LECCIONES SOBRE LA CARTA A LOS ROMANOS


COMENTARIO DE LA CARTA A LOS ROMANOS

Lección nº 1:
INTRODUCCIÓN

Una Carta diferente
Hay una diferencia indiscutible entre la Carta a los Romanos de Pablo y otra cualquiera de sus cartas… Una parte considerable de ella es debida a un hecho básico: cuando Pablo escribió Romanos se estaba dirigiendo a una iglesia en cuya fundación no había tenido arte ni parte y con la que no había tenido contacto personal. Esto explica por qué en Romanos hay tan pocas de las alusiones a los problemas prácticos que abundan en las otras cartas. Por eso Romanos, a primera vista, parece mucho más impersonal; eso hace que sea la que más se parece a un tratado teológico…
Es como si Pablo hubiera escrito en Romanos su última voluntad y testamento; como si hubiera destilado en esa carta la quintaesencia de lo que creía y predicaba. Roma era la ciudad más grande del mundo, la capital del Imperio más grande que se había conocido. Pero, al escribir a la iglesia de tal ciudad, era comprensible que expusiera la esencia y el corazón de su fe. Quería enviarle a la iglesia de la ciudad que era el centro del mundo una carta que edificara su fe de tal manera que tuvieran en la verdadera palabra de la doctrina cristiana una defensa poderosa y efectiva.

Circunstancias en las que Pablo escribe
Pablo siempre había estado muy interesado en Roma. Uno de sus sueños era predicar allí (Hechos 19:21; 23:11). El primer capítulo de esta carta respira el deseo de Pablo de ver Roma (Romanos 1:11, 15). Bien podemos decir que Pablo llevaba el nombre de Roma escrito en el corazón.
Cuando escribió la Carta a los Romanos, en el año 58 d.C., Pablo se encontraba en Corinto. Estaba a punto de culminar un proyecto que le era muy querido: la Iglesia de Jerusalén era la madre de todas las demás, pero era pobre, y Pablo había organizado una colecta entre las iglesias más jóvenes para ayudarla (1 Corintios 16:1 y ss.; 2 Corintios 9:1 y ss.).
Cuando Pablo escribe Romanos, está a punto de ponerse en camino con esa colecta para la Iglesia de Jerusalén (Romanos 15:25).

El propósito de Pablo
Pablo sabía que el viaje a Jerusalén no estaba exento de peligros. Sabía que tenía enemigos allí, y que ir a Jerusalén era arriesgar su libertad y su vida. Deseaba las oraciones de la Iglesia de Roma antes de emprender la expedición (Romanos 15:30 y ss.)...
Tenía grandes proyectos en el corazón... Esta vez Pablo estaba obsesionado con la idea de llegar a España (Romanos 15:24, 28). Había un destello de grandeza en España; muchas de las grandes figuras que estaban escribiendo sus nombres en la historia y en la literatura de Roma eran españoles... ¿Qué pasaría si hombres de esa talla llegaran a ser ganados para Cristo? Pero para iniciar la campaña del Oeste necesitaba una base de operaciones. Sólo había una que valía la pena considerar, y era la misma Roma…
Fue por eso por lo que escribió esta carta a Roma. Tenía este gran sueño en el corazón y este gran proyecto en la mente.
Pero también se daba cuenta, porque era realista, de que las referencias que hubieran llegado a Roma serían confusas. Sus opositores eran capaces de difundir calumnias y acusaciones falsas contra él. Así es que escribió esta carta para exponerle a la Iglesia de Roma la quintaesencia de su fe a fin de, cuando llegara el momento de la acción, poder encontrar en Roma una iglesia que estuviera en simpatía con él, desde la que pudieran salir las líneas de comunicación al Oeste y a España.

Desarrollo de la Carta
La Carta a los Romanos es al mismo tiempo muy complicada y muy cuidadosamente estructurada. Por tanto nos ayudará a adentrarnos en ella el tener una idea de su trazado y disposición. Se divide naturalmente en cuatro partes:
1) Capítulos 1-8, que tratan del problema de la justificación.
2) Capítulos 9-11, que tratan del problema de los judíos, el Pueblo Escogido.
3) Capítulos 12-15, que tratan de cuestiones prácticas de la vida y la conducta.
4) Capítulo 16, que es una carta de presentación de Febe y una lista de saludos personales.

1) Cuando Pablo usa la palabra justicia quiere decir estar en la debida relación con Dios, palabra especialmente paulina, como justificación y justificar, que aparecen en Romanos más que en ningún otro libro del Nuevo Testamento. Una persona justa es la que se mantiene en la debida relación con Dios, y cuya vida lo demuestra.
Pablo empieza con una panorámica del mundo gentil. No tenemos más que ver su decadencia y corrupción para saber que no se ha resuelto el problema de la justicia. Pablo considera entonces a los judíos, que habían intentado resolver el problema de la justicia mediante una observancia meticulosa de la Ley pero habían fracasado.
Así es que Pablo encuentra el único camino a la justicia en la actitud de confianza absoluta y total rendición a Jesucristo… La única manera de llegar a la debida relación con Dios es creer en su Palabra y arrojarse, tal como se es, a merced de su misericordia y su amor.
Para Pablo, el centro de la fe cristiana era que no podemos nunca llegar a ganar o a merecer el favor de Dios, ni es eso lo que Él espera de nosotros. Todo depende exclusivamente de su gracia, y nosotros también. Lo único que podemos hacer es aceptar con amor y gratitud y confianza lo que Dios ha hecho por nosotros.
2) El problema de los judíos era verdaderamente angustioso. En un sentido muy real eran el Pueblo Escogido de Dios; y, sin embargo, cuando el Hijo de Dios vino al mundo, le rechazaron. ¿Qué explicación se puede dar a este hecho desgarrador? La única que pudo encontrar Pablo fue que, a fin de cuentas, Dios lo había aceptado así. De alguna manera, los corazones de los judíos se habían endurecido; pero no fue un fracaso total, porque siempre había habido un remanente fiel. Ni tampoco acabó ahí la cosa; porque el hecho de que los judíos rechazaran a Cristo abrió la puerta de la Salvación a los gentiles, y esto provocaría la vuelta de los judíos, de manera que la Salvación alcanzaría a todos.
Pablo insiste en que el verdadero judío no es simplemente el que desciende racialmente de Abraham, sino el que hace la misma decisión de total entrega a Dios que hizo Abraham por la fe impregnada de amor.
El capítulo 12 de Romanos es una exposición ética tan grande que merece colocarse siempre al lado del Sermón de la Montaña… En él establece Pablo el carácter ético de la fe cristiana.
Los capítulos 14 y 15 tratan de un problema que sigue presentándose: había en la iglesia un sector más estrecho, que creía que se debía abstener de ciertos alimentos y bebidas, y que consideraba ciertos días y ceremonias de especial importancia o santidad. Pablo los considera “hermanos débiles” en comparación con otros cuya fe no dependía de estas cosas, y que formarían el sector más liberal. Lo curioso del caso es que la descripción de los hermanos débiles parece corresponder a los que procedían del judaísmo, y Pablo considera a los otros como “más fuertes” en la fe, y no oculta que sus simpatías están con ellos, pero establece el gran principio de que nadie debe hacer nada que hiera la conciencia de un hermano más débil o que le pueda escandalizar…
4) La cuarta sección es la presentación de Febe, posiblemente la portadora de la carta, que se dirige a Roma, al parecer por asuntos o negocios personales. La carta termina con una lista de saludos y la bendición final.
Pero el capítulo 16 siempre ha presentado problemas a los investigadores.
Muchos han pensado que no debe de formar parte de la Carta a los Romanos, sino que probablemente antes pertenecía a una carta dirigida a otra iglesia, y se puso al final de ésta cuando se coleccionaron todas las cartas de Pablo… ¿Es probable que Pablo conociera íntimamente a veintiséis personas en una iglesia que no había visitado nunca? De hecho, saluda a muchas más personas en este capítulo que en ninguna otra de sus cartas.
Lo curioso es que Pablo no manda saludos personales en las cartas a las iglesias que conocía bien, como Tesalonicenses, Corintios, Gálatas y Filipenses; mientras que hay saludos personales en la carta a los Colosenses, aunque Pablo no había estado allí. Seguramente procuraba establecer todos los lazos personales que pudiera. El mismo hecho de que Pablo no hubiera estado nunca en Roma hace más probable el que tratara de establecer tantas conexiones personales como le fuera posible... ¿Y no es natural que muchos de los otros nombres fueran de personas que Pablo había conocido en otras ciudades, y que habían llegado a Roma a vivir cuando tuvieron esa posibilidad, como pasa con las grandes capitales…? Pablo estaría encantado de tener tantos contactos personales en Roma y de reanudarlos.
Además, como veremos cuando estudiemos el capítulo 16 en detalle, muchos de los nombres (las casas de Aristóbulo y Narciso, Amplias, Nereo y otros) encajan bien en Roma.
Debemos destacar también que algunos manuscritos antiguos de la Carta difieren entre los capítulos 14 y 16; y mucho se ha hablado de estas diferencias… Pero en realidad debemos pensar que Romanos circuló en varias versiones: una, como la tenemos, con 16 capítulos, y otra con 14; y tal vez hubo otra con 15. Es probable que la explicación sea que Pablo la escribió a Roma, con 16 capítulos; pero los capítulos 15 y 16 son íntimos y personales para Roma; y es probable que Romanos empezara a circular por todas las iglesias, sin los dos últimos capítulos, que eran para los creyentes de Roma, con excepción de la doxología del capítulo 16…
Desde los primeros tiempos la Iglesia se dio cuenta de que Romanos era una exposición tan maravillosa de la mente Pablo que tenía que ser propiedad, no de una sola iglesia, sino de toda la Iglesia.




Lección nº 2:
PRESENTACIÓN Y SALUDOS CORDIALES
Romanos 1: 1- 15

Llamado a ser Apóstol
Romanos 1:1-7
Cuando Pablo escribió la Carta a los Romanos se estaba dirigiendo a una iglesia que no había visitado nunca ni conocía personalmente. Estaba escribiendo a una iglesia que estaba en la ciudad más grande del imperio más grande del mundo. Por eso escogió las palabras y las ideas con el máximo cuidado.
Empezó presentando sus credenciales:
Se llama a sí mismo esclavo (doulos) de Jesucristo:
a) El título que a Pablo le gustaba más aplicar a Jesús es Señor (Kyrios). En griego, la palabra kyrios designa a alguien que está en posesión indiscutible de una persona o cosa. Quiere decir dueño o propietario en el sentido más absoluto. Lo contrario de Kyrios es doulos, esclavo… Pablo se consideraba esclavo de Jesucristo, su Dueño y Señor. Jesús le había amado y se había entregado por él, y por consiguiente Pablo estaba seguro de que ya no se pertenecía a sí mismo, sino exclusivamente a Jesús.
b) Pero doulos tiene otra vertiente. En el Antiguo Testamento es el término general para designar a un gran hombre de Dios. Moisés era el doulos del Señor (Josué 1:2). Josué era el doulos de Dios (Josué 24:29). El más alto título de los profetas, el que los distinguía de los demás hombres, era esclavos de Dios (Amós 3: 7; Jeremías 7.-25). Cuando Pablo se llama esclavo de Jesucristo, se está colocando en la línea de los profetas. La grandeza y la gloria de éstos dependía del hecho de ser esclavos de Dios, y lo mismo sucedía con Pablo.
Pablo se describe a sí mismo como llamado a ser apóstol. Las grandes figuras del Antiguo Testamento fueron personas que oyeron y respondieron al llamamiento de Dios. Abraham oyó el llamamiento de Dios (Génesis 12:1-3). Moisés respondió al llamamiento de Dios (Éxodo 3:10). Jeremías e Isaías fueron profetas porque, sin buscarlo ellos, oyeron y respondieron al llamamiento de Dios (Jeremías 1:4s; Isaías 6:8 y ss.). Pablo no se consideró nunca como uno que había aspirado a un gran honor, sino como uno al que se había asignado una misión… Pablo no pensaba en la vida en términos de lo que él quería hacer, sino en términos de lo que Dios quería que hiciera.
Pablo además se describe a sí mismo como apartado para el servicio del Evangelio… Era consciente de ser un hombre que había sido apartado. Dos veces se le aplica la misma palabra aforizein: creía que Dios le había separado desde antes de nacer para una misión (Gálatas 1:15); y también fue apartado por hombres, cuando el Espíritu Santo les dijo a los responsables de la Iglesia de Antioquía que le apartaran a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los tenía destinados (Hechos 13:2)… El verdadero llamamiento viene de Dios y es confirmado por el Pueblo de Dios.
Pablo manifiesta haber recibido la gracia… Gracia siempre describe algún regalo inmerecido y gratuito. Antes de ser cristiano, Pablo había tratado de ganar gloria a los ojos de los hombres y mérito a los ojos de Dios cumpliendo meticulosamente la Ley; pero no había encontrado la paz por ese camino. Ahora ya sabía que lo importante no es lo que nosotros podamos hacer, sino lo que Dios ha hecho por medio de Jesucristo. Para decirlo con pocas palabras: “La Ley establece lo que el hombre tiene que hacer; el Evangelio ofrece lo que Dios ha hecho”. Ahora veía Pablo que la Salvación no depende de lo que el esfuerzo humano pueda hacer, sino de lo que ya ha hecho el amor de Dios. Todo es por gracia, inmerecido y gratuito.
Expresa también haber recibido una tarea: había sido apartado para ser el Apóstol de los Gentiles. Pablo sabía que había sido escogido, no para un honor, sino para una responsabilidad. Sabía que Dios le había apartado, no para una gloria, sino para un trabajo.
El Evangelio nos separa siempre; pero no para el privilegio, la gloria personal y el orgullo, sino para el servicio, la humildad y el amor a todo el mundo.
Además de presentar sus credenciales en este pasaje, Pablo expone en sus líneas más esenciales el Evangelio que predicaba, que estaba centrado en Jesucristo (versículos 2 y 3).
Era el Evangelio de la Encarnación. Hablaba de un Jesús que era real y verdaderamente un hombre. Pablo no predicaba a alguien que no fuera más que una figura legendaria de alguna historia imaginaria, o un semidiós mitad dios y mitad hombre. Predicaba a Uno que se había hecho uno con los hombres a los que vino a salvar.
Era el Evangelio de la Resurrección. Si Jesús hubiera vivido una vida maravillosa y hubiera tenido una muerte heroica y eso hubiera sido todo, se le podría incluir entre los grandes hombres y los héroes, pero habría sido sencillamente uno entre muchos. Su unicidad fue garantizada para siempre por el hecho de la Resurrección. Todos los demás murieron y desaparecieron, aunque se los recuerde… Jesús vive y nos otorga su presencia siempre henchida de poder.

Un trato lleno de cortesía
Romanos 1:8-15
El problema de Pablo al escribir esta carta era que él no había estado en Roma ni había colaborado directamente en la fundación de aquella iglesia. Tenía que hacerles sentir que no estaba tratando de involucrarse en algo que no le concernía. Antes de nada tenía que establecer contacto con ellos para que desaparecieran las barreras de extranjería y suspicacias.
Pablo, con psicología y amor combinados, empieza alabándolos por algo positivo: les dice que da gracias a Dios porque la fe cristiana de ellos se conoce en todo el mundo.
Nadie podrá ni empezar a salvar a otros a menos que, en primer lugar, se acerque a ellos con una mirada bondadosa… La crítica y la condenación no producirán más que resentimiento y desesperación. La sabiduría de Pablo le hacía conciente de esta verdad fundamental...
Aunque Pablo no conocía personalmente a los de Roma, oraba constantemente por ellos a Dios, y se los hace saber… Es un privilegio y un deber cristianos el presentar a nuestros seres queridos y a nuestros hermanos en la fe en oración delante del Señor… Aunque estemos separados de otros y aunque no tengamos otra cosa que darles, podemos rodearlos con la fuerza y la protección de nuestras oraciones.
Pablo, además, en su humildad, estaba siempre tan dispuesto a recibir como a dar. Empieza diciendo que quería ir a Roma para impartirle a la iglesia algún don que la confirmara en la fe; y entonces cambia: dice que quería ir a Roma para que tanto él como la iglesia de allí pudieran confortarse y fortalecerse mutuamente, y para que cada uno pudiera encontrar riquezas preciosas en la fe del otro.
Hay dos clases de maestros: los que se consideran por encima de sus alumnos y les dicen lo que tienen que saber y aceptar; y los que más bien parecen decirles: “Vengan, vamos a aprender esto juntos”... Pablo era el mayor pensador que había en la Iglesia Primitiva; y sin embargo, cuando pensaba en aquellos a los que quería predicar, no consideraba que él solo tenía que enseñarles, sino también que podía aprender de ellos. Requieren humildad tanto el enseñar como el aprender.
El versículo 14 dice: “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor”... Pablo estaba pensando en dos cosas cuando escribió eso: estaba en deuda con ellos por todas las muestras de afecto que había recibido, y estaba en deuda con ellos porque había recibido de Dios el encargo de predicarles el Evangelio, y se lo debía.
Puede parecer extraño que Pablo hable de los griegos cuando estaba escribiendo a los romanos, pero para entonces la palabra griego había perdido totalmente su sentido nacional. Las conquistas de Alejandro Magno habían llevado la lengua y la cultura griegas por todo el mundo, y ya no era griega una persona solamente por el hecho de haber nacido en Grecia, sino por participar de la herencia cultural que se originó en aquel país… Y un bárbaro era alguien considerado fuera de esa condición, sin cultura y sin sensibilidad…
Lo que Pablo quería decir era que su Mensaje, su amistad y su obligación eran para los intelectuales y para los sencillos, para los cultos y para los incultos, para los letrados y para los analfabetos.
Tenía un Mensaje para todo el mundo, y su ambición era llegar a comunicarlo también en Roma.

Versículo para aprender:
Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma”
Romanos 1: 15




Lección nº 3:
EL ORGULLO DE PABLO Y LA IRA DE DIOS
Romanos 1: 16- 23

No me avergüenzo del Evangelio…”
Romanos 1: 16, 17
Cuando llegamos a estos dos versículos ya hemos pasado la introducción y escuchamos el clarín del Evangelio. Hasta estos dos versículos Pablo ha estado estableciendo contacto con los destinatarios de su carta, atrayéndose su atención; y ahora enuncia el tema.
Pablo empieza diciendo que está orgulloso del Evangelio que tiene el privilegio de predicar. Es sorprendente considerar el trasfondo de esta afirmación. A Pablo le habían metido en la cárcel en Filipos, le habían obligado a escapar por su vida en Tesalónica, le habían tenido que sacar de contrabando en Berea, se habían reído de él en Atenas, y en Corinto su Mensaje les había parecido una estupidez a los griegos y un escándalo a los judíos. A pesar de todo eso y mucho más, Pablo proclama que está orgulloso del Evangelio. Había algo en el Evangelio que le hacía salir victorioso de todo lo que los hombres le pudieran hacer.
En este pasaje nos encontramos con tres de las grandes consignas paulinas:
Tenemos su concepción de la Salvación (sotería). En aquel momento de la Historia, la Salvación era el bien supremo que todos estaban buscando. La filosofía había sido especulativa y natural; pero, poco a poco, con el paso de los siglos, la vida se había desplomado: los antiguos hitos habían desaparecido; los hombres se sentían rodeados de tiranos, conquistadores y peligros; la degeneración y la debilidad los acechaban, y la filosofía apuntó entonces a la moral, buscando la salvación de la maldad... Difícilmente se encontrará otra época de la Historia en la que la humanidad estuviera buscando más la salvación. Era precisamente esa salvación, esa liberación y ese poder, lo que el Evangelio ofrecía al mundo.
Para el cristianismo la salvación era la salvación de la enfermedad física (Mateo 9:21; Lucas 8:36); estaba orientado a rescatar al ser humano en cuerpo y alma; era la salvación del peligro (Mateo 8:25; 14:30), dando al hombre la seguridad del alma en cualesquiera circunstancias; era la salvación de toda contaminación (Hechos 2:40); era la salvación de la perdición (Mateo 18:11; Lucas 19:10) porque Jesús vino a buscar y salvara los que se habían perdido; era la salvación del pecado (Mateo 1:21; Romanos 6:23); era la salvación de la ira de Dios (Romanos 5:9); y era una salvación que alcanza su plenitud en el triunfo final de Jesucristo (Romanos 13:11; 1 Corintios 5:5; 2 Timoteo 4:18; 1 Pedro 1:5).
Para Pablo el Evangelio vino a ofrecerle a un mundo sin esperanza una Salvación para esta vida y para la eternidad, a todos los que la aceptan.
Tenemos su concepción de la fe. Su sentido más corriente es lealtad… La fe es la fidelidad a toda prueba que caracteriza a todo fiel soldado de Jesucristo. Pero fe quiere decir también creencia, la convicción de que algo es verdad; es el asentimiento al Evangelio, su aceptación como verdad.
Pero en su sentido más propio para Pablo, fe quiere decir aceptación total y confianza absoluta. Es decir: jugarse la vida que Dios es como Jesús nos lo ha mostrado y estar dispuesto a darlo todo por Él… La fe madura se da cuando alguien escucha el Evangelio, está de acuerdo en que es verdad y se entrega en una rendición incondicional.
Tenemos su concepción de la justificación. El verbo griego que usa Pablo para justificar es dikaiún, del que la primera persona de singular del presente de indicativo es dikaioó, justifico... Todos los verbos griegos que terminan en oó no quieren decir probar o hacer que una persona o cosa sea algo, sino tratar o considerar a una persona como si fuera algo, aunque no lo sea…. Si Dios justifica a un pecador, no quiere decir que le da la razón y le acepta porque es justo… Quiere decir que Dios trata al pecador como si no lo fuera. En lugar de tratarle como a un criminal que merece ser condenado, Dios le trata como a un hijo al que ama. Esta es la esencia misma del Evangelio.
La justificación (dikaiosyné) es la relación correcta entre Dios y la criatura humana, no por nada que el hombre haya hecho, sino por lo que Dios ha hecho por él.
Para Pablo, ha sido la Obra de Jesús lo que ha hecho posible para el hombre entrar en esta relación nueva y preciosa con Dios. El miedo a Dios ha dejado su lugar al amor.

La ira de Dios
Romanos 1: 18-23
En el pasaje anterior Pablo estaba pensando en la relación con Dios en que el hombre puede entrar mediante una fe que es absoluta confianza y entrega. En contraste con esa relación pone ahora la ira de Dios en la que se incurre cuando se es deliberadamente ciego a Dios y se adoran los propios pensamientos e ídolos en vez de a Él.
Esto es difícil y nos exige pensar en serio, porque aquí nos encontramos con la concepción de la ira de Dios, una frase alarmante y aterradora…
En las partes más antiguas del Antiguo Testamento la ira de Dios se relaciona especialmente con la idea del pueblo del pacto. El pueblo de Israel estaba en una relación especial con Dios, que le había escogido y ofrecido una relación especial que se obtendría y mantendría siempre que guardara la Ley (Éxodo 24:3-8). Por eso cualquier desobediencia a la Ley provocaba la ira de Dios, porque quebrantaba la relación con El. Además, como la nación de Israel estaba en una relación exclusiva con Dios, cualquier otra nación que la tratara con crueldad o injusticia incurría en la ira de Dios (Jeremías 50:13).
En los profetas aparece la idea de la ira de Dios, pero con un nuevo hincapié. El pensamiento religioso judío a partir de los profetas estaba dominado por la idea de las dos edades, la presente y la por venir: la presente es esencialmente mala, y la edad dorada por venir será esencialmente buena. Entre ambas estará el Día del Señor, que será un día terrible de juicio y retribución en el que el mundo será sacudido, los pecadores destruidos y el universo rehecho antes de que venga el Reino de Dios. Será entonces cuando entre en acción la ira del Señor de una manera aterradora (Isaías 13:9; 9:19; Ezequiel 7:19; Sofonías 3:8)…
Pero los profetas no consideraban que la ira de Dios se posponía hasta ese terrible Día del Juicio. La veían constantemente en acción. Cuando Israel se alejaba de Dios, cuando era rebelde e infiel, la ira de Dios operaba en su contra y le envolvía en ruina, desastre, cautividad y derrota.
Pablo habla, sí, de la ira de Dios, pero nos dice que Jesús nos salva de esa misma ira… La esencia del mensaje de los profetas hebreos es que hay un orden moral en el mundo. La conclusión es clara: Ese orden social es la operación de la ira de Dios. Dios ha hecho este mundo de tal manera que, si quebrantamos sus leyes, sufrimos las consecuencias. Ahora bien: si estuviéramos solamente a merced de ese inexorable orden moral, no podríamos esperar más que muerte y destrucción. Pero en este dilema de la humanidad llega el amor de Dios, y en un acto de gracia indescriptible rescata al hombre de las consecuencias del pecado y le salva de la ira en que ha incurrido.
Pablo continúa insistiendo en que el hombre no puede alegar ignorancia de Dios. Puede ver cómo es por su obra. Se puede conocer bastante a una persona por lo que ha hecho, e igualmente a Dios por su creación (Hechos 14:17).
Pablo avanza aún otro paso. ¿Qué hace el pecador, aun conociendo al Creador…? En lugar de mirar hacia Dios, se mira a sí mismo; se enreda en vanas especulaciones y se cree sabio, cuando en realidad no es más que un necio porque hace de sus ideas, sus opiniones y sus especulaciones, en lugar de la voluntad de Dios, el principio y la ley de la vida. En lugar de caminar con la mirada fija en Dios, no se mira nada más que a sí mismo y, por no mirar por dónde ni adónde va, cae.
El resultado es la idolatría. Se cambia la gloria de Dios por imágenes de formas humanas y animales. La raíz del pecado de la idolatría es el egoísmo. El hombre hace un ídolo, le trae ofrendas y le dirige oraciones. ¿Por qué? Para que prosperen sus planes y sus sueños. Su religión no tiene en cuenta a Dios, sino a sí mismo.
En este pasaje nos encontramos cara a cara con el hecho de que la esencia del pecado es ponernos a nosotros mismos en el lugar de Dios.

Versículo para aprender:
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”
Romanos 1: 16




Lección nº 4:
UNA ÉPOCA VERGONZANTE
Romanos 1: 24- 32

Hombres con los que Dios nada puede hacer
Romanos 1: 24- 25
La palabra que traducimos como concupiscencia (epithymía) es la clave de este pasaje. Aristóteles definía epithymía como lanzarse tras el placer… Es la manera de vivir de una persona que está tan inmersa en el mundo que ya no tiene a Dios en cuenta para nada.
Es algo terrible decir que Dios ha dejado a alguien, se ha desentendido de él; y sin embargo hay dos razones para decirlo:
a) Dios ha dado a los hombres el libre albedrío, y se lo respeta; ni siquiera Él puede interferir en el libre albedrío. Si los hombres rechazan a Jesús, Dios no puede hacer nada por ellos.
Cuando Pablo dice que Dios entregó a los hombres a la inmundicia, su tono no es de condenación, sino de dolorido pesar, como el de un amante que ha hecho todo lo que ha podido y ya no puede hacer más. Describe exactamente el sentimiento del padre que ve a su hijo volverle la espalda…
b) Y sin embargo en esta palabra entregar hay más que eso, hay juicio. Es uno de los hechos inexorables de la vida que, cuanto más se comete una mala acción, más fácil resulta cometerla. No es que Dios obre airado, sino que el pecador se conviertie más y más en esclavo del pecado.
Lo más terrible del pecado es su poder para engendrar pecado. La terrible responsabilidad del libre albedrío es que puede usarse de tal manera que al final se pierde, y se llega a ser esclavo del pecado, abandonado al mal. En el pecado hay siempre una mentira, porque el pecador cree que aquello le va a hacer feliz, y al final arruina la vida, tanto la propia como la ajena, en este mundo y en el venidero.

Una época vergonzosa
Romanos 1: 26- 27
Todo este pasaje podría parecer la expresión de un moralista histérico que estuviera exagerando la situación; pero Pablo no dice nada que no dijeran los escritores griegos y latinos de su tiempo.
Fue una época en la que las cosas parecían fuera de todo control. Era una época de puro y absoluto terror. El satírico Juvenal escribía: “La Tierra ya no produce más que hombres malos y cobardes. Por tanto Dios, sea quien sea, mira hacia abajo, se ríe de ellos y los odia”...
Era una época de lujo desmesurado: en los baños Públicos de Roma salía el agua caliente y fría de grifos de plata; Calígula llegó hasta a rociar la arena del circo de polvo de oro en lugar de aserrín…
Era una edad tan harta de las cosas ordinarias que estaba ávida de sensaciones nuevas… Tácito decía: “cuanto mayor la infamia, más salvaje la delicia”...
Y era una edad de inmoralidad sin precedentes... No hay nada de lo que dijo Pablo del mundo pagano que no hubieran dicho sus mismos moralistas. Y el vicio no se limitaba a las manifestaciones más crudas y animales. La sociedad estaba contaminada de arriba abajo con vicios contra naturaleza. Catorce de los primeros quince emperadores romanos eran homosexuales libertinos y corruptos…
Era allí donde anhelaba Pablo predicar el Evangelio del que estaba orgulloso. El mundo necesitaba un poder capaz de producir Salvación, y Pablo sabía que ese poder no existía nada más que en Cristo.

La vida sin Dios
Romanos 1: 28- 32
En este pasaje tenemos una de las descripciones más terribles de la literatura de la clase de persona que se llega a ser, cuando se vive lejos de Dios. A continuación viene una larga lista de cosas terribles:
a) Maldad (adikía), es precisamente lo contrario de dikaiosyné, que quiere decir justicia, integridad; y los griegos definían la justicia como darle a Dios y al hombre lo que les es debido. El malvado es el que despoja de sus derechos al hombre y a Dios, endiosándose excluyendo a Dios y al prójimo.
b) Villanía (ponería), que quiere decir más que maldad; el deseo de hacer daño. Es la voluntad activa e intencionada de corromper y de infligir una injuria.
c) El ansia de poseer (pleonexía). Se ha descrito como el espíritu que persigue el interés propio sin tener en absoluto en cuenta los derechos de los demás. Es el deseo que no respeta ninguna ley.
d) La depravación (kakía), que describe la situación del que está desprovisto de toda cualidad positiva; la tendencia del alma a lo peor… Se la ha descrito acertadamente como la depravación total que incluye todos los vicios e introduce todos los pecados.
e) Envidia (fthonos). Es el sentimiento que se entristece por el bien ajeno y, si lo desea para sí, tendría que ser sin que le costara el menor esfuerzo… Es la más destructiva y retorcida de las emociones humanas.
f) Asesinato (fonos), que no sólo se refiere a la acción, sino también a la intención…
g) Contienda (eris), que indica la rivalidad que nace de la envidia, de la ambición, del deseo de prestigio, el ansia de superioridad.
h) Falsedad (dolos), que describe la cualidad de la persona de inteligencia tortuosa y retorcida, que no sabe actuar con rectitud y que utiliza métodos astutos y disimulados para salirse con la suya; que siempre actúa con mentiras...
i) El espíritu que anhela siempre lo peor (kakoétheía), que quiere decir literalmente de mala naturaleza. En el sentido más amplio quiere decir malignidad. El espíritu que siempre piensa lo peor de los demás.
j) Chismosos y criticones (psithyristés y katálalos). Estas dos palabras describen a los de lengua dañina; pero hay diferencia entre ellas. Katálalos, denigrante, describe al que va pregonando sus maledicencias por todas partes, al que hace sus críticas y cuenta sus cuentos abiertamente; psithyristés describe al que cuenta sus historias al oído, llevándose a su interlocutor a un rincón para susurrarle una confidencia que destruye a otro… Los dos son malos; pero el confidente es el peor. Uno puede por lo menos defenderse de una acusación pública; pero es impotente frente al cuchicheo confidencial que se deleita en destruir reputaciones.
k) Aborrecedores de Dios (theostygués). Esta palabra describe al que odia a Dios porque sabe que le está desafiando. Dios es la barrera que se interpone entre él y sus placeres, la cadena que le impide hacer lo que le dé la gana. De buena gana eliminaría a Dios si pudiera… Y es lo que hacen en realidad muchos que se llaman ateos.
l) Personas insolentes (hybristés). Describe el espíritu de la persona que desafía a Dios movida por el orgullo; la soberbia insolente que precede a la caída y también a la persona que es desenfrenada y sádicamente cruel e injuriosa.
m) Personas arrogantes (hyperéfanos) (Proverbios 3:34; Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5). Describe el profundo desprecio por todo lo que no sea uno mismo, y se complace en hacer que los demás se sientan insignificantes.
n) Fanfarrones (alazón), que literalmente quiere decir vagabundo. De ahí pasó a designar a charlatanes ambulantes que presumen de haber realizado curas extraordinarias… Los griegos definían alazonía como el espíritu que pretende tener lo que no tiene.
ñ) Inventores de males (efeuretés kakón). La frase describe a la persona que, digamos, no tiene bastante con las maneras ordinarias y corrientes de pecar, sino que descubre o inventa vicios nuevos y recónditos, porque ya está hastiada y anda buscando nuevas emociones en nuevos pecados.
o) Desobedientes a los padres (goneúsin apeithés). Tanto los judíos como los romanos colocaban la obediencia a los padres muy arriba en la escala de las virtudes. La razón para incluir aquí este pecado es que, una vez que se relajan los lazos familiares, se produce una degeneración total en cadena.
p) Insensatos (asynetos), que describe a la persona que carece de sentido común, que no aprende por experiencia, que permanece en la ignorancia…
q) Que no tienen palabra (asynthetos); que no tiene honradez… Para los romanos la palabra de un hombre era suficiente garantía. Al usar esta palabra, Pablo estaba recordándoles a los romanos no sólo la ética cristiana, sino los principios de honradez de sus mejores días como nación.
r) Sin afecto natural (ástorgos). Storgué era la palabra griega para el amor de la familia. Es verdad que el amor de la familia estaba desapareciendo en aquella época. Nunca ha sido la vida de un niño tan precaria como entonces. Los hijos se consideraban una desgracia. Cuando nacía un bebé, se le ponía a los pies de su padre: si le levantaba, eso quería decir que le reconocía; pero si se marchaba dejándole ahí, se le echaba a la basura literalmente… Todas las noches había treinta o cuarenta bebés abandonados
en el foro romano… Los lazos de amor humano estaban desapareciendo.
s) Despiadados (aneleémón)... Nunca había tenido menos valor la vida humana. Un amo podía matar o torturar a un esclavo si quería… Era una época despiadada en sus mismos placeres, la de las luchas de gladiadores que le encantaba presenciar a la gente para ver cómo se mataban. Era una época en la que se desconocía la compasión.
Pablo termina su catálogo de vicios diciendo que aquella gente había desterrado de su vida a Dios. En aquel tiempo, la gente había llegado a tal grado de maldad que no le daba ninguna importancia y animaba a otros a que hicieran lo mismo.

Versículo para aprender:
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos”
Romanos 1: 21




Lección nº 5:
UNA ADVERTENCIA A LOS JUDÍOS
Romanos 2: 1- 29

Responsabilidad, fe y obras
Romanos 2: 1-11
En este pasaje Pablo se dirige concretamente a los judíos… En el pasaje anterior, Pablo ha descrito con los colores más sombríos el mundo pagano, que se encontraba bajo la condenación de Dios; los judíos estarían totalmente de acuerdo con todos los términos de esa condenación, pero no considerarían ni por un momento que ellos se encontraban en la misma situación. Creían que ocupaban una posición privilegiada, porque Dios podría ser el Juez de los paganos, pero era el Protector especial de los judíos. Aquí Pablo les dice a los judíos que son tan pecadores como los gentiles, y que al condenar a los gentiles se están condenando a sí mismos; porque Dios los juzgará, no sobre la base de su herencia racial, sino por la clase de vida que viven.
Los judíos creían que todos tendrían que pasar por el juicio menos ellos; y que se librarían de la ira de Dios, aunque no fueran mejores que los demás, simplemente por ser judíos. Para salir al paso de esta situación, Pablo les recuerda cuatro cosas a los judíos:
Les dice claramente que están comerciando con la misericordia de Dios. En el versículo 4 usa tres grandes palabras:
a) Benignidad o amabilidad (jréstótés) que es la bondad con trato amable… Lo que Pablo dice realmente es que los judíos está, sencillamente, tratando de sacar ventaja de la gran amabilidad de Dios.
b) Paciencia o aguante (anojé); es la palabra para tregua… Pero toda tregua tiene un límite. Pablo dice a los judíos que están especulando con la paciencia de Dios; aunque ella tiene un límite.
c) Longanimidad (makrothymía); que es la palabra que indica expresamente paciencia con las personas. Crisóstomo la definía como la cualidad del que se puede vengar y escoge deliberadamente no hacerlo. Pablo les está diciendo a los judíos que el hecho de que Dios no los castigue aun es a causa de su notable paciencia con ellos…
Los judíos se atribuían abiertamente estar exentos del juicio de Dios. Jugaban con su misericordia, lo mismo que siguen haciendo muchas personas todavía.
Y Pablo les decía que estaban tomando la misericordia de Dios como una invitación a pecar más que como un incentivo a arrepentirse... En realidad debemos entender que la misericordia y el amor de Dios no han de hacernos pensar que podemos pecar porque no nos pasará nada; sino quebrantarnos el corazón de tal manera que procuremos no pecar nunca más.
Pablo insiste en que no hay nación que sea más favorecida que las demás delante de Dios… Puede que haya naciones a las que se les asigne una tarea o una responsabilidad especiales, pero ninguna a la que se le asigne un privilegio o una consideración especiales. Toda la religión judía se basaba en la convicción de que los judíos ocupaban una posición privilegiada y favorecida a los ojos de Dios, sin entender que lo que se les había dado a ellos era fundamentalmente una responsabilidad…
En este pasaje Pablo deja claramente expreso que si bien le importaba la fe, también importaban las obras, como resultado práctico de esa fe… Para él una fe que no producía obras no era nada.
Una de las tendencias religiosas más peligrosas es hablar de la fe y las obras como si fueran cosas diferentes. No hay tal cosa como una fe que no produce obras, ni obras que no sean el resultado de la fe. La fe y las obras van inseparablemente unidas.

Nadie puede quedar exento
Romanos 2: 12-16
El sentido del pasaje requiere que el versículo 16 siga inmediatamente al 13, y los versículos 14 y 15 son un largo paréntesis. Hay que tener presente que Pablo no estaba escribiendo esta carta sentado a la mesa y pensando las palabras y frases. Estaría paseándose por la habitación mientras se la dictaba a Tercio (Romanos 16:22), que hacía todo lo posible por no perder palabra… Eso explica el largo paréntesis.
En este pasaje, Pablo se dirige a los gentiles. Antes se ha referido a los judíos y a su pretensión de un privilegio especial. Pero es verdad que los judíos tenían una ventaja, que era la Ley. Un gentil podía objetar que ellos no tenían ley alguna… En respuesta a esto Pablo establece dos grandes principios:
a) Cada uno será juzgado por lo que tuvo oportunidad de saber, porque Dios es justo… Cada uno será juzgado por su fidelidad a lo más elevado que pudo conocer.
b) Pablo sigue diciendo que, hasta los que no conocieron la Ley escrita, tenían otra ley en el corazón. Nosotros lo llamaríamos un conocimiento instintivo del bien y del mal. El razonamiento de Pablo es que el ser humano sabe por naturaleza cómo debe vivir.
Pablo veía el mundo dividido en dos clases de personas: a los judíos, con la Ley que procedía directamente de Dios y estaba escrita de forma que la podía leer; y a las demás naciones, sin una ley escrita, pero con un conocimiento del bien y del mal implantado por Dios en sus corazones; y nadie podía pretender la exención del juicio de Dios. Dios juzgará a cada uno según lo que ha conocido y ha tenido oportunidad de conocer.

El verdadero judío
Romanos 2: 17-29
Este pasaje tiene que haberle resultado escandaloso a un judío. Estaría seguro de que Dios le consideraba una persona especial sencillamente por pertenecer a la nación de los descendientes de Abraham y porque llevaba en el cuerpo la señal de la circuncisión. Pero Pablo introduce aquí una idea a la que volverá después repetidas veces. El judaísmo, insiste, no es en absoluto una cuestión de raza, y no tiene nada que ver con la circuncisión: depende de la conducta. Si es así, muchos supuestos judíos, que son descendientes directos de Abraham y que llevan en el cuerpo la señal de la circuncisión, en realidad no son judíos; y muchos gentiles que ni siquiera han oído hablar de Abraham ni se les ha pasado por la cabeza el circuncidarse, son judíos en el verdadero sentido de la palabra… A un judío esto le sonaría como la peor herejía, y le pondría furioso.
El sentido del pasaje es que las promesas de Dios no son para los de una cierta raza y que llevan una cierta señal en el cuerpo, sino para personas que viven una cierta clase de vida, sean de la raza que sean. El ser un verdadero judío es una cuestión de carácter; y a menudo uno que no es judío de raza puede que sea mejor judío que el otro.
Pablo dice que hay judíos cuya conducta hace que se hable mal de Dios entre los gentiles. Es un hecho que los judíos han sido muchas veces, y todavía lo son, la gente menos popular del mundo…
En los tiempos del Nuevo Testamento se consideraba al judaísmo como una “superstición bárbara”, a los judíos como “la raza más repelente”, y como “la pandilla de esclavos más despreciables”… Y los gentiles se burlaban de algunas de las costumbres judías y atribuían a la pereza la costumbre de descansar los sábados.
Por otra parte, algunas cosas de las que disfrutaban los judíos enfurecían a los gentiles. Era incomprensible que, siendo tan impopulares, los judíos tuvieran privilegios extraordinarios del gobierno romano: se les permitía aportar a Jerusalén el impuesto del Templo todos los años, dinero que promovía el contrabando de monedas; se les permitía, por lo menos hasta cierto punto, tener sus propios tribunales y vivir según sus leyes y además el gobierno romano respetaba la observancia judía del sábado y no les obligaba a cumplir trámites en ese día… Y por eso también estaban exentos del servicio militar. Se entiende pues con qué resentimiento vería el resto de la población estas exenciones…
También los acusaban de ateísmo porque les resultaba sumamente difícil concebir la posibilidad de una religión que no tuviera imágenes visibles de culto.
Pero la verdad era que, lo que más hacía que los judíos no les gustaran a los gentiles era no tanto su culto sin imágenes como su frío desprecio hacia todas las demás religiones. Esta actitud era una de las cosas en que estaba pensando Pablo cuando decía que los judíos desacreditaban el Nombre de Dios.
Era innegable que los judíos producían descrédito al Nombre de Dios; porque se encerraban en una comunidad rígida que excluía a todos los demás, y adoptaban una actitud de desprecio a la religión y de total insensibilidad a las necesidades de los no judíos.
La verdadera religión se manifiesta en un corazón y una puerta abiertos; mientras que el judaísmo los tenía cerrados.

Versículo para aprender:
Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad”
Romanos 2: 2




Lección nº 6:
JUSTIFICADOS POR GRACIA
Romanos 3: 1- 31

El rechazo al propósito de Dios para Israel
Romanos 3: 1- 8
Aquí Pablo sostiene una discusión sumamente difícil. Nos será de ayuda recordar que está hablando con un objetor imaginario.
No cabe duda de que Pablo creía que los judíos ocupaban una posición especial en el plan de Dios. Eso es, de hecho, lo que los judíos mismos creían. La diferencia está en que Pablo creía que esa posición especial era una responsabilidad; mientras que los judíos la consideraban un privilegio. En este pasaje Pablo hace referencia al hecho cierto de que Dios se había comunicado con ellos pronunciándose a partir de los Diez Mandamientos… Los judíos nunca consiguieron darse cuenta de que la elección especial de Dios era para una tarea especial y por lo tanto un compromiso
Pablo estaba seguro de que Dios tenía razón al condenar a los judíos; ocupaban un lugar especial y habían recibido promesas especiales; y por eso mismo su condenación había de ser mayor. La responsabilidad siempre es la otra cara del privilegio.
Pero no todos fueron infieles. Pablo nunca se olvidaba del resto fiel; y estaba completamente seguro de que ese resto fiel, aunque fuera muy pequeño en número, era el verdadero Israel…
Además Pablo sabía que el rechazo de Dios no era definitivo… La consecuencia de ese rechazo fue que se abrió la puerta a los gentiles; pero, al final, los gentiles harán volver a los judíos al redil, y judíos y gentiles serán una sola cosa en Cristo.
La tragedia de los judíos fue que rechazaron la gran tarea de la evangelización del mundo que les habría correspondido; y por tanto se les asignó a los gentiles, de forma que el plan de Dios se invirtió: no fueron los judíos los que evangelizaron a los gentiles, sino al revés; y este proceso todavía continúa.
Este pasaje contiene dos grandes verdades humanas universales de las que los judíos fueron un claro ejemplo:
a) La desobediencia es la raíz de todo pecado. La raíz del pecado de los judíos fue la desobediencia a la Ley de Dios que conocían; si no hubiera desobediencia no habría pecado.
b) Una vez que ha cometido un pecado, el ser humano despliega una habilidad extraordinaria para justificarse... Aquí tenemos un razonamiento que se presenta con frecuencia en el pensamiento religioso: el de que el pecado le da a Dios la oportunidad de demostrar al mismo tiempo su justicia y su misericordia, y es por tanto una cosa buena. En esta idea muchos judíos justificaban su natural tendencia a aquella desobediencia pecaminosa…

La naturaleza humana sin Cristo
Romanos 3: 9-18
En el pasaje anterior Pablo insistía en que, a pesar de todo, los judíos ocupan una posición especial en el plan de Dios. No nos sorprende que entonces se pregunte si eso quiere decir que los judíos les llevan ventaja a los demás pueblos… Y la respuesta de Pablo es que tanto los judíos como los gentiles, si están sin Cristo, están bajo el dominio del pecado. Hay una palabra interesante en este pasaje… En el v. 12 se usa la palabra griega ajeiroó, que quiere decir literalmente “dejar inútil”… La naturaleza humana sin Cristo es una cosa corrompida e inútil.
Pablo en los versículos 10-18 ensarta una serie de textos del Antiguo Testamento, no citándolos literalmente sino de memoria; incluye versículos de los Salmos 14:1-3; 5: 9; 140: 3; 10:7; Isaías 59:7s, y Salmo 36:1. Era frecuente en la predicación de los rabinos el ensartar textos así. Lo llamaban jaraz, que quería decir precisamente “ensartar perlas”; y es una descripción terrible de la naturaleza humana en su estado sin Cristo. Estos textos del Antiguo Testamento describen tres cosas: el carácter cuyas notas distintivas son la ignorancia, la indiferencia, la tortuosidad y la inutilidad; la lengua que se caracteriza por sus cualidades destructivas, mentirosas y maliciosas y la conducta que se manifiesta en la opresión, la injuria, la implacabilidad… Estos son los resultados de no tener en cuenta a Dios.
Nadie ha visto tan claramente como Pablo la maldad de la naturaleza humana; pero esto no era para él una llamada a la desesperación, sino un desafío a la esperanza. Pablo nunca le quitaba grandeza al poder redentor de Jesucristo y creía que la gente sin Cristo era mala, pero no demasiado mala para no salvarse… Estaba convencido de que lo que Cristo había hecho por él lo podía hacer por cualquier otro.

Justificados por Gracia
Romanos 3: 19- 26
La religión de los judíos contestaba que uno puede llegar a estar en la debida relación con Dios cumpliendo meticulosamente todo lo que manda la Ley; pero eso equivalía a decir sencillamente que nadie tiene la menor posibilidad de llegar a estar en la debida relación con Dios, porque nadie puede cumplir perfectamente todos los mandamientos de la Ley…
Pablo responde que la Ley sirve para que nos demos cuenta de la realidad del pecado. Sólo cuando conocemos la Ley e intentamos cumplirla nos damos cuenta de que eso es imposible. Entonces pareciera que imposible llegar a Dios…
Por eso Pablo dice que el camino que nos lleva a Dios no es el de la Ley, sino el de la Gracia. No por las obras, sino por la fe. Para ponérnoslo más claro, Pablo usa tres comparaciones:
a) Pone el ejemplo del tribunal, lo que llamamos justificación. En este ejemplo se piensa que el hombre se encuentra ante el tribunal de Dios y que obviamente frente a Dios es totalmente culpable… Y sin embargo Dios, en su infinita misericordia, le trata y le considera como si fuera inocente. Eso es lo que quiere decir justificación. Dios trata al malvado como si fuera bueno. Eso escandalizaba a los judíos hasta el colmo…
Y sabemos que esto es así porque Jesús lo ha dicho… Él vino a decirnos que Dios nos ama; aunque somos pecadores, seguimos siendo objetos de su amor… Cuando descubrimos eso y lo creemos, cambia radicalmente nuestra relación con Dios; ya no estamos aterrados ni alejados y sabemos que el Dios al que venimos es amor.
b) Pablo pone también el ejemplo del sacrificio; nos dice que Dios hizo que Jesús fuera el que ganara el perdón de nuestros pecados. La palabra griega que usa Pablo para describir a Jesús es hilastérion que quiere decir “propiciar”, y que se usa en relación con los sacrificios que en el Antiguo Testamento se ofrecían a Dios cuando uno quebrantaba la Ley, para que le librara del castigo…Por eso dice Pablo que Jesucristo, con su vida de obediencia y su muerte por amor, le ofreció a Dios el único sacrificio que puede expiar el pecado real y verdaderamente; e insiste en que lo que sucedió en la Cruz nos abre la puerta para que volvamos a estar en la debida relación con Dios, cosa que no puede hacer ningún otro sacrificio.
c) Pablo pone además el ejemplo de la esclavitud. Habla de la liberación que ha obrado Jesucristo. La palabra griega apolytrósis significa rescate, redención, liberación. Esto quiere decir que la humanidad estaba en poder del pecado, y Jesucristo es el único que la podía libertar.
Por último, Pablo dice que Dios hizo todo esto porque es justo, y acepta como justo al que cree en Jesús. Es lo más sorprendente que se puede decir jamás: quiere decir que Dios es justo, y que acepta al pecador como si fuera justo… Aquí tenemos la gran paradoja del Evangelio.
La diferencia fundamental entre la Ley y la Gracia es que la obediencia a la Ley se refiere a lo que el hombre puede hacer por sí mismo; mientras que la Gracia consiste en lo que Dios ha hecho por él.
Pablo hace hincapié en que nada que nosotros podamos hacer puede ganar el perdón de Dios; solamente lo que Dios ha hecho por nosotros puede hacerlo… El camino que conduce a la perfecta relación con Dios es la humilde y arrepentida aceptación del Amor y de la Gracia que Dios nos ofrece en Jesucristo.

El fin de los méritos humanos
Romanos 3: 27- 31
Pablo desarrolla aquí tres puntos:
Si el camino a Dios es el de la fe queda descartada toda presunción por méritos humanos. Pablo partía de la base de que todos los seres humanos somos pecadores y estamos en deuda con Dios, y que nadie puede llegar por su propio esfuerzo a estar en paz con Dios.
Pero un judío podría pensar que eso está muy bien para un gentil que no conoce la Ley; pero no para un judío que sí la conoce... A eso Pablo contesta que Dios es Uno (Deuteronomio 6:4); que no hay un Dios para los judíos y otros para los gentiles y por eso el camino a Dios es el mismo para judíos y gentiles.
Y en vez de anular el valor de la Ley, Pablo dice que esto lo que hace es dar más valor a la Ley porque ella es la que nos revela la imposibilidad de acercarnos a Dios por nuestros propios esfuerzos. Pero la Ley no queda anulada por esto, porque ahora debemos procurar ser buenos y cumplir la Ley de Dios, pero no ya porque tenemos miedo al castigo de Dios, sino porque nos damos cuenta de que debemos hacer todo lo posible para ser dignos de ese amor tan maravilloso. Así que ahora sabemos que el pecado no es quebrantar la Ley, sino quebrantar el corazón de Dios; y es, por tanto, mucho más terrible.
Hemos sido liberados de la esclavitud de la ley, pero eso no justifica el que vivamos de cualquier manera. Ya no podemos hacer las cosas buscando sólo nuestro gusto e interés material, porque lo que ahora nos mueve a la bondad es la ley del amor, a la que nos sentimos más obligados que antes a la ley del miedo.

Versículo para aprender:
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”
Romanos 3: 23- 24




Lección nº 7:
LOS VERDADEROS DESCENDIENTES DE ABRAHAM
Romanos 4: 1- 25

Creyendo a Dios
Romanos 4: 1-8
Los judíos consideraban a Abraham el patriarca de su raza y el dechado de todo lo que debe ser un hombre…
Pablo ha estado tratando de demostrar que lo que pone a un hombre en relación con Dios no es el cumplimiento de lo que establece la Ley, sino sencillamente la confianza que se manifiesta en una entrega incondicional creyendo que Dios tiene palabra y que nos sigue amando a pesar de que no hemos hecho nada para merecerlo. Entonces Pablo habla de Abraham y se coloca en un terreno que les era conocido a todos los judíos. Abraham ocupaba un puesto de honor en su pensamiento. Era el fundador de la nación. Fue el primer hombre con quien Dios se puso en contacto. Fue un hombre único, porque Dios le escogió, y porque escuchó, obedeció a Dios, y creyó que Dios tenía palabra; no se puso a discutir, ni a dudar, sino que se puso en camino sin saber adónde iba (Hebreos 11:8). Lo que le puso en relación con Dios no fue el haber cumplido meticulosamente los preceptos de una ley, sino el poner toda su confianza en Dios y estar dispuesto a dedicarle su vida… Para Pablo eso era la fe, y fue la fe de Abraham lo que hizo que Dios le considerara bueno.
Unos pocos, muy pocos, de los rabinos más avanzados pensaban así; pero la inmensa mayoría de los rabinos manipulaban la historia de Abraham para ponerla de acuerdo con sus creencias.
Sostenían que Abraham era el único justo de su generación, y por tanto Dios le eligió como patriarca de su pueblo escogido, y que había cumplido la Ley, que fue dada cientos de años después, por intuición o por anticipación; lo que resulta al menos absurdo…
Aquí tenemos otra vez la raíz de la escisión entre el legalismo judío y la fe cristiana. La idea básica de los judíos era que el hombre tiene que ganarse el favor de Dios; y la idea básica del Cristianismo es que lo único que puede 0hacer el hombre es creer que Dios tiene palabra, y jugárselo todo a que Dios cumplirá sus promesas. El razonamiento de Pablo, realmente incontestable, era que Abraham había entrado en relación con Dios, no por cumplir toda clase de preceptos legales, sino por dar crédito a la promesa de Dios, y obrar en consecuencia.
El descubrimiento supremo de la vida cristiana es que no tenemos que torturarnos en una batalla perdida para ganar el amor de Dios, sino que lo único que tenemos que hacer es aceptarlo con completa confianza. Es verdad que, después de eso, una persona de bien está obligada toda su vida a mostrarse agradecida por ese amor. Pero ya no es un criminal que trata de cumplir una ley imposible, sino un enamorado ofreciéndose entero al que le amó cuando no lo merecía.

Los verdaderos descendientes de Abraham
Romanos 4: 9-12
Para comprender este pasaje tenemos que entender lo importante que era la circuncisión para los judíos. Para ellos, si uno no estaba circuncidado no era judío, aunque lo fueran sus padres y antepasados.
Al respecto, destacando la circuncisión del mismo Abraham, Pablo hace un razonamiento contundente:
La historia del llamamiento de Abraham y de la bendición que Dios le dio está en Génesis 15:6; y la historia de la circuncisión de Abraham en Génesis 17:10 y ss… No fue circuncidado realmente hasta catorce años después de haber respondido a la llamada de Dios y entrado en aquella relación exclusiva con Dios. La circuncisión no fue la puerta de acceso a la relación con Dios, sino el signo y sello de que ya había entrado. El que se le contara como justicia no tenía nada que ver con la circuncisión, sino con su acto de fe.
De este hecho indiscutible Pablo saca dos conclusiones:
a) Abraham no es el padre de los meramente circuncidados, sino de los que hacen el mismo acto de fe en Dios que él hizo…. Es decir: que es el padre de todos los que en cualquier tiempo y lugar han creído la palabra de Dios como él, aunque no estén circuncidados.
Por ende todas las promesas de Dios son, no para la nación judía, sino para los que son descendientes de Abraham porque confían en Dios como él.
b) La inversa también es cierta. Uno puede ser judío de pura cepa y estar circuncidado, y sin embargo no ser descendiente de Abraham en el verdadero sentido. No tiene ningún derecho a llamar a Abraham su padre ni a reclamar las promesas de Dios a menos que emprenda la aventura de la fe que hizo Abraham.
Con un breve pasaje Pablo ha producido una sacudida en todo el pensamiento judío…Y ha dejado bien sentado el gran principio de que el camino a Dios no consiste en pertenecer a una cierta nación, ni en llevar en el cuerpo una señal; sino la fe que cree la Palabra de Dios, según la cual todo depende, no de los méritos del hombre, sino solamente de la Gracia de Dios.

La Ley, la Promesa y la Gracia
Romanos 4: 13-17
Dios le hizo a Abraham una promesa maravillosa. Le prometió que sería una gran nación, y que en él serían benditas todas las familias de la Tierra (Génesis 12:2 y ss.)... Y Dios le hizo esa promesa simplemente porque puso su confianza en Él. No la recibió por haber amontonado méritos cumpliendo los mandamientos de la Ley, sino como una gracia generosa en respuesta a su fe absoluta en Dios. La promesa, como lo vio Pablo, dependía exclusivamente de dos cosas: de la Gracia generosa e inmerecida de Dios, y de la perfecta fe de Abraham.
Pablo veía con absoluta claridad que la actitud judía había destruido totalmente la promesa. Y la razón era que no hay nadie que pueda cumplir perfectamente la Ley; por tanto, si la promesa depende de la observancia de la Ley, no se puede cumplir… Así antepone la Gracia a la Ley.
La palabra que usa Pablo para promesa es Epanguelía quiere decir una promesa que se hace generosamente y sin ninguna condición por la otra parte… Así pasa a considerar la Gracia… Un regalo de gracia es siempre algo que no se gana ni merece. La verdad es que nadie puede ganar el amor de Dios. Tenemos que encontrar nuestra gloria, no en lo que podamos hacer por Dios, sino en lo que Él ha hecho por nosotros.
Por otra parte lo que pasa con la ley es que siempre puede diagnosticar la enfermedad, pero no puede curarla. La Ley le dice a uno lo que está mal, pero no le ayuda a evitarlo. La consecuencia natural de la Ley es el juicio; y, mientras una persona viva en una religión cuyo principal componente sea la Ley, no puede verse a sí misma más que como un criminal ante el tribunal de Dios.
Y en cuanto se introduce la ley, la transgresión la sigue. No se puede quebrantar una ley que no existe… Así, si no hacemos más que introducir una ley, y si hacemos de la religión exclusivamente una cuestión de obedecer una ley, la vida se reduce a una cadena de transgresiones a la espera del castigo.
Así surge entonces la ira, que es producida por el incumplimiento de la Ley y como sustento del castigo.
Así es que Pablo pone ante los romanos dos caminos: uno es el del que trata de relacionarse debidamente con Dios mediante su propio esfuerzo; y el otro, el del que entra por la fe en una relación con Dios que ya existe por la gracia de Dios para que él pueda entrar con confianza.
Destacamos la misericordia divina hacia el pecador en una frase que no debería ningún cristiano jamás: Dios es “el Dios que llama a las cosas que no son, como si fuesen”, y por eso nos llama justos aunque seamos pecadores… Todo por Gracia.

Un Dios que hace posible lo imposible
Romanos 4: 18-25
En este pasaje, el pensamiento de Pablo vuelve a otro ejemplo sobresaliente de la disposición de Abraham a tomarle la palabra a Dios. La promesa de que todas las familias de la Tierra serían benditas en su descendencia se le dio a Abraham cuando ya era viejo. Su mujer, Sara, siempre había sido estéril; y entonces, cuando él tenía cien años y ella noventa (Génesis 17:17), les llegó la promesa de que tendrían un hijo. A todas luces parecía totalmente increíble e irrealizable, porque a él ya se le había pasado la edad de engendrar y a ella la de concebir y dar a luz. Pero, una vez más, Abraham le tomó la palabra a Dios, y de nuevo fue la fe lo que se le contó a Abraham por justicia.
Lo que puso a Abraham en relación con Dios fue el creer su palabra… Los rabinos judíos tenían un dicho que aquí cita Pablo. Decían: “Lo que está escrito de Abraham está escrito de sus hijos”... Querían decir que las promesas que Dios le hizo a Abraham se aplican también a sus descendientes. Por tanto, si lo que le puso en la debida relación con Dios fue estar dispuesto a dar crédito a su palabra, lo mismo nos sucederá a nosotros. No fueron las obras que la Ley mandaba, sino la fe que confía lo que estableció la relación que debe existir entre Dios y el hombre.
La esencia de la fe de Abraham en este caso fue que creyó que Dios puede hacer posible lo imposible. Mientras creamos que todo depende de nuestro esfuerzo no tenemos más remedio que ser pesimistas, porque la triste lección de la experiencia es que es muy poco lo que podemos lograr con nuestro esfuerzo. Cuando nos damos cuenta de que no es nuestro esfuerzo sino la Gracia y el poder de Dios lo que importa, entonces podemos ser optimistas, porque podemos creer que no hay imposibles para Dios.

Versículo para aprender:
Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe”
Romanos 4: 13




Lección nº 8:
ADÁN Y CRISTO
Romanos 5: 1- 21

Entereza, carácter, esperanza
Romanos 5: 1- 5
Aquí tenemos uno de esos grandes pasajes líricos de Pablo, en el que canta el íntimo gozo de su confianza en Dios. La confianza de la fe realiza lo que nunca podría conseguir el esfuerzo por producir las obras de la Ley: le da al hombre la paz con Dios. Hasta que vino Jesús, nadie podía sentirse realmente cerca de Dios. Sólo cuando nos damos cuenta de que Dios es el Padre de nuestro Señor Jesucristo entra en nuestra vida esa intimidad con Él, esa nueva relación que Pablo llama justificación.
Por medio de Jesús, dice Pablo, tenemos acceso a esta Gracia en la que nos sentimos seguros. La palabra que usa para acceso es prosagógué que es la palabra que se usa para introducir a una persona a la presencia de la realeza; y es también la palabra que se usa para el adorador que se acerca a Dios. Pero también hacía referencia al lugar donde atracan los barcos, puerto o muelle… Si la tomamos en este sentido, quiere decir que mientras tratemos de depender de nuestros propios esfuerzos nos encontramos a merced de las tempestades, como los marineros que luchan con un mar que amenaza tragárselos irremisiblemente; pero ahora que hemos oído la Palabra de Cristo, hemos llegado por fin al puerto de la Gracia de Dios, y conocemos la calma que viene de depender, no de lo que podemos hacer por nosotros mismos, sino de lo que Dios ha hecho por nosotros.
Gracias a Jesús tenemos entrada a la presencia del Rey de reyes y al puerto de la Gracia de Dios.
Pero Pablo sabía también que era muy difícil ser cristiano en Roma… Entonces dice que la oposición produce entereza… La palabra que usa para oposición es thlipsis, que quiere decir literalmente opresión; y la que usa para entereza es hypomoné, que es el espíritu que no se limita a resistir pasivamente, sino que vence activamente las pruebas y tribulaciones de la vida.
Pablo continúa diciendo que la entereza a su vez produce carácter… La palabra que usa para carácter es dokimé, que refiere al metal que ha pasado por el fuego de forma que ha quedado limpio de todo lo inferior. Así sostiene que cuando se sobrelleva la aflicción con entereza, se sale de la batalla más fuerte, más puro y más cerca de Dios.
Pablo agrega que el carácter produce esperanza... Si uno ha vivido la vida con valor, enfrentándose con las cosas hasta conquistarlas, entonces, cuando llega el desafío, lo sobrelleva con los ojos inflamados por la esperanza. El carácter que ha resistido la prueba siempre sale lleno de esperanza.
Luego Pablo hace una afirmación final y dice que la esperanza del cristiano nunca es vana porque está sostenida en el amor de Dios…
La esperanza que se pone en el amor de Dios no es ninguna ilusión; porque Dios nos ama con un amor eterno respaldado por un poder eterno.

La prueba del amor de Dios
Romanos 5: 6-11
Pablo da otro paso adelante. Gracias a Jesús ha cambiado nuestro situación frente a Dios. Aunque éramos pecadores, Jesús nos puso en la debida relación con Dios. Pero eso no es todo. No sólo había que cambiar nuestra situación; también había que cambiar nuestro estado. Un pecador salvado no puede seguir siendo pecador; tiene que hacerse bueno. La muerte de Cristo cambió nuestra situación; y su vida tras su resurrección cambia nuestro estado porque Jesús no está muerto, sino vivo; y está siempre con nosotros para ayudarnos y guiarnos, para llenarnos de su fuerza para que venzamos la tentación, para vestirnos con algo de su gloria…
El cambio de nuestra situación es la justificación; ahí es donde empieza todo el proceso de la salvación. El cambio de nuestro estado es la santificación que prosigue a la salvación, que no termina hasta que le veamos cara a cara y seamos como Él (1 Juan 3:2).
Pablo está seguro de que todo el proceso es una prueba del amor de Dios. A veces se presenta esta verdad como si por una parte estuviera un Dios airado y vengativo, y por otra un Cristo compasivo y amoroso; y como si Cristo hubiera hecho algo que obligó a Dios a cambiar de actitud. ¡Nada podría estar más lejos de la verdad! Nuestra salvación tiene su origen y realización en el amor de Dios. Jesús no vino a cambiar su actitud hacia los hombres, sino a mostrarles a éstos cómo es y ha sido siempre Dios. Vino para demostrar, sin lugar a dudas, que Dios es amor.

Por uno la muerte; y por Uno la Vida
Romanos 5: 12-21
No hay pasaje en todo en Nuevo Testamento que haya tenido más influencia en la teología que éste; ni que sea más difícil de entender para la mentalidad moderna. Es difícil, porque Pablo se expresa con dificultad. Notamos, por ejemplo, que la primera frase no termina, sino que se interrumpe a mitad del camino mientras Pablo persigue otra idea por otra vía. Y además, es que Pablo está pensando y expresándose en términos que eran corrientes y claros para los judíos de su tiempo, pero no para nosotros.
Si hubiéramos de encerrar el pensamiento de este pasaje en una sola frase escogeríamos la que Pablo pone al principio e interrumpe después: “Por el pecado de Adán toda la raza humana quedó contaminada de pecado y separada de Dios; pero por la justicia de Jesucristo toda la humanidad adquiere la justicia y vuelve a estar en la debida relación con Dios” (1 Corintios 15:21).
Hay que tener en cuenta dos ideas judías básicas para entender este pasaje:
En primer lugar sabemos que el judío no se consideraba a sí mismo individualmente, sino siempre como parte de una tribu, de una familia o de una nación, aparte de la cual no tenía una identidad real (tenemos un ejemplo en la historia de Acán en Josué cap. 7)… Así es como Pablo ve a Adán: no como un individuo, sino como el representante de toda la humanidad; y, como tal, su pecado fue el de todos los seres humanos.
A lo largo de la historia del pensamiento cristiano se han hecho esfuerzos para interpretar de diferentes maneras la conexión entre el pecado de Adán y el de la humanidad.
Existe la interpretación de que, lo que heredamos de Adán es la tendencia al pecado. Eso es cierto, sin duda; pero parece que no es lo que Pablo quiere decir porque no encajaría bien en su razonamiento.
Por eso tal vez a este pasaje haya que darle lo que se ha llamado “la interpretación realista”; es decir que, a causa de la solidaridad de la raza humana, toda la humanidad pecó de hecho en Adán. Esto no era ninguna idea rara para un judío, sino lo que creían de hecho los pensadores judíos.
La segunda idea sostiene que la muerte es la consecuencia directa del pecado. Los judíos creían que, si Adán no hubiera pecado, los seres humanos habríamos sido inmortales... En el pensamiento judío, el pecado y la muerte están íntimamente relacionados, y a eso es a lo que Pablo se está refiriendo como conclusión en los vs. 12 al 14:
Adán pecó porque quebrantó el mandamiento directo de Dios de no comer del fruto del árbol prohibido; y porque pecó, murió, aunque había sido creado inmortal. Pero la Ley no llegó hasta el tiempo de Moisés… Ahora bien: si no hay ley, no puede haber transgresión de la ley; es decir, pecado. Por tanto, los seres humanos que vivieron entre Adán y Moisés cometieron de hecho acciones pecaminosas, pero no se los podía considerar pecadores, porque no existía la Ley…. Pero a pesar de que no se les podía atribuir pecado, sin embargo morían… Entonces, ¿por qué morían? Esto era así porque habían pecado en Adán. El estar implicados en el pecado les producía la muerte, aunque no había una ley que pudieran quebrantar. De hecho, esa es la prueba para Pablo de que toda la humanidad pecó en Adán.
Pero esta misma concepción, que se puede usar para producir una visión desesperada de la situación humana, se puede usar también a la inversa para llenarla de un resplandor de gloria…
En esta situación entra Jesús. De la misma manera que todos los seres humanos estuvieron implicados en el pecado de Adán, todos están implicados en la obediencia de Jesús; y, de la misma manera que el pecado de Adán fue la causa de la muerte, la perfecta obediencia de Jesús conquista la muerte y da a los humanos la vida eterna.
El razonamiento triunfal de Pablo es que, como la humanidad estaba implicada en Adán y quedó por tanto condenada a muerte, así está ahora en Cristo, y queda absuelta para poder vivir…
Pero hay un asunto que no debemos descuidar: nuestra conexión con Adán es puramente física y no nos queda otra posibilidad que esa porque no resulta de nuestra elección… Pero nuestra conexión con Cristo es espiritual y voluntaria. La unión con Cristo es algo que uno puede aceptar o rechazar.
Para darnos una salida victoriosa a una vida abundante y de renovada relación con Dios, Cristo vino al mundo y murió por nosotros; y si bien esta relación es optativa y no impuesta como la que tenemos con Adán, la invitación a aceptar el Evangelio debe llegar a toda la raza humana; y esa es la misión de la Iglesia.
Sea lo que sea lo que digamos del razonamiento de Pablo, es absolutamente cierto que el pecado ha sumido al hombre en la ruina, y que Cristo le rescata.

Versículo para aprender:
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”
Romanos 5: 1




Lección nº 9:
MORIR PARA VIVIR
Romanos 6: 1- 23

Morir para vivir
Romanos 6: 1-11
Pablo sugiere una tácita conversación y se plantea el hecho de que si Dios perdona el pecado por Gracia, entonces alguien puede plantearse que el pecado es bueno porque promueve la Gracia de Dios… En respuesta a este probable planteo, tan fácil de darse en la mente pragmática y egoísta de algunos judíos, Pablo hace referencia al bautismo…
En la Iglesia Primitiva una persona mayor venía a Cristo individualmente, a menudo dejando atrás a la familia; y su bautismo estaba íntimamente relacionado con la confesión de fe. Una persona era bautizada cuando entraba en la Iglesia dejando el paganismo.
También su práctica era por inmersión total, como si enterraran su vieja vida…. Cuando salía del agua, era como si resucitara saliendo de la tumba. El bautismo quería decir simbólicamente morir y resucitar. La persona moría a una clase de vida y resucitaba a otra; moría para la vieja vida del pecado, y resucitaba a la nueva vida de la Gracia.
Cuando se convertía un pagano al judaísmo, tenía que hacer tres cosas: sacrificio, circuncisión y bautismo. El gentil entraba en la fe de Israel mediante el bautismo… El efecto de este bautismo se creía que era una total regeneración; al bautizado se le consideraba como un recién nacido aquel día. Se le perdonaban todos los pecados, y lo completo del cambio se veía en el hecho de que ciertos rabinos mantenían que el hijo que le naciera a un hombre después de su bautismo era su primogénito, aunque hubiera tenido otros en su vida anterior.
Cualquier judío entendería lo que decía Pablo acerca de la necesidad de que un bautizado fuera completamente nuevo… Y también los griegos: la única verdadera religión griega eran las religiones misteriosas, que ofrecían la liberación de los cuidados, las angustias y los temores; esta liberación se lograba mediante la unión con un dios, mediante un ritual de iniciación que significaba también dejar la vida vieja para vivir una nueva. Sabemos que en uno de aquellos misterios el que se iba a iniciar se llamaba moriturus, “el que va a morir”, y que se le enterraba hasta la cabeza en una zanja. Cuando ya había pasado la iniciación, se le hablaba como a un niño pequeño, y se le daba leche como a un recién nacido.
Cualquier griego que hubiera hecho estas experiencias comprendería sin dificultad lo que quería decir Pablo con aquello de morir y resucitar otra vez en el bautismo; y al hacerlo, llegar a ser uno con Cristo.
En este pasaje hay tres grandes verdades permanentes.
a) Es una cosa terrible el intentar comerciar con la misericordia de Dios convirtiéndola en una licencia para seguir pecando. En términos humanos sería tan despreciable como el que un hijo se creyera con derecho a defraudar a su padre porque sabe que éste le perdonará.
b) La persona que inicia el camino cristiano se compromete a una clase de vida diferente. Ha muerto para una clase de vida, y ha nacido de nuevo para otra… Para Pablo la conversión tiene que producir la mayor diferencia del mundo.
c) Pero hay más que un cambio de conducta en la vida de una persona que acepta a Cristo. Hay una verdadera identificación con Él. Es un hecho que no puede haber un cambio real de vida sin esa unión con Cristo. La persona está en Cristo…

Una manera de vivir
Romanos 6: 12-14
El pasaje anterior era la expresión de un místico acerca de la unión entre el cristiano y Cristo que se realiza en el bautismo; hablaba de la manera como debe vivir un cristiano, tan cerca de Cristo que se puede decir que vive en Él. Y ahora viene la exigencia práctica.
El Cristianismo no es una experiencia emocional, sino una manera de vivir. El cristiano no lo es para complacerse en una experiencia, por muy maravillosa que sea, sino para salir a vivir una cierta clase de vida entre los ataques y problemas del mundo. El Cristianismo no puede ser sólo una mera experiencia interior; tiene que ser una vida que se manifieste al mundo.
Cuando uno sale al mundo se tiene que enfrentar con una situación terrible: el pecado está buscando gente que induzca a otros a pecar con sus palabras o ejemplo... Es así que nos enfrentamos con la tremenda alternativa de convertirnos en instrumentos en las manos de Dios, o en las del pecado.
Un creyente inmaduro podría muy bien decir que hay decisiones que son demasiado difíciles, y que tal vez pueda fallar... La respuesta de Pablo es que no debemos desanimarnos ni desesperar porque ya no estamos bajo la Ley, sino bajo la Gracia… Ya no pensamos en Dios como un juez severo, sino como el que nos ama más allá de todas las cosas y no existe en todo el mundo una inspiración que se pueda comparar con la del amor.
La vida cristiana ya no es una carga que hay que soportar, sino un privilegio a cuya altura se puede vivir. Muchos han sido liberados del pecado, no por las normas de la ley, sino porque no habrían podido soportar el desilusionar, o fallar, o herir a una persona a la que amaban o que los amaba. En el mejor de los casos la ley nos sujeta por el temor; pero el amor nos redime inspirándonos para que seamos mejores de lo que hemos conseguido ser.
La inspiración del cristiano viene, no del miedo al castigo de Dios, sino de la contemplación de lo que Dios ha hecho por él a través de su amor...

Posesión exclusiva de Dios
Romanos 6: 15-23
Para cierto tipo de mentalidad, la doctrina de la Gracia gratuita es siempre una tentación a decir que si el perdón es tan fácil, entonces ¿por qué preocuparnos del pecado?...
Pablo se opone a eso con una imagen de la vida que los creyentes vivían antes de conocer a Cristo, como esclavos del pecado… Y así los enfrenta con la idea de sentirse esclavos de Dios, para una vida nueva.
Para entender esto tenemos que comprender el status de un esclavo. Literalmente, no se pertenecía a sí mismo en ningún momento, todo el tiempo le pertenecía a su amo. Esa es la imagen que Pablo tiene en mente... Les dice que hubo un tiempo cuando eran esclavos del pecado. El pecado era el dueño absoluto… Pero ahora han tomado a Dios como dueño, y Él tiene posesión absoluta de sus personas...
Pablo se disculpa por adoptar este ejemplo porque no le gusta comparar la vida cristiana con ninguna forma de esclavitud; pero lo que quiere decirnos es que el cristiano no puede tener más dueño que Dios. No puede darle a Dios una parte de su vida y otra parte al mundo…
Pablo advierte que Jesús no quiere seguidores que no se hayan parado a considerar el precio de seguirle... No se conforma con una ola de emoción; la Iglesia tiene el deber de presentar la fe en toda su riqueza, y las exigencias en toda su seriedad.
Entonces Pablo traza una diferencia entre la vida vieja y la nueva… La vida vieja se caracterizaba por la suciedad y la iniquidad. El mundo pagano era un mundo sucio que no conocía la compasión… En Roma, por ejemplo, los niños que no se querían, especialmente las niñas, literalmente se tiraban a la basura.
(Todas las noches había muchas tiradas en el foro. A algunas las recogían ciertos tipos repugnantes que regentaban burdeles y las criaban para emplearlas en ellos. Justino presenta a sus detractores paganos la posibilidad de que, en su inmoralidad, cuando fueran a un burdel de la ciudad, podría ser que les correspondiera su propia hija).
El mundo pagano era inicuo en el sentido de que la concupiscencia era la única ley, y el crimen producía más crimen; porque el pecado conduce al pecado; el libertinaje, al libertinaje. Una vez que se entra en el camino del pecado, se va cada vez más lejos.
La nueva vida es diferente: es la vida de la integridad. Los griegos definían la integridad como darles al hombre y a Dios lo que se les debe. La vida cristiana le da a Dios su lugar y respeta los derechos de las personas. El cristiano nunca desobedecerá a Dios ni usará a una persona humana para satisfacer su deseo de placer.
La vida cristiana conduce a la santificación. La palabra griega es haguiasmós. Todas las palabras griegas que terminan por asmós describen, no un estado, sino un proceso. La santificación es el camino que conduce a la santidad. Cuando una persona le entrega su vida a Cristo, eso no la hace perfecta instantáneamente; la lucha no ha terminado ni mucho menos; pero el Cristianismo siempre ha considerado más importante la dirección en que se marcha que la etapa particular que se ha alcanzado (Filipenses 3: 13-14).
Pablo termina con una gran frase que contiene una doble metáfora: “La paga del pecado es la muerte, pero el regalo gratuito e inmerecido de Dios es la Vida eterna”. Pablo usa dos palabras militares: Para paga usa la palabra opsónia, que quiere decir literalmente la paga del soldado, lo que se ha ganado arriesgando la vida y con mucho sudor y dolor… Y para regalo usa járisma, que es algo que no se ha ganado y que el soldado recibía en ocasiones especiales, como su cumpleaños, cuando el emperador repartía regalo en dinero por generosidad y gracia.
Así que Pablo dice que si se nos da lo que nos hemos ganado, no vamos a recibir nada más que la muerte; pero Dios nos da la Vida eterna por pura Gracia y generosidad, en el regalo supremo de Jesucristo…

Versículo para aprender:
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”
Romanos 6: 23




Lección nº 10:
LA TREMENDA MALDAD DEL PECADO
Romanos 7: 1- 25

Una nueva condición
Romanos 7: 1- 6
Este es un pasaje sumamente complicado y difícil de entender…
El pensamiento clave del pasaje se encuentra en la máxima legal de que la muerte cancela todos los contratos. Pablo empieza con una ilustración de esta verdad, y quiere usarla como símbolo de lo que le sucede al cristiano. Mientras está vivo su marido, una mujer no puede pertenecer a otro hombre sin cometer adulterio. Pero cuando muere su marido, el contrato matrimonial queda, por así decirlo, cancelado, y ella es libre para casarse con quien quiera.
Siguiendo esa alegoría Pablo habría podido decir que nosotros estábamos casados con el pecado; que el pecado ha muerto en la Cruz de Cristo, y que, por tanto, ahora somos libres para pertenecer a Dios. Parece que era eso lo que quería decir; pero la Ley se introdujo en la escena. Pablo podría haber dicho sencillamente que estábamos casados con la Ley; que la Ley ha dejado de existir por la Obra de Cristo, y que ahora somos libres para pertenecer a Dios. Pero, de pronto, algo cambia, y somos nosotros los que hemos muerto para la Ley.
¿Cómo puede ser eso? Por el bautismo, participamos de la muerte de Cristo. Eso quiere decir que, habiendo muerto, quedamos descargados de todas las obligaciones que teníamos con la Ley y somos libres para unirnos de nuevo, y esta vez nos unimos con Cristo. Cuando eso sucede, la obediencia cristiana ya no es algo impuesto externamente por un código escrito de leyes, sino una lealtad interior del espíritu a Jesucristo.
Pablo traza el contraste entre dos estados del hombre: sin Cristo y con Él. Antes de conocer a Cristo tratábamos de vivir obedeciendo un código escrito de leyes. Eso era cuando estábamos en la carne, que es la naturaleza humana aparte de la ayuda de Dios.
Pablo dice que, cuando nuestra naturaleza humana estaba separada de Dios, la Ley nos inducía al pecado, porque una cosa está prohibida, nos parece más atractiva. Cuando no teníamos más que la Ley, estábamos a merced del pecado.
Luego Pablo pasa a considerar el estado del hombre con Cristo. Cuando uno dirige su vida mediante la unión con Cristo, ya no lo hace por obediencia a un código de ley escrita que de hecho despierta el deseo de pecar, sino por la lealtad a Jesucristo en lo íntimo del espíritu y del corazón.
No la Ley, sino el Amor es el móvil de la vida del cristiano; y la inspiración del Amor puede hacerle capaz de lo que la imposición de la Ley era incapaz de ayudarle a hacer.

La tremenda maldad del pecado
Romanos 7: 7-13
Aquí empieza uno de los pasajes más maravillosos del Nuevo Testamento; y uno de los más conmovedores, porque Pablo nos presenta su propia autobiografía espiritual, descubriéndonos su corazón y alma.
Pablo está hablando de la torturadora paradoja de la Ley. En sí misma, es algo maravilloso y espléndido. La Ley es divina, y transmite la misma voz de Dios. Si una persona cumpliera perfectamente la Ley, estaría en perfecta relación tanto con Dios como con sus semejantes; por eso la Ley es buena... Es decir que está diseñada exclusivamente para nuestro supremo bien; su fin es hacer que el hombre sea bueno. Todo esto es cierto; y, sin embargo, es un hecho que esa misma Ley es el medio por el que el pecado se introduce en el hombre. ¿Cómo puede ser así?
La Ley define el pecado. El pecado sin la Ley, como dijo Pablo, no tiene existencia. Hasta que la Ley define algo como pecado, no se podía saber que lo fuera. Y entonces no es erróneo suponer que la Ley crea el pecado en el sentido de que lo define porque al presentar sus prohibiciones, crea el pecado.
Pero hay un sentido mucho más serio en el que la Ley produce el pecado... Una de las cosas raras de la vida es la fascinación de lo prohibido… Si ponemos algo en la categoría de lo prohibido, o fuera de los límites, inmediatamente ejerce fascinación; y en ese sentido, la Ley produce el pecado.
Pablo usa una palabra reveladora en relación con el pecado y dice “El pecado me sedujo”... Este proceso muestra la terrible naturaleza del pecado, porque toma una cosa, la Ley, que era santa y justa y buena, y la retuerce para que sirva para el mal... Eso es lo que hace el pecado: Puede tomar el encanto del amor, y convertirlo en lujuria; puede tomar el deseo honroso de independencia, y convertirlo en una obsesión de dinero y poder; puede tomar la belleza de la amistad, y usarla como seducción para cosas malas…El mismo hecho de que tomó la Ley y la convirtió en un puente para el pecado muestra la suprema maldad del pecado. Todo este proceso no es accidental; está diseñado para mostrarnos lo terrible que es el pecado, porque puede tomar las cosas más maravillosas y contaminarlas con su sucio contacto.

La situación humana
Romanos 7: 14- 25
Séneca llamaba a este sentimiento “nuestra indefensión en las cosas necesarias”, y decía que los hombres odian sus pecados y los aman al mismo tiempo…
Nadie conocía este problema mejor que los judíos. Lo planteaban diciendo que, en toda persona, hay dos naturalezas, a las que llamaban tendencia al bien y tendencia al mal; y estaban convencidos de que Dios había hecho al hombre con un buen impulso y con un mal impulso.
Había rabinos que creían que el mal impulso estaba en el embrión antes del nacimiento y estaba acechando toda la vida para destruir al hombre. Pero los judíos veían con la misma claridad, en teoría, que nadie tiene por qué sucumbir a ese mal impulso; que había ciertas cosas que guardarían al hombre de caer en el impulso malo, y una de ellas era la Ley…
También recurrían a la voluntad y la razón... Cuando atacaba el mal impulso, los judíos creían que la sabiduría y la razón lo podían derrotar; el estar ocupado en el estudio de la Palabra de Dios era su seguridad; la Ley era un argumento defensivo y en tales momentos se podía pedir la ayuda del buen impulso.
Pablo sabía todo eso; y también sabía que, si bien todo era cierto en teoría, no lo era en la práctica. Había cosas en la naturaleza humana, eso era lo que él quería decir con este cuerpo fatal, que respondían a la seducción del pecado. Es parte de la situación humana que conocemos el bien pero hacemos el mal, que nunca somos tan buenos como sabemos que debemos ser y que al mismo tiempo y a la vez nos atraen la bondad y la maldad.
Desde cierto punto de vista este pasaje se podría llamar el de las incapacidades:
a) Demuestra la incapacidad del conocimiento humano. Si el saber que una cosa es buena fuera el hacerla, la vida sería fácil. Pero el conocimiento solo no hace bueno a nadie... Esa es la diferencia entre religión y moral. La moral es el conocimiento de un código; la religión es el conocimiento de una Persona; y es sólo cuando conocemos a Cristo cuando podemos hacer lo que sabemos que debemos hacer.
b) Demuestra la incapacidad de las resoluciones humanas. El decidir hacer una cosa está muy lejos del hacerla. Tiene la naturaleza humana una debilidad radical en la voluntad. Se enfrenta con los problemas, con las dificultades y con la oposición... y falla. Cuando no recibe la fuerza de Cristo, la voluntad humana está abocada al fracaso.
c) Demuestra las limitaciones del diagnóstico. Pablo sabía muy bien lo que estaba mal, pero era incapaz de corregirlo. Era como un médico que sabe diagnosticar con toda seguridad una enfermedad, pero no puede prescribir la cura. Jesús es el único que no sólo diagnostica el mal sino que puede curarlo, y hacer que lo que está malo se ponga bueno. Lo que ofrece no es una crítica, sino una cura.

Versículo para aprender:
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”
Romanos 7: 25




Lección nº 11:
ENTRANDO A LA FAMILIA DE DIOS
Romanos 8: 1- 17

La nueva vida en el Espíritu
Romanos 8: 1- 4
Hay dos palabras que aparecen una y otra vez en este pasaje: carne (sarx) y espíritu (pneuma). No podremos seguir el razonamiento de Pablo a menos que entendamos el sentido que les da a estas dos palabras.
a) Sarx quiere decir literalmente carne. Una lectura de corrido de las cartas de Pablo nos bastaría para descubrir que usa esta palabra con mucha frecuencia y con un sentido especial, refiriéndose a mirar siempre las cosas desde el punto de vista humano, haciendo mención a la vieja manera de vivir de los cristianos… Está muy claro que Pablo no usa la palabra carne refiriéndose al cuerpo, como cuando nosotros hablamos de carne y hueso. Lo que quiere decir realmente es la naturaleza humana con todas sus debilidades y su vulnerabilidad al pecado. Se refiere a la parte de nuestra persona que le sirve de puente al pecado; es decir, nuestra naturaleza pecadora, aparte de Cristo; todo lo que nos ata al mundo en lugar de a Dios.
Tenemos que damos cuenta de que, cuando Pablo piensa en la clase de vida que está dominada por la carne, no está pensando exclusivamente en los pecados sexuales o corporales. Cuando da una lista de las obras de la carne en Gálatas 5:19-21, incluye los pecados sexuales y corporales, pero también la idolatría, el odio, la ira, la agresividad, las herejías, la envidia y el asesinato.
b) Está la palabra espíritu; en este solo capítulo aparece no menos de veinte veces. Esta palabra tiene, como la anterior, un trasfondo que le viene del Antiguo Testamento. En hebreo existe la palabra rúaj, que no quiere decir sólo espíritu, sino también viento y siempre tiene el sentido de algo poderoso, como un potente viento de tempestad y siempre contiene la idea de algo que es más que humano. El Espíritu, para Pablo, representa un poder divino.
Así es que Pablo dice en este pasaje que hubo un tiempo cuando el cristiano estaba a merced de su propia naturaleza humana pecadora y, en ese estado, la Ley era algo que le hacía pecar, de modo que iba de mal en peor, derrotado y frustrado. Pero, cuando se convirtió al Evangelio, vino a su vida el poder del Espíritu de Dios; y, en consecuencia, entró en una vida de victoria.
En la segunda parte del pasaje, Pablo habla del efecto de la Obra de Jesús en nosotros.
Recordemos que empezó este tema diciendo que todos pecamos en Adán. Ya hemos visto cómo la idea judía de la solidaridad le permitía afirmar que, literalmente, todos los seres humanos estamos implicados en el pecado de Adán y en su consecuencia, la muerte…
Pero esto tiene otra cara: Jesús ha venido a este mundo con una naturaleza puramente humana; y le ha ofrecido a Dios una vida de perfecta obediencia, de perfecto cumplimiento de su voluntad. Ahora bien: como Jesús era plenamente humano, de la misma manera que éramos uno con Adán somos ahora uno con Cristo; y de la misma manera que nos vimos involucrados en el pecado de Adán, ahora lo estamos en la perfección de Cristo.
En Cristo, la humanidad le ofreció a Dios la perfecta obediencia, lo mismo que en Adán le había ofrecido una desobediencia fatal. Los hombres que estaban antes involucrados en el pecado de Adán son ahora salvos porque están incluidos en la bondad de Cristo.

Dos maneras de vivir
Romanos 8: 5-I1
Pablo está presentando el contraste entre dos clases de vida: La vida que está dominada por la naturaleza humana pecadora, cuyo centro es el yo, cuya única ley es el propio deseo, que se apodera de lo que quiere en cuanto puede; y la vida controlada por el Espíritu de Dios… Como los seres vivos necesitan el aire para vivir, así el cristiano vive en Cristo. De la misma manera que está en nosotros el aire que respiramos, así también Cristo. El cristiano no tiene una mente propia; su mente es la de Cristo (1 Corintios 2:16). No tiene deseos propios: la voluntad de Cristo es su única ley. Está gobernado por el Espíritu, controlado por Cristo, centrado en Dios.
Estas dos vidas van en sentidos diametralmente opuestos.
La vida dominada por los deseos y las actividades de la naturaleza humana pecadora se dirige a la muerte. En el sentido más literal, no tiene futuro, porque se va alejando más y más de Dios.
La vida gobernada por el Espíritu, centrada en Cristo y orientada hacia Dios, se va acercando día a día al Cielo aun cuando sigue en la Tierra. Es una vida que es una marcha tan regular hacia Dios que la transición final de la muerte no es más que un paso más en el camino (Génesis 5:24).
Pablo sostiene que todos los seres humanos mueren porque están involucrados en la situación humana. Cuando entró en el mundo el pecado, le siguió la muerte como una consecuencia natural. Por tanto, es inevitable que los seres humanos mueran; pero los que están controlados por el Espíritu y tienen a Cristo en el corazón mueren para resucitar… El pensamiento fundamental de Pablo es que el cristiano está indisolublemente unido a Cristo. Ahora bien, Cristo murió y resucitó; y el que es uno con Cristo es uno con el Conquistador de la muerte y participa de su victoria. La persona controlada por el Espíritu y unida a Cristo va de camino a la vida; la muerte no es más que un interludio inevitable que hay que pasar en el camino.

Entrando a la familia de Dios
Romanos 8: 12-17
Pablo nos presenta otra gran alegoría de las suyas, con las que nos describe la nueva relación que tienen los cristianos con Dios. Dice que el cristiano es adoptado como hijo en la familia de Dios. Para entender la profundidad del sentido de este pasaje tenemos que saber algo de lo seria y complicada que era la adopción entre los romanos.
Lo que hacía de la adopción un asunto tan complicado y difícil era la patria potestad romana; es decir, la autoridad del padre sobre toda la familia. El padre tenía poder para disponer absolutamente de la familia; y, en los primeros tiempos, hasta de la vida o muerte. En relación con su padre, un hijo nunca alcanzaba la mayoría de edad; siempre estaba bajo la patria potestad, y era propiedad absoluta de su padre. Ya se comprende que esto convertía la adopción por otra familia en un paso difícil y serio. Por la adopción, una persona pasaba de estar bajo una patria potestad a estar bajo otra.
Pero aún nos interesan más para comprender la alegoría de Pablo las consecuencias de la adopción. Las principales eran cuatro:
1) La persona adoptada perdía todos los derechos que le hubieran correspondido en su vieja familia, y adquiría todos los de un hijo legítimo de la nueva familia. En el sentido legal más estricto, adquiría un nuevo padre;
2) Automáticamente quedaba constituido heredero de las propiedades de su nuevo padre. Aunque después le nacieran a éste otros hijos, eso no afectaba a sus derechos. Sería inalienablemente coheredero con ellos;
3) Para la ley, la vida anterior de la persona adoptada se borraba completamente. Por ejemplo: si tenía deudas, quedaban canceladas. Se le consideraba una nueva persona que empezaba una vida nueva sin la menor vinculación con el pasado; y
4) Para la ley era hijo de su nuevo padre en todos los sentidos.
Eso es lo que está pensando Pablo aquí. Y usa además otra figura de la adopción romana: dice que el Espíritu de Dios da testimonio a nuestro espíritu de que somos de veras hijos de Dios. La ceremonia de adopción se llevaba a cabo en presencia de siete testigos. Supongamos que el padre adoptante muriera, y se pusiera en duda el derecho a la herencia del hijo adoptivo; uno o más de los siete testigos se personaría y juraría que la adopción había sido genuina. Así quedaba garantizado el derecho de la persona adoptada. En nuestro caso, dice Pablo, es el mismo Espíritu Santo el que da testimonio de que Dios nos ha adoptado como sus hijos.
Para Pablo hubo un tiempo en el que estábamos bajo el control absoluto de nuestra naturaleza humana pecadora; pero Dios, en su misericordia, nos ha tomado como su exclusiva posesión. El pasado ya no tiene ningún derecho sobre nosotros; Dios es el único que tiene derecho absoluto. El pasado está cancelado, y las deudas borradas; empezamos una vida nueva con Dios, y somos herederos de todo lo que es suyo.
Ahora somos coherederos con Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios. Lo que Cristo hereda, nosotros lo heredamos también. Si Cristo tuvo que sufrir, nosotros también heredamos ese sufrimiento; pero como Cristo resucitó a la vida y a la gloria, nosotros también heredamos esa vida y gloria.
En esta alegoría de Pablo, cuando una persona llega a ser cristiana entra en la familia de Dios. No había hecho nada para merecerlo; Dios, el gran Padre, en su maravilloso amor, ha tomado al perdido, indigente, desahuciado y endeudado pecador, y le ha adoptado en su familia, de forma que sus deudas han quedado canceladas, y hereda la gloria.

Versículo para aprender:
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”
Romanos 8: 1




Lección nº 12:
TODO ES OBRA DE DIOS
Romanos 8: 18- 30

Una gloriosa esperanza
Romanos 8: 18-25
Pablo ha estado hablando de la gloria de la adopción en la familia de Dios, y ahora vuelve al estado turbulento del mundo presente. Traza un gran cuadro. Habla con visión poética. Ve a toda la naturaleza esperando la gloria que será. Por el momento, la creación está sometida a la esclavitud de la muerte.
En el mundo se marchita la belleza y se aja el encanto; es un mundo caduco, pero en espera de la liberación y la realización.
Para pintar este cuadro, Pablo estaba usando ideas que cualquier judío podría reconocer y entender. Habla de la edad presente y de la gloria que se manifestará. El pensamiento judío dividía la historia del tiempo en dos secciones: la edad presente y la edad por venir. La edad presente era totalmente mala, sometida al pecado, a la muerte y a la corrupción. Pero alguna vez llegaría el Día del Señor. Sería un día de juicio en el que se sacudirían hasta los mismos cimientos del mundo; pero de su ruina surgiría un nuevo mundo.
El sueño de un mundo renovado les era muy querido a los judíos. Pablo lo sabía y aquí, por así decirlo, dota a la creación de sensibilidad. Concibe la naturaleza esperando anhelante el día en que será quebrantado el dominio del pecado, y la muerte y la corrupción habrán pasado, y vendrá la gloria de Dios. Con un detalle de imaginación poética, dice que el estado de la naturaleza era aún peor que el de los seres humanos; porque éstos habían pecado deliberadamente; pero aquélla había sido sojuzgada involuntariamente. Inconscientemente se había visto involucrada en las consecuencias del pecado humano. Y aquí Pablo, con visión poética, contempla a la naturaleza esperando la liberación de la muerte y de la corrupción que ha traído al mundo el pecado humano.
Pablo luego pasa a considerar la ansiedad humana. En la experiencia del Espíritu Santo los hombres tienen un anticipo, un primer plazo de la gloria que ha de ser; ahora anhelan con todo el corazón la plena realización del significado de su adopción en la familia de Dios. La manifestación final de esa adopción será la redención del cuerpo. Pablo no pensaba que la criatura humana en su estado de gloria sería un espíritu sin cuerpo. En este mundo, el hombre es un cuerpo y un espíritu; en el mundo de la gloria, el hombre será salvo en su totalidad.
Pero su cuerpo ya no será la víctima de la muerte y el instrumento del pecado, sino un cuerpo espiritual apto para la vida del hombre espiritual.
Entonces viene el gran dicho: “Somos salvos por esperanza”. La verdad resplandeciente que iluminaba la vida para Pablo era que la situación humana no es desesperada. Pablo no era pesimista; veía el pecado humano y el estado del mundo; pero veía también el poder redentor de Dios. Por lo tanto, lo veía todo con esperanza, como una anticipación de la liberación, la renovación y la recreación que obrarán la gloria y el poder de Dios.
En el versículo 19 se usa una palabra maravillosa: expectación… En griego es apokaradokía, que describe la actitud del que adelanta la cabeza y aguza la mirada escrutando el horizonte para descubrir en la distancia las primeras señales del amanecer de la gloria. Para Pablo la vida no era una fatigosa y frustrante espera, sino una expectación gozosa y trepidante. El cristiano no vive solamente en este mundo: ¡también vive en Cristo! No mira solamente a las cosas de este mundo, sino también hacia Dios. Además de las consecuencias del pecado humano, ve también el poder, la misericordia y el amor de Dios. Por tanto, la clave de la vida cristiana es siempre la esperanza y nunca la desesperación porque el cristiano espera, no la muerte, sino la vida.

Todo es obra de Dios
Romanos 8: 26-30
Los primeros dos versículos forman uno de los pasajes más importantes que encontramos en el Nuevo Testamento acerca de la oración. Pablo dice que, por nuestra debilidad, no sabemos qué es lo que debemos pedir; pero que las oraciones que nosotros deberíamos hacer las hace por nosotros el Espíritu Santo.
Hay dos razones muy obvias por las que no podemos orar como debiéramos. La primera es porque no podemos predecir el futuro, y por tanto, puede que pidamos ser librados de cosas que serían para nuestro bien, y que se nos concedan otras que nos causarían la ruina. Y en segundo lugar, no podemos orar como es debido porque, en una situación dada, no sabemos qué es lo que más nos conviene.
No podemos saber cuáles son nuestras verdaderas necesidades, ni abarcar con nuestras mentes finitas todo el plan de Dios; en última instancia, todo lo que podemos dirigir a Dios es un suspiro inarticulado que el Espíritu Santo traducirá por nosotros.
Pablo veía que la oración, como todo lo demás, es cosa de Dios. Pablo veía que al hombre no le es posible justificarse por su propio esfuerzo; y también sabía que no puede el hombre, por mucho que quiera forzar su inteligencia, saber lo que tiene que pedirle a Dios. En última instancia, la oración perfecta es decir sencillamente: “Padre, hágase Tu voluntad y no la mía”.
Pero Pablo sigue adelante. Dice que los que aman a Dios, y que han sido llamados conforme a su propósito, saben muy bien que Dios combina todas las cosas para su bien… No tenemos que ser muy viejos para mirar atrás y ver que las cosas que considerábamos desastrosas resultaron a nuestro favor; y las que nos causaron una desilusión luego resultaron una bendición.
Pero tenemos que advertir que esa experiencia no les sucede más que a los que aman a Dios…
Los estoicos enseñaban que el deber de todo hombre era la aceptación de la voluntad de Dios. El que aceptaba las cosas que Dios le enviaba experimentaba la paz. Si las resistía, estaba “machacándose la cabeza” inútilmente contra el propósito ineludible de Dios… Y Pablo tiene la misma idea: dice que todas las cosas colaboran para el bien, pero sólo de los que aman a Dios. Si una persona ama y confía y acepta a Dios, si está convencida de que Dios es el Padre infinitamente sabio y amoroso, entonces puede aceptar todo lo que le manda Dios…
Pero si uno no ama a Dios ni confía en Él, se quejará de lo que le sucede y peleará contra la voluntad de Dios.
Sólo al que ama a Dios y confía en Él todas las cosas ayudan para bien, porque para él vienen de un Padre que siempre obra bien y con sabiduría, amor y poder que son perfectos.
Pablo va más lejos; pasa a hablar de la experiencia espiritual de cada cristiano…
Este es un pasaje que desgraciadamente se ha usado mal. Si hemos de llegar a entenderlo, tenemos que reconocer el sencillo hecho de que Pablo nunca se propuso que fuera una formulación teológica o filosófica; lo que quería era que fuera una expresión casi lírica de la experiencia cristiana. Si lo tomamos como filosofía o teología y le aplicamos las leyes de la fría lógica, querrá decir que Dios escogió a unos y no a otros. Y no es eso lo que quiere decir…
Pablo piensa en la experiencia cristiana. Cuanto más la considera un cristiano más se convence de que él no tuvo nada que ver con ello y que todo es cosa de Dios. Jesucristo vino a este mundo, vivió, fue a la Cruz, resucitó… Nosotros no hicimos nada para que todo eso sucediera; es la Obra de Dios. Nosotros oímos la historia de este amor maravilloso. No la hicimos; solamente la recibimos. El amor despertó en nuestros corazones; vino la convicción de pecado, y con ella la experiencia del perdón y de la salvación. No lo realizamos nosotros; todo es de Dios. Eso es lo que Pablo está pensando aquí.
El Antiguo Testamento usa la palabra conocer de una manera iluminadora (Oseas 13:5; Amós 3:2…). Cuando la Biblia dice que Dios conoce a un hombre, quiere decir que tiene un propósito y un plan y una tarea para él. Y cuando miramos hacia atrás y pensamos en nuestra experiencia cristiana, todo lo que podemos decir es que Dios es el que lo hizo todo... Y sabemos muy bien que eso no es negar nuestra libertad. Dios conocía a Israel; pero llegó el día cuando Israel rechazó el destino que Dios le había asignado. La dirección invisible de Dios está en nuestra vida; pero en cualquier momento podemos rechazarla y seguir nuestro propio camino.
Eso es lo que Pablo quiere decir aquí: que Dios nos ha elegido para la salvación desde el principio del tiempo; que a su debido tiempo nos llamó; pero el orgullo del corazón humano puede estropear el plan de Dios, y la desobediencia de la voluntad del hombre puede rechazar la invitación de Dios.

Versículo para aprender:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”
Romanos 8: 28




Lección nº 13:
EL AMOR QUE ES EN CRISTO JESÚS
Romanos 8: 31- 39

Nada nos separará del amor de Dios…”
Romanos 8: 31-39
Este es uno de los pasajes más líricos del apóstol Pablo.
En el versículo 32 hay una maravillosa alusión que impactaría a cualquier judío que conociera bien el Antiguo Testamento…
Las palabras que usa Pablo refiriéndose a Dios son las mismas que Dios usó acerca de Abraham, que le demostró su lealtad a ultranza cuando estuvo dispuesto a sacrificarle a su propio hijo único Isaac cuando Dios se lo mandó (Génesis 22:12).
De la misma manera que Abraham fue tan leal a Dios que estuvo dispuesto a sacrificarle lo más precioso que tenía, Dios es tan leal a los hombres que estuvo dispuesto a sacrificar a su propio Hijo único por ellos.
Los versículos 33 al 35 nos dicen que Dios nos ha declarado no culpables. Entonces, ¿quién nos puede condenar?
Y la respuesta es que Jesucristo es el Juez de toda la humanidad, el único que tiene derecho a condenar; pero, lejos de condenarnos, está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros; así que estamos a salvo.
Puede que Pablo esté diciendo algo muy maravilloso en el versículo 34. Está diciendo cuatro cosas acerca de Jesús:
a) Que murió
b) Que resucitó
c) Que está a la diestra de Dios
d) Que allí intercede por nosotros.

Tres afirmaciones de la declaración de fe de Pablo coinciden con las del credo de la Iglesia Primitiva: que Jesús murió, que resucitó y que está sentado a la diestra de Dios.
Pero la cuarta es diferente: para Pablo Jesús está a la diestra de Dios defendiéndonos como nuestro Abogado.
Es como si Pablo dijera: “Creéis que Jesús es el Juez que está ahí para condenaros; y bien pudiera, porque tiene derecho. Pero os equivocáis. No está ahí como Fiscal, sino como Abogado encargado de nuestra defensa”…
En un tremendo salto de pensamiento, Pablo contempla a Cristo, no como Juez, sino como defensor, por amor, de las almas de los hombres.
Y esta es una idea que debemos no sólo destacar, sino que también debemos incorporar al dogma de nuestra fe por su importancia: la idea de la Gracia como el único camino para la Salvación del hombre, se completa en la obra que, sumada a su obra en la tierra, Cristo desarrolla frente al Padre en la eternidad. Él es nuestro Abogado; más: Él da testimonio ante el Padre de nuestra fe.

Y luego, con fervor de poeta Pablo prosigue diciendo que nada nos puede separar del amor de Dios que se nos ha manifestado nuestro Señor Resucitado.
a) Ni la aflicción, ni las penalidades de la vida, ni el peligro nos pueden separar (versículo 35). Los desastres del mundo no separan de Cristo al que es suyo, sino le acercan más a Él.
b) En los versículos 38 y 39 Pablo hace una lista de cosas terribles.

-Ni la vida ni la muerte nos pueden separar de Cristo.
En la vida, vivimos con Cristo; en la muerte, morimos con Él; y como morimos con Él, también resucitamos con Él.
La muerte, lejos de ser una separación, es solamente un paso hacia una más íntima unión; no es el final, sino la puerta que nos da acceso a la presencia de Jesucristo.

-Los poderes angélicos no nos pueden separar de Él.
En aquel tiempo, los judíos habían desarrollado mucho la creencia en los ángeles, aunque pensaban que los ángeles no querían a los hombres…
Así es que Pablo, haciéndose eco de las ideas de su tiempo, dice que “ni siquiera los mezquinos y celosos ángeles nos pueden separar del amor de Dios, por mucho que lo intenten”

-No hay época de la Historia que nos pueda separar de Cristo. Pablo habla de cosas presentes y cosas por venir...

-Ninguna influencia maligna nos separará de Cristo.
Pablo menciona específicamente altura y profundidad. Son términos de astrología.
El mundo antiguo estaba obsesionado con la idea de la tiranía de las estrellas. Creían que todas las personas nacemos bajo una cierta estrella que decide nuestro destino (Todavía hay algunos que creen en la influencia de las estrellas)…

-Ni ningún otro mundo nos podrá separar de Dios.
La palabra que usa Pablo para otro es héteros, que significa realmente diferente.
Está diciendo que si, inexplicablemente, como por arte de magia, nos encontráramos en otro mundo totalmente diferente de éste, aun allí estaríamos a salvo; seguiría envolviéndonos el amor de Dios.

Aquí tenemos una visión que despeja toda soledad y todo temor. En Jesucristo se hace realidad la seguridad que anunciaba proféticamente el salmo 27: “El Señor es mi luz y mi salvación. ¿De quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida. ¿De quién he de atemorizarme?”.

Versículo para aprender:
...Ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”
Romanos 8: 38b




Lección nº 14:
EL PROBLEMA DE LOS JUDÍOS
Romanos 9: 1- 6

Introducción
En los capítulos 9 al 11 Pablo se enfrenta con uno de los problemas más desconcertantes que se le presentan a la Iglesia Cristiana: el problema de los judíos.
Los judíos eran el pueblo escogido de Dios; habían ocupado un lugar exclusivo en el propósito de Dios; y sin embargo, cuando vino al mundo el Hijo de Dios, le rechazaron y le crucificaron. ¿Cómo se puede explicar esta trágica paradoja? Este es el problema que Pablo trata de resolver en estos capítulos, complicados y difíciles.
Hay algo que debemos tener presente antes de empezar a desentrañar el pensamiento de Pablo, y es que estos capítulos no se escribieron con ira, sino con profundo dolor de corazón. Pablo no podía olvidar que era judío, y estaba dispuesto a dar su vida para traer a sus hermanos de raza a Jesucristo.
Pablo no niega nunca que los judíos eran el pueblo escogido. Dios los había adoptado como propios; les había dado los pactos, el culto del Templo y la Ley; les había concedido la presencia de Su misma gloria, y les había dado los patriarcas.
Pero, sobre todo, Jesús era judío, de la tribu de Judá, como estaba profetizado. Pablo acepta como axioma en toda esta cuestión que los judíos ocupaban un lugar especial en la economía de la Salvación.
Lo primero que Pablo aclara en su argumento es que, si bien es cierto que los judíos, como nación, rechazaron y crucificaron a Jesús, también lo es que no todos los judíos le rechazaron; algunos Le recibieron y creyeron en Él, porque todos los primeros seguidores de Jesús eran judíos.
Pablo repasa la historia, e insiste en que lo que hace que un hombre sea judío no es el ser descendiente de Abraham.
Además, el verdadero pueblo escogido nunca era toda la nación, sino un resto fiel, unos pocos que eran leales a Dios cuando todos los demás le negaban.
Sin embargo, el que Israel fuera rechazado no fue insensible ni caprichoso. Se le cerró la puerta a Israel para que pudiera abrírsele a los gentiles.
El error fundamental de los judíos fue que intentaron llegar a la perfecta relación con Dios por su propio esfuerzo. Trataron de ganarse la Salvación; mientras que los gentiles se limitaron a aceptar con perfecta confianza lo que Dios les ofrecía. Los judíos se aferraron al mérito humano de la obediencia a la Ley; se lo jugaron todo a sus obras; pero deberían haber sabido que el camino que conduce a Dios es el de la fe, porque ya se lo habían dicho los profetas.
Por tanto, Pablo se vuelve ahora a los gentiles. Les dice que no caigan en el orgullo… No merecieron la Salvación más que los judíos; de hecho, dependen de los judíos, porque no son más que ramas injertas: la raíz y el tronco son el pueblo de Israel. El que fueran elegidos y los judíos rechazados no debe producir orgullo en el corazón de los gentiles, porque si no ellos también serán rechazados.
¿Acaban aquí y así las cosas? ¡De ninguna manera! Para Pablo el propósito de Dios es que los judíos sientan envidia de la relación que los creyentes gentiles tienen con Él, y eso los mueva a anhelar esa salvación… Así que, al final, tanto los judíos como los gentiles se salvarán.
La gloria se encuentra al final del argumento de Pablo. Empezó diciendo que algunos eran aceptados y otros rechazados; per acaba diciendo que la voluntad de Dios es que todos se salven (1 Timoteo 2:4).

El dolor de Pablo
Romanos 9: 1-6
Pablo empieza intentando explicar el que los judíos rechazaran a Jesús como Mesías; y empieza, no con rabia, sino con angustia; no en una tempestad de airada condenación, sino con el dolorido sentir de un corazón quebrantado. Pablo compartía el sentimiento del Dios al que amaba y servía: odiaba el pecado, pero amaba al pecador. Nadie ni siquiera empezará jamás a intentar salvar a nadie a menos que empiece por amarle. Pablo veía a los judíos, no como culpables a los que había que azotar con ira, sino como personas a las que había que anhelar con amor.
De buena gana habría dado Pablo su vida si así hubiera podido ganar a los judíos para Cristo. Dice que, por amor a sus hermanos, estaría dispuesto a que cayera sobre él la maldición de Dios si así se pudiera remediar algo. La palabra que usa es anáthema, que es una palabra terrible. Cuando algo era anatema, estaba bajo maldición; estaba consagrado para una destrucción total. Cuando se tomaba una ciudad pagana, todo lo que había en ella se destruía totalmente porque estaba contaminado (Deuteronomio 3:6; 2:34: Josué 6:17; 7:1-26)…
La cosa más amada que Pablo tenía en su vida era la seguridad de que nada le podía separar del amor de Dios en Jesucristo; pero, si así podían salvarse sus hermanos, estaba dispuesto a perderla.
Aquí tenemos una vez más la gran verdad de que el que quiera salvar al pecador tiene que empezar por amarle. Cuando un hijo o una hija han hecho algo por lo que merece castigo, muchos padres y madres cargarían con gusto con el castigo si pudieran.
Eso fue lo que sintió e hizo Cristo. Pablo también tenía el mismo sentimiento. Si hemos de ser instrumentos para la Salvación de otros, eso es lo que debemos sentir.
Pablo no negó ni por un momento que los judíos ocupaban un lugar especial en la economía de Dios. Y enumera sus privilegios:
a) En un sentido especial eran hijos de Dios, especialmente elegidos y adoptados en la familia de Dios (Deuteronomio 14:1; 32:6; Éxodo 4:22; Oseas 11:1). La Biblia está llena de esta idea de la especial relación filial de Israel con Dios, que el pueblo rehusó aceptar hasta las últimas consecuencias.
b) Israel tenía la gloria. Era el divino esplendor de luz que descendía cuando Dios visitaba a su pueblo (Éxodo 16:10; 24:16s; 29:43; 33:18-22). Israel había visto la gloria de Dios, y sin embargo le había rechazado. A nosotros se nos ha concedido contemplar la gloria del amor y la Gracia de Dios en el rostro de Jesucristo, y sería terrible que escogiéramos el camino del mundo.
c) Israel tenía los pactos. Un pacto es la relación en que entran dos personas, un acuerdo de interés mutuo, un compromiso de amistad recíproca. Una y otra vez Dios se había acercado al pueblo de Israel y había entrado en una relación especial con él. Lo hizo con Abraham, Isaac y Jacob, y en el monte Sinaí cuando dio la Ley.
d) Israel tenía la Ley. No podía pretender ignorar la voluntad de Dios, porque Dios le había dicho cómo quena que viviera. Si Israel pecaba, lo hacía a sabiendas y no por ignorancia; y el pecado consciente es el peor de todos.
e) Israel tenía el culto del Templo. El culto es, en esencia, el acercamiento del alma a Dios; y Dios había dado a los judíos en el culto del Templo una manera para que se acercaran a Él. Si estaba cerrada la puerta de acceso a Dios eran ellos los que la habían cerrado.
f) Israel tenía las promesas. No podía decir que no conocía su destino. Dios les había dado a conocer la tarea y el privilegio que les tenía reservado en su propósito. Sabían que estaban destinados para grandes cosas en la economía de Dios.
g) Israel tenía a los patriarcas. Tenía una tradición y una historia; y no hay mayor miseria que la del que se atreve a ser infiel a su tradición y avergonzarse de la herencia que ha recibido.
h) Y aquí viene la culminación: de Israel vino el Mesías, el Ungido de Dios. Todo lo demás había sido la preparación; y sin embargo, cuando vino, le rechazaron.
La tragedia de Israel consistió en que Dios le había preparado para el día de la venida de su Hijo, y toda aquella preparación resultó frustrada. No es que fuera quebrantada la Ley de Dios, sino que su amor fue desdeñado. No es la ira de Dios la que se oculta tras las palabras de Pablo, sino el corazón quebrantado de Dios.

Versículo para aprender:
Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne”
Romanos 9: 3




Lección nº 15:
HIJOS DE LA PROMESA
Romanos 9: 7- 29
La elección de Dios
Romanos 9: 7-13
El que los judíos rechazaran y crucificaran a Jesús, el Hijo de Dios, ¿quiere decir que el propósito de Dios quedó frustrado, y fracasado su plan? Pablo está convencido de que eso no puede ser. De hecho, no todos los judíos rechazaron a Jesús; algunos le aceptaron, porque no cabe duda que todos sus primeros seguidores eran judíos, lo mismo que Pablo.
Según Pablo no es la mera descendencia física la que cuenta, sino la selección, la elección de Dios.
Como demostración de esta verdad cita Pablo dos ejemplos de la historia de Israel, y los refuerza con citas bíblicas:
a) Abraham tuvo dos hijos: Ismael, que le nació de la esclava Agar, e Isaac, que tuvo con su esposa Sara. Los dos eran igualmente descendientes de Abraham. Cuando les nació Isaac, Abraham y Sara eran ya de edad avanzada; tanto es así que, humanamente hablando, ya era imposible que tuvieran un hijo. Cuando Isaac era muchacho, un día Ismael se burló de él; a Sara le dio tanta rabia, que le pidió a Abraham que echara de casa a la esclava y a su hijo, para que Isaac fuera el único heredero. Abraham no quería; pero Dios le dijo que lo hiciera, porque sería la descendencia que tuviera a través de Isaac la que preservaría su nombre (Génesis 21:12). Ahora bien: Ismael había nacido por un proceso humano natural, mientras que Isaac había nacido en cumplimiento de la promesa de Dios (Génesis 18:10-14).
Fue al hijo de la promesa al que se le concedió transmitir la herencia de la elección de Dios. Aquí tenemos la prueba de que no todos los descendientes naturales de Abraham se pueden considerar elegidos. Y dentro de la nación siguió manifestándose la selección y elección de Dios.

b) Pablo pasa a citar otro ejemplo. Cuando Rebeca, la mujer de Isaac, estaba embarazada, Dios le hizo saber que iba a tener mellizos que serían los patriarcas de dos naciones; pero que, en el tiempo venidero, el que naciera primero serviría y estaría sometido al segundo (Génesis 25:23). Cuando nacieron los mellizos, Esaú nació el primero, y sin embargo la elección de Dios recayó en Jacob; y fue por la línea de Jacob por la que Dios siguió llevando a cabo su plan.

Pablo sostiene que ser judío es más que formar parte de la descendencia física de Abraham; que el pueblo escogido no es meramente la suma de los descendientes de Abraham, sino que en esa familia se lleva a cabo un proceso de selección a lo largo de la historia.
Hasta aquí, un judío aceptaría el argumento de Pablo. Los árabes son los descendientes de Ismael, que fue hijo de Abraham; pero a los judíos no se les pasaría por la cabeza decir que los árabes pertenecían al pueblo escogido.
Pero Pablo añade que esa selección no se basa en las obras ni en el mérito. La prueba está en que Jacob fue elegido y Esaú rechazado antes de que naciera ninguno de los dos, cuando estaban en el seno materno.
Este argumento sigue siendo válido y concluyente para un judío. Y hasta para nosotros, una gran verdad surge del corazón de este argumento: Todo es de Dios; detrás de todo está su obrar; aun las cosas que parecen arbitrarias y fortuitas tienen en Él su origen. Nada en el mundo va a la deriva.

La Voluntad soberana de Dios
Romanos 9: 14-18
Ahora Pablo sale al paso de las preguntas y objeciones que surgen en nuestra mente. Ha dicho que el proceso de selección y elección ha seguido su curso a lo largo de la historia de Israel; ha hecho hincapié en el hecho de que la elección no se basa en ningún mérito humano, sino exclusivamente en la voluntad de Dios.
Nuevamente cita dos ejemplos para demostrar su afirmación, y los refuerza con citas bíblicas. El primer ejemplo está tomado de Éxodo 33:19. Moisés está pidiendo una prueba definitiva de que Dios está realmente con el pueblo de Israel. La respuesta de Dios es que Él tendrá misericordia de los que tenga misericordia; es decir, le dice a Moisés que confíe y deje la cosa en sus manos, porque Él sabe lo que hace… Y el otro ejemplo está tomado de la batalla para la liberación de la esclavitud de Egipto y el poder del Faraón. La primera vez que Moisés fue a pedir la libertad, advirtió a Faraón que Dios le había colocado en el escenario de la historia para demostrar su divino poder y servir de ejemplo a la humanidad de lo que sucede a los que se oponen a Dios (Éxodo 9:16). Pero esto no quiere decir que Faraón no fuera más que una marioneta. Dios le advirtió, pero Faraón escogió no hacer caso.
Cuando llegamos al fondo de la cuestión, vemos que conserva una gran verdad. Es imposible pensar en la relación entre Dios y el hombre en términos de justicia, entendida ésta en los términos de nuestra experiencia humana limitadísima. El hombre no puede nunca tener ningún derecho ante Dios. La criatura no puede pretender nada ante el Creador. Sea cual fuere la justicia que se aplica, la respuesta es que el hombre no merece nada ni puede pretender nada. En el trato de Dios con los humanos lo esencial son su voluntad y su misericordia.

El Alfarero y la arcilla
Romanos 9: 19-29
En el pasaje anterior Pablo ha mostrado que, a lo largo de toda la historia de Israel, se ha venido produciendo el proceso de elección y selección de Dios. Cuando el alfarero hace una vasija, ésta no puede hacerle sugerencias ni discutirle su destino; el alfarero tiene poder absoluto sobre la arcilla para hacer de ella algo destinado a un uso honorable o vulgar, y la arcilla no tiene derecho a protestar. Pablo en realidad tomó este ejemplo de Jeremías 18:1-6, que es un ejemplo de la paciencia de Dios, que no descarta la masa rebelde, sino le da una nueva forma.
Debemos recordar que fue con angustia de corazón como Pablo escribió este pasaje. Se enfrentaba con el hecho desconcertante de que el mismo pueblo de Dios, sus propios parientes, habían rechazado y crucificado al propio Hijo de Dios.
De todas maneras, Pablo no termina así su argumento. Continúa diciendo que el que los judíos hayan rechazado al Mesías ha sido con el fin de que se les abriera la puerta a los gentiles.
Pablo estaba discutiendo con los judíos, y sabía que la única manera de reforzar su argumento era con citas de sus Sagradas Escrituras; así es que pasa a citar textos que prueben que el que Cristo fuera rechazado por los judíos y aceptado por los gentiles había sido de hecho anunciado por los profetas. Oseas había dicho que Dios haría que fuera pueblo Suyo uno que no lo era (Oseas 2:23), y que serían llamados hijos de Dios (Oseas 1:10); e Isaías había previsto una situación en la que Israel sería eliminado si no fuera por un remanente (Isaías 10: 22 y ss.; 37:32). Su argumento es que Israel podría haber previsto su ruina si hubiera tenido entendimiento.

Dos actitudes frente a Dios
Romanos 9: 30-33
Aquí Pablo traza un contraste entre dos actitudes para con Dios.
La de los judíos pretendía alcanzar la debida relación con Dios mediante el propio esfuerzo, cumpliendo la Ley… Pero estaba claro que siempre era una batalla perdida. Eso es lo que Pablo descubrió...
Por su lado los gentiles no estaban empeñados en tal empresa; pero, cuando se encontraron de pronto cara a cara con el amor increíble de Dios manifestado y ofrecido en Jesucristo, sencillamente se arrojaron en los brazos de tal amor con entera confianza.
El judío trataba de hacer que Dios quedara en deuda con él, pretendiendo cumplir la Ley; el gentil estaba contento de estar en deuda con Dios. El judío creía que podía ganarse la Salvación haciendo cosas para Dios; el gentil se sumía en la admiración de lo que Dios había hecho por él.
Pablo llama a Jesús la piedra; la piedra es una de las referencias características de los primeros escritores cristianos. En el Antiguo Testamento se menciona varias veces una piedra misteriosa (Isaías 8:14; 28:16; Daniel 2: 34 y ss., 44 y ss.; Salmo 118:22).
Cuando los cristianos empezaron a buscar en el Antiguo Testamento anuncios de la venida de Cristo se encontraron con estas referencias a la piedra maravillosa, y se dieron cuenta de que se referían a Cristo. En los Evangelios se dice que fue Jesús mismo el primero que hizo la identificación y se aplicó a Sí mismo el Salmo 118:22 (Mateo 21:42).
La cita que hace aquí Pablo combina Isaías 8:14 y 28:16… Los cristianos entendieron que su significado era que Dios se había propuesto que su Hijo fuera el fundamento de la vida de todos los hombres; pero cuando Él vino, los judíos le rechazaron; y el rechazar al Don de Dios que era para su Salvación se convirtió en la causa de que quedaran excluidos.
Esta figura de la piedra aparece varias veces en el Nuevo Testamento (Hechos 4:11; Efesios 2:20, y 1 Pedro 2:4-6).
La verdad eterna que contiene este pensamiento es que Jesús fue enviado al mundo para ser el Salvador de todos los hombres, pero es también la Piedra de prueba por la que son juzgados...
Jesús vino al mundo para nuestra Salvación; pero por nuestra actitud hacia Él podemos recibirla o perderla.

Versículo para aprender:
Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?”
Romanos 9: 20




Lección nº 16:
NO HAY DIFERENCIA
Romanos 10: 1- 13

Un celo mal orientado
Romanos 10: 1-13
Pablo ha estado diciendo algunas cosas muy duras de los judíos; cosas que a ellos les resultaría desagradable oír, y más aún reconocer. Todo el pasaje de Romanos 9 al 11 es una condenación de la actitud religiosa de los judíos. Sin embargo, desde el principio hasta el fin no hay ira, sino anhelo y ansiedad porque lo que Pablo desea por encima de todo es que los judíos se salven.
Pablo estaba totalmente dispuesto a admitir que los judíos tenían celo de Dios; pero ese celo estaba mal orientado. La religión judía estaba basada en una obediencia meticulosa a la Ley. Ahora bien: está claro que esa obediencia sólo se la podía proponer alguien que tomara la religión totalmente en serio. No era nada fácil. En muchas ocasiones llevaría a graves inconvenientes y haría la vida sumamente incómoda. Pablo no tenía dificultad en reconocérselo, pero les advertía que aplicaban u orientaban mal su celo.
Los judíos estaban convencidos de que adquirían crédito con Dios mediante la obediencia a la Ley. Lo que mejor revela la actitud judía son las tres clases en que dividían la humanidad: Había personas que eran buenas, cuyo balance era positivo; había otros que eran malos, cuya vida arrojaba un balance de deuda, y había quienes estaban en medio, que serían buenos si hicieran una buena obra más. Todo era cuestión de ley y mérito. A esto contesta Pablo que Cristo es el final del legalismo. La relación entre Dios y el hombre ya no es la que existe entre un acreedor y un deudor, entre un asalariado y un patrono o entre un juez y un acusado. Gracias a Jesucristo, el hombre ya no está en la posición de tener que satisfacer la justicia divina; sólo tiene que aceptar su amor. Ya no tiene que merecer el favor de Dios, sino solamente tomar la Gracia y el amor y la misericordia que Dios le ofrece gratuitamente.
Para demostrar su argumento Pablo cita dos pasajes del Antiguo Testamento. En primer lugar, Levítico 18: 5, donde se dice que el que obedezca meticulosamente los mandamientos de Dios encontrará la vida. Es verdad, pero nadie ha podido… Luego cita Deuteronomio 30:12 y ss.; dice allí Moisés que la Ley de Dios no es inasequible o imposible: está en la boca, en la mente y en el corazón del hombre… Pablo toma ese pasaje en sentido alegórico.
No fue nuestro esfuerzo el que trajo al mundo a Cristo o le resucitó. No es nuestro esfuerzo lo que nos reconcilia con Dios; Dios lo ha hecho por nosotros, y no tenemos más que aceptarlo y recibirlo.
Los versículos 9 y 10 son de suprema importancia. Contienen la base del primer credo cristiano:

a) Hay que confesar que Jesucristo es el Señor. La palabra para Señor es Kyrios. Era el título que se aplicaba al Emperador romano y el título de los dioses griegos y romanos, que se colocaba antes del nombre… En la traducción al griego del Antiguo Testamento, Kyrios es la traducción normal del nombre divino Yahweh o Jehová… Los primeros cristianos iban a la muerte con tal de no confesar que el César era Kyrios, porque sólo aplicaban ese título a Jesucristo. Llamar Kyrios a Jesús era reconocer y confesar su divinidad. Lo primero para ser cristiano es el sentimiento de qué Jesucristo es supremamente único.

b) Hay que creer que Jesucristo ha resucitado. La Resurrección de Jesucristo era una parte esencial del credo cristiano. El cristiano cree, no solamente que Cristo vivió, sino también que vive. No sólo debe saber de Cristo, sino conocerle personalmente.

c) Pero el cristiano no sólo debe creer en su corazón, sino también confesar con sus labios… El creer supone testificar ante los demás. No es suficiente que Dios sepa de qué parte estamos, sino que hace falta que también lo sepa la gente.

A un judío le resultaría difícil creer que el acceso a Dios no era por medio de la Ley; este camino de la confianza y la aceptación era algo revolucionario e increíblemente nuevo para él. Además, le resultaría sumamente difícil creer que el acceso a Dios estaba abierto a todo el mundo. Le parecía que los gentiles no podían estar en la misma posición que los judíos. Así es que Pablo concluye su argumento citando dos pasajes del Antiguo Testamento como última demostración. Cita en primer lugar Isaías 28:16: “Nadie que crea en Él será defraudado”; no se dice nada de la Ley; todo se basa en la fe... Y en segundo lugar cita Joel 2:32: “Todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará”... No hay limitación aquí; la promesa es para todos; por tanto no hay diferencia entre judíos y gentiles.
En esencia, este pasaje es una apelación a los judíos para que abandonen el camino del legalismo y acepten el de la Gracia.
Es una apelación para que reconozcan que su celo está descarriado, y para que presten atención a los profetas que declararon hace mucho tiempo que la fe es el único camino de acceso a Dios, y que está abierto a todo el mundo.

La responsabilidad del conocimiento
Romanos 10: 14-21
Todos los intérpretes están de acuerdo en que éste es uno de los pasajes más difíciles y oscuros en la Carta a los Romanos.
Nos produce la impresión de que lo que tenemos aquí no es una exposición completa sino un resumen. Tiene un estilo telegráfico. Puede ser que sean las notas de una predicación que Pablo tenía costumbre de dirigir a los judíos para convencerlos de su error.
En el pasaje anterior Pablo ha dicho que el acceso a Dios no depende de las obras ni del legalismo, sino de la fe y la confianza. La objeción es qué pasa si los judíos nunca lo han oído… Pablo se ocupa de esa objeción de varias maneras, reforzando su argumento con citas de la Escritura.
a) La primera objeción es que nadie puede invocar a Dios a menos que crea en Él; ni tampoco creer en Él a menos que haya oído hablar de Él; ni tampoco oír nada acerca de El si no hay quien le anuncie la Buena Nueva… Y nadie puede pregonar la Buena Nueva a menos que Dios le envíe. Pablo resuelve esa objeción citando Isaías 52:7. En ese pasaje el profeta expresa la bienvenida que se les da a los que traen buenas noticias de cosas buenas; así es que la primera respuesta de Pablo es que no se puede decir que no ha habido mensajeros; porque Isaías los describe en este pasaje, e Isaías había vivido hace mucho tiempo.»
b) La segunda objeción es el hecho de que Israel no hizo caso de la Buena Noticia, aunque el argumento de Pablo fuera cierto… Y Pablo contesta que era normal esperar que Israel no creyera, porque hace mucho tiempo Isaías se sintió movido a decir desesperadamente: “Señor, ¿quién ha creído lo que hemos oído?” (Isaías 53:1). Es verdad que Israel no aceptó la Buena Noticia de Dios, y al rechazarla repitieron la historia.
c) La tercera objeción es una nueva formulación de la primera: “¿qué si yo insisto en que nunca tuvieron oportunidad de oír?”… Esta vez Pablo cita el Salmo 19:4, afirmando que la Escritura dice que el mensaje de Dios ha llegado a todo el mundo.
  1. La cuarta objeción es: “¿qué si Israel no se enteró?”… Aparentemente quería decir qué si los israelitas no entendieron el mensaje. Aquí es donde el pasaje se hace verdaderamente difícil. Pablo responde que puede que Israel no se enterara; pero los gentiles sí, y comprendieron perfectamente el sentido del ofrecimiento cuando les llegó, aunque no lo buscaban ni esperaban... Para probarlo, Pablo cita dos pasajes. Uno es de Deuteronomio 65:1, en el que Dios dice que, por la desobediencia y rebeldía de Israel, transferirá su favor a otro pueblo, e Israel se verá en la situación de tener celos de una gente que no son ni siquiera nación. Y el segundo pasaje es de Isaías 65:1, donde Dios dice que, inexplicablemente, le ha encontrado un pueblo que ni siquiera le estaba buscando.

Por último, Pablo insiste en que, a lo largo de toda su historia, Dios ha estado apelando a Israel con sus brazos extendidos, e Israel siempre ha sido desobediente y perverso.
Hay algo más que queda por decir sobre este pasaje. En el argumento, hasta donde hemos llegado, se presenta una paradoja. En toda esta sección Pablo ha estado insistiendo en la responsabilidad personal de los judíos. Tenían que haber sabido lo que hacían; no les faltaron oportunidades; pero rechazaron la llamada de Dios. Ahora empezaba el argumento diciendo que todo es cosa de Dios, y que los hombres no somos más que como la arcilla en manos del alfarero. Ha puesto las cosas de dos maneras: todo es cosa de Dios, y todo es responsabilidad humana... Sabemos que Dios está en todo; y, sin embargo, al mismo tiempo, sabemos que tenemos libertad para aceptar o rechazar lo que Dios nos ofrece.

Versículo para aprender:
Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos es rico para con todos los que le invocan”
Romanos 10: 12




Lección nº 17:
ADVERTENCIA Y ESPERANZA
Romanos 11: 1- 24

Un corazón encallecido
Romanos 11: 1-12
Lo anterior suscitaba una pregunta que un judío tendría que hacer: “¿Quiere decir esto que Dios ha repudiado a su pueblo?”… Y esa era una pregunta que el corazón de Pablo no podía soportar; después de todo, él también pertenecía a ese pueblo. Así es que recuerda una idea que recorre buena parte del Antiguo Testamento (1 Reyes 19:10-18)... Elías había llegado a la conclusión de que era el único israelita que permanecía fiel a Dios; pero Dios le dijo que todavía quedaban siete mil que no habían doblado la rodilla a Baal... Y así se presentó en el pensamiento judío la idea del Remanente.
Los profetas empezaron a darse cuenta de que nunca había habido un tiempo, ni lo habría, en el que toda la nación fuera fiel a Dios; sin embargo, siempre había habido un remanente que no había olvidado su lealtad ni falseado su fe.
La relación con Dios es algo personal e individual. Cada uno tiene que darle a Dios su corazón y rendirle su vida. Dios no llama a la gente en masa. Una persona no se salva por pertenecer a una nación o familia, o por medio de una justicia y salvación que ha heredado de sus antepasados; se salva porque ha decidido personalmente entrar en relación con Dios. No se trata ya de toda una nación que es Pueblo de Dios en bloque, sino de ese remanente que está formado por hombres y mujeres individuales que le han dado a Dios el corazón… El argumento de Pablo es que la nación judía no ha sido rechazada, sino que los verdaderamente judíos no son la nación en su totalidad sino el remanente fiel.
Para confirmar su idea reúne el pensamiento de varios pasajes del Antiguo Testamento (Deuteronomio 29:4; Isaías 6:9 y ss.; 29:10). Cita el Salmo 69:22 y ss., con la idea es que hay gente sentada cómodamente en un banquete; y su misma actitud de seguridad se convierte en su ruina… Así estaban los judíos: tan confiados, tan satisfechos, tan convencidos de que eran el Pueblo Escogido, que esa misma convicción se había convertido en su ruina.
El versículo 7 dice “... los demás fueron endurecidos”. El verbo griego es pórun. El nombre pórosis es un término médico que quiere decir callo. Se usaba en cirugía para designar la formación ósea alrededor de una fractura que ayuda a la cicatrización. Cuando se forma un callo en alguna parte del cuerpo, ésta pierde sensibilidad. La mente de la masa del pueblo se ha vuelto insensible: ya no puede oír ni sentir la llamada de Dios… Esto le puede suceder a cualquier persona: si persiste en no hacer caso a la llamada de Dios, acabará por hacerse insensible.
Lo mismo que en los pies o en las manos, nos pueden salir callos en el corazón. Eso es lo que le había pasado a la masa del pueblo de Israel.

Pero Pablo tiene más que decir. Esa situación es trágica, pero Dios ha sacado de ella un bien: la insensibilidad de Israel le ha abierto la puerta de la Salvación a los gentiles. Como Israel no quiso el mensaje del Evangelio, pasó a comunicársele a un pueblo que estaba dispuesto a recibirlo.
Y de ahí pasa Pablo a presentar el sueño que está detrás de todo esto. Si el rechazo de Israel ha enriquecido al mundo al abrirles la puerta a los gentiles, ¡cuál no será la riqueza al final del día, cuando se cumpla plenamente el plan de Dios e Israel también entre en la bendición de Dios!
Así que, al final, después de la tragedia viene la esperanza. Israel se ha hecho insensible, el pueblo escogido tiene el corazón encallecido; y por eso los gentiles entraron por la puerta de la fe y la confianza en el amor de Dios… Pero llegará el día en que el amor de Dios actuará como en ese corazón encallecido, y se encontrarán incluidos los judíos y los gentiles. Pablo está convencido de que, a fin de cuentas, nada podrá resistir al amor de Dios.

Recomendaciones a los gentiles:
advertencia y esperanza
Romanos 11: 13-24
Hasta ahora Pablo ha estado hablando a los judíos; pero aquí se dirige a los gentiles. Es el apóstol de los gentiles, pero no se puede olvidar de su propio pueblo. De hecho, llega a decir que una de sus metas principales es hacer que los judíos tengan envidia cuando vean lo que el Evangelio ha hecho por los gentiles. Una de las maneras más seguras de hacer que la gente desee el Evangelio es hacerle ver en la vida real lo que puede hacer por una persona. Pablo esperaba, pedía y anhelaba que algún día los judíos vieran lo que el Evangelio había hecho por los gentiles y llegaran a desearlo.
Para Pablo el mundo sería un paraíso si los judíos entraran en la Salvación. Si el rechazamiento de los judíos había logrado tanto; si, por medio de él, el mundo gentil se había reconciliado con Dios, ¡qué gloria superlativa sería cuando los judíos entraran otra vez!
Seguidamente Pablo usa dos alegorías para mostrar que los judíos no pueden ser rechazados definitivamente. Todos los alimentos, antes de comerse, tenían que ofrecerse a Dios. Así la Ley establecía (Números 15:19 y ss.) que, si se preparaba la masa para hacer pan, la primera torta se tenía que ofrecer a Dios; una vez hecho eso, toda la masa quedaba consagrada. No hacía falta ofrecerle a Dios todo; el ofrecimiento de la primera porción santificaba el todo. Así también era costumbre plantar árboles sagrados en lugares consagrados a Dios… Entonces, cuando se plantaba el pimpollo, se consagraba a Dios, y todas las ramas que diera después estaban consagradas. Así había sucedido con Israel… El remanente de Israel derivaba su fidelidad de los antepasados en quienes se consagró todo el pueblo…
Pablo pasa a hacer otra larga analogía. Más de una vez los profetas habían comparado la nación de Israel con el olivo de Dios. Eso era natural, porque el olivo era el árbol más corriente y útil en los países del Mediterráneo (Jeremías 11:16; Oseas 14:6). Ahora Pablo compara a los gentiles con las ramas de un olivo silvestre que han sido injertadas en el olivo cultivado que era Israel. Desde el punto de vista de la horticultura eso no se haría nunca. Por eso Pablo dice “contra lo que se hace naturalmente” (versículo 24). Lo natural sería al revés: injertar una rama de olivo cultivado en el silvestre para que diera buen fruto.
Los gentiles habían estado en los montes entre otros árboles silvestres, y ahora, por obra de la Gracia de Dios, estaban injertados en el buen olivo del huerto de Dios, participando de su riqueza y fertilidad.

De esta alegoría Pablo saca dos lecciones:
a) La primera es una palabra de advertencia. Habría sido posible que los gentiles adoptaran una actitud de desprecio. En un tiempo en el que los judíos eran despreciados por todo el mundo, tal actitud habría sido de esperar…
(Sería una desgracia que la Iglesia Cristiana olvidara su deuda para con la raíz de la que brotó; por eso tenemos una deuda que no podrá pagar nunca más que llevando el Evangelio a los judíos). Así que Pablo advierte a los gentiles contra el peligro del desprecio. Severamente, dice que si las ramas naturales fueron desgajadas por su infidelidad, más fácilmente les puede pasar lo mismo a las ramas injertadas.

b) La segunda parte es una palabra de esperanza. Los gentiles han experimentado la bondad de Dios; y los judíos, su severidad. Si los gentiles permanecen fieles, seguirán disfrutando de la bondad de Dios; pero, si los judíos abandonan su incredulidad y entran en la fe, serán injertados; porque, dice Pablo, si fue posible que el silvestre fuera injertado en el olivo cultivado, mucho más será posible que las propias ramas del olivo cultivado sean injertadas de nuevo en su árbol original. De nuevo vemos que Pablo sigue esperando el final feliz, cuando los judíos se conviertan a Cristo.

Israel es la raíz de la que crece la Iglesia Cristiana. La consumación vendrá solamente cuando el olivo silvestre y el cultivado sean uno solo…

Versículo para aprender:
Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas”
Romanos 11: 16




Lección nº 18:
TODO POR GRACIA
Y EL CULTO VERDADERO
Romanos 11: 25 – 12: 2

Todo por Gracia y Misericordia de Dios
Romanos 11: 25-32
Pablo está llegando al final de su argumento. Se ha enfrentado con una situación desconcertante y, para un judío, descorazonadora. Tenía que encontrar una explicación al hecho de que el pueblo escogido de Dios rechazara al Hijo de Dios cuando vino al mundo. Pablo no cerró los ojos al trágico suceso, sino encontró la forma en que toda la trágica situación podía encajar en el plan de Dios. Es verdad que los judíos rechazaron al Mesías; pero, como Pablo lo veía, ese rechazo motivó que Cristo pudiera ser ofrecido a los gentiles; aunque Pablo insiste en la responsabilidad personal de los judíos por no haber aceptado el ofrecimiento de Dios.
Pablo estaba seguro de que este endurecimiento de los corazones de los judíos no era total ni permanente... Habría de cumplir un propósito, y una vez alcanzado, la situación cambiaría.
Pablo expone la paradoja del lugar de los judíos en el plan de Dios. A fin de que los gentiles pudieran entrar y de que se pudiera cumplir el propósito universal del Evangelio, los judíos habían llegado a una situación en la que quedaban como enemigos de Dios. La palabra que Pablo usa es efhroi. Es difícil de traducir porque tiene al mismo tiempo un sentido negativo y otro positivo. Puede querer decir tanto aborrecedor como aborrecido. Puede ser que en este pasaje tenga que entenderse en los dos sentidos a la vez. Los judíos eran hostiles a Dios y habían rechazado su ofrecimiento, cayendo por ello en la desaprobación de Dios. Ese era el hecho presente; pero había otro hecho en relación con los judíos que nada podía alterar: eran el pueblo escogido de Dios y ocupaban un lugar especial en su plan. Independientemente de lo que hicieran, Dios no podía faltar a su Palabra. Les había hecho a los antepasados de aquel pueblo una promesa que tenía que cumplirse. Era seguro para Pablo por tanto, y cita Isaías 59:20 y ss. como confirmación, que el que Dios rechazara a los judíos no podía tener carácter permanente; ellos también, por fin, entrarían.
Entonces Pablo tiene una idea que nos puede parecer extraña: “Dios ha confinado a todos los seres humanos en una situación de desobediencia, ¡para tener misericordia de todos!”… Incluye a los judíos y también a los gentiles de manera tal que la salvación pudiera ser inconfundiblemente un acto de su misericordia y no el resultado del mérito humano. Ni unos ni otros podían salvarse nada más que por la misericordia de Dios; y esto es así porque el propósito de Dios es de Salvación y no de destrucción. En última instancia no es la ira de Dios la que persigue a los hombres sino el amor de Dios.

Una expresión poética
Romanos 11: 33-36
Aquí la teología se hace poesía… Pablo pasa de la investigación de la mente a la adoración del corazón. Como conclusión, todo debe quedar como un misterio que el hombre no puede comprender ahora, pero cuyo secreto es el amor.
Hay una cierta paradoja en la situación humana. Dios le ha dado al hombre una mente, y el hombre está obligado a usarla para pensar las cosas hasta donde pueda alcanzar su pensamiento. Pero es igualmente cierto que a veces se llega al límite y a uno no le queda más que aceptar y adorar.
Pablo se había enfrentado con un problema descorazonador con todas las fuerzas de su extraordinaria inteligencia. No dice que lo ha resuelto como uno podría resolver un problema de matemáticas; pero dice que, después de intentarlo lo mejor posible, está contento con dejárselo todo al poder y al amor de Dios. Muchas veces en la vida no nos queda más que decirle a Dios que con la mente no lo podemos comprender, pero con todo el corazón confiamos en su amor... ¡Por eso Dios es Dios…!

El culto verdadero
Romanos 12: 1-2
Aquí tenemos a Pablo siguiendo su esquema habitual de escribir a sus amigos: siempre termina sus cartas con consejos prácticos.
Presentadle a Dios vuestro cuerpo…”-dice. Esta es una exigencia propia del cristianismo cristiana. Ya hemos visto que eso es lo que nunca diría un griego. Para él, lo que importaba era el espíritu; el cuerpo no era más que una prisión, algo despreciable y vergonzoso. Pero el cristiano sabe que su cuerpo pertenece a Dios tanto como su alma, y que puede servir a Dios tanto con su cuerpo como con su mente o su espíritu.
El cuerpo es el templo del Espíritu Santo y el instrumento con el que hace su obra. Después de todo, el gran hecho de la Encarnación quiere decir básicamente que Dios no desdeñó asumir un cuerpo humano, vivir en él y obrar por medio de él.
Es como si Pablo dijera que tomemos todas las tareas que tenemos que hacer todos los días: el trabajo ordinario de la tienda, la fábrica, los astilleros, la mina... y se los ofrezcamos a Dios como un acto de culto. La palabra que hemos traducido por culto es latreía, el nombre correspondiente al verbo latréuein. En su origen, quería decir trabajar por la paga o el sueldo. No era el trabajo de un esclavo, sino una actividad voluntaria. De ahí pasó a significar servir en general; pero también aquello a lo que una persona dedica toda su vida. Por último, llegó a ser la palabra característica del servicio de los dioses. En la Biblia siempre se refiere al servicio y al culto a Dios.
Aquí tenemos un hecho muy significativo: el verdadero culto es ofrecerle a Dios nuestro cuerpo y todo lo que hacemos con él todos los días. El verdadero culto a Dios no es ofrecerle una liturgia, por muy noble que sea, o un ritual, ni siquiera el más solemne. El verdadero culto es ofrecerle a Dios nuestra vida cotidiana; no algo que hay que hacer en la iglesia, sino algo que ve todo el mundo, porque somos el templo del Dios vivo.
Esto, sigue diciendo Pablo, exige un cambio radical. No debemos adoptar las formas del mundo; sino transformarnos, es decir, adquirir una nueva manera de vivir. Para expresar esta verdad Pablo usa dos palabras griegas casi intraducibles, que requieren frases para transmitir su sentido. La palabra que usa para amoldarnos al mundo es sysjématízesthai, de donde viene la palabra española “esquema”, que quiere decir forma exterior que cambia… Pablo sugiere que nos nos acomodemos a los esquemas cambiantes del mundo.
La palabra que usa para “transformaos” es metamorfústhai, que refiere a la naturaleza esencial e inalterable de algo… Es lo que no se altera en la persona aunque pasen los años. Así, dice Pablo, para dar culto y servir a Dios tenemos que experimentar un cambio, no de aspecto, sino de personalidad.
¿En qué consiste ese cambio? Pablo diría que, por nosotros mismos, vivimos dominados por la naturaleza humana en su nivel más bajo; pero en Cristo vivimos bajo el control de Cristo o del Espíritu.
El cristiano es una persona que ha cambiado en su esencia: ahora vive, no una vida egocéntrica, sino Cristocéntrica…
Esto debe ocurrir, dice Pablo, por la renovación de la mentalidad. La palabra que usa para renovación es anakainósis que refiere a algo que se transforma; se hace nuevo… Cuando Cristo entra en la vida de un hombre, éste es un nuevo hombre; tiene una mentalidad diferente, porque tiene la mente de Cristo.
Sólo cuando Cristo llega a ser el centro de nuestra vida es cuando podemos presentarle a Dios el culto verdadero, que consiste en ofrecerle cada momento y cada acción.

Versículo para aprender:
Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”
Romanos 11: 36




Lección nº 19:
UN CUERPO EN CRISTO
Romanos 12: 3- 13

Un cuerpo y los carismas
Romanos 12: 3- 8
Uno de los pensamientos favoritos de Pablo acerca de la Iglesia Cristiana es que es como un cuerpo (1 Corintios 12:12-27). Los miembros del cuerpo no discuten, ni se envidian, ni se pelean unos con otros. Cada parte del cuerpo realiza sus funciones, ya sean prominentes o humildes. Pablo estaba convencido de que así debería suceder en la Iglesia Cristiana. Cada miembro tiene una tarea; y es sólo cuando todos cumplen con su función como es debido cuando el cuerpo de la Iglesia funciona como Dios manda.
En este pasaje encontramos reglas para la vida común.
Lo primero de todo es conocernos a nosotros mismos; no llegaremos muy lejos en nada hasta que sepamos lo que podemos y lo que no podemos hacer. El tener clara nuestra capacidad, sin presunción ni falsa modestia, es una de las primeras cosas esenciales para una vida útil.
Segundo, nos anima a aceptarnos a nosotros mismos y a usar los talentos que Dios nos ha confiado. No tenemos que envidiar los que tengan otros ni lamentar no tenerlos nosotros. Tenemos que aceptarnos tal como somos y usar el don que tengamos.
Tercero: Pablo está diciendo realmente que todos los dones vienen de Dios. Llama a los dones jarísmata. En el Nuevo Testamento, járisma es algo que Dios le da a una persona que no habría podido adquirir por sí misma.
Cada uno tiene su propio járisma. Puede que sea escribir, o predicar, o construir casas, o plantar semillas, o tocar el piano, o cantar canciones, o enseñar a los niños, o jugar al fútbol o a lo que sea. Es un extra que Dios le ha dado.
Cuarto: sea el que sea el don que uno tenga, debe usarlo, no para su prestigio personal, sino porque está convencido de que es tanto su deber como su privilegio el hacer su contribución al bien común. La parábola de los talentos nos advierte, además, que es peligroso defraudar a Dios en el uso de sus dones. Y pobre de la iglesia que no tiene interés en descubrir los dones y en dar ocasión de practicarlos al que los tiene. Se empobrece a sí misma y al mundo.
Veamos ahora los dones que Pablo especifica aquí.
a) El don de profecía. Rara vez se menciona en el Nuevo Testamento con el sentido de predecir el futuro; más corrientemente quiere decir proclamar la Palabra de Dios. En 1 Corintios 14:3 se nos dice que el que profetiza habla para edificar, exhortar y consolar.
b) El don del servicio práctico (diakonía). Es significativo que Pablo coloque el servicio práctico entre los primeros dones de la lista. Puede que uno no tenga nunca la oportunidad de subirse a un púlpito para proclamar a Cristo; pero no hay nadie que no tenga oportunidades todos los días de mostrar el amor de Cristo en obras de servicio a sus semejantes.
c) El don de enseñar. No basta con proclamar el mensaje de Cristo; también hay que explicarlo. Es muy posible que uno de los fallos de las iglesias en el tiempo presente esté precisamente ahí. La exhortación y la invitación sin una enseñanza sólida son insuficientes y a veces hasta inútiles.
d) El don de la exhortación. La exhortación debe tener una nota dominante, que es dar ánimo, porque hay una clase de exhortación que desalienta; pero la verdadera exhortación tiene por objeto, no suspender al oyente sobre las llamas del infierno, sino animarle a disfrutar plenamente de la vida en Cristo.
e) Está el compartir. Pablo dice que hay que hacerlo con una simpática amabilidad. La palabra que usa Pablo es haplotés, que refiere a la sencillez y la generosidad. Hay una clase de dar que no da no tanto para aliviar la necesidad del otro como para regodearse en su propia vanidad y satisfacción; que da por un molesto sentido del deber en lugar de un sentimiento radiante de alegría; que da siempre con una segunda intención y nunca por el simple placer de dar. El compartir cristiano es con sencilla amabilidad que se deleita en el simple placer de dar, sin otra razón.
f) También está el ser llamado a ocupar un puesto de responsabilidad o de dirección. Pablo dice que, si somos llamados, debemos hacerlo con celo. Puede ser que haya cada vez menos personas con sentido de servicio y de responsabilidad, deseosas de sacrificar su ocio para asumir un cargo directivo. En muchos casos se pretende no estar preparado ni ser digno, cuando la verdad es que no se está dispuesto, o no se tiene suficiente interés. Una persona puede cumplir sus deberes en la iglesia aburrida y monótonamente, o con la alegría y el entusiasmo que da el celo.
g) Hay momentos en los que hay que mostrar compasión. Y ha de hacerse con amable simpatía, dice Pablo. A veces se puede perdonar y al mismo tiempo mostrar crítica y desprecio. Si alguna vez hemos de perdonar a un pecador, debemos recordar que nosotros también somos pecadores. El verdadero perdón se basa en el amor y no en la superioridad, y redime y no humilla.

Reglas para la Vida Cristiana
Romanos 12: 9- 13
Pablo ofrece a sus amigos reglas para la vida ordinaria y cotidiana:
a) El amor debe ser absolutamente sincero. No debe tener nada de hipocresía, ni de apariencia, ni de segundas intenciones.
b) Debemos aborrecer lo malo y adherirnos a lo bueno. El camino a la verdadera bondad no es temer las consecuencias de la deshonra, sino amar apasionadamente la honra.
c) Debemos ser afectuosos en nuestro amor a los hermanos. La palabra que usa Pablo es filostorgos, y storgué es la palabra griega para el amor de la familia del Señor. Somos hermanos y hermanas porque tenemos un mismo Padre, Dios.
d) Debemos conceder prioridad a los demás en el honor. Más de la mitad de los problemas que surgen en las iglesias es por los derechos y los privilegios y los prestigios, pero la señal del verdadero cristiano ha sido siempre y debe ser la humildad.
e) No debemos ser perezosos en lo que requiere celo. Hay una cierta intensidad en la vida cristiana; no hay lugar para el letargo.
f) Debemos mantener el espíritu al rojo vivo… El único al que el Señor Resucitado no podía aguantar era el que no era ni caliente ni frío (Apocalipsis 3:1 y ss.).
g) La séptima advertencia de Pablo puede querer decir una de dos cosas. Los manuscritos antiguos oscilan entre dos lecturas: unos ponen “Servid al Señor”, y otros “Servid al tiempo”, es decir, “No dejéis escapar las oportunidades…” La razón por la que hay estas variantes es que todos los antiguos amanuenses usaban abreviaturas: la palabra para Señor es Kyrios, y la de tiempo es kairós; así es que las dos se abreviaban krs… Es posible que en una sección tan llena de consejos prácticos lo más probable sea que Pablo estuviera diciéndoles a sus amigos: “Aprovechad las oportunidades que se os presenten”.
h) Tenemos que regocijarnos en la esperanza. El cristiano es optimista por naturaleza. Simplemente porque Dios es Dios, el cristiano siempre está seguro de que lo mejor está por venir. No debe existir un cristiano desesperado o desesperanzado.
i) Tenemos que enfrentarnos con la tribulación con victoriosa entereza. El cristiano se puede enfrentar con lo que sea, siempre que sea en compañía del Señor.
j) Hemos de ser constantes en la oración. Cuando un cristiano deja de orar, se despoja de la armadura del Todopoderoso. No hay que sorprenderse de que la vida se desmorone cuando nos empeñamos en vivirla solos.
k) Hemos de compartir lo que tengamos para ayudar a los hermanos necesitados. En un mundo consumista que no piensa más que en conseguir, el cristiano debe estar dispuesto a dar imitando a Jesús
l) El cristiano ha de estar dispuesto a ofrecer hospitalidad. Una y otra vez insiste el Nuevo Testamento en este deber de la puerta abierta (Hebreos 13:2; 1 Timoteo 3:2; Tito 1:8; 1 Pedro 4:9). Un hogar no puede ser nunca feliz si es egoísta. El Cristianismo es la religión de la mano abierta, el corazón abierto y la puerta abierta.

Versículo para aprender:
Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”
Romanos 12: 5




Lección nº 20:
LAS RELACIONES DEL CRISTIANO
Romanos 12: 14- 13: 7

El cristiano y sus semejantes
Romanos 12: 14-21
Pablo ofrece una serie de reglas y principios para gobernar nuestras relaciones con nuestros semejantes:
El cristiano debe arrostrar la persecución orando por los que le persiguen. Cuando un cristiano es insultado o maltratado, tiene el ejemplo de su Maestro, que pidió el perdón de los que le estaban crucificando.
Una de las más fuertes fuerzas de atracción al Cristianismo ha sido esta serena actitud de perdón que han mostrado los mártires de todos los tiempos. Esteban murió pidiéndole a Dios que perdonara a los que le estaban apedreando (Hechos 7:60), entre los cuales había un joven llamado Saulo, que después sería Pablo, apóstol de los gentiles y siervo de Cristo. No cabe duda que el impacto de la escena de la muerte de Esteban fue una de las claves de su conversión.
Hemos de alegrarnos con los que están alegres, y llorar con los que lloran. Hay pocos lazos tan entrañables como el del dolor compartido. El lazo que producen las lágrimas une más que nada en el mundo. Y sin embargo es más fácil llorar con los que lloran que alegrarse con los que están alegres porque requiere un alma muy noble, que no sólo está libre de la envidia, sino que siente placer con la persona que es estimada. Sólo cuando estamos muertos al yo podemos regocijarnos en el éxito de otro como si fuera nuestro.
Hemos de vivir en armonía con los demás porque lo que debe ser una iglesia cristiana es una compañía de hermanos. La forma de gobierno eclesiástico puede ser optativa; pero la paz y la concordia, la amabilidad y la buena voluntad son indispensables.
Hemos de guardarnos del orgullo y la vanidad. Tenemos que recordar siempre que el parámetro por el que juzga el mundo no es necesariamente el mismo que usa Dios. La santidad no tiene nada que ver con el rango, la riqueza o el nacimiento. La iglesia cristiana era el único lugar en el que se sentaban el amo y el esclavo el uno al lado del otro. Sigue siendo el único sitio en el que todas las diferencias humanas han desaparecido, porque Dios no hace discriminación.
Hemos de procurar que nuestra conducta sea tal que no ofenda a nadie. Pablo insiste en que la conducta cristiana no sólo debe ser buena, sino parecerlo. Hay un supuesto cristianismo intransigente y antipático; pero el verdadero Cristianismo es algo que da gusto ver.
Hemos de vivir en paz con todo el mundo. Pero Pablo añade dos condiciones:
a) Dice si es posible. Puede llegar el momento en que las exigencias de la cortesía tengan que ceder el paso a las del principio… Puede que haya momentos en los que hay que librar batallas, y el cristiano no debe evadirlas.
b) Dice en lo que dependa de vosotros. Pablo sabía muy bien que a algunos les es más fácil vivir en paz que a otros. Sabía que algunos tienen que contenerse más en una hora que otros en toda la vida. Haremos bien en recordar que la bondad les es considerablemente más asequible a unos que a otros. Eso nos librará de la crítica y del desánimo.
Hemos de abstenernos hasta de pensar en vengarnos. Pablo da tres razones:
a) La venganza no nos corresponde a nosotros, sino a Dios. En última instancia ningún ser humano tiene derecho a juzgar a otro; sólo Dios puede hacerlo.
b) La mejor manera de ganarnos a una persona es tratarla con amabilidad en lugar de vengarnos. La venganza puede quebrantar su espíritu; pero la amabilidad quebrantará su corazón. “Si somos amables con nuestros enemigos - dice Pablo -, eso amontonará brasas sobre su cabeza”. Eso no quiere decir que hará que le caiga encima un castigo peor, sino que les hará sentir una vergüenza que no podrán soportar, y que los obligará a cambiar.
c) El rebajarnos a vengarnos es dejarnos vencer por el mal. El mal nunca se puede conquistar con el mal. La única manera de dejar de tener enemigos es hacernos sus amigos.

El cristiano y el Estado
Romanos 13: 1-7
La primera impresión que nos hace este pasaje es muy extraña. Parece aconsejar al cristiano una sumisión total al poder civil. Pero, de hecho, este es un mandamiento que aparece en todo el Nuevo Testamento (1 Timoteo 2:1y ss.; Tito 1:3; 1 Pedro 2:13-17) Puede que nos dé la tentación de suponer que estos pasajes provienen de un tiempo cuando el gobierno romano no había empezado a perseguir a los cristianos. Pero lo interesante y significativo es que muchos años y hasta siglos después, cuando la persecución había empezado a rugir y se consideraba a los cristianos fuera de la ley, los líderes cristianos seguían diciendo exactamente lo mismo.
¿Qué pensamiento y creencia hay detrás de todo esto?
En el caso de Pablo había una razón inmediata para que hiciera hincapié en la obediencia civil. Los judíos eran notorios como rebeldes. Palestina, y especialmente Galilea, estaba bullendo constantemente de insurrección.
Su intención era hacer cualquier gobierno civil imposible. Algunos eran nacionalistas fanáticos conjurados para usar métodos terroristas, no sólo contra los romanos, sino hasta el punto de destruir las casas, quemar las cosechas y hasta asesinar a las familias de sus compatriotas judíos que pagaran tributo al Imperio Romano.
Pablo no le encontraba ningún sentido a una actitud así. Esa era la negación más absoluta de la conducta cristiana. Y sin embargo, por lo menos para una parte de la nación judía, eso era lo normal.
Puede que Pablo estuviera escribiendo aquí tan claramente porque quería disociar el Cristianismo de cualquiera insurrección judía, y dejar totalmente claro que los cristianos eran buenos ciudadanos.
Pero hay algo más que una situación coyuntural en la relación entre los cristianos y el estado… Nadie puede ni debe disociarse totalmente de la sociedad en la que vive. Nadie que sea cristiano puede, en conciencia, optar por desligarse de la nación. Como parte de ella, disfruta de ciertos beneficios que no podría tener si viviera aislado; pero no puede reclamar los privilegios y evitar las obligaciones. De la misma manera que forma parte del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, también forma parte del cuerpo de la nación…
Además el ciudadano debe al estado la protección porque un estado es esencialmente un cuerpo de personas que se han aliado para mantener ciertas relaciones mutuas mediante el cumplimiento de ciertas leyes. Sin esas leyes y el consentimiento general de cumplirlas, el malvado fuerte y egoísta se haría con el poder; el más débil estaría indefenso; la vida no tendría más ley que la de la selva. Todas las personas ordinarias deben su seguridad al estado, y tienen por tanto una responsabilidad para con él.
Por cierto que la gente ordinaria debe al estado una gran gama de servicios que viviendo individualmente no podría disfrutar; y sería imposible que todos tuviéramos agua corriente, electricidad, transporte, y otras muchas cosas más… Todo esto sólo es posible cuando se está de acuerdo en vivir en sociedad. No estaría bien que uno disfrutara de todo lo que provee el estado sin cumplir sus obligaciones. Esa es una razón que obliga al cristiano a ser un buen ciudadano y cumplir todos sus deberes como tal.
Pero la principal razón que veía Pablo era que el Imperio Romano era el instrumento divinamente ordenado para salvar al mundo del caos. Y nadie puede dudar que fue pax-romana lo que hizo posible la expansión misionera del Cristianismo. Idealmente las personas deben estar unidas por el amor cristiano; pero no lo están; y el cemento que las mantiene unidas es el estado.
Pablo vio en el estado un instrumento en las manos de Dios para preservar al mundo del caos. Los administradores del estado estaban cumpliendo un papel importante en una gran tarea. Lo supieran o no, estaban haciendo un trabajo ordenado por Dios, y, para Pablo el deber del cristiano es ayudar y no dificultar.

Versículo para aprender:
No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”
Romanos 12: 21




Lección nº 21:
LA VIDA SIN CRISTO
Romanos 13: 8- 14

Las deudas y la gran deuda
Romanos 13: 8-10
El pasaje anterior trataba de lo que se podrían llamar las deudas sociales de las personas. El versículo 7 mencionaba dos de esas deudas: lo que Pablo llama tributo, y lo que llama impuestos.

Entiende por tributo el que tenían que pagar los ciudadanos de una nación sometida.
Las tres clases de contribuciones que imponía el Imperio Romano eran:
a) Una contribución sobre el suelo, que se pagaba o en dinero o en especies
b) Una décima parte del grano, un quinto del vino y de los productos del campo
c) El impuesto sobre la renta, que era del uno por ciento de los ingresos
d) el impuesto de capitación, que pagaban todos los comprendidos entre catorce y sesenta y cinco años.

Por impuestos Pablo entendía los locales, de aduanas, importación y exportación; por el uso de ciertas carreteras y puentes; los de entrada en mercados y puertos; por tener derecho a poseer un animal o un carro…
Pablo insistía en que los cristianos deben pagar los tributos e impuestos al estado y a las autoridades locales, aunque sean gravosos.
Y luego pasa a las deudas privadas. Dice: “No le debáis nada a nadie”. Pablo recordaba a su gente que el Cristianismo no es una disculpa para dejar de cumplir las obligaciones que tenemos con nuestros semejantes, sino al contrario: es una razón para cumplirlas a rajatabla.
Luego sigue hablando de la única deuda que el cristiano tiene que pagar todos los días y que, sin embargo, no acaba de saldar nunca: la deuda de amor que tiene con todos los hombres, que implica, tácitamente, el compromiso cristiano de llevar el Evangelio de Jesucristo por amor a los demás.
Pablo mantiene que si una persona trata de cumplir esta deuda de amor honradamente, cumplirá automáticamente todos los mandamientos.
Hay un dicho famoso: “Ama, y haz lo que quieras”...
Si el amor mana abundantemente en el corazón; si toda la vida está dominada por el amor a Dios y al prójimo, uno no necesita más ley.

La vida sin Cristo
Romanos 13: 11-14
Como tantos grandes hombres, Pablo era consciente de la brevedad del tiempo. Pero había más en el pensamiento de Pablo que la indiscutible brevedad del tiempo. Esperaba la Segunda Venida de Cristo.
Era la esperanza inminente de la Iglesia Primitiva, y por tanto no olvidaba la obligación de estar preparada. Esa esperanza se ha ido haciendo más tenue e imprecisa; pero queda un hecho permanente: ninguno sabemos cuándo Dios nos va a llamar para que dejemos el mundo y vayamos con Él. El tiempo se va acortando, porque cada día estamos más cerca de su final. Debemos estar preparados.

Es interesante fijarse en los seis pecados que selecciona Pablo como, digamos, típicos de la vida sin Cristo.
a) Está la jarana (la versión Reina Valera dice “glotonerías”)... En griego kómos. Es una palabra muy interesante. En un principio kómos designaba a la banda de amigos que acompañaban hasta su casa a un vencedor en los juegos, cantando sus alabanzas y celebrando su triunfo. Luego llegó a significar una banda de muchachos que recorrían las calles de la ciudad de noche armando jaleo. Describe la clase de jarana que deshonra a los que participan en ella y molesta a todos los demás.

b) Está la borrachera (methé). Los griegos la consideraban de lo más desagradable. Eran un pueblo que bebía vino. Hasta los niños lo bebían. Llamaban al desayuno akratisma, que consistía en una rebanada de pan mojada en vino. Pero, con todo y con eso, la borrachera les parecía algo vergonzoso… Era un vicio que no sólo los cristianos, sino también los paganos respetables despreciaban.

c) Estaba la inmoralidad (koité), lujuria, que quiere decir literalmente cama, y suele tener el sentido de una cama prohibida o deshonrosa. Este era un pecado característico del paganismo. La palabra sugiere la actitud del que no da ningún valor a la fidelidad, y que busca el placer donde y cuando quiere.

d) Está la desvergüenza (asélgueia), lascivias, que es una de las palabras más feas de la lengua griega: es la cualidad del que se atreve a hacer públicamente lo que sería vergonzoso para cualquiera de sus semejantes.

e) Está la rivalidad (eris), contiendas, que refiere al espíritu que nace de la competencia desembocada y despiadada. Viene del ansia de posición y poder y prestigio, y del odio a que le sobrepasen. Es esencialmente el pecado que coloca el yo por delante, y es por tanto la negación total del amor cristiano.

f) Está la envidia (zélos), celo en español, que no necesariamente tiene que ser una palabra mala. Puede describir la noble emulación del que, cuando se encuentra ante la nobleza de carácter, desea alcanzarla. Pero también puede querer decir la envidia que resiente la nobleza y la preeminencia de otro. Aquí describe el espíritu que no se da por satisfecho con lo que tiene, y que mira con envidia todo lo que obtienen los demás merecidamente.

Versículo para aprender:
La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz”
Romanos 13: 12




Lección nº 22:
LOS DÉBILES EN LA FE y VIVIENDO PARA ÉL
Romanos 14: 1- 9

Respetando a los débiles en la fe
Romanos 14: 1
Pablo se está refiriendo aquí a algo que puede que fuera un problema temporal y local de la iglesia de Roma, pero que se presenta con mucha frecuencia en las iglesias y requiere solución. En la iglesia de Roma parece que había dos tendencias.
Algunos creían que la libertad cristiana había desterrado los viejos tabúes; que ya no tenían sentido las antiguas leyes relativas a los alimentos, y que el Cristianismo no tenía que ver con guardar ciertos días como si tuvieran un carácter especial. Pablo deja bien claro que ésta es la actitud de la verdadera fe cristiana... Por otra parte, había algunos que estaban llenos de escrúpulos: creían que no se podía comer carne, y que había que cumplir rigurosamente la ley del sábado… Pablo les llama débiles en la fe. ¿Qué quería decir?
Probablemente esto era así porque todavía no habían descubierto el sentido de la libertad cristiana, y en el fondo seguían siendo legalistas y veían al Cristianismo como una serie de reglas y reglamentos...
Pablo exhorta a los hermanos fuertes a que reciban con cortesía a los hermanos débiles y que no los asedien constantemente con sus críticas.
Este problema no se limitó a los días de Pablo. Aún sigue habiendo en las iglesias conflictos por este tema y aunque Pablo nos deja ver que sus simpatías están con el punto de vista más amplio, dice que hay que recibir con simpatía cristiana a esos hermanos más débiles que vienen a la iglesia.
Por eso debemos evitar la irritación; por muy en desacuerdo que estemos con ellos, debemos tratar de comprender y respetar su punto de vista; debemos evitar ponerles en ridículo porque nadie tiene derecho a reírse de lo que otro considera sagrado y debemos evitar el desprecio.
No podremos nunca atraer a otro a nuestra posición si no le mostramos un respeto genuino a la suya. De todas las actitudes que podamos adoptar con los demás, la más incompatible con la fe de Cristo es el desprecio.
Hay cristianos cuya fe es tan fuerte que no hay cuestiones ni debates que la puedan hacer vacilar; pero hay otros que tienen una fe sencilla que se puede inquietar innecesariamente con discusiones intelectuales. En las dos actitudes puede haber nobleza o extremismos perjudiciales; porque a veces, el fuerte cae en el orgullo de considerarse superior y despreciar al débil por su ignorancia o escrúpulos; o el débil igualmente, dándoselas de verdaderamente creyente y piadoso, critica al fuerte por su “intelectualismo mundano y su libertinaje”.
Sin embargoes oportuno decir que toda discusión, siempre fraternal, debe concluir con una afirmación, con una respuesta válida... Puede que muchas preguntas queden sin contestación, pero debe haber alguna certeza que permanezca.

La tolerancia
Romanos 14: 2-4
Aquí aparece una de las cuestiones que se debatían en la iglesia de Roma. Había algunos que no observaban leyes especiales en relación con la comida ni respetaban ciertos tabúes, y que comían de todo; y había otros que concienzudamente se abstenían de la carne y eran vegetarianos.
En la iglesia había un partido más estrecho y otro más liberal. Pablo indefectiblemente señala el peligro que podía surgir. Era de esperar que el partido más liberal despreciara los escrúpulos del más estrecho; y aún más, que el partido más estrecho emitiera juicios condenatorios contra lo que ellos consideraban la laxitud del partido más liberal… La situación es tan peligrosa en las iglesias de hoy como lo era en tiempos de Pablo.
Para salirle al paso, Pablo establece un gran principio: Nadie tiene derecho a criticar al esclavo de otro. El esclavo no tiene que dar cuenta nada más que a su amo. Ahora bien: todos somos esclavos de Dios. No nos corresponde a nosotros criticar a los demás, y menos condenarlos. Ese derecho sólo le corresponde a Dios. No somos nosotros los que tenemos que decir si es aceptable o inaceptable nadie; y Pablo añade que, si una persona vive honradamente de acuerdo con sus principios, es aceptable para Dios.
No nos corresponde a nosotros condenarnos unos a otros. Debemos desterrar de la comunión de la iglesia tanto la censura como el desprecio, y dejar todos los juicios a Dios; lo nuestro debe ser simpatizar y comprender.

Para el Señor
Romanos 14: 5-6
Pablo introduce otra situación en la que puede haber diferencias entre los más estrechos y los más anchos. Las personas más rigurosas dan mucha importancia a guardar ciertas fechas. Eso era especialmente característico de los judíos. En más de una ocasión Pablo tuvo problemas con los que guardaban escrupulosamente las fiestas (Gálatas 4: 10 y ss.; Colosenses 2:16 y ss.); y es que los judíos habían convertido el sábado en una tiranía, rodeándolo de una jungla de reglas y prohibiciones.
El Cristianismo es mucho más que guardar el día del Señor, como importan algunos. Pablo no habría negado jamás que el día del Señor es especialmente precioso; pero habría insistido igualmente en que no se convirtiera en una tiranía, y menos en un fetiche. No es el día lo que hemos de reverenciar, sino a Aquél a quien ofrecemos el culto porque es el Señor de todos los días.
A pesar de todo, Pablo insiste que haya simpatía entre los hermanos más estrechos y los más anchos. En sus diferentes actitudes en relación con los días, todos creen que están haciendo la voluntad de Dios; y cuando se sientan a comer, unos comen carne y otros no, pero todos dan gracias a Dios. Según Pablo es el destino lo que nos une, y no debemos dejar que las diferencias de método nos dividan.
Pero sí insiste en una cosa: Sea cual sea el camino que escoja, que cada cual esté convencido de lo que hace. Sus acciones deben estar inspiradas, no en la convención, sino en la convicción. Uno no debe hacer nada simplemente porque los otros lo hacen, ni porque está dominado por un sistema de tabúes más o menos supersticiosos; sino porque se lo ha pensado y ha llegado a la conclusión de que, por lo menos él, eso es lo que tiene que hacer.
Pablo hubiera añadido algo más: Que nadie pretenda hacer de su conducta la regla universal para todos los demás. Esta ha sido, de hecho, una de las maldiciones de las iglesias. Los seres humanos tenemos la tendencia a considerar que nuestra manera de hacer las cosas es la única perfecta, incluido el culto a Dios. T. R. Glover cita en algún lugar lo que decía Cambridge: «Sea lo que sea lo que tienes entre manos, hazlo conforme a tu leal saber y entender; pero recuerda que otro lo haría de otra manera.»
Haríamos bien en no olvidar que, en muchos casos, es nuestro deber tener convicciones; pero también dejar que los demás tengan las suyas sin tomarlos por publicanos o pecadores.

Para Él vivimos o morimos
Romanos 14: 7-9
Pablo presenta el hecho innegable de que es por naturaleza imposible vivir una vida independiente. No hay tal cosa en el mundo como un individuo totalmente aislado. Nadie puede desligarse, ni de sus semejantes ni de Dios.
No se puede aislar del pasado. No hay nadie que se haya hecho a sí mismo. Somos una amalgama de todo lo que nuestros antepasados nos han hecho. Cierto que cada uno hace algo en esa amalgama; pero no empieza desde cero. Para bien o para mal empieza con todo lo que el pasado le ha hecho.
No se puede aislar del presente. Vivimos en una civilización que nos va uniendo cada vez más estrechamente. Nada que haga una persona la afecta solamente a ella. Cada uno tiene el tremendo poder de hacer a otros felices o desgraciados con su conducta; y el poder todavía más tremendo de hacer a otros buenos o malos.
No se puede aislar del futuro. Como recibe la vida, así la transmite. Comunica a sus hijos una herencia de vida física y de carácter espiritual. No es una unidad hermética, sino un eslabón de la cadena. El pecado sería algo mucho menos terrible si solamente afectara al que lo comete. Nos debe infundir santo temor el pensar que cada pecado empieza o continúa una cadena de maldad en el mundo.
Y una persona cristiana puede desligarse todavía menos de Jesucristo.
En esta vida Cristo es una Presencia viva para siempre. No tenemos que hablar de vivir como si Cristo nos viera; es que Él nos ve.
Ni siquiera la muerte nos puede apartar de su Presencia. En este mundo vivimos en la Presencia invisible de Cristo; en el siguiente viviremos en su Presencia visible. La muerte no es un abismo que acaba en la total eliminación, sino una puerta que conduce a Cristo.
Ningún ser humano puede seguir una política de aislacionismo. Está ligado a sus semejantes y a Cristo por lazos que no pueden romper ni el tiempo ni la eternidad. Nadie puede vivir ni morir para sí mismo.

Versículo para aprender:
Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos”
Romanos 14: 8




Lección nº 23:
¡CUIDADO CON LA LIBERTAD!
Romanos 14: 10- 23

Ante el Juicio
Romanos 14: 10-12
Hay una razón fundamental por la que no tenemos derecho a juzgar a ningún otro, y es que cada uno de nosotros estamos pendientes de juicio. Es de esencia de nuestra condición humana que no estamos para juzgar a nadie, sino para ser juzgados. Para demostrarlo, Pablo cita Isaías 45:23.
Cualquier judío estaría de acuerdo con Pablo en esto. Dios es el único que tiene derecho a juzgarnos; y el que está pendiente de juicio no puede erigirse en juez.
Pablo ha estado pensando en la imposibilidad de la vida aislada. Pero sí hay una situación en la que cada uno estará aislado, y es ante el tribunal de Dios. Cuando Pablo escribía esto, la justicia romana necesitaba más de un tribunal; así que, en las grandes basílicas, es decir, las columnatas que rodeaban el foro, se sentaban los magistrados para hacer justicia. Los romanos estaban familiarizados con la escena del acusado que se presentaba a juicio ante el tribunal.
Eso es lo que pasa con todas las personas delante de Dios. Y es un tribunal ante el que nos hemos de presentar uno a uno. En el juicio de Dios cada uno tiene que responder por sí. A veces, cuando muere algún personaje, se ponen encima del ataúd los ropajes y emblemas de sus títulos o méritos; pero el muerto no lleva esas cosas consigo. Nacemos desnudos, y desnudos partimos de este mundo. Nos encontramos ante Dios en la tremenda soledad de nuestra alma; ante Él no podemos presentar más que el carácter que hemos forjado durante la vida.
Sin embargo, esa no es toda la verdad. No nos encontramos solos ante el tribunal de Dios, porque Jesucristo está con nosotros. No tenemos que presentarnos despojados de todo, sino cubiertos con sus méritos.
Es verdad que tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios en la desnuda soledad de nuestra propia alma; pero, si hemos vivido con Cristo en el mundo, El estará con nosotros en la muerte, y será nuestro Abogado y nuestro Pastor en la Eternidad.

Pensando también en el otro
Romanos 14: 13-16
Las cosas no son en sí ni limpias ni inmundas; lo que determina su carácter es la actitud de la persona que las ve o hace. Eso es lo que Pablo nos quiere decir aquí. Hay ciertas cosas que una persona que está firme en la fe puede considerar que puede hacer; pero, si una persona con una mentalidad más rigurosa la ve hacerlo, no le parecerá bien; y si es inducida a hacerlo, su conciencia puede sufrir un daño irreparable. El consejo de Pablo es claro: Es un deber cristiano el tener en cuenta no sólo nuestro punto de vista, sino también el de los demás. Fijémonos bien que Pablo no nos está diciendo que debemos someter nuestra conducta a los dictados de las conciencias de otros. Hay cosas que son en esencia cuestiones de principio, y exigen una decisión personal. Pero hay muchas que son indiferentes y neutras; muchas no son ni buenas ni malas en sí; muchas no son partes esenciales de la vida o de la conducta,; la convicción de Pablo es que, en relación con esas cosas, no tenemos derecho a ofender la conciencia de hermanos más escrupulosos haciéndolas nosotros; y, menos, induciéndolos a que las hagan ellos.
La vida debe regirse por el principio del amor; y cuando así es pensaremos, no tanto en el derecho que tenemos a hacer las cosas a nuestra manera, como en nuestra responsabilidad hacia los demás. No se debe usar la libertad cristiana como excusa para lacerar los sentimientos de otros.

Cuidado con la libertad
Romanos 14: 17-20
En esencia Pablo se está refiriendo aquí al peligro y al abuso de la libertad cristiana.
Para un judío, la libertad cristiana tenía sus peligros; porque toda su vida había estado asediado por innumerables reglas y disposiciones; cuando un judío entraba en el Cristianismo se encontraba con que todas esas reglas y disposiciones se habían anulado de golpe; y el peligro era que tomara el Evangelio como una licencia para hacer lo que le diera la gana. Debemos recordar que la libertad cristiana y el amor cristiano siempre están en armonía. Tenemos que mantenernos en la verdad de que la libertad cristiana y el amor fraternal son inseparables.
Pablo les recuerda a los suyos que el Cristianismo consiste en tres cosas muy grandes, que son opuestas al egoísmo:
Está la integridad, que consiste en portarse con Dios y con los hombres como es debido. En el momento en que nos convertimos a Cristo, los sentimientos de los demás son más importantes que los nuestros; el Cristianismo quiere decir poner a los demás en primer lugar, y al yo en último.
Está la paz. En el Nuevo Testamento, la paz no es simplemente la supresión de las hostilidades; no es una actitud negativa, sino intensamente positiva; incluye todo lo que contribuye al mayor bien. Los mismos judíos muchas veces consideraban la paz como un estado de relaciones perfectas entre los hombres. Si nos empeñamos en que la libertad cristiana es hacer lo que nos dé la gana, la paz no se puede conseguir nunca.
Está el gozo. El gozo cristiano no es nunca egoísta. No consiste en hacernos felices a nosotros mismos, sino a los demás. Una supuesta felicidad que hace a otros infelices no puede ser cristiana. El cristiano experimenta el gozo cuando se lo produce a otros, aunque le reporte limitaciones.
Cuando uno vive de acuerdo con este principio llega a ser esclavo de Jesucristo.
Aquí está el meollo de la cuestión. La libertad cristiana quiere decir que somos libres para hacer, no lo que queramos, sino lo que Cristo quiere. Sin Cristo somos esclavos de nuestros hábitos, placeres e indulgencias. No hacemos realmente lo que queremos, sino lo que nos tiene esclavizada la voluntad. Pero cuando entra en nosotros el poder de Cristo, Él es nuestro dueño, y entonces y sólo entonces tenemos la verdadera libertad. Entonces somos libres, no para tratar a los demás ni para vivir nuestra vida de la manera que nos dictaba antes nuestra naturaleza egoísta. Somos libres para mostrar a todos nuestros semejantes la misma actitud de amor que hubo también en Cristo Jesús.
Pablo concluye estableciendo la meta cristiana en la comunidad:
Es una meta de paz; la finalidad de que los miembros de la comunidad mantengan entre sí la debida relación. Una iglesia en la que hay rivalidades y disensiones, peleas y amargura, divisiones y roturas, ha perdido el derecho a llamarse iglesia cristiana.
Es una meta de edificación. La alegoría de la Iglesia como un edificio se encuentra en todo el Nuevo Testamento. Los miembros somos las piedras del edificio. Todo lo que debilita la solidez de la Iglesia está contra Dios; y también, todo lo que la consolida y fortalece es de Dios.
Amanecería una nueva era en la Iglesia si nos diéramos cuenta de que nuestros derechos son mucho menos importantes que nuestras obligaciones; si recordáramos que, aunque tenemos libertad en Cristo, siempre es una ofensa usarla como si nos diera derecho a herir el corazón o la conciencia de otros.
A menos que la iglesia sea un cuerpo de personas que, en amor, se tienen mutua consideración, no es iglesia.

Fuertes y débiles
Romanos 14: 21-23
Otra vez volvemos a que lo que está bien para uno puede causar la ruina a otro. El consejo de Pablo es muy práctico.
Les aconseja a los que son fuertes en la fe. Esos saben que lo que se coma o se beba no hace ninguna diferencia. Han comprendido el principio de la libertad cristiana. Bien; entonces, que esa libertad sea algo entre ellos y Dios.
No cabe duda de que lo cristiano es aceptar las limitaciones en nuestra libertad por amor a otros. Si no se ejercita esto, se puede encontrar uno con que algo que pensó genuinamente que le estaba permitido le ha llevado a otro a la ruina. Es seguro que es mejor imponerse esas limitaciones deliberadas que tener el remordimiento de saber que el placer que uno reclamaba como un derecho ha traído la muerte a otro. Todos somos en cierto sentido, guardianes de nuestros hermanos; responsables, no sólo de nosotros mismos, sino también de los que están en contacto con nosotros.
Pablo también les da consejo a los que son débiles en la fe, que tienen una conciencia excesivamente escrupulosa. Estos puede que desoigan o desobedezcan sus propios escrúpulos. Puede que alguna vez hagan algo porque ven a otros hacerlo, y no quieren ser diferentes. Puede que lo hagan porque no quieren quedar en ridículo o hacerse impopulares. La respuesta de Pablo es que el que desafía su conciencia es culpable de pecado. Si cree que algo está mal, entonces, si lo hace, a esa persona se le cuenta como pecado.
Nadie es el guardián de la conciencia de otro; y en las cosas intrascendente la conciencia de cada cual debe ser el árbitro de lo que está bien o mal.

Versículo para aprender:
Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”
Romanos 14: 17




Lección nº 24:
UNA IGLESIA PARA TODOS
Romanos 15: 1- 13

La comunión fraternal
Romanos 15: 1-6
Pablo está tratando todavía de los deberes mutuos de los miembros de la iglesia, y especialmente de los más fuertes hacia los más débiles en la fe. Este pasaje nos da un resumen maravilloso de las señales que deben caracterizar la comunión fraternal.
a) La comunión cristiana debe tener como una de sus características la consideración entre los miembros. Cada uno debe pensar, no sólo en sí mismo, sino en los demás. Pero esta consideración debe ir encaminada al bien y a la edificación en la fe del otro.
b) La comunión cristiana debe tener como una de sus características el estudio de la Palabra de Dios. De allí debe proceder nuestro ánimo. La Biblia demuestra, no que el camino de Dios es siempre fácil, pero sí que a fin de cuentas es lo que hace que la vida tenga buenos resultados en el tiempo y en la eternidad y nos comunica las grandes y preciosas promesas de Dios. Así la Biblia comunica al que la estudia consuelo en la aflicción y ánimo en la lucha.
c) La comunión cristiana debe tener como una de sus características la entereza, que es una actitud del corazón ante la vida. De nuevo nos encontramos con esta gran palabra hypomoné que es mucho más que paciencia; es la entereza que no se limita a aceptar las cosas, sino que, al aceptarlas, las transforma en gloria.
d) La comunión cristiana debe tener como una de sus características la esperanza. El cristiano es siempre optimista, y nunca pesimista, aunque la esperanza cristiana no es la esperanza inmadura que es optimista porque no ve las dificultades ni se ha enfrentado con las experiencias de la vida. La esperanza cristiana lo ha visto todo y lo ha sufrido todo; pero no desespera, porque cree en Dios. No es esperanza en el espíritu, la bondad o el éxito humanos, sino en el poder de Dios.
e) La comunión cristiana debe tener como una de sus características la armonía. Esto no quiere decir que no debe haber diferencias de opinión, o que no deben producirse discusiones ni debates; pero sí quiere decir que los que están en la iglesia están absolutamente seguros de que el Cristo que los une es infinitamente más grande que las diferencias que puedan tener.
f) La comunión cristiana debe tener como una de sus características la alabanza. Una prueba certera para conocer a una persona es preguntar si el principal registro de su voz es la queja descontenta o la jubilosa acción de gracias. El cristiano debe gozar de la vida, porque goza de Dios.
g) Y la esencia de la cuestión es que la comunión cristiana tiene el ejemplo, la inspiración y la dinámica de Jesucristo. Él no se agradó a Sí mismo. La cita que hace Pablo está tomada del Salmo 69:9.
Es significativo que, cuando Pablo habla de soportar las debilidades de otros, usa la misma palabra que se aplica a Cristo llevando la cruz (bastazein). Cuando el Señor de la Gloria eligió servir a otros en lugar de buscar su propia seguridad, estableció un modelo que debe aceptar todo el que trate de ser su seguidor.

Una iglesia que incluye a todos
Romanos 15: 7-13
Pablo hace el último llamamiento para que todos los de la iglesia estén unidos, para que los débiles y los fuertes en la fe se vean como parte del mismo cuerpo, para que judíos y gentiles vivan en perfecta comunión. Puede que haya diferencias, pero no hay más que un Cristo, y el lazo de unión es la común lealtad a Él… La Obra de Cristo fue para los judíos y para los gentiles.
Pablo dice que Jesús nació judío y se someó a la Ley judía. Eso fue para que se cumplieran todas las grandes promesas que Dios había hecho a los antepasados del pueblo de Israel, y para que viniera la Salvación a los judíos en primer lugar. Pero Cristo vino no sólo para los judíos, sino para toda la humanidad.
Para probar que esto no son sus propias ideas, Pablo cita cuatro pasajes y los cita de la Septuaginta (Salmo 18:50; Deuteronomio 32:43; Salmo 117:1, Isaías 11:10). En todos ellos encuentra Pablo anuncios antiguos de la entrada de los gentiles en la fe. Está convencido de que, de la misma manera que Jesucristo vino al mundo para salvar a todos los hombres, la Iglesia debe recibirlos a todos sin tener en cuenta sus diferencias. Cristo fue un Salvador incluyente, y por tanto su Iglesia debe ser incluyente y no excluyente.
A continuación, Pablo vuelve a hacer resonar las notas clave del Evangelio. Las grandes palabras de la fe cristiana irradian su luz una tras otra:
Está la esperanza. Es fácil a la vista de la experiencia desesperar de uno mismo. Y al considerar los acontecimientos es fácil desesperar del mundo. Hay algo en la esperanza cristiana que no pueden apagar todos los augurios tenebrosos, y es la convicción de que Dios está vivo. Nadie está sin esperanza mientras exista la Gracia de Jesucristo; y no hay situación desesperada mientras exista el poder de Dios.
Está el gozo… El gozo cristiano no depende de nada que esté fuera de nosotros; mana de la consciencia de la presencia del Señor Resucitado, de la certeza de que nada nos puede separar del amor de Dios en Él.
Está la paz. Los antiguos filósofos buscaban lo que llamaban ataraxía, la vida imperturbable. Deseaban la serenidad como bien superior… Se podría decir que hoy en día la serenidad es un bien perdido por la tensión interior, porque los componentes de la personalidad humana están dispersos y enemistados, y por la preocupación por las cosas externas. Muchos viven apesadumbrados por los azares y avatares de la vida.
Lo único que puede acabar con esa preocupación es la absoluta convicción de que, pase lo que pase, Dios no causará a sus hijos ninguna lágrima inútil. Nos pasarán cosas que no podamos entender; pero si estamos seguros del amor de Dios, las podremos aceptar con serenidad, aunque hieran el corazón o desazonen la mente.
Está el poder. Aquí tenemos la necesidad suprema del ser humano: no es que no sepamos lo que está bien; lo difícil es hacerlo. El problema consiste en salir al paso de las cosas y conquistarlas… Eso es algo que no podemos hacer solos. Sólo podremos dominar la vida cuando el poder de Cristo cubra nuestra debilidad.
Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero todo es posible con Dios.

Versículo para aprender:
Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios”
Romanos 15: 7




Lección nº 25:
EL PROYECTO DE PABLO
Romanos 15: 14- 33

El carácter de Pablo
Romanos 15: 14-21
Este es uno de los pasajes que revelan mejor el carácter de Pablo. Está llegando al final de la carta, y quiere preparar el terreno para la visita que espera hacerles pronto a los romanos. Aquí vemos algo por lo menos de su secreto para ganar almas.
Pablo se nos revela como un hombre de tacto. No hay aquí ninguna reprensión. No se enfada con los hermanos de Roma ni adopta el tono de un maestro defraudado. Les dice sencillamente que no hace otra cosa que recordarles lo que ya saben muy bien, y les asegura que está convencido de que ellos están preparados para servir al Señor y a sus semejantes. Pablo estaba mucho más interesado en lo que un hombre podía llegar a ser que en lo que ya era. Veía los defectos con claridad meridiana, y los trataba con total fidelidad; pero todo el tiempo estaba pensando, no en la criatura desgraciada que era un hombre, sino en la espléndida criatura que podría llegar a ser.
La única gloria que Pablo se atribuía era que él era siervo de Cristo. La palabra que usa (leiturgós) es una gran palabra. En la antigua Grecia había ciertas obligaciones con el estado que se llamaban liturgias, que unas veces se imponían y otras las asumían voluntariamente los que amaban al país. Había cinco de esos servicios voluntarios de los que se encargaban los ciudadanos patriotas como contribuir con el sostenimiento de un coro, o de los atletas destacados, ofrecer banquetes, enviar embajadas diplomáticas o ayudar al mantenimiento de la flota naval…
En años posteriores, cuando se perdió el patriotismo, estas liturgias dejaron de ser voluntarias y se hicieron obligatorias. Más tarde la palabra llegó a usarse para cualquier clase de servicio; y más tarde todavía se reservó especialmente para el culto y el servicio de los dioses en los templos… Pero la palabra siempre conservó el matiz de servicio generoso. De la misma manera que en los tiempos antiguos un hombre ofrecía su fortuna en el altar del servicio a su querida Atenas, y lo consideraba un honor y una gloria, así Pablo se ponía todo él en el altar del servicio a Cristo, y estaba orgulloso de ser siervo de tal Señor.
Pablo se veía a sí mismo como un instrumento en las manos de Cristo. No hablaba de lo que había hecho él, sino de lo que Cristo había hecho con él. Las cosas empiezan a suceder cuando una persona deja de pensar en lo que puede hacer por sí misma y empieza a pensar en lo que Dios puede hacer con ella.
Por otra parte la ambición de Pablo era ser un pionero. La única ambición de Pablo era llevar la Buena Nueva de Dios a los que todavía no la habían escuchado y usa el texto de Isaías 52:15 para expresar su propósito.

El proyecto de Pablo
Romanos 15: 22-29
Aquí tenemos a Pablo hablando de sus planes inmediatos y más futuros.
Su plan futuro era venir a España. España era, en cierto sentido, el límite del mundo civilizado, y eso ya era suficiente para hacer que Pablo quisiera visitarla para predicar el Evangelio aquí.
En aquel tiempo florecía en España una verdadera galaxia de genios. Muchos de los más grandes hombres del Imperio eran españoles… Puede que Pablo estuviera diciéndose a sí mismo que podrían suceder cosas maravillosas si España fuera ganada para Cristo.
Su plan inmediato era ir a Jerusalén. Había tenido un proyecto que era muy querido a su corazón: había organizado que se hiciera una colecta entre las iglesias más jóvenes para la iglesia madre de Jerusalén. No cabe duda de que esa colecta seria muy necesaria, porque sería muy probable que muchos, cuando se convertían a Cristo en Jerusalén, habrían perdido el empleo y quedado en la más completa necesidad. La ayuda que pudiera venirles de las iglesias más jóvenes sería un notable alivio.
Para él personalmente suponía el pago de una deuda y un deber, porque cuando se llegó al acuerdo de que Pablo fuera el apóstol de los gentiles, lo único que le habían pedido los líderes de la iglesia de Jerusalén había sido que se acordara de los pobres (Gálatas 2:10).
No había mejor manera de demostrar prácticamente la unidad de la Iglesia. Era ésta una manera de enseñar a las iglesias más jóvenes que no eran unidades aisladas, sino miembros de una gran Iglesia que se extendía por todo el mundo… Y era la mejor manera de aplicar la fe a la práctica. Era bastante fácil hablar de la generosidad cristiana; pero aquí se les ofrecía una oportunidad de pasar de las palabras a las obras.
Así es que Pablo está de camino a Jerusalén, y está preparándose para visitar España. No sabemos seguro si cumplió su deseo, porque en Jerusalén se enfrentó con grandes dificultades que le condujeron a un largo encarcelamiento y tal vez a la muerte. Es posible que este fuera un plan del gran pionero Pablo que nunca llegó a realizar.

Atento ante el peligro
Romanos 15: 30-33
Cuando Pablo fue a Jerusalén, sabía lo que hacía y era plenamente consciente de los peligros que le acechaban (Hechos 20:22 y ss.; 21:10-14). El valor más destacado es el del que sabe que tendrá que sobrellevar un grave peligro si cumple lo que considera su deber, y sin embargo sigue adelante. Ese es el valor del que dio muestra Jesús (Lucas 9: 51); y ese es el valor que debemos tener todos los seguidores de Cristo, como lo tuvo Pablo.
En una situación así, Pablo pidió las oraciones de los cristianos de la iglesia de Roma. Es una gran cosa seguir adelante sabiendo que estamos cubiertos por las oraciones de los que nos aman.
Luego Pablo les deja su bendición y sigue adelante… Fue la bendición del Dios de paz la que Pablo envió a Roma, y fue en la presencia del Dios de paz como él mismo fue a Jerusalén, a pesar de todas sus amenazas.
El que tiene la paz de Dios en el corazón se puede enfrentar sin miedo con todos los peligros de la vida.

Versículo para aprender:
Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio
de Cristo”
Romanos 15: 29




Lección nº 26:
NOMBRES VALIOSOS
Romanos 16: 1- 16

Una presentación
Romanos 16: 1- 2
Aquí Pablo escribe una carta de presentación de Febe a la iglesia de Roma. Era costumbre en aquellos tiempos enviar una carta de presentación; se las llamaba systatikai, epístolas.
Febe procedía de Cencreas, que era el puerto de Corinto. Se la llama diaconisa; pero no es probable que Febe tuviera una posición oficial en el ministerio de la iglesia, sino que así la reconociera Pablo porque no ha habido nunca un tiempo en el que el trabajo de las mujeres no fuera de un valor tan alto especialmente cierto en los tiempos de la Iglesia Primitiva.
Pablo encarga que se le dé la bienvenida a Febe: Pide a los cristianos de Roma que la reciban como los que están consagrados a Dios deben recibirse mutuamente. No debería haber extranjeros en la familia de Cristo; no deberían hacer falta las presentaciones formales entre los cristianos; porque son hijos e hijas del mismo Padre, y por tanto hermanos y hermanas entre sí.

Una pareja hospitalaria
Romanos 16: 3- 4
No hay pareja más fascinante en todo el Nuevo Testamento que la formada por Priscila y Aquila.
Aparecen por primera vez en Hechos 18:2. Por ese pasaje sabemos que antes habían sido residentes en Roma. Claudio había publicado un edicto en el año 52 d.C. desterrando a los judíos. El antisemitismo no es nada nuevo, y a los judíos se los odiaba en el mundo antiguo tanto como en el contemporáneo a veces. Cuando fueron desterrados de Roma, Priscila y Aquila se quedaron en Corinto. Eran fabricantes de tiendas de campaña, que era también la profesión de Pablo, y éste encontró un verdadero hogar en la casa de ellos. Cuando salió de Corinto y se fue a Éfeso, Priscila y Aquila se fueron con él, y se instalaron allí (Hechos 18:18; 24-26). Desde el principio Priscila y Aquila eran personas que mantenían la puerta y el corazón abiertos, porque en su casa funcionaba una iglesia (1 Corintios 16:19).
La vez siguiente que tenemos noticias de ellos están en Roma. El edicto por el que Claudio había desterrado de Roma a los judíos había dejado de ser efectivo; y es probable que Priscila y Aquila, como otros muchos judíos, volvieran a sus antiguas casas y negocios… Descubrimos que Priscila y Aquila siguen siendo los mismos: otra vez hay un grupo de cristianos que se reúne en su casa.
La última vez que aparecen en el Nuevo Testamento es en 2 Timoteo 4:19, y están en Éfeso otra vez; y uno de los últimos mensajes que mandó Pablo fueron sus saludos para esta pareja de cristianos que habían sido sus compañeros en muchos de los lances de su agitada vida.
La casa de Priscila y Aquila, donde estuviera, irradiaba amistad y comunión y amor. Si uno es forastero o extranjero en algún lugar desconocido, una de las cosas que más apreciará será tener un hogar donde se sienta bien recibido y esté a gusto, lo más posible como en su propia casa.
La puerta abierta, la mano abierta y el corazón abierto son características de la vida cristiana.

Muchos nombres valiosos
Romanos 16: 5-16
No hay duda de que detrás de cada uno de estos nombres se esconde una verdadera historia cristiana. Ninguna de ellas nos es conocida, pero podemos imaginarnos algunas. En este capítulo hay veinticuatro nombres personales y dos cosas interesantes que notar:
De los veinticuatro, seis son mujeres… En cada línea se trasluce el aprecio de Pablo hacia la labor que las mujeres están realizando en la iglesia.
Trece de los veinticuatro nombres figuran en inscripciones o en documentos que tratan del palacio del Emperador de Roma. Aunque varios son bastante corrientes, este hecho es muy sugestivo. En Filipenses 4:22 Pablo habla de los santos de la casa del César. Puede que fueran en su mayoría esclavos; pero aun así es importante que el Evangelio parece haber penetrado desde tan al principio en el palacio imperial.
La mención a casa de Aristóbulo puede también ser una referencia importante porque en Roma, la casa no describía solamente la familia o los parientes de una persona, sino que incluía también a sus servidores y esclavos. Lo mismo ocurre con la casa de Narciso…
La levadura del Evangelio había llegado a los círculos más altos del Imperio.
Cuando Pablo manda saludos para Trifena y Trifosa y Pérsida, Pablo usa una cierta palabra griega refiriéndose al trabajo cristiano, que la usa de María (v. 6); esta palabra es el verbo kopian, que quiere decir ajetrearse hasta el agotamiento, matarse a trabajar.
Una de las historias hermosas se encierra en el nombre de Rufo, y su madre, que se portó como una madre con Pablo. Está claro que Rufo era conocido y apreciado por su simpatía y santidad en la iglesia de Roma; y también está claro que Pablo reconocía una deuda de gratitud que tenía con la madre de Rufo por la amabilidad y los cuidados que le había deparado. ¿Quién era Rufo?
Vayamos a Marcos 15:21. Allí leemos que los soldados romanos que iban conduciendo a Jesús al Calvario obligaron a un cierto Simón Cireneo a llevar la cruz; y se le describe como el padre de Alejandro y Rufo. Ahora bien: si a ese hombre se le identifica por los nombres de sus hijos, está claro que, aunque a él no se le conociera en aquella comunidad a la que se está contando aquello, sus hijos sí eran conocidos. ¿A qué iglesia dedicó Marcos su Evangelio? A la de Roma; y daba por sentado que allí sabían quiénes eran Alejandro y Rufo. Es casi seguro que el Rufo que se menciona aquí era el hijo de aquel Simón Cireneo que llevó la cruz de Jesús.
Y en cuanto a la madre, no cabe duda de que en momentos de necesidad debe de haber brindado a Pablo la ayuda y la hospitalidad que su propia familia le rehusó desde el día que creyó que el Crucificado era el Mesías.
Todavía nos queda otro nombre que tal vez encierre una historia todavía más sorprendente, el de Nereo. El año 95 d.C. tuvo lugar un suceso que escandalizó a toda Roma. Dos de las personas más distinguidas de la ciudad fueron condenadas a muerte por ser cristianas. Eran Flavio Clemente, que había sido cónsul de Roma, y su esposa Domitila, que era de sangre real.
Era nieta del emperador Vespasiano, y sobrina del actual emperador, Domiciano. De hecho, los dos hijos de Flavio Clemente y Domitila habían sido designados como sucesores de Domiciano en el poder imperial. Flavio fue ejecutado, y Domitila fue desterrada a la isla de Pontia…
Lo curioso del caso es que el mayordomo de Flavio y Domitila se llamaba Nereo. Es posible que el esclavo Nereo haya sido el instrumento para que el ex cónsul Flavio Clemente y la princesa de sangre real Domitila se convirtieran al Cristianismo.

Versículo para aprender:
Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su
vida por mí”
Romanos 16: 3, 4a




Lección nº 27:
ADVERTENCIA, SALUDOS Y DESPEDIDA
Romanos 16: 17- 27

Una última advertencia
Romanos 16: 17-20
A Pablo le resultaba difícil ponerle punto final a su Carta a los Romanos. Ya había mandado saludos; pero antes de terminar incluye una última apelación a los cristianos de Roma para que se guarden de las malas influencias.
Estas son personas que causan divisiones entre los hermanos; los que hacen cosas que alteran la paz de la iglesia tendrán que dar cuenta. Hay personas que se complacen en causar problemas, y les encanta sembrar cizaña. Son personas que ponen tropiezos en el camino de los demás; y el que así lo hace también tendrá que dar cuenta. Si la conducta de alguien es un mal ejemplo, o su influencia es una trampa, o su enseñanza diluye o tergiversa la fe cristiana que pretende defender, esa persona no quedará sin castigo. Y no será ligero, porque ya se lo advirtió Jesús a los que hagan tropezar a uno de sus pequeñitos.
Hay dos palabras interesantes en este pasaje.
Una es la que hemos traducido por halagos (jréstologuía). Los mismos griegos definían a un jréstólogos como “uno que habla bien pero actúa mal”. Es la clase de persona que, tras una fachada de palabras piadosas, ejerce una mala influencia que desvía, no mediante un ataque directo, sino rastreramente; que pretende ser servidor de Cristo, pero lo que hace en realidad es destruir la fe.
La otra palabra es la que hemos traducido por incontaminado de nada malo (akeraios), que se usa de un metal puro y sin aleaciones, o del vino o la leche a los que no se ha añadido agua. Describe algo que es puro y sin contaminación… El cristiano es alguien cuya integridad ha de estar fuera de toda duda.
Pablo era un pastor precavido, porque creía firmemente que prevenir es mejor que curar. A veces en una iglesia o sociedad se deja desarrollar una mala situación porque nadie tiene valor para exponerla; y a menudo, cuando ya se ha desarrollado es demasiado tarde para resolverla. Es bastante fácil apagar un fuego localizado cuando empieza, pero casi imposible cuando ya es todo un bosque lo que está ardiendo. Pablo tenía la sabiduría necesaria para atajar una situación peligrosa.
El pasaje cierra con algo muy sugestivo. Pablo dice que el Dios de paz derribará pronto a Satanás, el poder del mal.
Debemos fijarnos en que la paz de Dios es la paz de la acción y de la victoria… El cristiano debe recordar siempre que la paz de Dios no es la paz que se ha sometido al mundo, sino la que ha vencido al mundo.

Saludos y despedida
Romanos 16: 21-27
Es tentador intentar identificar al grupo de amigos que mandan recuerdos.
Timoteo era el brazo derecho de Pablo, el que Pablo veía como su sucesor y del que diría más tarde que era el que estaba más identificado con él (Filipenses 2:19, 20).
Lucio es posible que fuera el Lucio de Cirene que era uno de los profetas y maestros de Antioquía que mandaron a Pablo y Bemabé en su primer viaje misionero (Hechos 13:1).
Jasón puede que sea el que dio hospitalidad a Pablo en Tesalónica y sufrió por ello a manos de la multitud (Hechos 17:5-9).
Sosípater puede que fuera el Sópater de Berea que llevó la colecta de su iglesia con las de las otras a Jerusalén con Pablo (Hechos 20:4).
Gayo puede que fuera uno de los dos que bautizó Pablo en Corinto (1 Corintios 1:14).
Por primera y única vez, sabemos el nombre del amanuense que escribió esta carta al dictado de Pablo, porque introduce aquí su saludo personal. Todos los grandes hombres han dependido de la humilde ayuda de otros para llevar a cabo su labor.
Una de las cosas más interesantes de este capítulo es la manera en que Pablo nos retrata a las personas con una sola frase. Aquí tenemos dos de esas descripciones resumidas: Gayo es un hombre que practica la hospitalidad, y Cuarto es un hermano.
La Carta a los Romanos termina con una doxología que es también el sumario del Evangelio que Pablo amaba y predicaba.
El Evangelio nos permite mantenernos firmes frente a todos los golpes del mundo y los ataques de la tentación.
Es el Evangelio que predicaba Pablo y que ofreció Jesucristo. Es decir: el Evangelio tiene su origen en Cristo, y lo transmiten las personas. Sin Jesucristo no podría haber Evangelio; pero si no hay personas que lo transmitan, otras personas no lo llegarán a conocer… El deber cristiano consiste en que, en cuanto Cristo nos encuentra, nosotros vayamos a encontrar a otros para Cristo.
Aquí tenemos el privilegio cristiano y el deber cristiano. El privilegio cristiano es apropiarnos el Evangelio para nosotros; y el deber cristiano, que no sea sólo para nosotros, sino que se lo transmitamos a otros.
El Evangelio es la consumación de la Historia. Es algo que existía desde todos los tiempos, y que ha venido y se ha revelado al mundo en la Persona de Jesucristo. Algo absolutamente nuevo sucedió cuando Jesús vino al mundo: la eternidad invadió al tiempo y Dios apareció en la Tierra. Su venida fue el acontecimiento al que se dirigía toda la Historia anterior y del que fluye toda la Historia posterior. Después de la venida de Cristo, el mundo ya no puede seguir siendo el mismo. Fue el acontecimiento central de la Historia, y por eso fechamos el tiempo en antes de Cristo y después de Cristo… Es como si, con su venida, la vida y el mundo hubieran empezado de nuevo otra vez.
Por otra parte Pablo sostiene que el Evangelio es para toda la humanidad, y así ha sido siempre. Los profetas, tal vez sin darse cuenta del todo, intuyeron y anunciaron el tiempo en que todos los pueblos conocerían a Dios. Ese tiempo no ha llegado todavía; pero es el propósito de Dios que algún día su conocimiento cubra toda la Tierra como las aguas cubren el mar, y es nuestro privilegio el colaborar en que el propósito de Dios se haga realidad.
Pablo dice “para que obedezcan a la fe”… El Evangelio conduce al mundo a la obediencia, a ser el mundo en el que Dios es el Rey. Pero esa obediencia no la impone una ley de hierro que quebranta al que se opone; es una obediencia que brota de la fe, una rendición que es la conquista y el resultado del amor.
Así termina el largo argumento de la Carta a los Romanos: con un cántico de “alabanza al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”.

Versículo para aprender:
al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén”
Romanos 16: 27