Él, sino Él escogió a
sus discípulos. Es decir que no hemos sido nosotros los que hemos
escogido a Dios, sino que Dios, en su gracia, se ha acercado a
nosotros con la llamada y la invitación de su amor.
De
este pasaje podemos sacar una lista de las cosas para las que Jesús
nos ha escogido y llamado:
a)
Nos ha escogido para la alegría. Por muy difícil que sea el camino
cristiano es, tanto por su recorrido como por su destino, un camino
de alegría. Siempre hay alegría en hacer lo que es debido. El
cristiano es una persona alegre, un sonriente caballero de Cristo. Un
cristiano lúgubre es una contradicción en términos; y nada ha
producido más daño al Cristianismo en toda su historia que su
identificación con las togas negras y las caras largas. Es verdad
que el cristiano es un pecador, pero un pecador redimido; y de ahí
su alegría. ¿Cómo puede dejar de ser feliz una persona que camina
por los senderos de la vida con Jesús?
b)
Nos ha escogido para el amor. Jesús nos envía al mundo para que nos
amemos los unos a los otros. A veces vivimos como si se nos hubiera
echado al mundo para competir, o para discutir, o hasta para
pelearnos los unos con los otros. Pero el cristiano ha de vivir de
tal manera que muestre lo que quiere decir amar a sus semejantes. Y
Jesús pone frente a nosotros su propio ejemplo... Jesús nos dejó
un mandamiento que El mismo fue el primero en cumplir. Por eso nos
dice: “Como Yo os he amado”.
c)
Jesús nos ha llamado para que seamos sus amigos. Dijo a los suyos
que ya no los iba a llamar más siervos, sino amigos. Ahora bien,
ser siervo o esclavo del Señor era un honor mayor (Deuteronomio
34:5; Josué 24:29; Salmo 89:20); era un título que Pablo se sentía
orgulloso de usar (Tito 1:1), lo mismo que Santiago (Santiago
1:1)... Pero Jesús dice: “Yo tengo algo todavía mejor para
vosotros: ya no vais a ser esclavos, sino amigos”. Cristo, desde
que vino al mundo, nos ofrece una confianza con Dios que ni los
mayores del pasado se atrevieron a soñar. Así Jesús nos
introduce en esa intimidad con Dios, que ya no es para nosotros un
extraño inasequible, sino nuestro Amigo íntimo.
d)
Jesús no nos escogió sólo para otorgarnos una serie de privilegios
tremendos. Nos llamó para que fuéramos sus socios en los asuntos
de Dios (v. 15)... El esclavo tenía que hacer lo que se le mandara,
sin discusión ni demora, pero Jesús nos da el honor de hacernos sus
socios en su obra. Nos ha comunicado su pensamiento, y nos ha
abierto su corazón.
e)
Jesús nos escogió como sus embajadores.
“Yo os
he escogido para
enviaros...” No
nos ha escogido para que vivamos una vida retirada del mundo, sino
para que le representemos en el mundo. Jesús nos escogió,
primero, para que viniéramos a Él, y luego, para que saliéramos al
mundo. Y ese debe ser el esquema y ritmo diario de nuestra vida.
f)
Jesús nos escogió para que le diéramos a conocer a otros...
Nos
escogió para que nos pusiéramos a
dar fruto, y un fruto
que resistiera la prueba del tiempo. La manera de extender el
Cristianismo es siendo cristianos. La manera de traer a otros a la
fe cristiana es mostrarles el fruto de la vida cristiana. Jesús
nos envía a hacer nuevos cristianos atrayéndolos con nuestro
ejemplo; viviendo de tal manera que el fruto sea tan maravilloso
que otros lo quieran para sí mismos.
g)
Jesús nos escogió para que fuéramos miembros
privilegiados de la familia de Dios.
Nos escogió para que el Padre nos diera todo lo que le pidiéramos
en su nombre, recordando que la oración debe hacerse con fe
genuina (Santiago
5:15), en el nombre de Jesús sabiendo que no
podemos pedir cosas que sabemos que Jesús no aprueba y que debe
incluir siempre: “Hágase
Tu voluntad” porque la
oración auténtica debe ser, no que Dios nos envíe las cosas que
nosotros queremos, sino que nos capacite para aceptar lo que Él
quiera enviarnos. Jesús nos ha escogido para que seamos miembros
privilegiados de la familia de Dios. Podemos y debemos llevarle todo
a Dios en oración; pero, cuando lo hayamos hecho, debemos aceptar la
respuesta que Dios nos envíe en su perfecta sabiduría y perfecto
amor. Y cuanto más amemos a Dios, tanto más fácil nos resultará.
Lección
nº 53:
EL
RECHAZO Y LA RESPONSABILIDAD...
Juan
15: 18-25
El
rechazo del mundo
Juan
15: 18-21
Juan
siempre ve y dice las cosas en blanco y negro, sin medias tintas.
Para él hay dos grandes entidades: la Iglesia y el mundo. Y no hay
contacto ni entendimiento entre las dos. Hay que definirse, porque no
se puede pertenecer más que a una, y no hay término medio.
Además,
tenemos que recordar que, cuando Juan estaba escribiendo, la Iglesia
estaba amenazada de persecución constantemente. Se perseguía a los
cristianos sencillamente por llamarse así en recuerdo de Cristo...
El Cristianismo era ilegal. Un magistrado no tenía que preguntar
nada más que si una persona era cristiana para condenarla a muerte.
De
una cosa no cabe duda: ningún cristiano que sufriera persecución
podía decir que no se le había advertido. En este tema Jesús había
sido totalmente explícito. Les había dicho a los suyos de antemano
lo que podían esperar (Marcos
13:9-13; cp. Mateo 10:1722; 23-29; Lucas 12:2-9; 51-53).
Cuando
Juan escribía esto, ya hacía tiempo que se había desatado el odio.
El
gobierno romano odiaba a los cristianos porque los consideraba
personas desafectas al régimen. La postura del gobierno era bien
simple y comprensible: el imperio era vasto; se extendía desde el
Éufrates hasta Gran Bretaña, de Alemania al Norte de África.
Incluía toda clase de gentes y de países. Había que encontrar
alguna fuerza unificadora que soldara toda esa masa heterogénea, y
se encontró en el culto al emperador.
Ahora
bien: el culto al césar no se impuso desde arriba, sino que surgió
entre la misma gente; es fácil comprender que la gente pensara que
el emperador simbolizaba el espíritu de Roma; representaba a Roma,
encarnaba a Roma.. Sería un grave error creer que los pueblos
sometidos aborrecían el gobierno romano; en su mayor parte le estaba
profundamente agradecidos, porque Roma había traído la justicia, la
liberación de reyes caprichosos, la paz y la prosperidad. Los montes
quedaron limpios de bandoleros, y los mares de piratas. La pax
romana, la
paz romana se extendía por todo el mundo civilizado.
Fue
en Asia Menor donde la gente empezó a pensar en el césar, el
emperador, como el dios que personificaba a Roma; y eso, por gratitud
por las bendiciones que había traído Roma. Al principio, los
emperadores lamentaron y desanimaron esa tendencia; insistieron en
que no eran más que hombres y no se los debía adorar como a dioses;
pero vieron que no podían detener aquel movimiento quq pronto se
extendió por todo el imperio. Y entonces el gobierno vio que podía
usar aquello como la fuerza unificadora que necesitaba. Así es que
llegó el tiempo en que, una vez al año, todos los habitantes del
imperio tenían que quemar una pizca de incienso a la divinidad del
césar.
Al
hacerlo se demostraba que se era un ciudadano leal de Roma. Después
de hacerlo, se recibía un certificado que decía que se había
cumplido con la normativa.
Era
esta una práctica y una costumbre que hacía que todos se sintieran
parte del imperio romano, y que garantizaba su lealtad. Ahora bien,
Roma era la esencia de la tolerancia: después de quemar la pizca de
incienso y decir “César es Señor”, uno podía ir a adorar al
dios que le diera la gana, siempre que su culto no escandalizara la
decencia ni alterara el orden público.
Pero
eso era precisamente lo que los cristianos no harían jamás: no
llamaban ”Señor” nada más que a Jesucristo. Se negaban a
someterse y, por tanto, el gobierno romano los consideraba desleales
y peligrosos.
Per
no era sólo que el gobierno perseguía a los cristianos: la gente
ignorante y supersticiosa también los odiaba. ¿Por qué?
Porque
se creían algunas calumnias que se habían divulgado acerca de los
cristianos. No hay duda de que los judíos eran responsables, por lo
menos hasta cierto punto, de esas calumnias:
Así
se decía que los cristianos eran revolucionarios. Ya hemos visto una
de las causas de esa sospecha. Era inútil que los cristianos dijeran
que eran los mejores ciudadanos del imperio: el hecho era que se
negaban a quemar incienso al emperador y decir “César es Señor”.
También
se decía que eran caníbales. Esto procedía de las palabras de la
Santa Cena: “Esto es Mi cuerpo” y “Esta es Mi sangre”...
Sobre la base de estas palabras, no era difícil diseminar entre la
gente ignorante, dispuesta a creer lo peor, que los cristianos
celebraban banquetes canibalescos. No nos sorprende que esta calumnia
despertara el odio en los que la creyeran.
Se
decía también que practicaban la inmoralidad más flagrante: su
comida común semanal se llamaba Agapé,
la
Fiesta del Amor. Cuando los cristianos se encontraban donde fuera, se
saludaban con el beso de la paz. No sería difícil a los que
encontraban fácil el atribuir malicia aun a lo más santo que la
Fiesta del Amor era una orgía sexual, y que el beso de la paz era su
santo y seña.
Y
también se decía que eran incendiarios (2 Pedro
3:10)... Cuando
se produjo el incendio que devastó Roma, el propio Nerón, para
desviar las sospechas de muchos de que él había sido el causante,
les echó las culpas a los que predicaban que el fin del mundo
vendría con fuego.
Aún
había otra acusación, con ciertos visos de verdad... Era que los
cristianos dividían las familias, deshacían los hogares y separaban
los matrimonios. En cierto sentido, eso pasaba. Cristo no vino a
traer paz donde no se Le recibiera, sino espada (Mateo
10:34). A
veces una mujer se convertía y su marido no. A menudo los hijos se
hacían cristianos, pero no sus padres. Entonces, a veces se dividían
las familias.
Con
estas y otras calumnias no nos sorprende que bastara saber que una
persona era cristiana para que se la odiara.
Tales
fueron las causas del odio del mundo a los cristianos en los primeros
tiempos; pero sigue siendo verdad que el mundo aborrece a los
cristianos.
Como
ya hemos dicho, por la palabra mundo
Juan
se refiere a la
sociedad humana que se organiza sin contar con Dios. No
puede por menos de haber una escisión entre los que ven en Dios la
realidad suprema de la vida y los que le consideran como totalmente
irrelevante.
El
mundo sospecha de los que son diferentes de la mayoría. Eso se ve en
las cosas más simples: los que son diferentes, ya sea por la ropa,
por las ideas o por el color de la piel, automáticamente les caen
mal a los demás, que los consideran extravagantes, locos, o un
escándalo o un peligro público, y se les hace la vida imposible.
Al
mundo le resultan especialmente repelentes los que, con su manera de
vivir, condenan a los demás por su mala manera de vivir. Es
realmente peligroso ser buenas personas y tener un nivel de vida
superior al del mundo.
Así
también el mundo siempre mira con suspicacia a los que no siguen la
corriente... El que no se somete a las modas, a las costumbres y a
los hábitos mayoritarios seguramente tendrá más de un problema...
Pero
la demanda esencial del Evangelio sigue siendo el coraje de ser
diferente. Eso será peligroso, pero no se puede ser cristiano si no
se asume ese riesgo; porque tiene que haber diferencia entre el que
es del mundo y el que es de Cristo.
Así
sucedía en tiempos de Juan, al final del primer siglo... Y Juan
recuerda con énfasis esta advertencia de Jesús para los de su
tiempo y para los cristianos de todos los tiempos.
Privilegios
y responsabilidades
Juan
15:
22-25
Aquí
vuelve Jesús al pensamiento que nunca está lejos de su mente: la
convicción de que el conocimiento y el privilegio conllevan
responsabilidad. Hasta la venida de Jesús, la humanidad nunca había
tenido posibilidad de conocer realmente a Dios; nunca había oído
claramente su voz, ni se le había presentado la clase de vida que Él
quiere que vivamos. Cuantos más conocimientos se tienen y más
privilegios se han disfrutado, es natural que se exija una mayor
responsabilidad.
Jesús
hacía dos cosas.
Primero,
exponía el pecado. Decía lo que ofende a Dios y cómo quiere Dios
que nos conduzcamos, presentando el verdadero camino.
Y
segundo, proveía el remedio para el pecado; y esto en un doble
sentido: abrió el camino para el perdón de los pecados pasados, y
proveyó el poder que capacita para vencer al pecado y vivir una vida
nueva. Estos fueron algunos de los privilegios y el conocimiento que
Jesús trajo a la humanidad.
Muchos
con este conocimiento desoyen a Jesús y viven como si Él no hubiera
venido... Pero nosotros sabemos que nadie podrá experimentar la
auténtica vida en este mundo o en el venidero si prescinde del Señor
de la Vida... Este es un privilegio; vivirlo es una responsabilidad.
Lección
nº 54:
EL
TESTIMONIO, LA ADVERTENCIA
Y
EL DESAFÍO
Juan
15: 26 – 16: 4
El
testimonio...
Juan
15:
26-27
Aquí
nos reproduce Juan dos ideas que están íntimamente relacionadas en
su corazón y entrelazadas en su pensamiento.
La
primera es el testimonio del Espíritu Santo. ¿Qué quiere decir con
eso?
Cuando
se nos cuenta la historia de Jesús y se nos presenta su figura, ¿qué
es lo que nos hace comprender que esta y no otra es la verdadera
imagen del Hijo de Dios?
La
reacción de la mente humana, la respuesta del corazón humano es la
obra del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo dentro de nosotros
quien nos mueve a responder a la invitación de Jesucristo.
La
segunda es el testimonio de Cristo que dan los creyentes (v. 27). Hay
tres elementos en el testimonio cristiano:
a)
El testimonio cristiano viene de una larga comunión e intimidad con
Cristo. Los discípulos eran sus testigos porque habían estado con
Él desde el principio. Un testigo es una persona que dice: “Esto
es verdad, y yo lo
sé, porque estuve ahí...”; no puede
haber testimonio sin experiencia personal.
Sólo
podemos testificar de Cristo si hemos estado con Él.
b)
El testimonio cristiano viene de una convicción interior. La
convicción personal es uno de las señales más inconfundibles:
apenas una persona ha empezado a hablar, y ya sabemos si cree de
veras lo que dice o no. No puede haber testimonio eficaz de Cristo
sin esta convicción interior que viene de la intimidad personal
con Cristo.
c)
El testimonio cristiano se manifiesta... Un testigo no es sólo una
persona que sabe que algo es verdad, sino que también está
dispuesta a decirlo. El testigo cristiano es la persona que no sólo
conoce a Cristo, sino que quiere que otros también le conozcan.
Es
nuestro privilegio y tarea el ser testigos de Cristo en el mundo; y
no podemos serlo sin conocimiento personal, íntima convicción y
testimonio de nuestra fe hacia fuera.
La
advertencia y el desafío a seguirle
Juan
16: 1-4
Para
cuando estaba escribiendo Juan era inevitable que algunos cristianos
se hubieran apartado, porque la persecución ya se había
desencadenado sobre la Iglesia... El Apocalipsis
condena
a los cobardes entre otros muchos culpables de diversos pecados
(Apocalipsis
21:8).
Cuando
Plinio, el gobernador romano de Bitinia, estaba interrogando a
algunos para ver si eran cristianos o no, escribió al emperador
Trajano para decirle que algunos reconocían “que habían sido
cristianos, pero que habían dejado de serlo hacía muchos años,
algunos hacía veinte años”. Hasta en medio del heroísmo de la
Iglesia Primitiva hubo algunos que no tuvieron bastante fe para
resistir la persecución, ni valor para mantenerse fieles.
Jesús
lo previó todo, y lo advirtió de antemano. No quería que nadie
pudiera decir que no sabía lo que le podía esperar si se hacía
cristiano... Jesús ofrecía la gloria, pero también demandaba la
cruz.
Jesús
habló de dos maneras en que perseguirían a sus seguidores:
Serían
excomulgados de la sinagoga. Eso era algo terrible para un judío. La
sinagoga ocupaba un lugar clave en la vida judía. Algunos de los
rabinos llegaban hasta a decir que la oración no era eficaz a menos
que se ofreciera en la sinagoga. Los discípulos de Jesús eran gente
normal y corriente; necesitaban compañía; por ende necesitaban la
sinagoga y su culto. Sería terrible para ellos que los expulsaran y
les cerraran todas las puertas.
Aunque
por cierto que algunas veces tenemos que aprender que “es mejor
estar a solas con Dios” porque a veces, la soledad en la sociedad
es el precio de la compañía con Dios...
Y
Jesús también les dijo que no faltarían quienes creyeran que le
estaban prestando un servicio a Dios matando a sus seguidores...
Una
de las tragedias de la religión ha sido que muchos creían que
estaban sirviendo a Dios cuando perseguían a los que consideraban
herejes. Probablemente ninguno estuvo más convencido de que estaba
sirviendo a Dios que Saulo, cuando estaba haciendo todo lo posible
para acabar con los seguidores de Jesús (Hechos
26:9-11).
Eso
sucederá, decía Jesús, porque no reconocen a Dios.
La
tragedia de la Iglesia es que muchos se han afanado en propagar su
idea de la religión; muchas veces se han creído que ellos
tenían
el monopolio de la verdad y de la gracia de Dios.
Y
lo desesperante es que sigue pasando; esa es la barrera que impide la
unión y la unidad entre las iglesias. Siempre existirá la
persecución -aunque no necesariamente matando y torturando, pero sí
excluyendo de la Casa de Dios- mientras haya quienes crean que sólo
hay un camino a Dios, que es, desde luego, el de ellos y no Jesús
(Juan 14: 16).
Jesús
sabía tratar con las personas. De hecho, estaba diciendo: “Os
ofrezco la tarea más difícil y arriesgada del mundo. Os ofrezco
algo que os lacerará el cuerpo y os rasgará el corazón. ¿Sois lo
bastante valientes para aceptarlo?”... Ese era el desafío; y ese
sigue siendo el desafío de Jesús a los que están dispuestos a
seguirlo con fidelidad.
Jesús
ofreció, y todavía ofrece, no un camino fácil, sino el camino de
la gloria. Quiere personas que estén dispuestas y con los ojos
abiertos a ofrecer todo por Él; y con Él, porque sabemos que si
somos fieles está siempre con nosotros.
Lección
nº 55:
LA
OBRA DEL ESPÍRITU Y LA VERDAD
Juan
16: 5-15
La
obra del Espíritu Santo
Juan
16: 5-11
Los
discípulos estaban desconcertados y apesadumbrados. Todo lo que
habían comprendido era que iban a perder a Jesús.
Pero
Él les dijo que, a fin de cuentas, todo sería para su bien; porque,
cuando El se fuera, vendría el Ayudador, es decir, el Espíritu
Santo. Cuando Él estaba en el cuerpo, no podía estar con ellos en
todas partes; siempre era cosa de despedidas y bienvenidas. Cuando
estaba en el cuerpo no podía llegar a las mentes, los corazones y
las conciencias de las personas en todas partes, sino que estaba
confinado por las limitaciones del espacio y el tiempo. Pero el
Espíritu no está sujeto a limitaciones.
La
venida del Espíritu sería el cumplimiento de la promesa: “He aquí
Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”
(Mateo
28:20).
Aquí
tenemos un sumario casi completo de la obra del Espíritu. Juan usa
la palabra elenjein,
que
se traduce “convencer”...
Elenjein
se
usa para el interrogatorio de un acusado o de un testigo en un
juicio, o para la contestación de un contrario en una discusión.
Siempre
conserva la idea del examen o interrogatorio al que se somete a una
persona hasta que admite sus errores o se muestra convencido por un
razonamiento de algo que no había comprendido antes. La usaban, por
ejemplo, los griegos, para referirse al examen de conciencia en la
mente o el corazón de una persona. Veamos que dice Jesús que hará
el Espíritu Santo:
a)
El Espíritu Santo demostrará
que el mundo es culpable de pecado. Cuando
los judíos crucificaron a Jesús creían, no que estaban pecando,
sino que estaban sirviendo a Dios. Pero, cuando se predicó después
la crucifixión de Jesús, aquello les atravesó el corazón (Hechos
2:37). Repentinamente
tuvieron la convicción de que habían cometido el crimen más
horrible de toda la Historia de la humanidad, y de que aquello había
sido la consecuencia de su pecado.
¿Qué
es lo que nos produce el sentimiento de pecado y nos hace
reconocerlo? ¿Qué es lo que nos humilla ante la Cruz? Sin duda
alguna que es la
acción del Espíritu Santo.
b)
El Espíritu Santo convencerá
a la humanidad de la justicia de Cristo.
Jesús fue crucificado como un criminal. Le juzgaron; le
encontraron culpable; los judíos le consideraron un malvado hereje
o blasfemo, y los romanos, un elemento peligroso para la seguridad
del estado; le condenaron a la peor muerte, que se reservaba para
los peores criminales, marcándole como enemigo de la humanidad y de
Dios. ¿Cómo se cambió aquel dictamen? ¿Qué hizo ver en la
figura de aquel Crucificado al Hijo de Dios, como le pasó al
centurión al pie de la Cruz (Mateo
27.54), y a Saulo
en la carretera de Damasco (Hechos
9:1-9)?
Es
la acción del Espíritu Santo. Es
Él el que convence a las personas de la justicia absolutamente
perfecta de Cristo, respaldada por el hecho de que resucitó y
volvió a la gloria de Su Padre.
c)
El Espíritu Santo convence
al mundo de juicio.
En la Cruz el mal ha quedado condenado y derrotado. ¿Qué nos hace
estar seguros de que nos espera un juicio? Es
la obra del Espíritu Santo. Es
El quien nos da la inquebrantable convicción de que hemos de
comparecer todos ante el tribunal de Dios.
d)
Queda otra cosa que, de momento, Juan no pasa a mencionar. Cuando
estamos convencidos de nuestro pecado, cuando estamos convencidos de
la justicia de Cristo y cuando estamos convencidos del juicio
venidero, ¿qué nos da la seguridad de que en la Cruz de Cristo
tenemos el perdón de nuestros pecados y la salvación del juicio?
También
esto es la obra del Espíritu Santo. Es
Él quien nos convence y nos asegura de que en esta Figura
crucificada podemos reconocer a nuestro Salvador y a nuestro Señor.
El
Espíritu Santo nos convence de la realidad de nuestro pecado y nos
convence de la suficiencia de nuestro Salvador.
El
Espíritu y la revelación de la Verdad
Juan
16: 12-15
Para
Jesús, el Espíritu Santo es el Espíritu de la Verdad, cuya gran
misión es traer la verdad de Dios al mundo.
Tenemos
una palabra especial que quiere decir traer la verdad de Dios a la
humanidad, y es la palabra revelación;
y no hay
ningún pasaje en el Nuevo Testamento que nos presente más
claramente que este lo que podríamos llamar los principios de la
revelación.
a)
La revelación no puede por menos de ser un proceso progresivo. Jesús
sabía muchas cosas que no podía decirles a sus discípulos en
aquel momento, porque ellos no estaban preparados para recibirlas.
No se le puede decir a una persona más de lo que puede comprender.
Por
ejemplo, algunos pasajes difíciles del Antiguo Testamento a veces
nos preocupan e inquietan, porque no son fáciles de entender; pero
sabemos que en
esa etapa, eso
era todo lo que los hombres podían comprender de la verdad de
Dios... Así tiene que ser la revelación: Dios no puede revelar más
de lo que podemos y queremos asimilar.
Reconocer
que la revelación es algo progresivo, es
la prueba de que la revelación de Dios no es algo cerrado. Dios no
ha dejado de hablar, aunque hayan pasado más de dos mil años de que
se escribiera el último libro de la Biblia, porque el Espíritu de
Dios siempre
está
actuando; siempre está revelándose. Es verdad que su revelación
suprema e insuperable vino en Jesús; pero Jesús no es simplemente
el protagonista de un libro, sino una Persona
viva en quien la revelación de Dios continúa y que sigue revelando
su verdad a la humanidad.
b)
La revelación de Dios incluye toda
la
verdad. Nos equivocamos si creemos que se limita a lo que podríamos
llamar la verdad teológica remitiéndonos a una simple doctrina...
Debemos pensar en todos los asuntos de la vida: cuando un hombre de
ciencia descubre algo que va a ayudar a la humanidad en sus afanes,
o cuando un cirujano descubre una nueva técnica para salvar vidas
humanas, o cuando un médico descubre un nuevo tratamiento que traerá
vida y esperanza a la humanidad doliente, esas cosas son también
revelaciones de Dios. Toda verdad es de Dios, y la revelación de
toda verdad es obra del Espíritu Santo.
c)
Lo que se nos revela viene de Dios. Él es el dueño y el dador de
toda verdad. La verdad no es un descubrimiento humano, sino un don
de Dios. No es algo que nosotros creamos, sino algo que estaba ahí,
como América, esperando que lo descubriéramos. Detrás de toda
verdad está Dios.
d)
La revelación consiste en tomar las cosas de Jesús y descubrirnos
su significado. Parte de la grandeza de Jesús está en que es
inagotable. No ha habido nadie que haya abarcado en toda su
profundidad todo lo que Él vino a decirnos. Nadie ha desarrollado
totalmente todo el significado de su enseñanza de la vida y de la
fe, para la persona y para el mundo, para la sociedad y para la
nación... La revelación es un constante descubrimiento del sentido
quee Jesús tiene para todos nosotros.
Aquí
tenemos el secreto del asunto. La revelación nos viene, no de un
libro o una doctrina, sino de una Persona viva. Cuanto más cerca
vivamos de Jesús, mejor le conoceremos. Cuanto más lleguemos a
parecernos a El, más podrá comunicarnos. Cuanto más nos rindamos a
su señorío, más disfrutaremos de su revelación.
Lección
nº 56:
ALEGRÍA,
PERDÓN Y VICTORIA
Juan
16: 16-33
La
tristeza se volverá alegría
Juan
16: 16-24
Los
judíos creían que la Historia se dividía en dos partes: la edad
presente y la por venir. La edad presente era rematadamente mala y
estaba bajo condenación; y la por venir era la edad de oro de Dios.
Entre las dos edades, antes de la venida del Mesías, que era el que
introduciría la nueva edad, estaba el Día del Señor, que iba a ser
un día terrible en el que el mundo sufriría grandes sacudidas antes
que amaneciera la edad de oro. Los judíos solían llamar a ese
tiempo de prueba “el alumbramiento de los días del Mesías”.
Jesús
conocía esa literatura, y tenía en mente sus imágenes. Y ahora
estaba diciendo a sus discípulos: “Ahora os dejo solos, pero
volveré otra vez. Llegará el día en que venga Mi Reino, pero antes
tendréis que pasar cosas terribles, con dolores como los de una
mujer cuando está de parto. Pero, si los sufrís con fidelidad, las
bendiciones serán maravillosas”.
Y
de ahí pasó a describir la vida del cristiano que soporte la
prueba.
a)
La tristeza se convertirá en alegría. Habrá un tiempo que parecerá
que ser cristiano no trae más que sufrimiento, y ser del mundo nada
más que bienestar; pero llegará el día en que la alegría
descuidada del mundo se cambiará en tristeza, y la aparente
tristeza del cristiano se tornará alegría.
El
cristiano debe recordar siempre, cuando tenga que pagar cara su fe,
que ese no es el fin de todo, y que la tristeza se volverá alegría.
b)
La alegría cristiana tendrá dos preciosas características:
Nunca
nos será arrebatada; la alegría que produce el mundo está a
merced del mundo; la que da Cristo es independiente de todo lo que
el mundo pueda hacer. Y será completa: en la alegría del mundo
siempre hay algo que falta; en la alegría cristiana, en el gozo de
la presencia de Cristo, no hay ningún vestigio de imperfección. Es
perfecto y completo.
c)
En el gozo cristiano, el dolor que se sufrió antes desaparece sin
dejar secuelas de amargura, sino una abundante bendición. La madre
olvida el dolor del parto ante la maravilla de su bebé. El mártir
se olvida de la agonía en la gloria del Cielo... Si la fidelidad a
Cristo costó cara, el precio se considerará que no fue nada ante
el gozo de estar ya para siempre con Cristo (Romanos
8:18).
d)
Habrá plenitud de conocimiento. “Ese día -dijo Jesús- ya no
tendréis necesidad de hacerme más preguntas”. En esta vida hay
muchas preguntas que no tienen respuesta y muchos problemas que no
tienen solución. No son más que fragmentos de la verdad lo que
podemos percibir, y atisbos de Dios los que podemos ver; pero en la
edad por venir, con Cristo, habrá plenitud de conocimiento (1
Corintios
13:12).
e)
Tendremos una nueva relación con Dios. Cuando conozcamos a Dios de
veras y a fondo, podremos acudir a Él y pedirle todo lo que
necesitemos. Sabemos que la puerta está abierta; sabemos que Él es
nuestro Padre, y que su corazón es amor.
En
esa relación, Jesús dice que podemos pedir lo que sea... Así es
que nosotros podemos llegar a tal intimidad con Dios que tengamos
libertad para consultárselo todo; pero siempre debemos terminar con
“¡Hágase Tu voluntad!”
f)
Es Jesús el que hace posible esa nueva relación con Dios. Existe en
su nombre.
Todo
es gracias a Él: que nuestro gozo es indestructible y perfecto, que
nuestro conocimiento es completo, que el camino al corazón de Dios
está abierto. Todo lo que tenemos nos ha venido por medio de
Jesucristo. Sólo en su nombre podemos pedir, nos podemos acercar, y
somos bienvenidos.
Acceso
directo a Dios
Juan
16: 25-28
Jesús
les dice que hasta aquí le ha hablado en
alegorías. La
palabra griega es paroimía,
que
es la que se usa para las parábolas
de
Jesús, pero que significa básicamente algo que es difícil de
entender, un dicho cuyo sentido está velado para el que lo escucha
casualmente, que requiere meditación para descubrir lo que quiere
decir.
Jesús
les quiere decir que hasta ese momento les ha estado haciendo
sugerencias e indicaciones, dándoles la verdad cubierta con un velo;
les ha estado diciendo cosas que les hacían pensar o que les dejaban
confusos; pero que a partir de ese instante les diría la verdad con
toda claridad... Y pasa a decirles sencillamente que vino de Dios y
que vuelve a Dios. Ese era su secreto: no era sino el Hijo de Dios, y
la Cruz no iba a ser la muerte de un criminal sino el camino de
vuelta a Dios.
Y
entonces Jesús dice una cosa que no debemos olvidar: los suyos
tienen acceso directo a Dios porque Dios los ama; Jesús no tiene
necesidad de presentarle a Dios las súplicas de los suyos; ellos lo
pueden hacer por sí mismos... Y Jesús lo dice antes
de la Cruz.
Jesús
no murió para hacer que Dios nos amara, sino porque Dios nos ama; no
para hacer que Dios sea
un
Dios de amor, sino para demostrar que Dios es
amor.
Jesús vino, no porque Dios odiaba
al
mundo, sino porque lo amaba
de
tal manera... Jesús ha traído a la humanidad el amor de Dios.
Jesús
también dice a sus discípulos que su obra está concluida. Vino del
Padre y ahora, por el camino de la Cruz, vuelve a Él... Ahora el
acceso a Dios está abierto para todas las personas. Jesús no tiene
que presentarle a Dios nuestras oraciones; cada cual puede
presentárselas. Dios ama a los que aman a Cristo.
Perdón,
confianza y victoria
Juan
16: 29-33
Aquí
se ilumina extrañamente cómo, por fin, los discípulos se rindieron
a Jesús. De pronto dieron el gran salto de la fe porque se dieron
cuenta de que Jesús no tenía necesidad de preguntarle a nadie nada.
¿Qué
querían decir? Que Jesús podía leerles los corazones como si
fueran libros abiertos. Por eso fue por lo que creyeron en Él... Fue
su conocimiento de Dios y de sus corazones lo que convenció a sus
discípulos de que era el Hijo de Dios.
Pero
Jesús era realista. Les dijo que, a pesar de su fe, se acercaba la
hora en que le abandonarían.
Aquí
tenemos algo que es tal vez lo más extraordinario de Jesús. Sabía
lo vacilantes que eran sus hombres, y conocía sus fracasos; sabía
que le fallarían en el momento en que más los necesitara; pero,
sin embargo, los amaba; y, lo
que es todavía más maravilloso: ¡confiaba
en ellos!
Jamás
se habían combinado así el perdón y la confianza.
¡Qué
lección tenemos aquí! Jesús nos enseña a perdonar, y a confiar en
la persona que nos ha fallado.
Aquí
hay cuatro cosas bien claras acerca de Jesús:
a)
Está la soledad de Jesús. Los
suyos le iban a dejar solo; y, sin embargo, Él no se sentía solo,
porque tenía a Dios. Nadie que esté de parte del bien estará
nunca solo: Dios siempre estará con él.
b)
Está el perdón de Jesús. Sabía
que sus amigos le abandonarían, y sin embargo no se lo echó en
cara, y después no les guardó rencor. Los amaba con todas sus
debilidades; los veía y los amaba tal como eran.
c)
Está la simpatía de Jesús. “Todo
esto os lo he dicho para que estéis en paz conmigo”, les dice
amorosamente. El sentido es que, si Jesús no les hubiera anunciado
a sus discípulos su debilidad, después, cuando se dieran cuenta de
que le habían fallado, podrían haberse desesperado
irremisiblemente.
Aquí
vemos juntos el perdón y la misericordia de Dios. Jesús estaba
pensando, no en el daño que le haría a Él el que los Suyos le
fallaran, sino en el daño que les haría a ellos.
d)
Está
el don de Jesús: la victoria...
Muy pronto iban a ver los discípulos que el mundo le haría a Jesús
lo peor, y sin embargo no le derrotaría. Y Él les dijo: “Pero
confiad, yo he vencido al mundo”, dando a entender que esa
victoria sería la victoria de ellos también...
Este
es el gran don, el maravilloso regalo que Jesús nos ofrece, haciendo
nuestra su Victoria.
Lección
nº 57:
LA
GLORIA DE LA CRUZ Y LA OBRA DE JESÚS
Juan
17: 1-8
La
Gloria de la Cruz y el conocimiento del Padre
Juan
17: 1-5
Para
Jesús, la vida tenía un clímax, que era la Cruz. Para Él, la Cruz
era la gloria de la vida y el acceso a la gloria de la eternidad.
¿Qué quería decir Jesús cuando hablaba de la Cruz como su gloria
y su glorificación?
Es
un hecho de la historia que una y otra vez fue en la muerte cuando
las grandes figuras alcanzaron la gloria. Fue cuando murieron, y cómo
murieron, lo que mostró realmente quiénes y cómo eran.
Eso
sucedió con Jesús; porque, hasta el centurión que estaba al pie de
la cruz quedó diciendo: “¡No cabe duda de que Éste era el Hijo
de Dios!” .
-
La Cruz fue la gloria de Jesús porque fue en ella donde mostró
supremamente su majestad, y desde donde atrae a sí definitivamente
el reconocimiento, el amor y la lealtad de la humanidad.
-
Además, la Cruz fue la gloria de Jesús porque fue la culminación
de su obra. “He llevado a cabo el trabajo que Tú me encargaste”
dijo al Padre. Para Él, el haberse detenido antes de la Cruz habría
supuesto dejar su labor sin terminar porque había venido a este
mundo para enseñarle a la humanidad el amor de Dios, no sólo con
palabras, sino con toda su vida. Llegando a la Cruz, Jesús mostró
que no hay nada que el amor de Dios no esté dispuesto a asumir por
la humanidad; que no tiene límites...
-
Hay otra cuestión: ¿Cómo glorificó la Cruz a Dios?
La
única forma de glorificar a Dios es obedecerle. Un niño honra a sus
padres cuando los obedece; un ciudadano contribuye a la gloria de su
país cuando obedece sus leyes; un estudiante honra a su profesor
cuando sigue y pone en práctica su enseñanza...
Jesús
dio honor y gloria a Dios con su perfecta obediencia. La historia
evangélica deja muy claro que Jesús pudo evitar la Cruz.
Humanamente hablando, podría haber vuelto la espalda y no haber ido
a Jerusalén. Pero Él glorificó a Dios en la Cruz ofreciéndole la
perfecta obediencia de un amor perfecto.
-
Pero hay todavía más: Jesús le pidió a Dios que le glorificara y
que se glorificara. La
Cruz no era el final. Habría
de seguirla la Resurrección, que sería la reivindicación de
Jesús... Fue la demostración de que, aunque la humanidad le hiciera
lo peor, Jesús no sería derrotado, sino saldría vencedor.
La
Cruz era lo peor que la humanidad podía hacerle a Jesús, pero ni
aun así le podría vencer... Y esa gloria se manifestaría en la
resurrección; y la resurrección glorificaría al Padre.
-
Podemos decir también que para Jesús, la Cruz era el camino de
vuelta: “Glorifícame -oró- con la gloria que tuve antes que el
mundo empezara”. Era como un caballero que hubiera salido de la
corte de su rey para realizar alguna hazaña heroica y peligrosa, y
que, una vez cumplida su misión, volvía en triunfo a gozar de la
gloria de la victoria. Jesús vino de Dios y volvió a Dios. La
empresa gloriosa entre su venida y su vuelta culminó en la Cruz.
Para El, por tanto, la Cruz era la puerta de entrada a la gloria; y,
si hubiera rehusado pasar por ella, ¿cómo habría vuelto a la
gloria? ¿Habría habido una gloria a la que volver? Para Jesús la
Cruz fue Su vuelta a Dios.
Hay
otra idea importante en este pasaje, porque contiene la gran
definición que da el Nuevo Testamento de la vida eterna: es conocer
a Dios, y a Jesucristo, a quien Él ha enviado.
Recordemos
lo que quiere decir eterno.
En
griego es aiónios.
Esta
palabra tiene que
ver, no tanto con la
duración de
la vida, porque una vida que fuera interminable no tendría que ser
por ello deseable, como con la
calidad de
la vida. Sólo hay Uno al que se puede aplicar adecuadamente la
palabra aiónios,
y
es Dios. La vida eterna no es otra cosa, por tanto, que la vida de
Dios. Poseerla, entrar en ella, es experimentar aquí y ahora algo
del esplendor, y la majestad, y el gozo, y la paz, y la santidad que
son características de la vida de Dios. Por eso para poseer la vida
eterna es imprescindible conocer al Padre.
¿Qué
quiere decir conocer a Dios?
Sin
duda que hay un elemento de conocimiento intelectual. Quiere decir,
por lo menos en parte, saber cómo es Dios; y eso es algo que cambia
radicalmente la vida al saber que Dios no es vengativo ni cruel, sino
amor... Estas cosas las sabemos; pero no las habríamos sabido si
Jesús no hubiera venido a decírnoslas. Pero hay algo más. En el
Antiguo Testamento se usa corrientemente la palabra conocer
con
el sentido de la relación sexual (Génesis
4: l) haciendo referencia a la más íntima relación entre el hombre
y su mujer, de manera tal que marido
y mujer ya no son dos, sino una sola carne (El acto sexual no es lo
más importante, sino la intimidad e identidad de corazón, mente y
alma que en el verdadero amor lo preceden).
Conocer
a
Dios no es, por tanto, un mero conocimiento intelectual de Él, sino
una íntima relación personal con Él que es como la relación más
próxima y amada de la vida.
De
nuevo hemos de decir que, sin Jesús, tal intimidad con Dios habría
sido impensable e imposible. Es Jesús el que nos ha enseñado que
Dios no es un Ser remoto e inasequible, sino el Padre cuya naturaleza
es amor.
Conocer
a Dios es no sólo saber cómo es, sino también estar en términos
de la más íntima relación de amistad con Él; y ninguna de las dos
cosas es posible sin Jesucristo.
La
obra de Jesús y el discipulado
Juan
17: 6-8
Jesús
nos da aquí una definición de su obra y dice a Dios: “He
manifestado tu nombre...”
Aquí
hay dos grandes ideas que les resultarían claras a los que lo
leyeran por primera vez.
Hay
una idea que es esencial y característica del Antiguo Testamento;
allí se usa la palabra nombre
en
un sentido especial; no quiere decir simplemente el nombre propio de
una persona, sino todo su carácter en tanto en cuanto puede
conocerse (Salmo
9:10; 20:7; 22:22; Isaías 52:6).
Así
que, cuando Jesús dice esto está diciendo que ha dado a la
humanidad la posibilidad de ver cuál es la verdadera naturaleza de
Dios (Juan
14:9). Es
la suprema afirmación de Jesús que, en Él, la humanidad ve la
mente, el carácter y el corazón de Dios.
Pero
hay otra idea aquí. En tiempos algo más avanzados, cuando los
judíos hablaban del nombre
de Dios se
referían al tetragrámaton, el nombre de cuatro letras que se
transcribiría YHWH. Ese nombre era tan sagrado para los judíos que
no se pronunciaba nunca, excepto una vez al año, el sumo sacerdote
cuando entraba en el lugar santísimo el día de la expiación. Las
cuatro letras corresponden al nombre de YAHWEH. Se suele escribir
Jehová, aunque nunca se pronunciaba así, sino Adónay,
que
quiere decir el Señor,
de donde tomó las vocales...
Y Jesús está diciendo que ese Nombre puede ser ahora pronunciado
porque los hombres conocen el verdadero carácter de Dios que el
mismo Jesús les ha dado a conocer trayendo a Dios tan cerca de
nosotros que hasta el cristiano más humilde puede tomar en sus
labios el nombre antes inefable de Dios.
Pero
este pasaje ilumina también el sentido del discipulado.
El
discipulado cristiano se basa en el hecho de que Jesús ha venido de
Dios. Un discípulo es una persona que se ha dado cuenta de que Jesús
es el Embajador de Dios, y que en sus palabras oímos la voz de Dios,
y en sus obras vemos a Dios en acción..
El
discipulado además conduce a la obediencia... El discípulo es el
que obedece la Palabra de Dios como la recibe en Jesús; el
discipulado implica sumisión.
Y
finalmente en este pasaje Jesús dice que el discipulado es algo que
está preparado de antemano por Dios, porque afirma que las personas
que le pertenecen le han sido dadas por el Padre... Eso no quiere
decir que Dios destinó a algunas personas para que fueran
discípulos, y a otros para que rechazaran el discipulado, sino que
hace referencia al propósito que Dios tiene paratodos los hombres,
auqnue en su omnisciencia Él sepa que muchos le habrían de
rechazar, sigue adelante por aquellos que escucharían su llamado...
Hay
en todo este pasaje, y más aún en todo este capítulo, una
confianza ilusionada acerca del futuro en la voz de Jesús: estaba
con sus hombres, los que Dios le había dado; daba gracias a Dios por
ellos; y nunca dudaba de que llevarían a cabo la misión que El les
había confiado, a pesar de su simpleza y de las dificultades, porque
afirmaba su confianza en el Padre...
Jesús
tenía dos cosas: fe en Dios y fe en sus hombres.
Es
una de las cosas que más entusiasman en el mundo el pensar que Jesús
puso su confianza en personas como nosotros; por eso nosotros tampoco
nos tenemos que desanimar por las debilidades humanas ni por los
principios humildes porque habremos de lanzarnos adelante con una fe
confiada en Dios...
Lección
nº 58:
JESÚS
ORA POR SUS DISCÍPULOS
Juan
17: 9-26
Sus
discípulos en el mundo
Juan
17: 9-19
Aquí
tenemos un pasaje lleno de verdades... En primer lugar, nos dice algo
de los discípulos de Jesús.
El
discípulo es, como vimos, un don de Dios a Jesús... Y por medio del
discípulo le viene gloria a Jesús. El paciente al que ha curado le
da gloria al médico; el estudiante al que ha preparado le da gloria
al profesor; el atleta al que ha entrenado le da gloria al
entrenador. Las personas que Jesús ha redimido le dan honor a Él.
La persona que era mala y se ha vuelto buena es la honra de Jesús...
El
discípulo es además una persona a la que se le ha confiado una
tarea. Como Dios envió a Jesús, así Jesús envía a sus
discípulos. Jesús pide por sus discípulos, no por el mundo, pero
lo que Jesús hace por el mundo es enviarle a sus discípulos para
que conozca a Dios y vuelva a Él...
Orando
a Dios, Jesús dice: “Todo lo que tengo es Tuyo, y todo lo que Tú
tienes es mío”... La primera parte es natural y fácil de
comprender, porque todo pertenece a Dios, y Jesús lo repitió una y
otra vez; pero la segunda parte es alucinante: “¡Todo lo que Tú
tienes es mío!”... Esto es algo que ninguna criatura puede decirle
a Dios; pero Jesús lo dijo presentando claramente su identidad con
Dios. Jesús es una misma cosa con Él de tal manera que dispone de
su mismo poder y prerrogativas.
Debernos
fijarnos es que Jesús no le pidió a Dios que sacara a sus
discípulos de este mundo. El no pidió para ellos una posibilidad de
evasión, sino que alcanzaran la victoria. La clase de cristianismo
que se refugia en conventos o monasterios no le habría parecido
verdadero a Jesús. Él insistía en que era en medio de las vueltas
y revueltas de la vida donde se tenía que vivir el Cristianismo.
Por
supuesto que se necesita orar y meditar y retirarse a puerta cerrada
para estar a solas con Dios; pero estas cosas no son el fin de la
vida, sino medios para alcanzar el fin, que no es otro que demostrar
la vida cristiana en los trabajos y las pruebas de la vida del
mundo... El cristiano no debe desear abandonar el mundo, sino
conquistarlo.
Jesús
también pidió por la unidad de sus discípulos. Donde hay
divisiones, exclusividad, competencia entre las iglesias, la causa
del Cristianismo está en peligro, y la oración de Jesús,
frustrada. Jesús pidió que sus discípulos fueran tan realmente
una sola cosa como Él y el Padre; y a menudo no es esto lo que se ve
en el seno de la Iglesia, lamentablemente.
Jesús
además pidió a Dios que protegiera a sus discípulos de los ataques
del maligno, sabiendo el poder de la maldad... Nos da ánimo y
confianza saber que Dios está vigilando nuestras vidas como un
centinela para mantenerlas a salvo del mal. El hecho de que caigamos
en la tentación tantas veces es debido a que tratamos de
enfrentarnos con ella dependiendo de nuestras propias fuerzas en
lugar de buscar la ayuda y de recordar la presencia de nuestro
Protector.
Jesús
finalmente pidió que sus discípulos estuvieran consagrados a la
verdad. La palabra para consagrar
es
haguiazein,
que
viene del adjetivo haguios,
que
se traduce por santo,
cuyo
sentido más radical es diferente
o separado.
Así
vemos que el discípulo está separado
para una tarea especial
(Jeremías
1:5)... Pero también quiere
decir equipar
a una persona con las cualidades de mente, corazón y carácter que
le serán necesarias para la tarea... Si una
persona ha de servir a Dios, debe tener algo de la bondad y de la
sabiduría de Dios en sí misma. El que ha de servir al Dios santo
tiene que ser también santo. Y así Dios, no sólo escoge a una
persona para una tarea especial y la aparta con ese fin, sino que la
equipa con las cualidades que
necesitará
para llevarla a buen término.
Debemos
recordar siempre que Dios nos ha escogido y consagrado para un
servicio especial, que es amarle y obedecerle, y traerle a otros para
que hagan lo mismo. Y Dios no nos deja a merced de nuestros propios
recursos, sino nos guarnece en su gracia para la tarea si ponemos
nuestra vida en sus manos.
Los
que habrán de creer y la unidad
Juan
17: 20-21
En
esta sección, la oración de Jesús ha ido extendiéndose
gradualmente hasta abarcar todos los límites de la Tierra. Empezó
pidiendo por sí mismo al encontrarse frente a la Cruz. Pasó luego a
pedir por sus discípulos, y por el poder protector de Dios para
ellos. Ahora su oración remonta el vuelo para contemplar el futuro y
los países distantes, y ora por todos los que en tierras y edades
todavía lejanas llegarán a conocer y aceptar el Evangelio.
En
aquel momento sus seguidores eran pocos; pero, aun con la Cruz
cerrándole aparentemente el paso, su confianza permanecía
inalterable, y estaba pidiendo por los que llegarían a creer en su
nombre. Este pasaje debería sernos especialmente precioso, porque en
él vemos a Jesús orando por nosotros. Vemos también la confianza
que tenía en sus hombres. Sabía que no habían llegado a entenderle
del todo; sabía que al cabo de muy poco tiempo iban a abandonarle
cuando más los necesitara; pero veía en esos mismos hombres, con
una confianza total, a los que iban a extender su nombre por todo el
mundo.
Y
pidió también que todos fueran una sola cosa, como lo eran El y el
Padre. Y se refería a una una
unidad de relación personal entre ellos. Ya
hemos visto que la unión entre Jesús y Dios era la del amor y la
obediencia. Era la unidad del amor la que Jesús pedía al Padre, una
unidad en la que las personas se amaran porque le amaban a Él, una
unidad basada totalmente en una relación de corazón a corazón.
Los
cristianos no van a organizar sus iglesias nunca de la misma manera
en todas partes y nunca darán culto a Dios exactamente de la misma
forma; pero la unidad cristiana trasciende todas esas diferencias y
une a las personas en amor.
La
causa de la unidad cristiana en el momento presente, como, por
supuesto, a lo largo de toda la historia sufre y peligra porque los
seres humanos aman sus propias organizaciones eclesiásticas, sus
credos y sus rituales, más que a sus hermanos. Si nos amáramos
realmente los unos a los otros y a Cristo no habría iglesias que
excluyeran a nadie que fuera discípulo de Cristo.
Además,
según lo vio y lo pidió Jesús, había de ser precisamente esa
unidad la que convenciera al mundo de la verdad del Evangelio y del
lugar de Cristo. Es más fácil y natural para los humanos el estar
divididos que el estar unidos. Es más humano para las personas el
disgregarse que el congregarse. La unidad verdadera entre todos los
cristianos sería un hecho tan sobrenatural que revelaría una
intervención directa de Dios... Si los cristianos no están unidos,
el mundo no puede ver el valor supremo de la fe cristiana. Es nuestra
obligación personal el demostrar esa unidad del amor con los
semejantes que es la respuesta a la oración de Cristo.
La
promesa de Gloria
Juan
17: 22-26
En
primer lugar, Jesús dijo que les había dado a Sus discípulos la
gloria que el Padre Le había dado a Él. Él mismo hablaba de ella
de tres formas:
a)
La
Cruz era su gloria. Jesús no hablaba nunca de ser crucificado, sino
de ser glorificado. Por tanto, en primer lugar, la gloria del
cristiano es la cruz que le corresponde llevar. Es un honor sufrir
por Jesucristo. No debemos considerar nuestra cruz como nuestro
castigo, sino como nuestra gloria.
b)
La perfecta obediencia de Jesús a la voluntad de Dios era también
su gloria. Nosotros encontramos la nuestra, no en hacer lo que nos
gusta a nosotros, sino lo que Dios quiere de nosotros... Cuanto
mayor la obediencia, mayor la gloria.
c)
La gloria de Jesús consiste en el hecho de que, al considerar su
vida, se reconoce su relación única y exclusiva con Dios... Así
también nuestra gloria consiste en que se vea en nuestra vida el
reflejo de Dios.
En
segundo lugar, Jesús dijo que era Su deseo que sus discípulos
vieran su gloria en los lugares celestiales... El cristiano va a
compartir todas
las
experiencias de Cristo. Si comparte su Cruz, también compartirá su
gloria (2 Timoteo
2:11-12;
1 Corintios
13:12;
2 Corintios
3:
18).
Después
de esta oración de Jesús pasamos inmediatamente a la traición, el
juicio y la Cruz. Ya no hablaría más con Sus discípulos antes de
padecer. Es maravilloso y precioso recordar que, inmediatamente antes
de aquellas terribles horas, Sus últimas palabras no fueron de
desesperación, sino de gloria.
Lección
nº 59:
ARRESTO
Y JUICIO
Juan
18: 1-14: 19-25
El
arresto de Jesús
Juan
18: 1-11
Cuando
terminaron la última cena Jesús y sus discípulos se dirigieron al
Huerto de Getsemaní, en el monte de los Olivos; allí era donde se
molían las aceitunas que producían los olivos del monte. Bastantes
familias acomodadas tenían allí sus viviendas de descanso.
Es
probable que algún amigo de Jesús de buena posición le diera la
llave de su vivienda y le permitiera retirarse allí cuando estaba en
Jerusalén. Jesús y sus discípulos solían ir allí en busca de un
poco de paz y tranquilidad. Judas sabía que allí podía encontrar a
Jesús y sería de lo más fácil perpetrar su arresto.
Hay
algo sorprendente acerca de la fuerza que se movilizó para arrestar
a Jesús. Juan dice que era una compañía de soldados, además de
algunos agentes de los principales sacerdotes y de los fariseos. Esos
agentes
pertenecerían
a la policía del templo. Los agentes, por tanto, serían policías
judíos; pero también había una compañía de soldados romanos.
Para esta se usa la palabra speira
que, en el menor de los sentidos se refiere por lo menos a doscientos
hombres... ¡qué
expedición se mandó para arrestar a un carpintero galileo
desarmado!
En
los días de la Pascua siempre había soldados extra en Jerusalén,
acuartelados en la Torre Antonia que daba al templo, así es que
habría hombres disponibles. ¡Qué importancia le daban al poder de
Jesús! Cuando las autoridades decidieron arrestarle, mandaron casi
un ejército.
Pocas
escenas evangélicas nos revelan las cualidades de Jesús tan bien
como la de su arresto en el huerto.
a)
Nos muestra su valor. Lejos de esconderse de la comitiva, Jesús les
salió al encuentro y se dio a conocer inmediatamente. Aquí tenemos
el valor de un Hombre que da la cara.
b)
Nos muestra su autoridad. Allí estaba un Hombre solo y desarmado.
Tenía enfrente centenares de hombres de guerra, armados y equipados
y, sin embargo, cara a cara con Él, retrocedieron y cayeron por
tierra. Fluía de Jesús una autoridad que le hacía más fuerte que
el poder de los ejércitos.
c)
Nos muestra que Jesús eligió morir. De nuevo está claro que podría
haber conservado la vida si hubiera querido. Podría haber pasado
por en medio de ellos y haberse marchado, pero no lo hizo.
d)
Nos muestra su amor protector. No pensó en sí mismo, sino en sus
amigos: “...dejad que estos se vayan” dijo. El amor protector de
Jesús abrazó a sus discípulos hasta en Getsemaní.
e)
Nos muestra su total obediencia. Esa era la voluntad de su Padre, y
con eso bastaba. Jesús fue fiel hasta la muerte a su misión y al
Padre que le había enviado.
Hay
un personaje en esta escena al que tenemos que hacer justicia, y es
Pedro. Él, uno solo, desenvainó la espada contra centenares. Muy
pronto Pedro había de negar a su Maestro; pero en aquel momento
estaba dispuesto a enfrentarse solo contra centenares por Cristo. Es
muy fácil hablar de la cobardía y del fallo de Pedro; pero no
debemos olvidar el sublime valor que desplegó en este momento.
Ante
el Sumo Sacerdote
Juan
18: 12-14, 19-24
Para
seguir la narración agrupamos aquí los dos pasajes que se refieren
a la vista ante Anás, y haremos lo mismo con los otros dos que
tratan de la tragedia de Pedro.
Juan
es el único de los evangelistas que nos dice que Jesús fue
conducido en primer lugar a presencia de Anás. Anás era un
personaje célebre; era el poder entre bastidores en Jerusalén.
Había sido sumo sacerdote entre los años 6 y 15 d.C., y cuatro de
sus hijos también ocuparon ese puesto, y Caifás, que era su yerno.
Ese hecho ya es suficientemente sugestivo y esclarecedor. La familia
de Anás era inmensamente rica, y uno tras otro de sus hijos había
alcanzado la cima con sobornos e intrigas, mientras él mismo seguía
moviendo todas las marionetas.
Su
manera de hacer dinero tampoco era menos objetable. En el Atrio de
los Gentiles estaban los puestos de vendedores de animales para los
sacrificios, a los que Jesús había echado con cajas destempladas;
los puestos de venta en el templo se llamaban “El Bazar de Anás”,
porque eran propiedad de su familia, y la manera en que Anás había
amasado su fortuna. Por eso los mismos judíos odiaban a la familia
de Anás. Ahora podemos entender por qué había dispuesto Anás que
le llevaran a Jesús en primer lugar a él: Jesús había atentado
contra sus intereses creados, había echado del templo a los
vendedores de víctimas y había tocado a Anás en la parte más
sensible de su persona, la bolsa. Anás quería ser el primero en
regodearse en la captura de aquel perturbador galileo.
La
vista ante Anás fue una burla de la justicia. Era uno de los
principios de la jurisprudencia judía que no se le podían hacer a
un preso preguntas que le pudieran incriminar, pero Anás violó los
principios de la justicia judía cuando interrogó a Jesús. Fue eso
precisamente lo que Jesús le recordó... Cuando Jesús dijo aquello,
uno de los agentes le dio una bofetada, y le recriminó, pero Jesúis
no se quedó callado porque conocía la ley que estaba siendo
infringida.
Jesús
no tenía la menor esperanza de justicia. Había tocado los intereses
creados de Anás y sus colegas, y sabía que estaba condenado antes
de ser juzgado.
Pedro:
¿valiente o cobarde?
Juan
18: 15-18, 25-27
Cuando
los otros discípulos abandonaron a Jesús y huyeron, Pedro se negó
a hacerlo. Siguió a Jesús y así llegó a la casa del sumo
sacerdote Caifás en compañía de otro discípulo que tenía acceso
a la casa porque era conocido del sumo sacerdote. Algunos sostienen
que este otro discípulo era el mismo Juan que, por razones
comerciales (Zebedeo su padre era proveedor de pescado salado a la
casa de Caifás, según algunos historiadores) era concido de la
familia del sumo sacerdote.Lo cierto es que Pedro fue introducido en
el patio de la casa del sumo sacerdote, donde negó por tres veces a
su Señor.
Hay
aquí un detalle muy interesante. Jesús había dicho que Pedro le
negaría tres veces antes del canto del gallo. Es probable que Jesús
se refiriera a un sonido de trompeta romana porque según el ritual
judío no estaba permitido tener aves de corral en la santa ciudad.
Pero los romanos tenían una cierta práctica militar: la noche se
dividía en cuatro vigilias y después de la tercera vigilia, el
cambio de la guardia se anunciaba con un toque de trompeta a las 3
que se llamaba en latín gallicinium
y
en griego alektorofónia,
que
quieren decir las dos “el
canto del gallo”. Cuando la trompeta sonó
Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho.
Por
esta negación no ha habido nadie que haya sido tan cruelmente
tratado como Pedro y siempre se hace hincapié en su fracaso y
vergüenza. Pero hay otras cosas que debemos recordar.
a)
Debemos recordar que todos los demás discípulos excepto Juan, si
era él el discípulo anónimo, abandonaron a Jesús y huyeron. Pero
pensad en lo que hizo Pedro: sólo él desenvainó la espada en
notoria desventaja en el huerto, y sólo él siguió a Jesús, aunque
fuera sin ser reconocido, a ver lo que sucedía. Lo primero que
debemos recordar de Pedro no es su fracaso, sino el valor que le
mantuvo lo más cerca posible de Jesús cuando los demás habían
huido. Su fracaso sólo le podía ocurrir a una persona de valor
superlativo. Cierto que falló; pero en una situación que ninguno
de los otros discípulos se atrevió a arrostrar ni de lejos. Falló,
no por ser un cobarde, sino por ser un valiente.
b)
Debemos recordar lo mucho que Pedro amaba a Jesús. Los otros habían
abandonado a Jesús; sólo Pedro se mantuvo lo más cerca posible.
Amaba tanto a Jesús que no podía separarse de Él. Cierto que
falló; pero falló en circunstancias que sólo uno que amara
entrañablemente tendría que enfrentar.
c)
Debemos recordar hasta qué punto Pedro se redimió a sí mismo. Las
cosas no le podían haber resultado fáciles. La historia de su
negación correría maliciosamente de boca en boca. Puede que la
gente, como cuenta la leyenda, imitaran a su paso el canto del gallo.
Pero Pedro tenía la constancia y el coraje necesarios para
redimirse, para empezar desde el fracaso y llegar hasta la
victoria... Y lo hizo de tal manera que se convirtió en el líder
de la iglesia naciente.
Y
eso fue lo que Jesús vio en Pedro...
Lección
nº 60:
ANTE
PILATO (I)
Juan
18:28 - 19:16
Este
es el relato más dramático del juicio de Jesús que tenemos en el
Nuevo Testamento, y será mejor estudiarlo, no sección por sección,
sino siguiendo a los personajes que intervienen en él.
Los
judíos
Empezaremos
por los
judíos. En
el tiempo de Jesús los judíos estaban sometidos a los romanos, que
les concedían una cierta medida de autogobierno pero no les
permitían dictar ni ejecutar sentencias de muerte. Es verdad que
algunas veces, como en el caso de Esteban, los judíos se tomaban la
ley en sus propias manos; pero, legalmente, no tenían derecho a
infligir la pena capital. Por eso tuvieron que traer a Jesús a
Pilato, para que le condenara legalmente a muerte y le mandara
crucificar.
Si
los judíos hubieran podido ejecutar la sentencia de muerte, habría
sido mediante lapidación (Levítico
24:16). En
ese caso, los testigos cuya palabra había probado el crimen tenían
que tirar las primeras piedras (Deuteronomio
17:7).
Los
judíos, de principio a fin, estaban procurando usar a Pilato para
sus fines. No podían matar a Jesús por sí mismos, así es que
determinaron que los romanos les hicieran ese servicio. Aunque
debemos entender que esa muerte, considerada universal (no propia de
un pueblo) manifestaba el alcance de la muerte de Jesús: para todos
los hombres.
Pero
aún quedan otras cosas interesantes acerca de los judíos.
a)
Empezaron por odiar a Jesús, pero acabaron en una histeria de odio,
aullando como lobos y con los rostros contorsionados por la
amargura. Nada de este mundo deforma el juicio tanto como el odio.
b)
El odio de los judíos les hizo perder todo sentido de proporción.
Estaban tan pendientes de la pureza ceremonial y ritual que se
negaban a entrar en el cuartel general de Pilato; y sin embargo
estaban haciendo todo lo posible para crucificar al Hijo de Dios con
argumentos a todas luces injustos.
c)
Los judíos no dudaban en tergiversar sus acusaciones a Jesús. En su
interrogatorio privado ya habían llegado a la conclusión, si es
que no habían partido ya de ella, de que Jesús era culpable de
blasfemia (Mateo
26:65). Sabían
muy bien que Pilato no tomaría en consideración una acusación
así, asique los cargos que presentaron los judíos contra Jesús
fueron de rebelión y de insurrección política, concientes de la
mentira... El odio es una cosa terrible, y no duda en tergiversar la
verdad.
d)
Para lograr la muerte de Jesús, los judíos negaron todos sus
principios. Llegaron hasta el colmo cuando dijeron: “¡No tenemos
más rey que el César!”, aunque Samuel le había dicho al pueblo
de Israel que Dios era su único Rey (1 Samuel
12:12). Los
judíos estaban dispuestos a renegar de todos sus principios con
tal de eliminar a Jesús.
Pilato
Ahora
nos volvemos hacia la segunda personalidad de esta historia: Pilato.
Durante
todo el juicio su conducta es, por decir lo menos, incomprensible.
Está suficientemente claro, no podía estarlo más, que Pilato sabía
que las acusaciones de los judíos eran una serie de mentiras, y que
Jesús era totalmente inocente. Le dejó profundamente impresionado,
y no quería condenarle a muerte -y, sin embargo, eso fue lo que
hizo.
En
primer lugar trató de sacudirse aquel caso; luego, intentó dejar en
libertad a Jesús sobre la base de que se solía soltar a un preso
para la Pascua; y después, trató de satisfacer el deseo de venganza
de los judíos mandando azotar a Jesús; por último, hizo una última
apelación. Pero el caso es que rehusó en absoluto mantenerse firme
y decirles a los judíos que no quería saber nada de sus asesinas
maquinaciones.
Nunca
podremos empezar a entender a Pilato a menos que conozcamos su
historia.
Para
entender el papel que representó Pilato en este drama tenemos que
retroceder considerablemente en el tiempo. Para empezar, ¿qué
pintaba un gobernador romano en Judea?
El
año 4 a.C. murió Herodes el Grande, que había reinado sobre toda
Palestina. A pesar de sus muchas faltas fue, en muchos sentidos, un
buen rey, y consiguió llevarse bien con los romanos. En su
testamento dividió su reino entre tres de sus hijos, dejando a
Arquelao, que entonces no tenía más que dieciocho años, Idumea,
Judea y Samaria. Los romanos aprobaron y ratificaron esta división.
Arquelao
gobernó con tales extorsiones y tiranía que los mismos judíos
pidieron a Roma que le quitara y les mandara un gobernador. Todas las
provincias romanas se dividían en dos clases: las que requerían
tropas estacionadas estaban bajo el control directo del emperador y
eran provincias imperiales; y las que no requerían tropas y eran
pacíficas y fáciles de gobernar dependían directamente del senado
y se llamaban provincias senatoriales. Palestina era, sin duda, una
tierra conflictiva; necesitaba tropas, y por tanto estaba bajo el
control directo del emperador. A las provincias más pequeñas las
gobernaba un procurador, que tenía a su cargo la administración
militar y judicial de la provincia. Visitaba todos los lugares de la
provincia por lo menos una vez al año, y escuchaba los casos y las
quejas, cobraba del tesoro, y tenía estrictamente prohibido aceptar
ya fueran regalos o sobornos; y, si se excedía en el cumplimiento de
sus deberes, los habitantes de su provincia tenían derecho a
informar al emperador.
Fue
un procurador el que nombró Augusto para llevar los asuntos de
Palestina, y el primero se instaló en el año 6 d.C. Pilato fue
instalado en el año 26 d.C., y siguió en el puesto hasta el año 35
d.C.
Pero
Pilato fue un fracaso como gobernador. Pareció empezar con un
desprecio y una total falta de simpatía hacia los judíos. En su
primera visita a Jerusalén. Jerusalén no era la capital de la
provincia, sino Cesarea, donde estaban la sede del gobierno y el
cuartel general; pero el procurador visitaba Jerusalén con
frecuencia
y, cuando lo hacía, se quedaba en el antiguo palacio de Herodes en
la parte Oeste de la ciudad. Cuando venía a Jerusalén, siempre se
traía un destacamento de soldados, que tenían sus banderas, en la
parte más alta de las cuales había un pequeño busto de metal del
emperador del momento. Al emperador se le consideraba un dios; y,
para los judíos, aquel pequeño busto de las banderas era la imagen
de un ídolo. Todos los gobernadores romanos anteriores, por respeto
a los escrúpulos religiosos de los judíos, habían quitado los
bustos antes de entrar en Jerusalén; pero Pilato se negó. Los
judíos se lo pidieron insistentemente. Pilato se mantuvo firme en la
negativa; no iba a ser indulgente con las supersticiones de los
judíos. Se volvió a Cesarea. Los judíos le siguieron durante cinco
días. Eran humildes, pero insistentes en sus peticiones. Por último,
Pilato les dijo que los recibiría en el anfiteatro. Los rodeó de
soldados armados, y los informó de que, si no retiraban sus
peticiones, los mataría allí inmediatamente. Los judíos
descubrieron los cuellos e invitaron a los soldados a matarlos. Ni
aun Pilato podía masacrar a hombres indefensos. Se dio por vencido y
se vio obligado a quitar las imágenes de las banderas en lo
sucesivo. Así empezó Pilato, y fue un mal principio.
Además
como el servicio de agua era insuficiente en Jerusalén. Pilato
decidió construir un nuevo acueducto. ¿De dónde podía sacar el
dinero? Saqueó el tesoro del templo, que era riquísimo. No es
probable que se incautara del dinero de los sacrificios y demás
servicios del templo, pero sí otros dineros...
Pero
el pueblo se lo tomó a mal; hubo levantamientos en todas las calles,
Pilato hizo que sus soldados se mezclaran con la multitud vestidos de
paisanos, con las armas escondidas y, a una señal convenida,
atacaron al gentío y se liaron a palos y a puñaladas con la gente,
matando a muchos. Una vez más Pilato puso en contra suya a todo el
pueblo, y estuvo en peligro de que le denunciaran al emperador.
Finalmente,
después de la crucixión de Jesús, Pilato, en Jerusalén, mandó
hacer algunos escudos con el nombre del emperador Tiberio, que eran
los que se llamaban escudos votivos, es decir, dedicados a la memoria
y en honor del emperador. Ahora bien: el emperador era considerado
por los romanos como un dios, así que ahí estaba el nombre de un
dios extraño inscrito y desplegado para que se le dieran honores en
la santa ciudad. La gente se enfureció; los más nobles, hasta sus
más íntimos colaboradores judíos, le pidieron a Pilato que los
quitara, pero se negó. Esta vez los judíos le denunciaron al
emperador Tiberio, lo que le costó a Pilato el puesto.
Está
claro por qué Pilato actuó en el juicio de Jesús de aquella
manera. Los judíos le chantajearon para que crucificara a Jesús. Le
dijeron: “¡Tú no eres amigo del César si sueltas a este
Hombre!”, lo que equivalía a decirle le informaremos al emperador
y te costará el puesto... Aquel día en Jerusalén, el pasado de
Pilato le
alcanzó
y desafió.
Casi
no se puede evitar el sentir pena por él. Quería hacer justicia,
pero no tuvo valor para enfrentarse con los judíos. Mandó
crucificar a Jesús para conservar su posición.
Lección
nº 61:
ANTE
PILATO (II)
Juan
18:28 - 19:16
Hemos
considerado el cuadro de la multitud en el juicio de Jesús y hemos
pensado en la figura de Pilato. Ahora debemos concentrar nuestra
atención en el Personaje central del drama: Jesús mismo.
Jesús
Lo
primero y principal es que no se puede leer esta historia sin
percibir la absoluta majestad de Jesús. No hay nada que le coloque
en tela de juicio. Cuando alguien se enfrenta con Él, no es Jesús
el que recibe el veredicto, sino la otra persona.
Puede
que Pilato tratara muchas cosas judías con desprecio arrogante, pero
no a Jesús. No podemos por menos de tener la impresión de que es
Jesús el que está en control, y Pilato el que no sabe por dónde
tirar y se debate en una situación que no puede controlar ni
comprender. La majestad de Jesús nunca brilló más gloriosamente
que cuando se presentó a juicio ante la humanidad.
a)
Jesús nos habla con absoluta claridad acerca de su Reino. No es, nos
dice, de esta Tierra. El ambiente de Jerusalén era siempre
explosivo, y durante la Pascua era pura dinamita. Los romanos lo
sabían muy bien, y en el tiempo de la Pascua destacaban más tropa a
Jerusalén. Si Jesús hubiera querido enarbolar la bandera de la
rebelión y entablar batalla, podría haberlo hecho con la máxima
facilidad. Pero deja bien claras sus credenciales regias, e
igualmente claro que su Reino no se basa en la fuerza, sino que se
establece en los corazones. Nunca habría negado Jesús que se
proponía la conquista; pero era la conquista del amor.
b)Jesús
nos dice para qué había venido al mundo: para dar testimonio de la
verdad, para decirle a la humanidad la verdad acerca de Dios, acerca
de sí misma y acerca de la vida. Los días de las conjeturas, de
las medias verdades y del andar a tientas se habían terminado. Jesús
vino a decirnos la verdad. Esa es una de las grandes razones por las
que no tenemos más remedio que aceptar o rechazar a Cristo. No hay
término medio en relación con la verdad. O la aceptamos, o la
rechazamos; y Cristo es la verdad.
c)
Una vez más vemos aquí en el juicio de Jesús su aceptación
voluntaria de la Cruz y el supremo control de Dios. Pilato le
advirtió a Jesús que tenía poder para soltarle y para
crucificarle. Jesús le contestó que él, Pilato, no tenía
absolutamente ningún poder, excepto el que Dios mismo le había
dado. La Crucifixión nunca, de principio a fin, se nos presenta como
la historia de un hombre que se encuentra enredado en una maraña
inexorable de circunstancias sobre las que no tiene absolutamente
ningún control; nunca se nos presenta como la historia de un hombre
conducido a la muerte, sino como la de un Hombre cuyos últimos días
fueron una marcha triunfal hacia la meta de la Cruz.
d)
Y aquí tenemos también la escena terrible del silencio de Jesús.
Hubo un momento en el que no tuvo respuesta que darle a Pilato. Hubo
otros momentos en los que Jesús guardó silencio. Estuvo callado
ante el sumo sacerdote (Mateo
26:63;
Marcos
14:61),
y también ante Herodes (Lucas
23:9).
Guardó silencio cuando las autoridades judías presentaron los
cargos que tenían contra Él ante Pilato (Mateo
27:14;
Marcos
15:5).
No
puede haber nada más terrible para una mente humana que el estar tan
cerrada por el orgullo o la propia voluntad que no hay nada que le
pueda decir Jesús que pueda tener sentido o suponer ninguna
diferencia.
e)
Por último, es posible que tengamos aquí otro ejemplo magnífico de
la ironía dramática de Juan.
La
escena llega a su fin cuando se nos dice que Pilato sacó a Jesús y
se sentó en el sillón del juez. Esto era el béma,
en
el que se sentaba el magistrado para pronunciar la sentencia
definitiva. El verbo para sentarse
es kathizein,
que
puede ser transitivo o intransitivo; es decir, sentarse uno mismo o
sentar a otro. Es posible que quiera decir que Pilato, en un último
gesto burlesco, sacó a Jesús vestido de aquella túnica púrpura y
con la corona de espinas en la frente, todo cubierto de sangre, y
le sentó
en el sillón del juez, diciendo a continuación con un gesto y tono
irónicos: “¿Cómo voy a crucificar a vuestro Rey?”... Si fue
así, ¡qué tremenda ironía dramática había en aquella escena!
Lo que se presentó en burla es en realidad la verdad; y un día, los
que caricaturizaron a Jesús como juez se presentarán ante Él como
el Juez y se acordarán de lo que le hicieron.
Así
que en la escena dramática del juicio contemplamos la inmutable
majestad, el valor inalterable, la serena aceptación de la Cruz, de
Jesús. Nunca se Le vio en la Tierra tan regio como cuando se hizo
todo lo posible para humillarle.
Otras
personas...
Ya
hemos visto las principales personalidades que intervinieron en el
proceso de Jesús: los judíos, con su odio; Pilato, con su dudoso
pasado, y Jesús, con su serenidad y majestad regia.
Pero
había otras personas al borde de la escena.
Estaban
los soldados.
Cuando
les entregaron a Jesús para que le azotaran, se divirtieron con Él
de una manera brutal y cruel. ¿Era un rey? Pues entonces le
proveyeron de un manto y una corona. Le pusieron una vieja túnica de
púrpura y una corona de espinas, y se entretuvieron dándole de
bofetadas.
Y
sin embargo, de todos los que intervinieron en el proceso de Jesús,
los soldados eran los menos culpables, porque no sabían lo que
estaban haciendo. Lo más probable es que les había correspondido
venir de Cesarea como refuerzo para los días de la Pascua, y no
sabían nada de lo que estaba pasando. Jesús no era para ellos más
que el criminal de turno.
Aquí
tenemos otro ejemplo de la ironía dramática de Juan. Los soldados
hacían una caricatura de Jesús como rey, cuando en realidad Él era
allí el único Rey. Bajo la parodia se ocultaba y revelaba la verdad
eterna.
El
último de todos era Barrabás.
De
esa costumbre de soltar a un preso para la Pascua no sabemos más que
lo que nos dicen los evangelios. Los otros tres completan la breve
noticia de Juan y, cuando lo reunimos todo, descubrimos que Barrabás
era un preso notable, un bandolero que había tomado parte en una
insurrección en la ciudad y había cometido un asesinato (Mateo
27:15-26; Marcos 15:6-15; Lucas 23:17-25; Hechos 3:14).
Es
probable que no debamos tenerle por un delincuente vulgar. La palabra
que se le aplica es léstés,
que quiere decir bandolero. O era uno de los muchos que infestaban la
carretera de Jerusalén a Jericó, la clase de personas en cuyas
manos cayó el viajero de la parábola; o, todavía más probable,
era uno de los celotes que habían jurado barrer de Palestina a los
romanos, aunque tuviera que ser a base de crímenes, asaltos, robos y
asesinatos. Barrabás no era un delincuente cualquiera. Era un hombre
violento, eso sí; pero de los que se convierten en leyenda y son
considerados como héroes populares y azote de las autoridades al
mismo tiempo.
La
elección de la multitud ha sido siempre la elección histórica.
Barrabás era un hombre que alcanzaba sus propósitos por medios
violentos. Jesús era un Hombre de amor y ternura, cuyo Reino se hace
realidad en los corazones. Es un hecho trágico de la Historia que
los pueblos escogen muchas veces el camino de la violencia en lugar
del camino del amor, el camino de Barrabás en lugar del de Cristo.
Lección
nº 62:
EN
LA CRUZ
Juan
19:17-27
El
camino de la Cruz
Juan
19: 17-22
No
había una muerte peor que la crucifixión. Hasta los romanos la
miraban con horror. Fue en su origen un método persa de ejecución.
Tal
vez lo inventaron porque para los persas la tierra era sagrada, y no
querían contaminarla con el cuerpo de un criminal; así que le
clavaban a una cruz y le dejaban morir allí, a la vista de los
buitres y de las otras carroñeras que terminarían la ejecución.
La
crucifixión no era el método de ejecución que se seguía en Roma,
pero sí en las provincias, aunque sólo se solía aplicar a los
esclavos. Era inconcebible que se le aplicara esa muerte a un
ciudadano romano. Fue esa muerte, la más terrible del mundo antiguo,
reservada para esclavos y criminales, la que sufrió Jesús.
La
rutina de la crucifixión era siempre igual. Después de celebrarse
el juicio y de ser condenado el criminal, el juez pronunciaba la
terrible sentencia y el veredicto se llevaba a cabo inmediatamente.
Camino a la cruz, delante de él iba un oficial con el cartel en el
que se podía leer el crimen por el que se le había condenado, y se
le conducía pasando por el mayor número posible de calles. Eso se
hacía por dos razones. La primera, para que el mayor número posible
de personas lo vieran y tomaran ejemplo; pero también por una razón
más humana: se llevaba el cartel delante del condenado por la ruta
más larga para que, si alguien podía dar testimonio a su favor,
saliera a hacerlo. En tal caso, se detenía la comitiva y se devolvía
el caso al tribunal.
El
lugar de ejecución en Jerusalén se llamaba El lugar
de la Calavera, Kranion,
en
hebreo Gólgota.
Calvario
es la palabra latina con el mismo significado. Estaba fuera de la
muralla, porque no era legal crucificar a nadie dentro de los límites
de la ciudad.
Así
es que Jesús salió, destrozado y sangrante, con la espalda rasgada
en tiras por los azotes, llevando su Cruz hasta el lugar donde había
de morir.
En
este pasaje hay otras dos cosas que no debemos pasar por alto. El
cartel que se puso en la Cruz de Jesús estaba escrito en hebreo,
latín y griego. Estas eran las tres grandes lenguas del mundo
antiguo, y representaban a tres naciones. En el plan de Dios, todas
las naciones tienen algo que enseñarle al mundo; y estas tres
hicieron tres grandes aportaciones al mundo y a la Historia
universal. Grecia le enseñó al mundo la belleza de la forma y del
pensamiento; Roma le enseñó al mundo la ley y el gobierno, e Israel
le enseñó al mundo la religión y el culto del único Dios
verdadero. En Jesús vemos la consumación de estas
tres
cosas.
No
cabe duda que Pilato puso aquel cartel en la Cruz de Jesús para
humillar y enfurecer a los judíos. Acababan de decir que no tenían
más rey que al César; acababan de rechazar a Jesús como su Rey. Y
Pilato, sarcásticamente, puso aquel cartel en la Cruz. Las
autoridades judías le pidieron insistentemente que lo quitara o
cambiara, pero Pilato se negó.
Al
pie de la Cruz
Juan
19: 23-24
Un
grupo de soldados conducía al reo al lugar de la ejecución. Uno de
los gajes de esos soldados era la ropa del reo. Los judíos solían
ponerse cinco artículos: calzado, turbante, cinto, túnica y manto
exterior. Eran cuatro soldados, y había cinco artículos a repartir
y aún quedaba la túnica interior. Era sin costura, tejida toda de
una pieza. Cortarla en cuatro piezas no habría servido para nada,
así es que se la jugaron a la suerte.
No
hay escena en la que se vea más claramente la indiferencia con que
pagaba a Cristo el mundo. Allí, en aquella Cruz, Cristo estaba en
agonía; y, al pie de la misma Cruz, los soldados echaban los dados
como si no estuviera pasando nada. La tragedia no es la hostilidad
del mundo hacia Cristo, sino su indiferencia, el no darle ninguna
importancia al amor de Dios.
Pero
hay otra cosa aquí entre líneas. La túnica de Jesús se nos dice
que era sin costura, tejida de una sola pieza de arriba abajo. Esa es
exactamente la descripción de la túnica de lino que usaba el sumo
sacerdote. Recordemos que la función sacerdotal consistía en ser el
lazo de unión entre Dios y el pueblo. La palabra latina para
sacerdote
es
pontifex,
que
quiere decir el
que hace de puente, porque
su función era precisamente la de ser intermediario entre Dios y los
seres humanos. Nadie había realizado jamás esa función como la
realizó entonces Jesús. Él es el perfecto Sumo Sacerdote por el
que la humanidad tiene
acceso
a Dios. Cuando Juan menciona la túnica inconsútil, no lo hace
simplemente para describirnos la ropa que llevaba Jesús, sino para
presentárnosle como el perfecto Sacerdote que abre con su perfecto y
definitivo sacrificio el camino para que todos podamos llegar a la
presencia de Dios.
Por
último, advertimos que Juan encuentra en este incidente el
cumplimiento literal de una profecía del Antiguo
Testamento:”Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa
echaron suertes” (Salmo
22:18).
Jesús
y su madre
Juan
19: 25-27
Al
final, Jesús no estaba completamente solo. Cerca de la Cruz había
cuatro mujeres que le amaban. Se ha explicado su presencia diciendo
que, en aquel tiempo, las mujeres tenían tan poca importancia que
nadie se fijaba en las discípulas, y por eso estas mujeres no
corrían mucho riesgo al acercarse a la Cruz de Jesús. Pero siempre
era peligroso, y para todo el mundo, asociarse con una persona que el
gobierno romano consideraba lo suficientemente peligrosa como para
merecer la Cruz. La presencia de estas mujeres cerca de la Cruz no
era debida al hecho de que fueran tan poco importantes que nadie les
prestaba atención, sino al hecho de que el perfecto amor destierra
el temor.
Eran
un curioso grupo. De una, María la mujer de Cleofás, no sabemos
nada; pero sí de las otras tres.
Allí
estaba María, la Madre de Jesús. Puede que no llegara a
comprenderlo todo, pero sí a amar totalmente. Su presencia allí era
la cosa más natural del mundo para una madre. Puede que Jesús fuera
un criminal a los ojos de la ley, pero era su Hijo.
El
amor eterno de todas las madres estaba representado en María al pie
de la Cruz.
Allí
estaba la hermana de su Madre. Juan no la nombra; pero si estudiamos
los pasajes paralelos resulta claro que era Salomé, la madre de
Santiago y de Juan (Marcos
15:40; Mateo 27:56). Lo
curioso es que Jesús le había dirigido unas serias palabras de
reprensión cuando vino a Él para pedirle que les concediera a sus
hijos los puestos más importantes de Su Reino, y Jesús le enseñó
lo equivocados que eran sus deseos ambiciosos (Mateo
20:20). Salomé
era la mujer que Jesús había reprendido y allí estaba, a los pies
de la Cruz! La
presencia de Salomé al pie de la Cruz es una lección para nosotros
acerca de cómo se debe recibir una corrección.
Y
allí estaba María Magdalena. Todo lo que sabemos de ella es que
Jesús la había librado de siete demonios (Marcos
16:9; Lucas 8:2). Nunca
pudo olvidar lo que Jesús había hecho por ella: el amor de Jesús
la había rescatado, y el amor que ella le tenía no podía morir.
Pero
en este pasaje hay algo que es una de las cosas más encantadoras de
toda la historia evangélica. Cuando Jesús vio a Su Madre, confió a
María al cuidado de Juan, y a Juan al cuidado de María, de forma
que se consolaran mutuamente de su partida.
Hay
algo infinitamente conmovedor en el hecho de que Jesús, en la agonía
de la Cruz, cuando la Salvación del mundo estaba en juego y dependía
exclusivamente de Él, considerara la soledad en que quedaría su
Madre en los días por venir. Él nunca olvidó los deberes que Le
concernían y que estaba en Su mano cumplir. Era el Hijo primogénito
de María; y, aun en el momento sublime de su vida y enfrentando a la
muerte no se olvidó de las cosas más sencillas que concernían a su
familia. Hasta el mismo final de su vida en la Tierra, aun sobre la
Cruz, Jesús está pensando más en los dolores de otros que en los
suyos.
Lección
nº 63:
MUERTE
Y SEPULTURA
Juan
19: 28-42
Una
exclamación triunfante
Juan
19: 28-30
En
este pasaje Juan nos coloca frente a frente a dos cosas acerca de
Jesús.
Nos
pone cara a cara con Su sufrimiento humano; cuando Jesús estaba en
la Cruz experimentó la agonía de la sed.
Si
Él había de redimir a la humanidad, tenía que hacerse humano.
Tenía que hacerse como nosotros para hacernos como Él. Por eso Juan
hace hincapié en el hecho de que Jesús sufrió la sed. Quería
hacer ver que era verdaderamente humano, y que realmente experimentó
la agonía de la Cruz. Juan se detiene todo lo necesario para
subrayar el hecho de la perfecta humanidad y el sufrimiento real de
Jesús. Juan relaciona el grito de Jesús: “Tengo sed!” con el
cumplimiento de lo profetizado en el Salmo
69:21.
Pero,
igualmente, nos pone cara a cara ante el triunfo de Jesús. Su
exclamación “¡Ya todo está completo!” es sólo una palabra en
griego, tetélestai;
y Jesús murió
con ese grito de triunfo en sus labios. Parecía estar destrozado en
la Cruz, pero sabía que había obtenido la victoria.
La
última frase de este pasaje aún lo deja más claro. Juan dice que
Jesús recostó la cabeza hacia atrás y entregó el espíritu. Como
si reclinara la cabeza en la almohada. Para Jesús, el combate había
terminado, y aun en la Cruz conoció el gozo de la victoria y el
descanso del que ha completado su tarea y puede relajarse, contento y
en paz.
Agua
y Sangre
Juan
19: 31-37
En
una cosa sí eran los judíos más piadosos que los romanos. Cuando
los romanos ejecutaban una crucifixión siguiendo sus reglas,
simplemente dejaban que el reo muriera en la cruz, aunque fuera
después de pasar varios días al calor del mediodía y al frío de
la noche, torturado por la sed y por los insectos que se cebaban en
sus heridas abiertas. A menudo los crucificados morían dando
muestras de locura furiosa aunque impotente. Tampoco enterraban los
romanos a los que morían en la cruz, sino simplemente los dejaban a
merced de los buitres y de los perros.
La
ley judía era diferente: Deuteronomio
21:22-23; y en
esta ocasión era todavía más importante el que no se dejaran los
cuerpos en las cruces durante la noche, porque el día siguiente era
sábado, y el muy especial sábado de la Pascua.
Para
despachar a los reos que seguían vivos más de lo conveniente se
usaba un método bastante macabro: se les rompían las piernas con
una maza. Eso fue lo que hicieron a los reos que estaban crucificados
con Jesús; pero en su caso no fue necesario, porque cuando llegaron
los soldados Jesús ya estaba muerto. Juan ve en esa circunstancia el
cumplimiento de otro símbolo del Antiguo Testamento: había la norma
de no quebrantar ningún hueso del cordero pascual (Números
9:12); Juan
ve en Jesús al Cordero pascual de Dios que libra de la muerte a su
pueblo.
Por
último se nos presenta un extraño incidente. Cuando los soldados
vieron que Jesús ya estaba muerto, no le rompieron los miembros con
la maza; pero uno de ellos, probablemente para asegurarse aún más
de que estaba muerto, le atravesó con la lanza el costado, del que
fluyeron agua y sangre. Juan le atribuye a aquello un sentido
especial. Ve en ello el cumplimiento de la profecía de Zacarías
12:10.
Y añade expresamente que ese es el testimonio de un testigo ocular
de lo que realmente sucedió, y que él personalmente garantiza que
es cierto.
José
y Nicodemo: del miedo a la valentía
Juan
19: 38-42
Donde
habían crucificado a Jesús había un huerto, y en él había una
tumba nueva en la que todavía no se había enterrado a nadie. Allí
fue donde enterraron a Jesús, porque estaba a mano y era víspera de
sábado y
los sábados no se podía hacer ningún trabajo. Los discípulos de
Jesús eran pobres, y no le habrían podido dar un entierro digno;
pero otros dos se hicieron cargo.
Uno
era José de Arimatea. Siempre había sido discípulo de Jesús; era
un hombre importante y miembro del sanedrín, y hasta entonces había
mantenido secreto que era discípulo de Jesús por temor a las
consecuencias. Y el otro era Nicodemo. La costumbre de los judíos
era envolver los cadáveres en tela de lino y poner especias
aromáticas entre los pliegues. Nicodemo trajo especias suficientes
para el entierro de un rey. Así es que José de Arimatea le dio la
tumba a Jesús, y Nicodemo le dio la ropa y los perfumes que habrían
de cubrirle en la tumba.
Tanto
Nicodemo como José de Arimatea eran miembros del sanedrín, y eran
también discípulos secretos de Jesús. O no estuvieron presentes en
la reunión del sanedrín en la que juzgaron y condenaron a Jesús, o
no intervinieron en ella… ¡Qué diferente habría sido para Jesús
el que, entre aquellas voces condenatorias, hubiera sonado alguna en
su defensa! Pero José y Nicodemo estaban atemorizados.
Pero
la muerte de Jesús había hecho por José y Nicodemo lo que no había
hecho toda su vida; en cuanto murió Jesús en la Cruz, José olvidó
sus temores y fue a dar la cara ante el gobernador romano para
pedirle su cuerpo y allí estaba Nicodemo para
llevarle un tributo que todos podían ver. La
cobardía, la vacilación, la prudente reserva se habían acabado.
Los que habían tenido miedo cuando Jesús estaba vivo, se declararon
por Él de una manera que todos podían ver tan pronto como murió.
El
poder de la Cruz ya entonces estaba transformando a los cobardes en
héroes y a los vacilantes en personas que se decidían
irrevocablemente por Cristo.
Lección
nº 64:
UN
AMOR AGRADECIDO
Juan
20:1-18
Un
amor devoto
Juan
20: 1-10
Es
posible que nadie amara a Jesús tanto como María Magdalena. Él
había hecho algo por ella que ningún otro habría podido hacer, y
ella no lo podía olvidar. La tradición ha dado por seguro que María
Magdalena era una pecadora empedernida a la que Jesús reclamó, y
perdonó, y purificó.
María
Magdalena había pecado mucho, y amó mucho; el amor era todo lo que
podía traer.
Era
costumbre en Palestina visitar la tumba de un ser querido hasta tres
días después del entierro. Se creía que el espíritu de la persona
difunta estaba por allí aquellos tres días; pero después se
alejaba, porque el cuerpo había empezado a descomponerse y estaba
irreconocible.
El
primer día de la semana, nuestro domingo, fue cuando María
Magdalena se dirigió a la tumba de madrugada. La palabra que se usa
es prói,
que
designaba la última de las cuatro vigilias en que se dividía la
noche, y que iría desde las 3 hasta las 6 de la mañana. Todavía
estaba oscuro cuando María llegó a la tumba; pero ella no podía
seguir esperando más tiempo.
Cuando
llegó a la tumba, se quedó alucinada y aterrada. Las tumbas de la
antigüedad no solían tener puertas. En la entrada había como un
canal en el suelo por el que se deslizaba una piedra circular, como
las de molino, para cerrar la entrada. Además, Mateo nos dice que
las autoridades habían sellado la piedra para asegurarse de que no
la movían (Mateo
27:66). María,
naturalmente, se quedó perpleja al ver que no estaba en su sitio.
Era
una situación que María no podía arrostrar sola; así es que
volvió a la ciudad a buscar a Pedro y a Juan. María es el ejemplo
supremo de la persona que sigue amando y creyendo más allá de lo
que puede entender; y ése es el amor y ésa la fe que acaban
encontrando la gloria.
Así
que fue a Pedro y Juan a los que acudió María, y ellos se
dirigieron inmediatamente a la tumba. Fueron a la carrera; y Juan,
que debe de haber sido más joven que Pedro puesto que vivió hasta
el final del siglo I, dejó atrás a su compañero. Cuando llegó a
la tumba, Juan miró hacia dentro, pero no entró. Pedro, impulsivo
por naturaleza, no sólo miró, sino entró. De momento, Pedro sólo
se sorprendió de que la tumba estuviera vacía; pero algo empezó a
ocurrir en la mente de Juan. Si alguien se hubiera llevado el cuerpo
de Jesús, si lo hubieran robado los ladrones de tumbas, ¿por qué
se iban a dejar la mortaja?
Entonces
otra cosa le sorprendió aún más: los lienzos no estaban tirados de
cualquier manera, sino colocados todavía
con sus dobleces:
los que habían cubierto el cuerpo, donde había estado el cuerpo; y
los que la cabeza, donde había estado la cabeza. Lo que se nos
quiere decir es que las ropas fúnebres no parecían como si se le
hubieran quitado al cadáver, sino que estaban colocadas como si el
cuerpo de Jesús se hubiera esfumado. Aquello penetró en la mente de
Juan; se dio cuenta de lo que había sucedido ¡y creyó! No fue lo
que había leído en las Escrituras lo que le convenció de que Jesús
había resucitado, sino lo que vio con sus propios ojos.
El
papel del amor en esta historia es extraordinario. Fue María, la que
tanto amaba a Jesús, la primera en ir a la tumba. Y fue Juan, el
discípulo al que amaba Jesús y que amaba a Jesús de una manera
especial, el primero que creyó en la Resurrección. Esa será
siempre la mayor gloria de Juan. Fue el primero en darse cuenta y en
creer. El amor le abrió los
ojos para
leer las señales, y la mente para entenderlas.
El
amor puede captar la verdad cuando el intelecto se mueve todavía
inseguro y a tientas. El amor puede darse cuenta del sentido de una
cosa cuando la investigación sigue a ciegas. No podemos entender a
Jesús ni ayudar a otros a entenderle, si no le entregamos nuestros
corazones tanto como nuestras mentes.
La
dignidad y el privilegio
Juan
20: 11-18
Se
ha dicho que esta escena es la más grande historia de reconocimiento
de la literatura universal. A María le corresponde la gloria de
haber sido la primera persona que vio a Cristo Resucitado. Toda la
historia está salpicada de referencias a su amor. Había vuelto a la
tumba; había llevado la noticia de la tumba abierta a Pedro y Juan,
que deben de haberla dejado atrás en su carrera a la tumba; así es
que, para cuando ella llegó, ellos ya se habían vuelto a su
alojamiento, tal vez por otro camino. El caso es que aquí nos la
encontramos otra vez a la entrada de la tumba, llorando
desconsoladamente.
No
hay por qué buscar razones complicadas para explicar el que no
reconociera a Jesús. Lo más sencillo y conmovedor es que no le veía
a través de las lágrimas.
Toda
su conversación con el que tomó por el hortelano revela su amor. No
mencionó el nombre de Jesús; supuso que todo el mundo sabría a
quién estaba buscando; tenía la mente tan llena de Él que no le
quedaba sitio para nadie más en todo el mundo. Dijo también: “yo
me lo llevaré”. ¿Cómo lo iba a llevar, y adónde, una mujer
sola? Pero ella ni siquiera se había planteado esos problemas. Lo
único que anhelaba era poder llorar su amor sobre el cuerpo muerto
de Jesús.
Y
entonces no hizo falta más que una palabra: “¡María!”
Cuando
viene la aflicción, no debemos dejar que las lágrimas nos cieguen a
la gloria, ni tampoco fijar nuestros ojos en la tumba olvidando el
Cielo.
María
tuvo la dignidad y el privilegio de haber sido elegida por Jesús
para manifestarse vivo, resucitado, por primera vez… Una dignidad y
un privilegio dignos de un gran amor agradecido.
Una
dificultad y una respuesta
Hay
una dificultad innegable en este pasaje. Cuando se ha completado la
escena del reconocimiento, a primera vista, en cualquier caso, Jesús
le dijo a María: “No me toques, porque todavía no he ascendido al
Padre”. Y unos pocos versículos más adelante nos encontramos
conque Jesús invita
a
Tomás a que Le toque (Juan
20:27). Lucas
también nos presenta a Jesús invitando a sus discípulos: “¡Miradme
las manos y los pies! ¡Mirad, soy Yo! ¡Tocadme y miradme! Un
fantasma no es una persona de carne y hueso como veis que soy Yo”
(Lucas
24:39). En
el relato de Mateo leemos que “ellas se le acercaron, se abrazaron
a sus pies y le adoraron» (Mateo
28:9).
Se
ha sugerido que el griego es realmente una traducción inexacta de un
original arameo. Es verdad que Jesús hablaría en arameo, y no en
griego; y que lo que nos dice Juan aquí es la traducción de lo que
dijo Jesús. Se sugiere que lo que Jesús dijo realmente fue: “¡No
me retengas; sino, antes de que Yo ascienda a Mi Padre, ve a decirles
a Mis hermanos...” Puede que sea esta la mejor explicación; y de
hecho eso fue lo que hizo María.
Lo
que está claro es que Jesús le dijo a María que volviera a los
discípulos con el mensaje de que lo que les había dicho a menudo
estaba a punto de suceder: Jesús volvía a su Padre; y María llegó
con la noticia: “¡He visto al Señor!”
El
mensaje de María contiene la esencia del Evangelio, porque un
cristiano es el que puede decir: “He visto al Señor”. El
Cristianismo no quiere decir saber de Jesús, sino conocer a Jesús.
No es poder discutir acerca de Jesús, sino encontrarse con Él.
Quiere decir tener la certeza de que Jesús está vivo.
Lección
nº 65:
UN
MANDATO, UNA DUDA Y UN OBJETIVO
Juan
20: 19-31
El
mandato a la Iglesia
Juan
20: 19-23
Es
muy probable que los discípulos siguieran juntos en el aposento alto
donde habían celebrado la Pascua con Jesús; pero lo que los
mantenía unidos era el miedo a los judíos que habían tramado la
muerte de Jesús, y temían que a ellos también les llegara el
turno.
Cuando
estaban allí, Jesús apareció de pronto en medio de ellos. Les
dirigió el saludo más corriente en el Oriente: “¡Que la paz sea
con vosotros!”… Y entonces Jesús les transmitió a sus
discípulos la comisión que la Iglesia no debe olvidar: Les dijo
que, como Dios le había enviado a Él, así ahora Él los enviaba a
ellos. Aquí tenemos lo que alguien llamó La Constitución de la
Iglesia.
Jesucristo
cuenta con la Iglesia, que es exactamente lo que Pablo quería decir
cuando llamaba a la Iglesia “El Cuerpo de Cristo” (Efesios
1:23; 1 Corintios 12:12). Jesús
había traído un mensaje para toda la humanidad, y ahora se volvía
con su Padre; su mensaje no podría alcanzar a toda la humanidad a
menos que la Iglesia se encargara de transmitirlo.
La
Iglesia necesita a Jesús porque el que ha de ser enviado necesita a
alguien que le envíe; necesita un mensaje que llevar; necesita un
poder y una autoridad que respalden ese mensaje; necesita alguien a
quien poder dirigirse cuando tenga dudas o dificultades. Sin Jesús,
la Iglesia no tiene mensaje; sin Él, no tiene poder; sin Él, no
tiene a nadie a quien apelar cuando se encuentra en dificultades; sin
Él no tiene a nadie que le ilumine el entendimiento, ni que le
fortalezca los brazos, ni que le anime el corazón.
Jesús
envía a la Iglesia de una manera paralela a como Dios envió a
Jesús. Pero no podemos leer la historia del Cuarto Evangelio sin
darnos cuenta de que la relación entre Jesús y Dios dependía
continuamente de la perfecta obediencia y el perfecto amor de Jesús.
Jesús podía ser el perfecto Mensajero de Dios porque ofrecía a
Dios la obediencia perfecta y el perfecto amor. De ahí se sigue que
la Iglesia es apta como mensajera e instrumento de Cristo sólo
cuando le ama y obedece de una manera perfecta. La Iglesia no se
dirige al mundo para propagar su propio mensaje, sino el mensaje de
Cristo.
En
este acto Jesús sopló sobre sus discípulos y les dio el Espíritu
Santo, preparándolos para aquella tarea que la iglesia amante de su
Señor debe realizar en el mundo.
Jesús
nos sorprende entonces cuando dice a sus discípulos: “Si le
remitís a alguien los pecados, le quedan remitidos; y si se los
retenéis, le quedan retenidos” Este es un dicho cuyo sentido
verdadero debemos procurar comprender. Una cosa es segura: que
ninguna persona puede perdonar los pecados de otra. Pero es
igualmente cierto que la Iglesia tiene el gran privilegio de
comunicar el mensaje del perdón de Dios a la humanidad. Los
apóstoles estaban en las mejores condiciones para llevar el mensaje
de Jesús a otras personas, porque le conocían muy bien. Si sabían
que alguien estaba verdaderamente arrepentido podían proclamarle con
absoluta seguridad el perdón de Cristo. Pero, igualmente, si sabían
que no había arrepentimiento en su corazón, o que estaba
comerciando con el amor y la misericordia de Dios, podían decirle
que hasta que su corazón no cambiara no había perdón para él.
Esto no quiere decir que se confiara el poder para perdonar pecados a
ninguna persona o personas; pero sí el poder de proclamar ese
perdón, lo mismo que el de advertir que ese perdón no es para el
que no esté arrepentido. Es lo que debe entenderse por el verbo
remitir…
Uno
que duda
Juan
20: 24-29
Para
Tomás la Cruz había sido lo que él se había temido. Cuando Jesús
les propuso volver a Betania, cuando recibieron la noticia de la
enfermedad de Lázaro, la reacción de Tomás había sido: ”¡Vamos
nosotros también a morir con Él!” (Juan
11:16).
A Tomás no le faltaba valor; tal vez era pesimista por naturaleza.
No hay la menor duda de que amaba a Jesús.
Le
amaba lo bastante para estar dispuesto a ir a Jerusalén a morir con
Él cuando los otros vacilaban y tenían miedo. Había sucedido lo
que él se había temido; y, aunque lo esperaba, le había destrozado
el corazón de tal manera que quería estar solo con su dolor.
Por
eso, cuando se les presentó Jesús a sus discípulos, Tomás no
estaba entre ellos; y, cuando le dijeron que habían visto al Señor,
aquello le pareció demasiado bueno para ser verdad, y se mostró
incapaz de creerlo.
Pasó
una semana, y Jesús volvió; y esta vez Tomás estaba allí. Y Jesús
conocía el corazón de Tomás: le repitió sus propias palabras, y
le invitó a hacer la prueba que él mismo había sugerido. Y a Tomás
se le salió el corazón de alegría y de amor, y sólo pudo decir:
“¡Mi Señor y mi Dios!”
El
carácter de Tomás se nos presenta con toda claridad.
-Cometió
una equivocación: el retirarse de la compañía de los que habían
compartido con él lo mejor de sus vidas. Buscó la soledad; y, por
no estar con sus camaradas, se perdió la primera visita de Jesús.
Así
también nosotros nos perdemos un montón de cosas cuando nos
separamos de la comunión cristiana y tratamos de arreglárnoslas
solos. Nos pueden suceder cosas buenas en la comunión de la Iglesia
de Cristo que no nos sucederán si estamos solos.
-Pero
Tomás tenía dos grandes virtudes. Se negaba a decir que creía lo
que no creía, o que entendía lo que no entendía. No era de los que
recitan un credo sin saber lo que están diciendo.
Tomás
tenía que estar seguro, y eso no se le puede reprochar. Tennyson
escribió: Vive
más fe en una honrada duda que en muchos de los credos, créeme.
La
otra gran virtud de Tomás era que, cuando estaba seguro, no se
quedaba a mitad de camino; “¡Mi Señor y mi Dios!”, dijo. Esa no
fue una confesión a medias, sino la más completa del Nuevo
Testamento; Tomás dudó hasta llegar a la seguridad; y una vez que
llegó, se rindió totalmente a la certeza.
Cuando
una persona alcanza la convicción de que Jesucristo es el Señor
venciendo sus dudas llega a una seguridad que no puede alcanzar la
que acepta las cosas sin pensarlas.
El
objetivo del evangelio escrito
Juan
20: 30-31
Parece
claro que, tal como se dispuso el evangelio en un principio, acababa
aquí. El capítulo 21 se considera un apéndice y una posdata, con
claras intenciones del autor que veremos al estudiarlo en su
oportunidad.
No
hay pasaje en los evangelios que resuma mejor que este de Juan 20:
30-31, el propósito del que lo escribió.
Está
claro que los evangelistas no se propusieron darnos un relato
completo de la vida de Jesús. Nos dan, no un relato exhaustivo de
todo lo que Jesús hizo y dijo, sino unos ejemplos que nos muestran
cómo era y la clase de cosas que hacía y decía.
Y
también está claro que los evangelios no se proponían ser
biografías de Jesús, sino invitaciones a tomarle como Salvador y
Señor. El objetivo no era dar información sino dar vida; presentar
un retrato de Jesús que nos permitiera ver que la Persona que
hablaba y enseñaba y obraba así no podía ser más que el Hijo de
Dios.
Por
eso cuando nos ponemos a leer los evangelios como si fueran historia
o biografía estamos adoptando una actitud equivocada. Debemos
leerlos, no como si fuéramos estudiantes de historia que buscan
información, sino como hombres y mujeres que buscan a Dios.
Lección
nº 66:
UN
CAPÍTULO ESPECIAL
Juan
21: 1-25
Jesús,
realmente vivo
Juan
21: 1-14
Esta
ya era la tercera vez que Jesús se aparecía a sus discípulos
después de su Resurrección.
El
que cuenta esta historia no puede haber sido sino uno que conocía
bien a los pescadores del mar de Galilea. La noche era el mejor
tiempo para pescar...
Puede
que fuera porque todavía estaba oscuro por lo que los discípulos no
reconocieron a Jesús. Pero el discípulo amado tenía una vista
aguda. Se dio cuenta de que era el Señor; y, cuando Pedro lo oyó,
salto al agua. No estaba desnudo del todo. Llevaría un ceñidor, que
era una especie de calzoncillos, que era lo único que llevaban los
pescadores cuando faenaban. Ahora bien: la ley judía decía que el
saludar era un acto religioso, y para realizar un acto religioso
había que estar dignamente vestido; así es que Pedro, antes de
venir al encuentro de Jesús, se puso la túnica de pescador; porque
quería ser el primero en saludar a su Señor.
Ahora
llegamos a la primera gran razón para que se añadiera este extraño
capítulo al evangelio ya concluido. Fue para demostrar de una vez
para siempre la
realidad de la Resurrección. Había
muchos que decían que las apariciones del Cristo Resucitado no eran
más que visiones que tuvieron los discípulos.
Los
evangelios se esfuerzan en demostrar que el Cristo Resucitado no era
una visión, y menos una alucinación, ni un fantasma, sino una
Persona real. Insisten en que la tumba estaba vacía, y en que el
Cristo Resucitado tenía un cuerpo real, que conservaba las señales
de los clavos y de la lanza que le atravesó el costado.
Pero
esta historia va un paso más lejos. Una visión o un fantasma no
sería normal que indicara la posición de un banco de peces a un
grupo de pescadores. Menos aún encendería un fuego para asarles
unos peces a unos agotados pescadores, y menos aún los compartiría
con ellos. Y sin embargo esta historia nos cuenta que Jesús sí hizo
esas cosas.
El
primero y el más sencillo propósito de esta historia es dejar bien
clara la realidad de la Resurrección; lo que ellos vieron no era una
imaginación exaltada, ni la aparición de un fantasma; era Jesús
resucitado…
Una
observación:
Se
ha sugerido que se contaron los peces sencillamente porque había que
repartir la pesca entre los que habían participado en ella; y se
menciona el número por lo extraordinariamente grande que fue. Pero
algunos suponen que aquí hay algo más de lo que aparece en la
superficie.
Se
han propuesto muchas sugerencias ingeniosas, la sugerencia más
sencilla es la que nos da Jerónimo. Dice que hay en el mar 153
clases de peces, y que aquella pesca incluía representantes de todas
ellas; y que, por tanto, el número simboliza el hecho de que algún
día todas las personas de todas las naciones se reunirán en
Jesucristo.
Mencionaremos
otro detalle: todos estos peces se reunieron en la red, y la red los
pudo contener a todos sin romperse. La red representa a la Iglesia; y
hay sitio en ella para todas las naciones. Aunque todos entraran en
ella, es bastante grande para contenerlos.
No
es erróneo suponer que aquí Juan nos está hablando en su manera
característica y sutil de la universalidad de la Iglesia. Ningún
exclusivismo cabe en ella, ni racismo ni discriminación… En ella
hay lugar para todos los hombres del mundo.
Pedro
y su misión especial
Juan
21: 15-19
Aquí
tenemos una escena que tiene que haber quedado grabada indeleblemente
en la memoria de Pedro.
Puede
que Jesús mirara a los otros componentes del grupo de discípulos
cuando le preguntó a Pedro: “Simón, ¿Me amas más de lo que Me
aman estos?”… Puede que Jesús se estuviera refiriendo a lo que
dijo Pedro la otra noche: “¡Aunque todos estos Te fallen, yo no Te
voy a fallar!” (Mateo
26:33). Tal
vez estaba recordándole afectuosamente a Pedro que en cierta ocasión
había pensado que él era el único que se mantendría fiel, pero
también había fallado.
Jesús
le hizo la pregunta tres veces, y lo hizo así por algo. Fueron tres
las veces que Pedro negó a su Señor, y tres las oportunidades que
le dio su Señor de afirmar su amor. Jesús le concedió a Pedro la
oportunidad de borrar de su memoria la triple negación con una
triple afirmación.
Debemos
fijarnos en lo que el amor le trajo a Pedro:
a)
Le
trajo una tarea: “Si me amas -le dijo Jesús-, dedica tu vida a
pastorear las ovejas y los corderos de mi rebaño”. Sólo podemos
demostrar que amamos a Jesús amando a los demás.
b)
Le trajo a Pedro una cruz. Jesús le dijo: “Mientras seas joven,
puedes escoger adónde quieres ir; pero llegará el día cuando otros
te llevarán por donde no quieras”. Llegó el día, en Roma, cuando
Pedro murió por su Señor; él también acabó su vida en una cruz,
y se dice que pidió que le crucificaran cabeza abajo, porque no se
consideraba digno de morir como su Señor.
El
amor siempre implica una responsabilidad, y siempre incluye un
sacrificio. No amamos a Cristo de veras a menos que estemos
dispuestos a asumir su obra y su Cruz.
Fue
por algo por lo que Juan recordó este incidente. Lo hizo para
presentar a Pedro como el gran pastor del pueblo de Cristo.
Puede
ser que surgieran comparaciones en la Iglesia Primitiva. Algunos
dirían que Juan era el más importante, porque se remontaba en su
vuelo de pensamiento más que todos los demás. Algunos dirían que
el más importante era Pablo, porque llegó hasta el fin de la Tierra
con el Evangelio de Cristo. Pero este capítulo dice que Pedro
también tuvo un lugar preponderante. Puede que no pensara o
escribiera como Juan; puede que no viajara ni corriera tantas
aventuras como Pablo; pero tuvo el gran honor, y la entrañable
tarea, de ser el pastor del rebaño de Cristo.
Tal
vez no todos podamos pensar como Juan; ni que podamos llegar hasta lo
último de la Tierra como Pablo; pero todos podemos cuidarnos de que
algún otro no se descarríe, y de proveer el alimento de la palabra
de Dios para los corderos de Cristo.
El
testigo especial
Juan
21: 20-24
Este
pasaje deja bien claro que Juan tiene que haber llegado a una notable
ancianidad; tiene que haber vivido una vida tan larga que se corrió
la voz entre los cristianos de entonces que iba a seguir vivo hasta
la Segunda Venida de Cristo. Ahora bien: de la misma manera que el
pasaje anterior asignaba a Pedro su lugar correspondiente en el plan
de Dios, este se lo asigna a Juan.
Su
misión especial sería la de ser testigo de Cristo. Puede que Pablo
fuera el pionero de Cristo; Pedro, el pastor de Cristo; pero Juan era
el testigo de Cristo, el que podía decir: “Yo he vivido estas
cosas, y sé que son verdad”.
Así
que, en su final, este evangelio toma dos de las grandes figuras de
la Iglesia, Pedro y Juan. A cada uno Jesús le asignó una misión.
La de Pedro fue pastorear la grey de Cristo hasta dar su vida por Él.
La de Juan fue ser testigo de la historia de Cristo, y alcanzar una
bendita ancianidad para acabar muriendo en paz. Nada los hizo rivales
en el honor y el prestigio, ni al uno superior al otro. Los dos
fueron siervos de Cristo.
Esto
nos enseña que cada cual sirve a Cristo donde Cristo le ha puesto...
Esta es la responsabilidad de cada creyente. Nuestra gloria no
depende de nuestra comparación con los demás, sino de servir a
Cristo en la capacidad que Él nos ha asignado.
El
Cristo sin límites
Juan
21: 25
En
este último capítulo, Juan pone ante la Iglesia unas cuantas
grandes verdades. Ha recordado la realidad de la Resurrección; les
ha recordado la universalidad de la Iglesia; les ha recordado que
Pedro y Juan no eran rivales, sino que Pedro era el gran pastor, y
Juan el gran testigo.
Y
ahora llega al final; y llega pensando en el esplendor de Jesucristo.
Aunque sepamos mucho de Cristo, no hemos captado más que un poquito
de Él. Sean las que sean las maravillas que hemos experimentado, son
sólo una pequeña parte de las que se pueden experimentar. Las
categorías humanas son insuficientes para describir a Cristo, y los
libros humanos son incapaces de contenerle. Así que Juan termina
haciendo referencia a los innumerables triunfos, el inagotable poder
y la gracia ilimitada de Jesucristo.
"El sueño de Cristo depende de nosotros; somos nosotros los que podemos ayudarle a hacer del mundo un solo rebaño, con É l como único Pastor."
ResponderEliminarCómo??? Ayudar a Dios? Con eso ponemos al redentor por debajo de nosotros y eso es pecado, no hay nada que nosotros podamos hacer que ayude a Dios! Dios es soberano, Dios es todo poderoso, por favor aclaren esta parte a fin de que personas se pierdan con su lectura.
A fin de que personas NO se pierdan con su lectura.
ResponderEliminarexcelente estudio bíblico sobre San Juan, Dios lo siga bendiciendo, y así seguirnos ayudando para entender el evangelio de Dios. Gracias y bendiciones
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